INTRODUCCIÓN.
El origen de las
leyendas.
Desde las lejanas fogatas más allá del tiempo, las sombras
reptantes de la noche han adquirido formas diversas en nuestro entender,
capaces de encarnar nuestras más profundas pesadillas, nuestros más recónditos temores,
e inducirnos el peor de los tormentos a nuestra alma. Desde que existe la luz,
las sombras han movilizado a sus propios regentes de las profundidades, sus
acólitos de la destrucción y sus entes demoníacos, con la única intención de
extinguir toda esperanza y atisbo de bondad en el universo para sumirlo en el
caos y el dolor. Nuestra propia percepción a lo desconocido consiste en una
experiencia milenaria pasada de generación a generación con nuevas formas y
nuevas técnicas para consumir a los inocentes de las formas más terribles.
Hasta donde podemos alcanzar a comprender, somos conscientes de esa gran
batalla, de esa gran experiencia, de esos grandes momentos susurrados en
historias contadas a la luz de la luna. Los métodos del temor han evolucionado,
desde la sombra silenciosa que te observa en el rincón más obscuro de tu
habitación, hasta la pérdida de un ser amado por causas inexplicables. Un
ruido, un movimiento, un aroma, una sensación, un vistazo de aquel universo
tenebroso basta para hacer temblar al más valiente.
El horror es algo universal, una
respuesta lógica de nuestro ser ante lo desconocido, lo otro, lo ajeno, que
puede manifestarse tanto en la sencillez como en la complejidad que adopte la
tenebrosidad del mundo; ahí su prodigio. En respuesta a nuestras virtudes, a
nuestros pensamientos, generamos toda una estirpe de demonios y creaturas
abominables con el propósito de torturarnos. Eso deduje al reflexionar sobre
los monstruos que conforman mi infancia.
Personajes como Freddy Krueger, Pennywise, Pazuzu, Pinhead,
fueron las creaturas que causaron temor en mi generación, o que por lo menos,
en mí sí lo generaron. Recuerdo largas noches sin poder dormir luego de haber
visto la bestial película de Masacre en
Texas. Y es que estos personajes representaban justamente el lado más
brutal de lo desconocido, su parte más sangrienta y cruel, homenajeando de
alguna forma los de por sí espantosos crímenes del mundo real, o incluso,
haciéndote sentir aquellos momentos donde te sentías desprotegido, cuando te
enfrentabas a la verdad de que tenías que ir a un sitio donde nadie podía
hacerte compañía. Son esas sensaciones las que dan estructura y forma a las
creaturas antes mencionadas, les da su poder sobre ti.
Alternativamente a esas leyendas, se cuentas historias de
sobrevivientes, de personas que se levantaron contra aquellas sombrías figuras
de lo desconocido, aquellos que se impusieron sobre el temor. Fueron llamados
de muchas formas a través del tiempo, conocidos como héroes, guardianes,
guerreros…y elegidos.
Por aquellos días, envuelto en los viajes del cómic digital,
me encontré con la saga de Army of Darkness, que nos narra las
aventuras de Ash J. Williams, un héroe que se ha impuesto a los poderes
primordiales del Necronomicon Ex Mortis, y su infinita horda de demonios. Desde
que pude presenciar la película El ejército de las tinieblas, dejé
de lado la historia del personaje, por lo que fue un reencuentro bastante
curioso, viéndome en poco tiempo fascinado por las andanzas del elegido,
abriéndose paso con sierra y escopeta a la vez contra las fuerzas del mal. Pero
fue una historia la que me hizo enamorarme perdidamente de este personaje.
Freddy vs Jason vs Ash, junto a su continuación, Los
guerreros de pesadilla, fueron los dos cómics que me catapultaron a la
creación de un nuevo universo de historias que persisten hasta este preciso
momento. Aunque nunca fui un fiel seguidor de las sagas de Viernes 13 y Pesadillas en Elm
Street, que son clásicos del género Slasher, no pude evitar ver las
últimas que proseguían al enfrentamiento de dos leyendas de la obscuridad. Freddy
vs Jason consistió para mí, en ese entonces, algo totalmente fuera de
lo común, algo que bien podría encontrar en un cómic, o en un Fanfiction,
siendo que no esperaba que dentro del mismo género de terror, hubiera peleas
tan emocionantes.
A partir de ese momento,
proliferaron en la red millones de propuestas que no sólo imploraban una
secuela de esa película, sino muchos otros enfrentamientos entre otros íconos
del horror. Aquel hecho me inspiró lo suficiente para crear mis propias
historias, y una de ellas fue una titulada Batalla de horrores, una enorme
escaramuza entre personajes del horror y del heroísmo, enfrentándose en un
duelo final por la supervivencia de la tierra. Por desgracia, aquel escrito
pertenece a la edad sombría de mi
pasado, lo que quiere decir que no poseo guardada ninguna copia. Pero a pesar
de no conservar algo tangible de ello, jamás olvidé el contenido, las
placenteras sensaciones que me invadieron al construir tan increíble viaje, el
cual ha regresado de entre los muertos con una nueva forma para todos ustedes.
Así es, he estado trabajando en una nueva versión, la definitiva, de aquella
vieja historia, y he decidido mostrarles un poco de lo que llevo, de manera
especial siendo este un día tan singular del año.
Hoy sea la noche de rezos y disfraces, de danzas e
invocaciones, de juegos y susurros en las sombras, de pesadillas y miradas a la
luna; el poder se ha desatado de la obscuridad, y que la luz del misticismo nos
envuelva en la pronta resurrección. Hoy sea la noche de recuerdos y risas, de
celebración y lágrimas, donde los mundos se conjuntan en la palma de nuestra
mano, y la canción de los elegidos se eleve a través del tiempo. Hoy sea la
noche, en que la Batalla de Horrores comience
una vez más.
BATALLA DE HORRORES
Presenta:
Ya han pasado tres años…
Hoy se cumplen veintiún años de
miserable existencia. Hoy es el gran día…finalmente. A pesar de la constante
ebriedad, obligué a mi cuerpo a levantarse, buscando con mi mano una última
botella, la que había estado guardando para este momento. Todo lo que sube
tiene que bajar, ¿no? Aquí termina el constante miedo a la obscuridad, los
gritos a mitad de la noche, el temor a los nefastos recuerdos de mi infancia.
Mi nombre es Sally Myers, y como siempre me he dicho desde que tengo memoria, ¡Dios alumbra todas las cosas!…todas excepto
a mí.
Una vez que mi conciencia se
permitió saber en dónde me encontraba, mis piernas se movieron endebles hacia
el corredor más cercano. El lugar donde vivía estaba hecho un desastre…me
hubiera gustado decorar un poco más, pero a fin de cuentas, esa no era mi casa,
sino la de él.
Abrí puerta tras otra, hasta que di con unas escaleras que
bajaban al sótano, por lo que tuve que agarrarme fuertemente de los muros para
no caer y tropezar, y hoy no podía permitirlo, no debía hacerlo, siendo que hoy
era el tan anhelado día. Llegué a tocar suelo, así que rápidamente tomé una
silla arrumbada, y la arrastré hasta un muro transparente, donde al otro lado, él ya me esperaba. Me sorprendió verlo
despierto tan temprano, aunque no estaba segura siquiera si aquella cosa
dormía, o sentía cansancio, o remordimiento, incluso miedo. Le sonreí, más por
el cinismo que por la ebriedad, pidiéndole que brindara a mi lado, aunque como
era de esperarse, no hubo reacción por parte de él. En una situación tan
simple, hasta me parecía mentira tener capturado al legendario asesino Michael
Myers en mi sótano. Bebí lo que quedaba de la pequeña botella de un trago, y la
arrojé contra el muro, esperando la más leve reacción, pero claro, no la había.
“Oye Michael…”, le llamé luego de
unos minutos, “Aún me queda algo de tiempo…
¿no quieres casarte conmigo? Después de todo has logrado ser…el único hombre en
mi vida”. Alzó la cabeza, aunque no pude descifrar los pensamientos que
yacían al otro lado de tan gélida mirada, aquellos negros ojos que en nuestra
primera vez, vi reflejada la figura de una pequeña niña, débil e indefensa,
cuyo único deseo era una muerte rápida e indolora. Toda mi vida he convivido
con monstruos; Michael, me ha demostrado que es algo de familia. En todos
nosotros existe un monstruo…porque todos nosotros somos monstruos.
