“¿Al final? Nada tiene un final,
Adrian. Nada termina nunca”.
Jon Osterman.
Dr. Manhattan.
No mentiré al decir que la primera vez que me las vi con la
creación de Alan Moore y Dave Gibbons, me encontré con un complejo enmarañado
de difícil resolución, tantas historias entrelazadas de tal profundidad en un
contexto socio-político que desconocía enormemente. Fueron todos esos factores
los que me hacían difícil comprender precisos puntos de conexión. Teníamos un
asesinato por aquí, un reencuentro por acá, una historia de piratas que salía
de improviso junto con algunos retazos de una novela de prosa entrañable que
concluían número tras número.
Si de algo puedo estar seguro, es que Watchmen es una obra
compleja, en la que se explora el ideal de superhéroe fuera del contexto
convencional, y las infinitas posibilidades que puede ofrecer en una historia. Desde
sus inicios, la figura del justiciero heroico ha surgido y se ha utilizado en
diversos temas como un recurso que da poder a su verdad, encarnando los deseos
más honorables y éticos de la raza humana en sus diversas aventuras, y cómo la
intervención de diversos factores permiten la construcción de historias que
abrazan aspectos más cercanos a un entorno real.
Precisamente la travesía de los vigilantes comienza en un
contexto donde los auténticos superhéroes fueron tanto un aspecto real como
decisivo en diversas transiciones de la historia, integrándose a la cultura
universal como algo completamente existente. El punto de partida que toma
Watchmen es precisamente en una época sombría con anhelos de una edad dorada
donde los héroes disfrazados eran aclamados por el público, queridos por la
gente debido a sus buenas acciones, y realmente su intervención ayudaba a
marcar una diferencia en el mundo. Pero el formar parte en tiempos de grandes
cambios y trágicos sucesos, provocó que estos campeones de lo justo sellaran su
destino hacia un futuro más desolador.
“La noche del viernes, un comediante murió en Nueva York. Alguien sabe
por qué. Allá abajo…alguien sabe”, así reza el inicio de esta historia, con
la inesperada muerte de un vigilante que permaneció activo para el gobierno por
varios años, llamado el Comediante, y el misterioso Rorschach, un enmascarado
que opera fuera de la ley decide tomar el asunto entre manos ante la creencia
de que existe alguien que asesina héroes disfrazados. La trama sigue conforme
el personaje advierte a sus antiguos camaradas sobre un posible peligro, donde
conocemos a Daniel Dreiberg alias Búho Nocturno, a Laurie Juspeczyk alias Espectro
de Seda, Adrian Veidt alias Ozymandias, y al Dr. Osterman también conocido como
el Dr. Manhattan, el único miembro del equipo con auténticos súper poderes.
Pero ninguno de ellos atiende el llamado de Rorschach, por lo que el vigilante
decide buscar por sus propios medios al bajo mundo, mientras los engranajes del
caos empiezan a accionar la cuenta regresiva.
Diversas situaciones hacen que el
ser más poderoso del universo conocido abandone la tierra, mientras el
vigilante Rorschach es arrestado a la vez que Adrian Veidt sufre un atentado de
muerte del cual logra sobrevivir. Daniel y Laurie inician un breve romance
entre la devastación mientras vuelven a portar los uniformes que se juraron
nunca más usar, pero a tal grado llega su emoción que incluso deciden ayudar a
su viejo amigo enmascarado a salir de prisión y llegar al fondo del asunto.
Tratando de reclutar a Ozymandias,
el hombre más inteligente sobre la tierra, descubren que él es quien ha estado
detrás del complot que alejó a Manhattan de la tierra, quien se deshizo de
Rorschach debido a su teoría del asesino de héroes, y más importante aún: él
fue quien asesinó al comediante. Al parecer, este último había descubierto los
planes de Adrian Veidt para salvar el mundo; sabedor de que una guerra nuclear
era inminente, debía formar un nuevo enemigo que los uniera como raza humana, y
por ello utilizó el trabajo con el Dr. Manhattan para replicar su poder
lanzando un ataque masivo asesinando a millones. En el colmo de la locura y una
lectura extenuante, el plan de Ozymandias llega a tener éxito, uniendo a los
países centrales del mundo, y eliminando cualquier temor a una nueva guerra.
Aunque el Dr. Manhattan,
recuperando su fe en la vida humana, logra comprender los planes de Veidt,
Rorschach decide intervenir para revelar el misterio al mundo, y por ello es
eliminado en su totalidad por el hombre más fuerte del universo, antes de irse
para siempre de aquella realidad y conocer muchas otras. Finalmente la paz es
conseguida en el mundo… ¿pero a qué precio?
La presente obra contiene
muchísimos elementos los cuales deben ser analizados uno por uno para su
comprensión total, y comenzaré con el detalle de que los héroes que nos
muestran en esta historia, tanto en el cómic como en la gran pantalla, no
fueron los primeros en mostrarse al mundo, siendo considerados como la segunda
generación que decidió combatir el crimen incansablemente. La serie de cómics
bajo el título “Before Watchmen” nos entrega una visión más
específica no sólo de los vigilantes protagónicos, sino de los Minutemen, la
primera generación de héroes disfrazados.
