jueves, 30 de junio de 2016

La rebelión de Durantio.

LA  ERA  DE  LAS  POSIBILIDADES
PRESENTA:


FUERZA GUARDIANA

SEGUNDO  PRELUDIO

PRÓLOGO.
Guerra en la Infinidad.

El universo respira, vive, como una vasta unidad donde los planetas engendrados fungen como sus millones de hijos liberados en todo el cosmos, de los cuales se engendra más vida con la que comparten sus riquezas en un lógico y mutuo equilibrio.

Ahora él podía sentir todo eso.

La realidad deslizándose entre sus dedos, cuerpos celestes moviéndose a su alrededor, respirar el infinito con asombro, ¡con duda, si!, pero con una resuelta curiosidad. Preparándose en un lugar alejado del universo para una batalla decisiva, volvía a recordarlo todo, volvía a aquellos momentos de pesar, a aquellos orígenes que le hacían preguntarse de forma obsesiva una y otra vez, “¿por qué yo?”, “¿por qué alguien como yo, para realizar esto?”, “¡podría hacerlo cualquiera!”, y hasta cierto punto, sus palabras tenían razón a unos peculiares oídos juiciosos, pertenecientes a aquel que vio una chispa especial, aquel que lo detuvo de un acto trágico, aquel que lo libró de las penas dándole un propósito, enseñándole un camino.
En breves instantes comprendió que la realidad era más antigua de lo que él mismo llegaba a suponer, y que su universo no era más que uno entre muchas pequeñas burbujas flotantes dentro de un inmenso océano de existir, en el que muchos seres, quizá no en su mayoría, vivían ajenos de miradas ocultas, preocupándose en sus fugaces, cortas, destructivas, curiosas y extraordinarias vidas, como para pensar por un segundo, en un solo momento, que cada situación era vigilada por un poder más grande. ¿Dios? Era una palabra con la que se han definido. Dioses. Para muchos universos, para muchos mundos civilizados, para muchos rincones existentes, ellos son considerados así como tal, una raza de inmortales, un conjunto de guerreros capaces de proezas asombrosas, héroes legendarios a los que dedicaban historias, canciones, emblemas, pensamientos y rezos. Pero aunque hayan recibido muchísimos nombres, sólo ellos mismos conocían sus orígenes, su propósito, su rol a cumplir dentro de la realidad, su deber para con todos los universos…

Ellos eran los Guardianes del Equilibrio.

Aunque la imaginación podría revelar grandes misterios, ningún ser viviente o de otra índole, sabía de su existencia. Algunos dioses desperdigados en otros universos, la intuían, la sospechaban de múltiples formas, pero ninguno era merecedor de conocer la verdad. Toda la existencia era custodiada por este imperio de dioses, los cuales se encargaban de mantener el lógico equilibrio que bien tenía darles su permanencia en toda la realidad. Pasado, presente, futuro, todo era dispuesto como debía estar, todo controlado hasta el más mínimo detalle, todo asunto de relevancia revisado y llevado a cabo con suma precisión. Mantenían tanto la guerra como la paz, tanto la adoración como el esclavismo, tanto el amor como el odio, tanto la protección como la destrucción, y tanto la vida como la muerte. Y en esos momentos ante el umbral de todo el caos, se erguía el último de ellos, el elegido, el salvador, el profetizado, con la misión de preservar la vida una vez más.
El universo respiraba de forma endeble, ante la aparición de una aterradora amenaza, una fuerza destructora del cosmos, un cáncer que devoraba todo a su paso, un ser que destruía más allá de los límites del bien y el mal, una creatura que se materializaba con el único objetivo de consumir la vida, de apagarla, de negarla. Los guardianes actuaron en consecuencia, pero por primera vez luego de tantos eones, varios de ellos habían sido derrotados con facilidad. El enemigo se había vuelto implacable, arrasando con total libertad una esquina de la existencia, que lo mantendría entretenido hasta que continuara con el resto. Conocían las consecuencias, pero ante ello, mandaron al más sabio de los suyos, el guardián de todos los destinos, para encontrar a quien detendría a tan terrible bestia.

Dotado con las siete virtudes de la infinidad.

La creciente fuerza de la luz.

La resistencia de interminables mundos.

La velocidad inescapable del sentir.

El poder de reinos ancestrales.

La sabiduría de universos eternos.

La inmortalidad de almas invencibles.

Y la comprensión de posibilidades ocultas.

Todas ellas formaban al nuevo campeón.

Un salvador,

Un elegido,

Un héroe,

Un guardián.

DURANTIO.