—Siempre he tenido curiosidad, Michael… —dije
tranquilamente, mirándolo con fijeza—. ¿Te molesta que una mujer como yo haya
sido la única capaz de saber cómo vencerte?, ¿realmente me odias?... ¿o quizá
me amas tanto que no soportas la idea de que jamás amaré a un monstruo como
tú?, ¿o simplemente te odias tanto que te matas a ti mismo en cada miembro de
tu muerta familia? ¿He?, ¿no respondes? Qué sorpresa…vamos Michael, una vez que
me haya ido, tú morirás, así de simple, y si realmente no te importa una
mierda… ¿por qué no me dices la verdad?, ¿el por qué eres así?... ¿o ese es tú
secreto?, ¿realmente no hay motivo? Uuy, eso lo haría realmente aterrador…
Me reí vacíamente, sabiendo que
no había ya nada por lo que reírse, o por lo que vivir, ¡pero lo hice!, me
mantuve riendo por varios minutos, en su cara, en el rostro de aquel monstruoso
personaje del horror mítico, cuya leyenda llegó a su fin cuando nos vimos las
caras, por segunda vez, hace tres años.
¿Mi historia? ¡Qué va! No hay
mucho que decir…bueno, en realidad, si tengo mucho que decir a este podrido
mundo de mierda, a mi podrida familia, al pedófilo de mi padre y a la
drogadicta de mi madre…pero prefiero no entrar en muchos detalles con respecto
a mí, ya que sin duda me censurarían, pero de todas formas, no es mi propósito.
Si, mis primeros años fueron horribles, espantosos, que si tuviera que
contarlos, a lo mejor llegaría a mis oídos el decir de una vida no tan
espantosa, y hasta cierto punto podrían tener razón, pero tengamos en cuenta
que estamos hablando de mi pasado, no de mi presente, así que es difícil hablar
de ellos con el mismo sentir cuando lo vivimos en carne propia. Crecí en
Haddonfiel, obviamente, un pueblito olvidado de dios, cuyas horribles tragedias
servían para mantener el morboso turismo, y atraer más imbéciles perturbados
que querían hacerse un nombre. ¿Yo? Era una niña inocente y débil, bastante fea
a mi parecer, o “poco agraciada”, como decían algunos adultos de la zona. La
rebeldía adolescente no despertó en mí a edad temprana, como a varios de mis
compañeros de clase, que buscaban una inútil libertad en las drogas, en el
sexo, o en el alcohol, y por ello fui objeto de constantes burlas, sumado al
infierno silencioso que vivía en casa. ¿Mi único alivio? Mi profesora favorita,
la única persona a la que yo le importaba en este desgraciado mundo, una mujer
llamada Jessica. Cuando entró al salón de clases ese lunes por la mañana,
conocí, por vez primera, lo que significaba estar enamorada, por muy ridículo
que suene. Hicimos clic desde un inicio, cuando mis compañeros se burlaban de
mí, y ella los regañaba para callarlos; por vez única, me sentí aceptaba,
incluso reconocida, pero ella siendo quien era, y yo siendo quien era por
igual, era motivo suficiente para mantener mi distancia, además de que mi amor
por esa mujer era tan grande como para mantenerla a salvo de mis asuntos. Pero
en fin, no quiero desviarme tanto.
¿Qué fue lo que me mandó a un
mundo de desgracias? La noche de brujas, el 31 de Octubre, la noche de diversión
al límite, y de supuesto gran poder, donde el hombre del saco salía para
castigar a los niños traviesos. Mi padre, por muy imbécil que fuera, tampoco
era tonto, ya que conocía la supuesta “maldición” familiar, para todos aquellos
con el singular apellido. Se mostraba inquieto, más distante que nunca, pero
sobre todo, muy asustado; a mí me sorprendió en su momento, que existiera una
sola persona peor que mi padre.
¿Cuál fue la gran estratagema de
mi viejo? Simple: huir con el rabo entre las patas. Aquella noche de brujas,
bien lo recuerdo, tomamos un tren sin destino fijado, donde mi padre se creyó
por unos segundos invencible, capaz de romper con la sangrienta tradición. Pero
claro, el encontrarse con una matanza en el siguiente vagón, no nos inspiró un
buen augurio. Fue en ese momento, cuando lo vi por primera vez.
Casi dos metros de estatura, un
sucio overol negro, un afilado cuchillo de cocina, sin mencionar aquella
máscara, tan apacible, tan vacía, y unos ojos más negros que los de un
tiburón…los ojos del diablo.
¿Qué hizo mi padre cuando
confrontó al asesino? En realidad, no pudo hacer mucho, ni siquiera decir algo
con la hoja del cuchillo incrustada en su cuello. ¿Cómo me sentí cuando
presencié la muerte de mi padre? Pues…era una niña, y reconozco que me sentí,
extrañamente mal. Sé que suena estúpido, en especial porque él me…bueno, ya
saben. Supongo que una de las razones para sentir aquello, es que en ese
instante era su único objetivo. Corrí asustada, no pensando en otra cosa más
que alejarme de él. Me moví entre los cadáveres, de vagón en vagón, cerrando
las puertas tras de mí. ¿Qué más podía hacer?, ¿cómo podría salvarme siquiera?
Estaba más que perdida, en especial porque en aquel momento, se apagaron las
luces por algún motivo. Me sentí desolada, derrotada, acurrucándome en un
rincón deseando que aquel fuera otra de mis locas pesadillas. A parte del
sonido del tren en movimiento, todo estaba en paz. Por una fracción de segundo,
tuve la esperanza de haberme salvado, pero nunca olvidaré como mis ilusiones se
vieron rotas ante el brusco sonido de una puerta quebrándose. Rápidamente me
escondí entre los asientos, justo donde podía ver una de las ventanas que me
mostraban una noche sin nubes. Hubo más golpes, y rogué a las estrellas por una
salvación. De pronto, otros golpes se escucharon, provenientes de la puerta de
la que había venido, percatándome por primera vez, que de ambas puertas, la del
vagón anterior y del siguiente, provenían duros puñetazos. ¿Pero qué sucedía?,
me pregunté, pero obtuve mis respuestas cuando una de las entradas cedió. En el
otro extremo, una sombra se imponía en medio de aquella nefasta obscuridad.
Entre las repetidas luces que se asomaban por las ventanillas, pude vislumbrar
a alguien distinto, un ser diferente a Myers. El brillo de un metal alargado
captó mi atención, como también unas manchas escarlatas, las cuales se
extendían por el filo hasta culminar en un mango, sostenido por unos dedos
gruesos. Muy grande, demasiado grande para ser el que me perseguía, pero pude
distinguir toda diferencia al visualizar una máscara de hockey sobre su rostro.
En eso, la otra puerta había cedido. ¿Qué iba a hacer? Me tenían acorralada, y
bien lo decía ya que ninguno de los dos me inspiraba confianza. Pude sentir la
gélida mirada asesina de Michael recorrer mi frágil cuerpo, para luego
concentrarse en el otro individuo. Noté cómo el otro inclinaba la cabeza, y el
asesino de mi padre imitaba tal acto.
Los aterradores personajes
blandieron sus afiladas armas, acortando la distancia entre ellos hasta un
brutal choque que me hizo tropezar, golpeándome la cabeza con la ventana que
tenía detrás de mí. Observé aterrorizada cómo el machete volaba hasta aterrizar
poderosamente en el hombro de Myers y el cuchillo de este se incrustaba en el cuello
del otro tipo. Grité fuera mí, rogando que se detuvieran, que me dejaran salir
de aquel infierno. Entre los diversos golpes que se intercambiaban, el aire
silbó, y sentí una dolorosa calidez en la parte izquierda de mi cabeza. Llevé
mi mano hasta mi rostro, donde pude sentir una pegajosa humedad. Ante la visión
horrenda de mi sangre, quedé en shock por unos segundos, pero el dolor me
regresó a la realidad para más gritos. El sonido de un cristal roto apagó mi
voz, más otro golpe que me empujó una vez más contra la ventana. Observé hacia
afuera, y una vez que mi mente pudo centrarse, vi cómo el tren iba a pasar por
un puente, el cual estaba colocado sobre un extenso canal. Miré al frente, como
desconectada, importándome una mierda que una batalla entre monstruos tuviera
lugar justo a mi lado. Todo se volvió pequeño ante la visión de la ventana que
había visto antes frente a mí, completamente quebrada. El viento inundó mi
rostro, por lo que no lo pensé dos veces. Corrí hasta ella, y salté. Sentí el
choque del aire contra mí, más el ruido penetrante de la fuerza de mi cuerpo
cayendo al vacío, antes de sentir las heladas aguas reclamándome en su
totalidad. Cerré los ojos, esperando a la muerte en sueños. Cosa que,
obviamente, jamás llegó a mí.
