lunes, 31 de octubre de 2016

Watchmen.


 “¿Al final? Nada tiene un final, Adrian. Nada termina nunca”.

Jon Osterman.
Dr. Manhattan.

No mentiré al decir que la primera vez que me las vi con la creación de Alan Moore y Dave Gibbons, me encontré con un complejo enmarañado de difícil resolución, tantas historias entrelazadas de tal profundidad en un contexto socio-político que desconocía enormemente. Fueron todos esos factores los que me hacían difícil comprender precisos puntos de conexión. Teníamos un asesinato por aquí, un reencuentro por acá, una historia de piratas que salía de improviso junto con algunos retazos de una novela de prosa entrañable que concluían número tras número.


Si de algo puedo estar seguro, es que Watchmen es una obra compleja, en la que se explora el ideal de superhéroe fuera del contexto convencional, y las infinitas posibilidades que puede ofrecer en una historia. Desde sus inicios, la figura del justiciero heroico ha surgido y se ha utilizado en diversos temas como un recurso que da poder a su verdad, encarnando los deseos más honorables y éticos de la raza humana en sus diversas aventuras, y cómo la intervención de diversos factores permiten la construcción de historias que abrazan aspectos más cercanos a un entorno real.


Precisamente la travesía de los vigilantes comienza en un contexto donde los auténticos superhéroes fueron tanto un aspecto real como decisivo en diversas transiciones de la historia, integrándose a la cultura universal como algo completamente existente. El punto de partida que toma Watchmen es precisamente en una época sombría con anhelos de una edad dorada donde los héroes disfrazados eran aclamados por el público, queridos por la gente debido a sus buenas acciones, y realmente su intervención ayudaba a marcar una diferencia en el mundo. Pero el formar parte en tiempos de grandes cambios y trágicos sucesos, provocó que estos campeones de lo justo sellaran su destino hacia un futuro más desolador.


“La noche del viernes, un comediante murió en Nueva York. Alguien sabe por qué. Allá abajo…alguien sabe”, así reza el inicio de esta historia, con la inesperada muerte de un vigilante que permaneció activo para el gobierno por varios años, llamado el Comediante, y el misterioso Rorschach, un enmascarado que opera fuera de la ley decide tomar el asunto entre manos ante la creencia de que existe alguien que asesina héroes disfrazados. La trama sigue conforme el personaje advierte a sus antiguos camaradas sobre un posible peligro, donde conocemos a Daniel Dreiberg alias Búho Nocturno, a Laurie Juspeczyk alias Espectro de Seda, Adrian Veidt alias Ozymandias, y al Dr. Osterman también conocido como el Dr. Manhattan, el único miembro del equipo con auténticos súper poderes. Pero ninguno de ellos atiende el llamado de Rorschach, por lo que el vigilante decide buscar por sus propios medios al bajo mundo, mientras los engranajes del caos empiezan a accionar la cuenta regresiva.



Diversas situaciones hacen que el ser más poderoso del universo conocido abandone la tierra, mientras el vigilante Rorschach es arrestado a la vez que Adrian Veidt sufre un atentado de muerte del cual logra sobrevivir. Daniel y Laurie inician un breve romance entre la devastación mientras vuelven a portar los uniformes que se juraron nunca más usar, pero a tal grado llega su emoción que incluso deciden ayudar a su viejo amigo enmascarado a salir de prisión y llegar al fondo del asunto.


Tratando de reclutar a Ozymandias, el hombre más inteligente sobre la tierra, descubren que él es quien ha estado detrás del complot que alejó a Manhattan de la tierra, quien se deshizo de Rorschach debido a su teoría del asesino de héroes, y más importante aún: él fue quien asesinó al comediante. Al parecer, este último había descubierto los planes de Adrian Veidt para salvar el mundo; sabedor de que una guerra nuclear era inminente, debía formar un nuevo enemigo que los uniera como raza humana, y por ello utilizó el trabajo con el Dr. Manhattan para replicar su poder lanzando un ataque masivo asesinando a millones. En el colmo de la locura y una lectura extenuante, el plan de Ozymandias llega a tener éxito, uniendo a los países centrales del mundo, y eliminando cualquier temor a una nueva guerra.





Aunque el Dr. Manhattan, recuperando su fe en la vida humana, logra comprender los planes de Veidt, Rorschach decide intervenir para revelar el misterio al mundo, y por ello es eliminado en su totalidad por el hombre más fuerte del universo, antes de irse para siempre de aquella realidad y conocer muchas otras. Finalmente la paz es conseguida en el mundo… ¿pero a qué precio?


La presente obra contiene muchísimos elementos los cuales deben ser analizados uno por uno para su comprensión total, y comenzaré con el detalle de que los héroes que nos muestran en esta historia, tanto en el cómic como en la gran pantalla, no fueron los primeros en mostrarse al mundo, siendo considerados como la segunda generación que decidió combatir el crimen incansablemente. La serie de cómics bajo el título “Before Watchmen” nos entrega una visión más específica no sólo de los vigilantes protagónicos, sino de los Minutemen, la primera generación de héroes disfrazados.