En este primer equipo podemos
conocer a los primeros Búho Nocturno y
Espectro de Seda, Capitán Metrópolis, Dollar Bill, Mothman, Hodded Justice,
Silhouette, y el Comediante, el único héroe que ha formado parte en ambas
generaciones. Es interesante cómo el autor nos invita a pensar acerca de esa
época dorada de los luchadores contra el crimen, como si se abrieran las
puertas a un mundo más grande como lo vimos en Kick-Ass, pero cuando estos
héroes formaron parte de la cultura, también empezaron a ser influidos por la
misma. La imagen pública del superhéroe juega un papel fuerte en estas primeras
andanzas de los Minutemen, porque el contexto social, político y racial incluso,
juega en contra de las buenas intenciones que una persona pudiera tener al
luchar contra vándalos. Más allá de parecer ridículo, que si lo es, nos
muestran las consecuencias reales del superhéroe verdadero en la vida diaria, y
cómo estas influyen en el deterioro del buen deber, que se supone, un héroe
debería prestar.
Otro elemento
muy interesante en la obra de Alan Moore, muy ligado al primero que mencioné,
es la inclusión de estos fragmentos de la novela de Hollis Mason, el primer
Búho Nocturno en la historia, que nos narran de forma más directa los pensamientos
de este héroe veterano cuando decidió ponerse una máscara y combatir al crimen.
Esas primeras narraciones, al menos a mí, me asombraron muchísimo, porque nunca
concebí de una manera tan real el combatir el crimen como un justiciero
enmascarado. Obviamente la imagen de Batman llegó a mi cabeza mientras leía,
pero mientras él explicaba a detalle su planeación con respecto al traje y el
entrenamiento al cual se sometería, fue cuando me di cuenta de que era algo más
complicado. Claro, al caballero de gótica se concibe como alguien que puede
hacerlo todo, ¿pero qué hay de alguien no tan adinerado?, ¿qué hay de un
oficial de policía que desea hacer la diferencia en el mundo? Eso me rompió
muchos esquemas.
También cabe
resaltar cómo la existencia de los superhéroes influyó de forma histórica en el
universo de Watchmen, siendo que al tener vigilantes auténticos que combatían
al mal, no hubo mucha proliferación de historias ficticias sobre el mismo tema.
Aquella pérdida del ideal extraordinario era un reflejo directo de la
decadencia humana, quienes sólo podían entretenerse con historias
inverosímiles, o de gran sufrimiento como la del náufrago que aparece
esporádicamente durante la novela.
Y al final nos
encontramos con los héroes de la actual generación, los guerreros de la edad
plateada, los vigilantes sacados del retiro por la catástrofe que se avecina.
Cada uno de los integrantes de este gran equipo parece representar una postura
posible del héroe ordinario. Un Búho Nocturno me transmite este tipo de héroe
que presta su ayuda al desposeído; un Espectro de Seda me transmite el espíritu
indomable que anhela la aventura y la emoción; un Rorschach me transmite un
ente de venganza que decide aplicar justicia por propia mano; un Comediante me
transmite un antihéroe que decide hacer las cosas a su modo; un Dr. Manhattan
me remite a estos tipos de personaje con poderes asombrosos y con conflictos
existencialistas; y un Ozymandias, el auténtico héroe de esta jornada, me
transmite al héroe calculador, siempre con un plan a la mano, y dispuesto a
hacer lo que haga falta para salvar al mundo.
Si los héroes son reflejo de su
entorno, podemos darnos una idea de la magnitud del conflicto en el que se ven
inmersos los vigilantes de principio a fin en la catástrofe nuclear. Unidos
hubieran sido invencibles, incluso hubieran podido detener sin problema la gran
amenaza de destrucción, pero son las discrepancias lo que fue destruyendo su
unión, si es que alguna vez la hubo, y cómo salvar el planeta requiere más que
buenas intenciones, emoción, deseos de aplicar justicia, poderes infinitos y
una que otra broma, lo cual dibuja un panorama triste el lector, pero
significativo en su propio entorno.
Watchmen refleja el profundo miedo
hacia la inminente aniquilación, la constante decadencia en el espíritu humano,
y una total pérdida por un ideal extraordinario, de la existencia de algo más
allá de nosotros mismos. Cada uno de los personajes representa una perspectiva
interior en la figura del héroe, enfrentándose al constante peligro que puede
implicar la vida, en una sociedad cuya alma se ha perdido entre las sombras de
la indiferencia, la rabia, la desesperación y la desilusión.
Por mi parte daría por concluida
esta apreciación preliminar sobre la obra de Alan Moore, y me retiraría
humildemente a mis reflexiones. Espero hayan disfrutado de este escrito como yo
he disfrutado escribirlo para este espacio accesible a ustedes. Mi nombre es
Maximilian de Zalce, el Guardián Eterno; agradezco la amable atención.
Ninguna de
las imágenes aquí utilizadas me pertenece.
Su
utilización es con propósitos de enseñanza.
Cada una es
propiedad de su creador.
Aclarado
eso, gracias por la atención.
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