No paraba de temblar, y podía
ver mi aliento debido a la fría noche que me rodeaba. Pero sobre todo, estaba
sola. Me tambaleé hasta caer a la entrada de un bosque, y empecé a arrastrarme
hasta sentir la cercanía de un tronco intentando darme calor. Los recuerdos se
revolvían dentro de mí, aún sin poder creer lo que me sucedía. Mi padre, el
cabrón de mierda que me había criado, que me había hecho sufrir tantas noches,
había muerto ante mis propios ojos. Pero sin saber el porqué, no me sentía a
salvo. Aquellos monstruos seguía con vida. No podía explicarlo con precisión,
más bien, parecía ser una simple corazonada. Pero en realidad, lo sabía con
certeza, sin duda. Michael Myers seguía vivo…y me encontraría. Con ese último
pensamiento, intenté ponerme de pie, sosteniéndome casi por las ramas que
encontraba, para seguir caminando. Sabía que quedarme en un solo sitio, era un
grave error. Pero la propia experiencia en películas de terror provenientes de
la sala de estar mientras me mantenían encerrada en armario luego de hacerme sufrir,
me dictaba que no podía ir a cualquier lugar. Recorrí el bosque, rogando al
cielo y todos sus santos por no encontrarme con nada horrible. Cuál fue mi
sorpresa, al toparme con una especie de castillo abandonado. Sabía que era una
mala señal, por lo que planeaba largarme, pero el frío me agotó a tal punto de
caer rendida.
¿Qué me hizo volver en sí? Pues la desgraciada sensación de
ser arrastrada por la dura tierra. Débilmente pude alzarme para notar como
alguien, o más bien algo, me jalaba por una pierna. ¿Qué hice? Intenté
liberarme, pero al caer completamente, mi captor giró completamente hacia mí,
dejándome helada. ¿Qué era? Sólo el diablo lo sabe, pero en realidad, no había
palabras precisas, sólo impresiones. Efectivamente, era algo vivo, con forma
humanoide, unos ojos tan blancos carentes de toda emoción, una piel
blanquecina, desgastada y seca, pero sobre todo, de la boca de aquel ser
sobresalían una especie de cabellos grasientos que provocarían un asco, de no
ser por sus perturbadores movimientos retorcidos. No hablaba, sólo volvió a
tomar una de mis piernas, y jalarme, llevándome al castillo. Ahí, grité al
notar otras creaturas parecidas, lastimadas, dirigiendo sus sucios ojos hacia
mí, hacia su nueva presa. Con temor miré para todas direcciones, viendo más de
esas cosas, pero también pude notar una serie de cubículos, en donde gruesas
cuerdas ataban a personas que gemían sin cesar. Las cuerdas los jalaban, los
ahorcaban, los soltaban para dejarlos azotar en el suelo, o mantenerlos
colgados. Era digno de un infierno en la tierra. Me revolví nuevamente, y
escuché a la creatura gemir, por lo que otras se le unieron, tocándome,
mirándome, y gimiéndome. Sus voces eran guturales, como de ultratumba o una
mierda así, pero lo que más me asustaba, es que podía entenderlas:
—SOMETIDOS…SOMETIDOS…CARNE…CARNE…
Intenté por todos los medios zafarme de aquellas bestias,
incluso llegué a patear y golpear a algunas, pero éstas me devolvieron cada
golpe, hasta el punto de dejarme como ellos lo susurraban: sometida. Me amarraron, me despojaron de mi ropa a girones, y yo
sólo podía chillar y suplicar. El asco y el miedo me dejaban fuera de si. ¿Pero
qué era ese endemoniado lugar? No lo supe en ese momento, pero iba a volverse
muy familiar en pocos minutos, de no ser por la intervención de una voz:
—¡DETÉNGANSE! ¡DETÉNGANSE! ¡ELLA NO! ¡ELLA NO!
Entre el frío y el miedo, mi mirada se desvanecía, pero pude
notar como uno de entre aquellas cosas, totalmente erguida, se acercaba para
liberarme. Me asusté al sentir una viscosidad entre sus frías manos, y aún más
al ver que tal sensación provenía de la sangre. Muchos de aquellos monstruos
gimieron, pero éste rugió hundiendo a los suyos en el silencio total. Estaba
libre, y me abracé a mí misma, mientras aquella creatura me tomaba por los
cabellos, conduciéndome a otra zona del castillo en ruinas. Subimos por unas
escaleras de caracol bastante oxidadas, pero capaces de resistir nuestro peso,
y al final, pude ver otra de esas rarezas. Parecía otra de esas cosas, pero
permanecía sentada, adherida por algún tipo de raíz. El ser que me llevaba se
arrodilló, y aún en la incertidumbre, escuché unos silbidos provenientes de la
creatura:
—¡LA NIÑA ES MÍA! ES UNA ELEGIDA…ME CORRESPONDE POR
DERECHO…
¿Una elegida? Recuerdo que me lo
pregunté, pero no sabía lo que eso significaba. Unos silbidos más hicieron
gruñir al monstruo que me sostenía. Éste me llevó en otra dirección, dentro de
otra cámara, tumbándome en el suelo. Me arrinconó, y pude observar su rostro.
Putrefacto, igualmente blanquecino, labios negros, del cual sobresalía una
dentadura afilada. Sus ojos eran blancos, pero con un punto negro en ello que
hacía de su mirada más aterradora. Me gruñó, y se fue, dejándome ahí. Ni
siquiera me atreví a moverme de mi lugar, creyendo que me matarían…pero aquel
momento jamás llegó. Luego de un rato, caí dormida.
No sé cuántas horas dormí, pero si supe que aún era de
noche, y por desgracia, lo primero que me sobresaltó fue la mirada penetrante
de aquel ser, entre las sombras, vigilándome en todo momento. Podía ver su
dentadura abierta, pensando que en cualquier momento se arrojaría sobre mí.
Pero de igual forma, nunca sucedió. Me abracé a mí misma, mientras observaba
como aquel se levantaba, dirigiéndose escaleras abajo. Hasta ese instante fui
consciente de los gritos horrorizados de las demás victimas que tenía atrapadas
entre cuerdas. Pasaron los minutos, y las voces adoloridas empezaron a volverse
poco a poco más débiles, hasta el punto de perderse entre sonidos que no pude
reconocer. Otro rato pasó, donde comencé a sentir las consecuencias del hambre
y el frío, pensando que si aquellas creaturas no acababan conmigo, otras cosas
me llevarían a mi final. El otro apareció en las escaleras, y pude notar que
masticaba con sus fauces los dedos de una mano carcomida, probablemente de
algún prisionero. De súbito, me lanzó una pierna, y no pude evitar taparme la
boca con temor. En el silencio formado, el ser me gruñó con impaciencia, pero
yo no comprendía qué estaba pasando:
—Come…
—¿Perdón?
—¡QUE COMAS HE DICHO! NECESITARÁS TU ENERGÍA PARA TUS
LABORES.
—¿Labores?, ¿de qué habla?, ¿qué
me van a hacer? Por favor, no me haga daño, yo sólo…
—¡CALLA! ERES MOLESTA. COME, AHORA.
—Es que…yo…
¿Qué podía haber hecho en ese
instante?, ¿decirle que no me gustaba? No estaba precisamente en la mejor
situación para decir aquello. Miré la pierna, destrozada, carcomida, quitándome
hasta el último vestigio de hambre en mi interior. Le dije que lo comería, por
lo que la creatura se dio media vuelta, yéndose lejos de mi vista. Con un pie
moví la pierna a una esquina, de forma que su olor penetrante no llegara a mí.
En eso, noté varias arañas y cucarachas rodeándome, por lo que me levanté,
quitándome algunas de encima, y me moví a otra parte del sitio donde me tenían
confinada, esperando que ningún insecto llegara a mí. Estaba asustada, con
frío, totalmente sola, por lo que, sin más, me desmayé.