Con el ritual resuelto, y los poderes obtenidos, inició el trascendental choque de fuerzas que estremeció los cimientos mismos de la creación, destrozando los pilares que mantenían las viejas esperanzas, creando inmediatamente los vestigios de una nueva era: la era de las posibilidades.
La batalla se extendió a tiempos incomprensibles para la mente, pero fue existente en varios sentidos. El poder de ambos contrincantes rivalizaba en muchas formas, haciendo la diferencia aquellos vestigios de humanidad que despertaban movimientos creativos, y estrategias convincentes, ante el destructor que desataba su esencia maligna a su enemigo. “Proteger”, sólo en ello podía pensar el pequeño quien renació en el nuevo titán que se batía contra el asesino de la realidad. Recordaba los momentos difíciles, los momentos terribles, los momentos sencillos, los momentos agradables, todos conformando su vida en una serie de destellos dentro de su cabeza, a cada segundo que su poder aumentaba, a cada respiro donde su esencia se expandía abarcando toda obscuridad. Si, la humanidad que recordaba, la humanidad de la que nació, la humanidad en la que fue concebido, no le guardaba afecto, ni siquiera memoria, y aquel sentir era mutuo, pero aún así, sus golpes no se detenían, sus ataques no frenaban, su avance no entraba en declive por ningún segundo. No sólo luchaba por la humanidad conocida, luchaba ahora por la existencia de millones de seres vivientes, que si igual no conocía, no podía permitirse perder aquello, algo más, otros mundos.

“Un todo que vale la pena salvar”.

Expulsando una tremenda fuerza, Durantio, el guardián definitivo, culminó con la vida de su adversario, terminó con su avance por el multiverso, con un rincón de la realidad en sí…pero había consecuencias.
Obscuridad. Un sentimiento lo sobrecogió, una sensación fría, dura, incluso hueca invadió su mente. Quieto entre las sombras, manteniéndose firme hasta la llegada de la verdad. Alejado, solo, no podía distinguir una luz, ni una voz, ni un pensamiento en la distancia. El silencio lo abrumó, recordándole su humanidad, los momentos de mayor agonía para su ser, aquellos instantes traducidos por una mente joven, sensible, a los peores males que puede entregar una compañía quien disfraza intensiones deshonestas con rostros alegres.

Su universo se había extinguido.

No sólo el suyo, ¡muchos otros! El último ataque había culminado su misión, como también la vida de muchos seres que él mismo juró proteger. La desesperación lo inundó, a un punto donde podía incluso sentir a la realidad agonizante girando en torno a él.

Misericordia.

Eso reflejaba su rostro desprovisto por el poder, dirigido al espacio que le dio un propósito, luz en su vida. Pero sólo recibió un silencio mortal. Le habían dado la espalda, y poco a poco, podía sentir el poder de los guardianes fluir fuera de su cuerpo. Traicionado, solo, entre las penumbras, las lágrimas flotaron a su alrededor, en las cuales juró ver cada uno de los peores momentos de su vida. Amargura, temor, duda, odio, todo ello veía reflejado en sus ardientes lágrimas, estallando en furia, explotando en blasfemias contra aquellos que juraron proteger. Clamaba venganza, clamaba retribución, clamaba una cruzada contra los mentirosos y falsificadores de lo divino. Con el poder brutal que aún conservaba, ondeando las virtudes de los guardianes como un velo, detuvo la succión de sus nuevos poderes, arrebatándoselos con desdén, con furia, con el odio almacenado durante tanto tiempo, dormido, contenido, pero siempre ardiente, almacenándose a cada segundo, pudriéndose en cada acto de ofensa hasta su clímax.

Vacío.

Así era el sentir dentro de su ser, su nuevo ser. Algo se había roto, desconociendo al elegido, al salvador, y al guardián, quedando solo él, Alejandro, un joven de veintitrés, clamando su furia al mundo, a su propia existencia, a aquellas personas malvadas que se satisfacían con hacer sufrir al prójimo. “Ya no más”, se dijo entre dientes. Las sombras lo rodearon otra vez, atrayéndolas, ahogándose con rencor, permitiendo que la obscuridad fuera su capa, su velo, su manto, su castigo, su carga hasta ver el fin de su misión, su nueva misión.

La erradicación total de los Guardianes del Equilibrio.

Podía escuchar los lamentos de hace unos segundos, los gritos de pánico, las almas de millones de vidas apagándose al instante por su incompetencia, pero todas ignoradas debido a la frialdad de supuestos protectores. De entre todos esos susurros, el de una persona en especial captó su atención, por unos breves instantes, el de aquél, ese sujeto en el que había confiado, el Guardián del Destino, el guerrero que le prometió futuro, porvenir. Sentía su tristeza, su temor, pero nada lo suficientemente poderosos como para calmar el océano hirviente de su ira. Lo ignoró, y esta vez, de forma definitiva. No volvería a confiar en él. Lo dejaría de último, sólo podía prometer eso. En cuanto al resto, no descansaría hasta encontrarlos a todos y extinguirlos de toda la existencia…

Así, dio inicio la rebelión de Durantio.

Ninguna de las imágenes aquí utilizadas me pertenece en ningún sentido conocido.
Su utilización, y obvia edición, fue con el único motivo de entretener y enseñar.
Cada una de las imágenes es propiedad de sus respectivos creadores.
Sin mayores dudas, quedo a su servicio, y gracias por su atención.

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