En este primer equipo podemos conocer a los primeros Búho Nocturno y Espectro de Seda, Capitán Metrópolis, Dollar Bill, Mothman, Hodded Justice, Silhouette, y el Comediante, el único héroe que ha formado parte en ambas generaciones. Es interesante cómo el autor nos invita a pensar acerca de esa época dorada de los luchadores contra el crimen, como si se abrieran las puertas a un mundo más grande como lo vimos en Kick-Ass, pero cuando estos héroes formaron parte de la cultura, también empezaron a ser influidos por la misma. La imagen pública del superhéroe juega un papel fuerte en estas primeras andanzas de los Minutemen, porque el contexto social, político y racial incluso, juega en contra de las buenas intenciones que una persona pudiera tener al luchar contra vándalos. Más allá de parecer ridículo, que si lo es, nos muestran las consecuencias reales del superhéroe verdadero en la vida diaria, y cómo estas influyen en el deterioro del buen deber, que se supone, un héroe debería prestar.



Otro elemento muy interesante en la obra de Alan Moore, muy ligado al primero que mencioné, es la inclusión de estos fragmentos de la novela de Hollis Mason, el primer Búho Nocturno en la historia, que nos narran de forma más directa los pensamientos de este héroe veterano cuando decidió ponerse una máscara y combatir al crimen. Esas primeras narraciones, al menos a mí, me asombraron muchísimo, porque nunca concebí de una manera tan real el combatir el crimen como un justiciero enmascarado. Obviamente la imagen de Batman llegó a mi cabeza mientras leía, pero mientras él explicaba a detalle su planeación con respecto al traje y el entrenamiento al cual se sometería, fue cuando me di cuenta de que era algo más complicado. Claro, al caballero de gótica se concibe como alguien que puede hacerlo todo, ¿pero qué hay de alguien no tan adinerado?, ¿qué hay de un oficial de policía que desea hacer la diferencia en el mundo? Eso me rompió muchos esquemas.
También cabe resaltar cómo la existencia de los superhéroes influyó de forma histórica en el universo de Watchmen, siendo que al tener vigilantes auténticos que combatían al mal, no hubo mucha proliferación de historias ficticias sobre el mismo tema. Aquella pérdida del ideal extraordinario era un reflejo directo de la decadencia humana, quienes sólo podían entretenerse con historias inverosímiles, o de gran sufrimiento como la del náufrago que aparece esporádicamente durante la novela.
Y al final nos encontramos con los héroes de la actual generación, los guerreros de la edad plateada, los vigilantes sacados del retiro por la catástrofe que se avecina. Cada uno de los integrantes de este gran equipo parece representar una postura posible del héroe ordinario. Un Búho Nocturno me transmite este tipo de héroe que presta su ayuda al desposeído; un Espectro de Seda me transmite el espíritu indomable que anhela la aventura y la emoción; un Rorschach me transmite un ente de venganza que decide aplicar justicia por propia mano; un Comediante me transmite un antihéroe que decide hacer las cosas a su modo; un Dr. Manhattan me remite a estos tipos de personaje con poderes asombrosos y con conflictos existencialistas; y un Ozymandias, el auténtico héroe de esta jornada, me transmite al héroe calculador, siempre con un plan a la mano, y dispuesto a hacer lo que haga falta para salvar al mundo.
Si los héroes son reflejo de su entorno, podemos darnos una idea de la magnitud del conflicto en el que se ven inmersos los vigilantes de principio a fin en la catástrofe nuclear. Unidos hubieran sido invencibles, incluso hubieran podido detener sin problema la gran amenaza de destrucción, pero son las discrepancias lo que fue destruyendo su unión, si es que alguna vez la hubo, y cómo salvar el planeta requiere más que buenas intenciones, emoción, deseos de aplicar justicia, poderes infinitos y una que otra broma, lo cual dibuja un panorama triste el lector, pero significativo en su propio entorno.


Watchmen refleja el profundo miedo hacia la inminente aniquilación, la constante decadencia en el espíritu humano, y una total pérdida por un ideal extraordinario, de la existencia de algo más allá de nosotros mismos. Cada uno de los personajes representa una perspectiva interior en la figura del héroe, enfrentándose al constante peligro que puede implicar la vida, en una sociedad cuya alma se ha perdido entre las sombras de la indiferencia, la rabia, la desesperación y la desilusión.


Por mi parte daría por concluida esta apreciación preliminar sobre la obra de Alan Moore, y me retiraría humildemente a mis reflexiones. Espero hayan disfrutado de este escrito como yo he disfrutado escribirlo para este espacio accesible a ustedes. Mi nombre es Maximilian de Zalce, el Guardián Eterno; agradezco la amable atención.

Ninguna de las imágenes aquí utilizadas me pertenece.
Su utilización es con propósitos de enseñanza.
Cada una es propiedad de su creador.
Aclarado eso, gracias por la atención.

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