Algo volvió a despertarme en medio de la noche, unas manos
que recorrían mi cuerpo semi-desnudo, por lo que abrí los ojos, pegando el
grito al cielo ante la presencia de más creaturas tratando de ultrajarme. Los
rugidos de quien se consideraba mi dueño no se hicieron a esperar, alejando al
resto de monstruos de mi presencia. Rugió y rugió hasta dejarme completamente
libre, y sin más, pude distinguir su figura erguida entre todos aquellos. Era
otro día, y el susto casi me había hecho omitir el hambre y el frío en mi ser.
Aquél me lanzó una gran bola de trapos, de entre los cuales se encontraba mi
ropa:
—¡VÍSTETE! Y EMPIEZA A LIMPIAR EL LUGAR —dijo
con aquella voz tan horrible. Miró a una esquina—. DE MODO QUE NO COMISTE.
—Yo… ¡lo siento mucho! Es que…no estoy acostumbrada a
ese…tipo de alimentos.
Esperé que aquella creatura me volviera a gritar, pero en
lugar de eso, se me quedó mirando fijamente. Yo me llevé los trapos al cuerpo,
ante la pena de estar casi desnuda frente a un ser masculino:
—VEN CONMIGO.
Apenas logrando levantarme, lo seguí, y lo primero que noté
fue el aroma a podredumbre alrededor de los restos roídos por las demás
creaturas. Me llevó al lugar del día anterior, con la creatura sentada. Como
aquella vez, mi captor se arrodilló ante ella, silbando guturalmente mientras
murmuraba algunas cosas. Si lo que decía realmente lo proclamaba en voz alta,
nunca me enteré debido al cansancio. Unos momentos después la creatura volvió a
erguirse, ordenándome que me mantuviera en ese lugar, cerca del trono, quien
era el ser sentado. Así lo hice, sin fuerzas para poder discutir. De esa forma,
la creatura se largó, y me dejó sola con el silencioso ser. Me quedé mucho
rato, con el estómago rugiéndome, llevando una lucha encarnizada en mi interior
sobre si realmente comerme aquella pierna. Me dispuse a distraerme con observar
al ser atrapado entre las raíces, pero sorpresivamente, éste pudo girar la
cabeza hacia mí, asustándome:
—Oh, no temas niña, no era mi intención sorprenderte…
Su voz, a pesar de su aspecto, era suave, bastante suave. No
supe si realmente responderle o quedarme callada, por lo que sólo asentí, pero
me abracé a mí misma:
—Comprendo que tengas miedo, pero de mí puedes evaporar toda
duda. Ven, acércate, por favor…
Me mantuve en mi lugar, desconfiada, incluso negando con mi
cabeza. Escuché que aquél suspiraba un poco, pero soltaba una suave risa al
viento:
—Está bien, no pasa nada, comprendo que por mi aspecto me
juzgues. No sabes si endulzar mi lenguaje obedece a la razón de un engaño
trágico, pero me temo que sin confianza, nunca podrías saber la verdad, ¿o si?
Poco a poco me sorprendía más su lenguaje, el cómo se
expresaba conmigo, totalmente contrario a los demás seres que por ahí rondaban.
Me aclaré la garganta:
—¿Quién es usted?
—Alguna vez, fui conocido por el
nombre de Sebastián…pero ahora, fungo como ente intocable en el bosque de los
sometidos.
—¿Bosque de los sometidos?
—Así es, pequeña —me dijo
suavemente—. Aquí yacen las almas de seres que fueron abominables en vida,
sometidos a tomar forma de acuerdo a sus actos atroces, revelando la realidad
monstruosa de su ser.
—Qué horrible… —dije, entre asustada y sorprendida—. Pero…
¿por qué usted es diferente? Usted no parece alguien malo.
El ser guardó silencio, durante tanto rato, que creí que no
volvería hablar. Sin embargo, escuché una especie de tosido proveniente de él,
como si intentara gritar, cosa que nunca logró:
—¡Es maravillosa la mente de un
niño! Capaces de ignorar la maldad en los seres más lastimados. Mi querida
niña, debo confesar que cuando caminaba entre los vivos…si realicé actos
abominables, cosas de las que ahora, no me enorgullezco en lo más mínimo.
—Pero si es así… ¿por qué se
encuentra atrapado?
—Cuando yacemos en el bosque de
los sometidos, nuestra naturaleza monstruosa nos vuelve una creatura más de
estos alrededores, obligados a sucumbir a nuestro instinto básico de asesinar,
violar, y destruir. Pero yo…me he rebelado a esos instintos, y por eso, estas
raíces me aprisionan.
—¡Eso no es justo! Tal vez pueda
soltarlo…
—¡No te acerques! —me dijo
apremiante, por lo que volví a permanecer en el suelo—. Agradezco tu gesto de
bondad, pero me temo que no cambiaría nada. Merezco estar aquí, pequeña. Confía
en mis palabras.
—Vale… —dije volviendo a abrazarme a mi misma—. A todo esto,
¿qué hay del sujeto erguido?, del que se fue. Él habla y no actúa como el
resto.
Aquél volvió a quedarse en silencio, pero no fue tan
prolongado esta vez, aunque no hubo mayores ruidos como la vez pasada:
—Él se llama Garuth, y era un
gran guerrero…un elegido.
—¿Un elegido? ¿De qué?
—No me sorprende mucho que no lo
sepas, aún sabiendo que tú también eres una.
—¿Yo? No entiendo nada.
—Te lo explicaré, pequeña —me
dijo con suavidad, como un padre a punto de contarle una historia a un niño—.
Desde el mismo origen de los tiempos, ha existido el mal, en múltiples formas,
en todo tipo de lugares. Una vez, el mal amenazó con consumirlo todo, de no ser
por la luz que, concibiendo a una estirpe de campeones, lograron mantener a
raya las fuerzas de la maldad. Aquella generación de guardianes, son conocidos
como los elegidos. Hasta nuestros días, la lucha sigue constante, adoptando
nuevas formas, nuevos escenarios, pero el linaje del elegido se ha mantenido a
través de las épocas, hasta llegar a ti.
—No provengo de un linaje muy
digno que digamos… —le dije seriamente—. Pero a todo esto, ¿qué pasa con
Garuth? Si era un elegido, ¿por qué terminó aquí?
—Pues, no deberías escucharlo de
mí, pero ya que deseas saber… —dijo tomando aire por un momento—. Garuth, en
vida, según entiendo, era un poderoso elegido, temido y respetado por varias
fuerzas, pero cuando un ser querido fue asesinado por las filas de la maldad,
sucumbió a la rabia, al odio, y sobre todo, a la soberbia, asesinando a todo
aquel que lo desafiara. Cayó muerto en estos lugares, y terminó siendo uno más,
pero debido a su linaje, conserva ciertas características humanas.
—Él no me parece humano —dije
tajantemente.
—Pequeña niña, sé que has
sufrido mucho, pero no debes juzgar al pobre Garuth, en especial desde que él
decidió aventurarse en los exteriores para traerte comida.
—¿Qué? —pregunté sorprendida—.
Garuth… ¿me quiere traer comida?
—Si. De hecho, yo se lo sugerí
debido a que no creía que tu pequeño sistema pudiera digerir partes de la
anatomía humana.
—Ya, claro —dije más cansada que
interesada—. No sabía que un lugar así existiera. Y yo creía que tenía una vida
mala.
—Hay cosas peores, y puedo entenderlo. Percibo tu
sufrimiento, por lo que has pasado, a tu edad…tan joven. Presiento que Garuth no
tarda, así que no desesperes.
Me quedé en el mismo sitio, sentada, abrazando mis piernas,
sintiendo los temblores de mi estómago pidiendo por algo de comer. Cerré mis
ojos, víctima del cansancio, pero no estuve así mucho tiempo al escuchar los
rugidos de las creaturas en todo el lugar. Garuth había regresado, y casi
arrastrándome a la habitación donde me tenía confinada a limpiar, me dejó en el
mismo rincón que había ocupado para dormir la anterior noche. Me arrojó algunas
cosas frente a mí, y pude notar con asombro cinco cajas de Burger King, y el
aroma a papas y carne cocida llegó a mis fosas nasales, despertando un
desesperado impulso que me hizo arrebatar las cajas casi en el acto,
abriéndolas, y sacando lo que tenían. Me devoré la primera hamburguesa, junto
con sus papas y el refresco que contenía, por lo que proseguí con la segunda, y
la tercera, calmándome un poco al sentir cómo mi cuerpo recuperaba fuerzas al
consumir el anhelado alimento. Apenas y noté que Garuth no me observaba, sino
que su rostro daba a la parte de abajo del castillo, por lo que aun con una
bolsa de papas en mis manos, me levanté un poco para ver qué observaba; dejé de
comer ante la visión de cinco cuerpos roídos por las fauces de las creaturas.
¿Pero de dónde había sacado la comida mi carcelero?, ¿se la había robado a esos
chicos?, ¿yo provoqué todo ello? Empecé a sentirme mal, y no necesariamente por
comer tan rápido:
—NIÑA.
—¡He! ¿Si?
—¿TE SIENTES MEJOR?
—Yo… ¡si! ¡claro! —le respondí
nerviosa. Miré las cajas en el suelo. ¿Qué había provocado?
—BIEN —Garuth estaba por marcharse, pero lo
detuve.
—¡Espera! —me miró ferozmente, por lo que me asusté, pero mi
voz fue firme—. Gracias.
Su monstruoso rostro se me quedó observando, y tal era su
deformidad que no supe descifrar lo que pasaba por su mente. Desvió la vista,
finalmente yéndose de la habitación. Con rapidez tomé los harapos de la mañana,
y los deshice para comprobar que podía usar, pero por desgracia estaban
destruidos. La mucosidad en mi nariz me estaba indicando que el frio no me
sentaba bien, ya que dentro de poco comenzaría a estornudar. Me volví a mi
esquina, como un perro derrotado, terminándome las papitas de forma automática.
Más tarde, el frio empezó a ser más intenso, y varios temblores me suplicaban
por algo con lo que cubrirme, pero sabía que no tenía nada al alcance para
cubrir tal necesidad. En eso, sentí el golpe de algunas cosas que me arrojaron
sin previo aviso, lo que me hizo percatarme de la presencia de Garuth, quien
impidiendo cualquier contacto visual, se sentó en el pequeño catre de aquella
habitación. Examiné lo que me había lanzado, y comprobé que era ropa, y unos
cobertores, cosa que me alegró demasiado, poniéndome al instante los pantalones
color caqui y una playera blanca, para luego cubrirme con lo demás que se me
había dado. Garuth me daba la espalda, pero yo formé hacia él algo parecido a
una sonrisa, sabiendo que viviría un día más después de todo:
—DIME UNA COSA, NIÑA —dijo inesperadamente—. SI TUVIERAS LA OPORTUNIDAD DE
LARGARTE, ¿LO HARÍAS?
Me le quedé viendo entre las sombras, sorprendida ante tal
cuestión. Nunca imaginé que aquel ser, tan salvaje la primera vez que lo
conocí, tuviera la mentalidad para expresarse de una forma más civilizada,
aunque su lenguaje no fuera nada amistoso. Carraspeé, pensando en su pregunta,
sin dejar de observarlo cubierta de cobertores, y de pronto, una profunda
tristeza se había apoderado de mí, recordando los sucesos de días pasados.
Muerte, sangre, entrañas, brutalidad, todo en un corto periodo de tiempo:
—No —respondí sinceramente.
—¿POR QUÉ?
—Porque… —algunas lágrimas salían de mis ojos en forma
silenciosa—. Porque no tengo a donde ir.
La silueta espeluznante de Garuth se había movido,
percatándome que ahora él me observaba. Quise secar algunas lágrimas de mi
rostro, ¿pero qué importancia tenía?, ¿para qué hacerse la valiente?, ya no
tenía hambre, ni frío, incluso podría decirse que no tenía miedo. Pero si me
sentía triste. Él volvió a darme la espalda, aunque yo ya lloraba abiertamente:
—AQUELLA QUE CON VOLUNTAD ENTRE AL BOSQUE… —susurró
Garuth, aunque no lo comprendí—. ¿ÉL TE DIJO MI NOMBRE?, ¿QUIÉN ERA…?
—Si.
—¿TE DIJO ALGO MÁS?
—Que yo era como tú —le
respondí, finalmente secando algunas de mis lágrimas—. Una elegida.
—¿Y SABES LO QUE SIGNIFICA SER…ELEGIDO?
—…No.
—¿QUIERES SABERLO?
Me sentí extraña, por la situación, por aquellas preguntas,
por lo vivido anteriormente, pero cuando trato de mirar más allá de toda
aquella situación, no logro vislumbrar nada más, apenas vestigios de un pasado
doloroso. Si, ya no sentía aquel dolor, aquella angustia, aquel terrible miedo
que no me dejaba dormir por las noches, siempre a la espera de un monstruo para
probar mi carne. Pero todo ya era diferente. ¿Qué daño me haría saber más de
aquel mundo, donde los monstruos también sufrían? Asentí con seguridad,
esperando cualquier reacción, una que jamás sucedió, sólo hubo una pregunta:
¿cuál era mi nombre?
—Sally… —le dije dedicándole una sonrisa—. Sally Myers.
. . .
No me costó mucho el adaptarme a
mi nueva vida, quizá porque, inconscientemente, yo deseaba alejarme del
constante infierno de mi antiguo hogar. En los meses siguientes, Garuth me
explicaba muchas cosas con respecto al linaje de los elegidos, aunque no era
algo diferente a lo que me dijo el ser sentado, además de que sólo sabía
decirme para qué sucedía, pero nunca la causa primordial, ¿por qué existían
fuerzas sobrenaturales malignas que se dedicaban a la matanza y la locura de la
humanidad? Él nunca supo explicármelo, por lo que dejé de insistir en esas
cuestiones. Pero el cómo Garuth podía ver en mí lo de ser elegida, eso si era
interesante. Por lo que entendí, como elegidos, tenemos ciertos dones, ciertos
poderes, y esas energías nos conectan sin importar nuestra condición o el lugar
donde estemos. Mientras exista el mundo, los elegidos existirán, y mientras
éstos permanecen, la maldad también lo hace, en todas sus formas.
Sin embargo, había cuestiones
que detestaba, y era la execrable condición de los otros sometidos, motivados
por su hambre de violencia y carne humana. Muchas veces he visto cómo viajeros
curiosos rondan por las noches el castillo que sirve de guarida a estos
condenados, y los he visto perecer en medio de terribles gritos que no dejan mi
conciencia tranquila durante largas noches. ¿Qué podía hacer?, ¿decirles que no
lo hagan? Bueno, lo he hecho, pero ninguno hace caso, ¡no por maldad!, sino
porque no pueden evitarlo, no pueden ser libres, no pueden aspirar a otra cosa.
Garuth me escucha a veces, pero el igual sucumbe a la necesidad de matar, por
lo que tengo que quedarme con el sentado, quien es el único que realmente
comprende mi pesar. Por ello, un día me dispuse a hacer algo diferente:
vigilancia. Me permitían salir fuera del castillo, sabiendo que siempre
volvería, y mientras rondaba las afueras del bosque, me permití improvisar
letreros que indicaban una zona peligrosa, o que se mantuvieran alejados de
aquellos caminos. Igualmente, algunas personas perdidas se dirigían al lugar, y
yo lograba que tomaran otra senda. Eran esas pequeñas acciones las que me
hacían sentir mejor conmigo misma, y me permitían dormir plácidamente por las
noches. Pero claro, no siempre lo lograba. Lo peor era cuando tenía contacto
con las víctimas, cuando habíamos establecido un contacto cercano, e ignoraban
mis advertencias sobre el castillo. Al borde de la muerte, me suplicaban por
ayuda, que los dejara libres, y yo…siempre tenía que mirar hacia otro lado, con
lágrimas en los ojos. Era un juego enfermizo, donde a veces ganaba, a veces
perdía, ¿pero porque me mantenía en aquel lugar? Era muy sencillo: deseaba
ayudarlos, quería liberarlos, y no descansaría hasta tratar de idear una forma
práctica de hacerlo. Pero eso me tenía en la encrucijada de querer abandonar,
porque si dejaba aquel sitio, ¿cuántas víctimas morirían?, ¿cuántos incautos
terminarían en las fauces del bosque de los sometidos? Igual había muertes,
pero como dije, eran los pequeños actos de valentía los que hacían la
diferencia. Pero ni todo el valor me preparó para lo ocurrido en la última vigilancia.
Me recuerdo de rodillas,
temblando, ante la visión de un autobús instalándose cerca de aquel lugar. El
logo en los costados de los vehículos era inconfundible, perteneciente a una
institución escolar llamada Preparatoria Haghdien…mi antigua escuela. “No podía ser…no podía ser”, me repetía
a mí misma con desesperación, maldiciendo tal casualidad, quiero decir, ¿cuáles
eran los probabilidades…de que ella viniera? Y efectivamente, la vi, mi antigua
profesora de inglés, la señorita Jessica Stresser.
No era miedo lo que tenía, sino un tremendo pavor por lo que
podría suceder. Aparentemente, ellos estaban en una especie de viaje escolar, y
se instalaron aquí en una especie de campamento, ¿pero a qué idiota se le pudo
haber ocurrido acampar por estos lugares? Inconscientes del peligro que
corrían, empecé a formular un plan para alejarlos de ahí. Podría decir que sólo
quería salvarla a ella, pero no podía permitirme eso, ¿cómo iba a poder vivir
conmigo misma? Apenas y podía hacerlo en ese entonces. Respiré profundo, y los
observé detenidamente formulando el mejor curso de acción. Jessica sin duda era
la que estaba a cargo, así que si lograba acercarme a ella, y le explicaba de
cierta forma la situación, salvaría más de un alma en ese día. Era un buen
plan, y rezaba por llevarlo a cabo. Afortunadamente, mi antigua profesora se
había alejado del grupo, explorando una zona apartada del bosque, por lo que
aproveché para acercarme un poco, pero en mi descuido pisé algunas ramas, y
ella se puso alerta, gritando si había alguien ahí. Suspiré nuevamente, y salí
de mi escondite con las manos en alto. ¿Su primera reacción? Silencio, pero
ante la sorpresa de volver a verme, por lo que se acercó para verme con mayor
claridad, cerciorándose de que no se equivocaba:
—¿Sally? —preguntó sorprendida—.
¿Eres tú?
—Hola señorita Stresser. No
quería asustarla —le dije, apenada por mi mugroso aspecto.
—Por dios…mírate, tú… ¿dónde has estado, niña? Yo…
Me le quedé mirando con curiosidad, siendo que no era normal
que titubeara tanto al expresarse. Llevaba sus manos a la boca, luego a su
frente, mirándome sin poder creerlo. Por un momento me sentí incómoda, pero no
pude evitar sonreír ante sus gestos tan chistosos. Sin más, corrió hacia mí,
abrazándome, y aunque me vi sorprendida, por unos momentos olvidé lo que tenía
que hacer, dejándome llevar por el calor de su cuerpo. La extrañaba mucho, a mi
maestra, mi Jessica, aquella mujer que por un par de clases, fungió como la
madre que nunca tuve, y también como…
Dejé de abrazarla, adoptando un semblante serio.
Ella notó mi abrupto cambio, preguntándome qué me pasaba.
Desvié la vista de su rostro, ¿cómo pude pensar que ella y yo…? Era algo
imposible, ¡ni siquiera por la edad!, sino por…no saber nada la una de la otra.
Pero mi amor por ella seguía intacto como la primera vez, por lo que retomando
mi valor, contemplé sus hermosos ojos, casi con súplica:
—Profesora, tiene que
escucharme, y le pido por favor que confíe en mí.
—¿De qué hablas? ¿Qué ocurre?
—Tienen que irse —le dije
firmemente—. Usted, y los demás que hayan venido. Deben irse, ¡ya!
—¿Pero por qué? ¿Qué sucede? —me
dijo, acercándose a mí—. Sally, si sucede algo, te puedo ayudar.
—¡Entienda, por favor! No
tenemos mucho tiempo, sino ellos…
—¿Ellos? ¿quiénes? —preguntó
preocupada—. ¿Alguien quiere hacerte daño? N-no pasa nada, Sally. Llamaremos a
la policía y…
—¿Qué no me está prestando
atención? Dije que deben irse —le dije, aguantando mi necesidad de llorar—. Por
favor, se lo pido…
—Pero Sally, acabamos de llegar
y… —dijo tratando de llegar a mí, pero yo retrocedía con cada intento—. Y no me
pidas que te deje aquí.
—Tiene que hacerlo —le dije,
recuperando firmeza—. Sé que suena extraño, pero debo pedirle que confíe en mí.
—Sally…
Ella intentó alcanzar mi rostro con su mano, pero yo volví a
alejarme, esta vez, dándole la espalda. Me dolía dejarla, siendo que una parte
de mí quería quedarse con ella, irse con ella a cualquier otro sitio, pero…mi
lugar era aquel. Le dije que se fuera una última vez, indicándole que de lo
contrario, todos morirían. Su silencio fue lo último que me llevé antes de
arrojarme al bosque. Corrí entre arbustos y troncos quemados, dirigiéndome al
castillo, rogando que mi antigua profesora atendiera mi aviso, permitiendo que
los demás vivieran. De pronto, escuché un ruido cercano, y me dirigí
rápidamente al lugar donde provenía, encontrándome a algunos sometidos rodeando
de forma peligrosa a un par de chicas; al parecer, las habían dejado explorar
un poco. Con la adrenalina a tope, utilicé uno de los troncos frente a mí como
impulso para brincar, embistiendo a uno de los condenados con tremenda fuerza.
Les grité a las niñas que se largaran, y que les dijeran a los demás que
abandonaran aquellos caminos, y mientras ellas se alejaban, me sorprendí al
verme protegiendo a personas que seguramente antaño hubiera dejado morir,
aunque creo que eso provoca la soledad, siendo que a veces, te permite apreciar
la vida y su belleza. Pateé al otro condenado, tumbándolo al suelo, y con una
rama, seguí atacándolos lo suficiente para que me siguieran al castillo, donde
muchos otros condenados estaban por salir dispuestos a cazar lo que
encontraran. ¿Qué podía hacer una pequeña niña como yo ante una jauría de
bestias humanas? Muy poca cosa, debo decir, siendo que era yo contra todos, blandiendo
un pedazo de madera y mis patadas para hacerme frente, aunque un rugido que
alejó a todos los sometidos de mí, era lo que realmente me preocupaba. Nos
miramos, él con su acostumbrado y feroz semblante, mientras que yo lo observaba
decidida en mi cruzada:
—SALLY… —me nombró seriamente—. ¿QUÉ PRETENDES?
Sus palabras no eran del todo firmes, pero fueron
suficientes como para hacerme temblar. Si antes creía que no tendría ninguna
oportunidad contra todos los condenados, mucho menos con Garuth, quien no sólo
conservaba algunas características de su antiguo ser, sino también su fuerza y
destreza. Una niña contra un guerrero. Lo miré nuevamente, teniendo el rostro
de Jessica siempre en mis pensamientos:
—Perdóname, Garuth…pero no puedo dejarte tenerlos…no a
éstos.
Un silencio inundó el lugar, y su mirada nunca se despegó de
mí. El resto de los sometidos nos rodearon, como esperando a ver quién tiraba
el primer golpe. Yo no deseaba luchar con Garuth, pero no tenía opción:
—MUÉVETE.
Por unos momentos volví a contemplar a aquella creatura
feroz y salvaje que vi la primera vez que llegué a este sitio, y un miedo
terrible se apoderó de mis piernas. Con discreción, observé hacia las partes
altas del lugar, notando cómo de alguna forma, el sentado nos observaba sin
intervenir ni decir. Sonreí en su dirección, para luego volver a mirar a
Garuth. Si era una elegida, era momento de comprobarlo:
—No lo haré.
—ENTONCES NO ME DEJAS OPCIÓN.
—Ni a mí tampoco.
Se movió hacia mí, por lo que intenté embestirlo, pero él
con suma facilidad me apartó de un golpe, lanzándome por los aires, hasta
chocar con el duro suelo de concreto. Sin importarme, le lancé el madero que
tenía en mis manos, impactándolo contra su nuca, haciendo que éste se regresara
hacia mí. No podía ganarle, era obvio, pero podía asegurarme de que él
perdiera, distrayéndolo lo suficiente. Me levanté, y con todas las fuerzas que
mi pequeño cuerpo me permitían, lo abracé tratando de derribarlo, cosa que me
resultó imposible, y más cuando él me levantó por la cintura, tumbándome de
nuevo contra el piso. Sentí la tensión en mi abdomen, pero aún así me puse de
pie, lanzando un manotazo contra su pecho, cosa que me dolió más a mí
finalmente. Sin previo aviso, sentí una fuerza demoledora impactar contra mi
mejilla, la cual sacudió todo mi cuerpo hasta derribarme nuevamente; sentí uno
de mis dientes crujir y el sabor metálico manifestarse en mi lengua. Escupí al
suelo, tratando de levantarme:
—ES INÚTIL.
—¡Cállate! —dije lanzándome con
un puño cerrado a su pecho.
—¡DIJE QUE ES INUTIL, SALLY! —gritó,
tomándome de las manos, mirándome al rostro—. ¡NO PUEDES GANARME! PUEDO MATARTE FÁCILMENTE, SIN
ESFUERZO ALGUNO… ¿POR QUÉ TE LEVANTAS? ¿POR QUÉ INSISTES? ¿QUIERES QUE TE MATE?
¿ES ESO?
—¡NO! —le grité, intentando
liberarme.
—¡ENTONCES CONOCE TU LUGAR! —dijo
arrojándome al suelo—. AHORA QUÉDATE AHÍ.
—No puedo dejar… —dije,
levantándome por última vez—. No puedo dejar que les hagas daño.
—¿Y A TI QUÉ TE IMPORTA LO QUE LES SUCEDA? ¿POR QUÉ TE
PREOCUPAN UN MONTÓN DE DESCONOCIDOS QUE NUNCA SABRÁN QUIÉN ERES? ¿ACASO ALGUIEN
SE PREOCUPÓ POR TI EN TU PATÉTICA VIDA?, ¿ALGUIEN SE INTERESÓ EN AYUDARTE?
¡DÍMELO! ¿ALGUIEN SE PREOCUPÓ POR TI?
—¡SI, ALGUIEN LO HIZO! —le grité desesperada—. Alguien se
preocupó por mí, ¡alguien como yo!, alguien que me dijo que era más de lo que
muchos creían, ¡una elegida! Y aunque aquel que me ayudó perdió la esperanza
hace siglos, yo creo firmemente que puedo hacer mucho más. ¡Golpéame todo lo
que quieras! Yo me seguiré levantando, ¿pero por qué lo hago?, ¿por qué me
preocupa? ¡Porque no quiero que nadie más pase por lo que yo pasé! Y por ello
seguiré luchando contigo, seguiré deteniéndote, hasta que encuentre una forma
de salvarte a ti también, ¡salvarlos a todos de este lugar! Así que, ¿qué va a
hacer? ¡Adelante! Dame todo lo que tengas…
La fuerza de mis palabras retumbó por las formas del
castillo durante algunos segundos, hasta sumergir el lugar en otro profundo
silencio. Alzaba decidida mis puños hacia Garuth, mientras éste me observaba
con un semblante de ferocidad, pero también, con algo de sorpresa. Luego de un
minuto así, gruñó hacia los demás, y estos gruñeron también, dispersándose por
toda la construcción:
—ELEGIDA A FIN DE CUENTAS —susurró Garuth antes de subir las
escaleras hacia sus aposentos.
Me quedé ahí completamente pasmada, ¿qué estaba ocurriendo?
Miré hacia el sentado que observaba la situación, y me era imposible desde
donde estaba leer su expresión, pero me pareció por un momento ver una sonrisa
en su deforme rostro. Me volví hacia el bosque, y sonreí al pensar en lo que
había hecho: los había salvado. Me senté al pie de la construcción para
descansar mi adolorido cuerpo, pero eso no evitó que me sintiera orgullosa
conmigo misma por lo que había hecho. Elegida
a fin de cuentas, repetí mentalmente, antes de cerrar los ojos y tomar una
pequeña siesta, sin temor de que las creaturas me rodearan durante mi sueño. De
alguna forma, me sabía invencible.
. . .
Respiré profundamente antes de
subir las escaleras. Sabía que él se encontraba allí, siendo que había
permanecido en ese lugar desde hace un día y medio, pero nadie se atrevía a
molestarlo. Quise pedir consejo al regente del lugar, pero supe que era una
situación que debía enfrentar por mí misma, por muy violentas que se pusieran las
cosas. Así, trepé un escalón tras otro, hasta llegar a la habitación donde
antiguamente me habían confinado. Ahora me hacía gracia eso. Y efectivamente,
ahí estaba Garuth, sentado, de espaldas a mí, mortalmente quieto. Cualquiera se
hubiera amedrentado con la visión de sus deformidades en mi perspectiva, pero
debajo de tal apariencia, yacía el espíritu de un hombre que ha sufrido mucho,
un elegido que lo perdió todo. Hasta ese entonces, recordando su historia,
sentí lástima de su condición, como también del resto que yacían ahí como
creaturas salvajes. ¿Qué clase de Dios permitía la existencia de un castigo tan
horrible en el mundo?, ¿qué demonio es tan desalmado como para fabricar tal
tortura?
Le llamé una vez, pero como era de esperar, no me respondió.
Me acerqué, y él se giró hacia mí, mostrándome un aspecto aterrador, pero yo
pude interpretar certeramente la fatiga en sus ojos, por lo que me detuve, y le
sonreí discretamente. Como él no estaba dispuesto a echarme, me moví nuevamente
hacia él, hasta sentarme a su lado, cosa que sin duda no se esperaba, pero
tampoco hizo ademán de apartar mi presencia. Nos quedamos así, en silencio,
durante mucho rato, prestando atención a sus respiraciones intercaladas con
gruñidos:
—MERECEMOS ESTAR AQUÍ, SALLY.
Lo miré de reojo, y aquella fatiga en su mirada se había
convertido en una gran tristeza, la misma que me había invadido mis primeros
días en ese lugar. Me sentí tentada a tomar una de sus manos, pero me abstuve.
Pensé cuidadosamente qué palabras utilizar:
—Tú no eres alguien malo,
Garuth.
—NO SABES CÓMO FUI…
—¡Pero sé cómo eres ahora! —dije
apremiante—. ¿De qué sirve que te lamentes por la eternidad por lo que hiciste,
o no hiciste, o lo que pudiste hacer?
—Lo que hice… —susurró pensativo—.
Está más allá del perdón.
—Todos podemos ser perdonados.
—¿Tú perdonarías a tu padre por lo que te hizo?
No esperaba esa pregunta, así que sólo me quedé en silencio,
sin mirarlo. Sabía que aquel no era el mejor instante para llegar a una
respuesta, por lo que decidí irme por la tangente:
—No lo sé —dije en respuesta a
su pregunta—. Soy de la creencia de que nuestras acciones definen gran parte de
lo que somos, y siendo así, ¿de qué sirve un castigo eterno, cuando son
pequeñas acciones las que hacen toda la diferencia?
—LAS COSAS NO SON TAN SIMPLES.
—Sé que no —concedí
tranquilamente—. Pero es algo muy cierto, porque lo he visto, en mí…y en ti. Y
no importa cómo luzcas o que tan feroz quieras parecer ante las demás
personas…sé que debajo de todo eso aún existe aquel hombre que luchó por un
mundo mejor.
—ERES…TERRIBLEMENTE CURSI.
—Es que apenas tengo catorce…
Nos miramos, y en él, pude
distinguir una leve sonrisa, no la de un monstruo despiadado o un alma
condenada, sino la de un hombre que vive un buen momento al lado de un amigo.
Si, creo que era correcto decir que éramos amigos. Más confiada acerqué una de
mis manos a una de las suyas, tomándola con delicadeza, cosa que inmediatamente
captó toda su atención, pero justo cuando creí que me apartaría, correspondió
el gesto con gran calma. Volvió a mirarme a punto de decir algo, pero de
pronto, desvió la vista nuevamente hacia otra dirección, cosa que despertó
extrañeza en mí. Se levantó, apartándose, y yo lo seguí con la vista,
preocupada ante su reacción. Los primeros chillidos de las creaturas me
hicieron levantarme a mí también, sólo para contemplar que en las afueras del
castillo donde estábamos, había un tumulto de creaturas rodeando algo. Con
atención, pude ver cómo una sombra se hacía paso entre los sometidos lazándolos,
incluso quebrando sus cabezas con certera brutalidad. Cuando el desconocido se
quitó de encima a dos condenados, inmediatamente pude reconocerlo, a través de
sus inconfundibles ojos obscuros, los ojos del mismísimo diablo. Era Michael
Myers.
El escalofrío de un pasado sin retorno sacudió mi columna,
manteniéndome petrificada mientras aquellos ojos, carentes de cualquier
emoción, me observaban bajo el hule de una máscara de engañosa blancura. El
rugido de Garuth me sacó de mi transe, viendo cómo +este planeaba saltar a la
batalla, pero intenté detenerlo de cualquier forma, sabiendo que era causa
perdida. Me miró, feroz, pero más que nada, desesperado, ya que mientras lo
detenía, aquel monstruo masacraba con dureza al resto de condenados; si, sabía
que todos ellos habían hecho actos horribles cuando eran humanos, y permanecían
en aquel bosque por el mismo motivo… ¿pero y esto?, ¿aquel paisaje brutal ante
mí era lo que debía hacerse?, ¿acaso merecían tal trato? Garuth nuevamente me
devolvió a la realidad, arrastrándome hacia otra sección del castillo, cerca de
donde residía el sentado. Sacando algunas telas del camino, descubrí unas
escaleras que bajaban de la parte trasera de la construcción, encaminándome al
bosque una vez más:
—¡VETE AHORA!
—¡No!
—¡HE DICHO QUE TE VAYAS!
—¿Qué pretendes? ¿Qué te
abandone? Es ridículo, entre todos…
—NO PODREMOS FRENARLO A ÉL —dijo
súbitamente serio.
—¿De qué hablas? ¡Es tan sólo un…!
Pero me callé al no saber qué
decir. ¿Michael era un humano? He escuchado suficientes rumores acerca de él
como para llegar a la conclusión de que él ha cometido actos dignos de un
demonio, sobreviviendo a los ataques más brutales, siempre volviendo de la
tumba de alguna forma para volver a asesinar sin la más mínima tregua.
Los chillidos del resto de
condenados se habían vuelto más fuertes, como si fueran llantos de sufrimiento.
¿Un solo individuo estaba matando a millones de bestias? Sonaba imposible…pero
no para él. Michael no era humano, ¡era un monstruo! No…algo mucho peor. Garuth
quería decirme algo más, pero ante los ruidos que peligrosamente se acercaban,
me dejó ahí, ante el umbral del escape o la perdición. Escuché sus rugidos
feroces, más potentes que los de cualquier creatura, ¿pero por cuánto tiempo?
De pronto, movimientos en una esquina captaron mi atención,
asustándome al ver cómo un bulto de lianas y raíces se movía por el suelo. Pero
cuando observé mejor, me percaté que había una persona entre las enredaderas.
“¡El sentado!”, me dije, y rápidamente corrí hacia él para prestarle ayuda:
—¡NO TE ACERQUES!
Mis recuerdos me llevaron al instante donde, por primera
vez, al verlo tan abatido en un montón de raíces, intenté liberarlo de su
encierro, y él me dijo las mismas palabras. Su voz era distinta, más gutural,
profunda, casi distorsionada, por lo que me detuve en el acto. El sentado,
quien no lo estaba más, me observó entre sus enredaderas, reflejando un
profundo dolor en una sola mirada. Quise acercarme, por desesperación, pero
sabía que él me diría lo mismo:
—Debes irte…
—¡No!
—Eso no está a discusión, niña —dijo,
gruñendo al ponerse de rodillas—. No queda tiempo, no esperábamos la llegada de
algo así.
—¿Pero por qué? —pregunté
desesperada—. ¡Sólo es uno! A pesar de todo, él es sólo un loco con máscara.
—Ay mi niña, aún hay cosas que no comprendes —dijo tratando
de incorporarse—. Este mundo guarda muchos misterios, cada uno más aterrador
que el anterior, y por lo que veo, este mundo, ¡maldito mundo!, sigue atacando
a sus creaturas más inocentes… ¿por qué? Dios mío…perdóname.
Entre toda la conmoción de la lucha, podía escuchar sus
lamentos claramente, las consecuencias de un pasado misterioso del cual no
estaba segura si quería conocer. “Es
maravillosa la mente de un niño”, me dijo aquella ocasión, “Capaces de ignorar la maldad en los seres
más lastimados”. Recordó cómo le dijo que al rebelarse a su naturaleza
maligna, el bosque lo había confinado al suelo, por lo que al ir liberándose de
sus ataduras significaba…
Retrocedí. Él lanzó unas leves risas.
—AHORA COMPRENDES… —dijo con aquella extraña voz una vez más—.
PEQUEÑA SALLY,
TÚ DEBES VIVIR, TE CORRESPONDE CAMINAR POR LA TIERRA QUE NOS ES NEGADA A
NOSOTROS. DESDE LA PRIMERA VEZ QUE TE VI, TUVE LA CERTEZA DE QUE ERAS UNA
ELEGIDA, AQUELLA DESTINADA A LIBRARNOS DEL MAL, Y AÚN ASÍ, A PESAR DE NUESTRO
ASPECTO, A PESAR DE LO QUE HACIAMOS…QUISISTE SALVARNOS. TE AGRADEZCO SALLY, QUE
EN TUS OJOS, ME PERMITIERAS SENTIR ESPERANZA UNA ÚLTIMA VEZ.
Sentí cómo algunas lágrimas rodaban por mis mejillas.
¡Carajo, si era una chillona! ¿Qué más podía hacer?, ¿sólo decir gracias a
irme? ¡Si, quería salvarlos! A todos ellos, sin importar qué. Noté que los
rugidos del combate eran más débiles, y escuché con claridad unos pasos
acercarse por las escaleras:
—NECESITO HACER ESTO, SALLY —dijo, levantándose
completamente—. SI HE DE
PERECER, LO HARÉ NO COMO UN MONSTRUO, SINO HONRANDO LO QUE VISTE EN MÍ. CORRE
SALLY…Y VIVE.
Me dedicó una última mirada, una sonrisa tenue, pero sólo
fue como un segundo antes de que sus ojos se consumieran ante un sucio resplandor
amarillo, y unas horrendas fauces se asomaran por boca. Se giró corriendo hacia
las escaleras, y duros golpes se escucharon. Sequé mis lágrimas, y sin más, di
unos pasos por las escaleras, volviendo a ocultar el camino con las telas de
antaño. Seguí bajando los escalones, desesperada, asustada, y completamente
furiosa con Garuth, con el sentado, con el resto de los sometidos, que en su
eterna condena, tuvieron que redimir su salvajismo para proteger a una niña
tonta y débil. Llegué a tocar nuevamente el suelo del bosque, y seguí corriendo
con el corazón saliéndome por la garganta. Sólo recuerdo que corrí, corrí y así
me mantuve hasta que…
Sequé una lágrima de mi rostro.
Miré al esperpento a través del cristal reforzado que nos
dividía, para luego lanzar un rabioso golpe a su aprisionamiento, pero como
había esperado, él no reaccionó en lo más mínimo. Volví a sentarme, y de forma
inesperada, Michael giró su cabeza para contemplarme con sus ojos muertos,
permitiéndome avistar por última vez a una chica cuya esperanza yace muerta
como todos los recuerdos que prometían un futuro mejor. De igual forma, pude
darme cuenta que el asesino no me miraba a mí exactamente, pero tampoco me
inquieté, sabiendo a quién tenía a mis espaldas. Me giré hacia el extraño, quien
se mantenía oculto entre las penumbras del sótano, pero al hablar, su voz fue
clara, pero misteriosa:
—Sally Myers… —dijo
tranquilamente—. He venido por ti.
—…Gracias.
Cuando cerré los ojos, fui consciente de las lágrimas que se
deslizaban por mis mejillas, mismas lágrimas que he derramado día tras día
durante tres años de interminable dolor. Respiré profundo, esperando el
anhelado final, el cierre del telón, el camino que terminaba sin pesares ni
rencores. Si, no les guardaba rencor a los chicos, vivimos buenos momentos
juntos de todas maneras, además de que siempre supe que este trayecto lo
terminaría por mí misma. Y ahora, la obscuridad me llamaba, susurrándome que
nací sola, crecí sola, viví sola, y después de todo…moriré sola. Como siempre
he dicho: ¡Dios alumbra todas las
cosas!…todas excepto a mí.
Adiós a todos.
Fui lindo mientras duró.
Ninguna imagen aquí utilizada me pertenece bajo ningún
motivo.
Su uso es sólo con fines de enseñanza y
entretenimiento.
Cada una pertenece a su respectivo creador.
Entendido eso, agradezco la atención.
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