lunes, 31 de octubre de 2016

El prodigio del horror.


INTRODUCCIÓN.
El origen de las leyendas.

Desde las lejanas fogatas más allá del tiempo, las sombras reptantes de la noche han adquirido formas diversas en nuestro entender, capaces de encarnar nuestras más profundas pesadillas, nuestros más recónditos temores, e inducirnos el peor de los tormentos a nuestra alma. Desde que existe la luz, las sombras han movilizado a sus propios regentes de las profundidades, sus acólitos de la destrucción y sus entes demoníacos, con la única intención de extinguir toda esperanza y atisbo de bondad en el universo para sumirlo en el caos y el dolor. Nuestra propia percepción a lo desconocido consiste en una experiencia milenaria pasada de generación a generación con nuevas formas y nuevas técnicas para consumir a los inocentes de las formas más terribles. Hasta donde podemos alcanzar a comprender, somos conscientes de esa gran batalla, de esa gran experiencia, de esos grandes momentos susurrados en historias contadas a la luz de la luna. Los métodos del temor han evolucionado, desde la sombra silenciosa que te observa en el rincón más obscuro de tu habitación, hasta la pérdida de un ser amado por causas inexplicables. Un ruido, un movimiento, un aroma, una sensación, un vistazo de aquel universo tenebroso basta para hacer temblar al más valiente.


El horror es algo universal, una respuesta lógica de nuestro ser ante lo desconocido, lo otro, lo ajeno, que puede manifestarse tanto en la sencillez como en la complejidad que adopte la tenebrosidad del mundo; ahí su prodigio. En respuesta a nuestras virtudes, a nuestros pensamientos, generamos toda una estirpe de demonios y creaturas abominables con el propósito de torturarnos. Eso deduje al reflexionar sobre los monstruos que conforman mi infancia.
Personajes como Freddy Krueger, Pennywise, Pazuzu, Pinhead, fueron las creaturas que causaron temor en mi generación, o que por lo menos, en mí sí lo generaron. Recuerdo largas noches sin poder dormir luego de haber visto la bestial película de Masacre en Texas. Y es que estos personajes representaban justamente el lado más brutal de lo desconocido, su parte más sangrienta y cruel, homenajeando de alguna forma los de por sí espantosos crímenes del mundo real, o incluso, haciéndote sentir aquellos momentos donde te sentías desprotegido, cuando te enfrentabas a la verdad de que tenías que ir a un sitio donde nadie podía hacerte compañía. Son esas sensaciones las que dan estructura y forma a las creaturas antes mencionadas, les da su poder sobre ti.


Alternativamente a esas leyendas, se cuentas historias de sobrevivientes, de personas que se levantaron contra aquellas sombrías figuras de lo desconocido, aquellos que se impusieron sobre el temor. Fueron llamados de muchas formas a través del tiempo, conocidos como héroes, guardianes, guerreros…y elegidos.


Por aquellos días, envuelto en los viajes del cómic digital, me encontré con la saga de Army of Darkness, que nos narra las aventuras de Ash J. Williams, un héroe que se ha impuesto a los poderes primordiales del Necronomicon Ex Mortis, y su infinita horda de demonios. Desde que pude presenciar la película El ejército de las tinieblas, dejé de lado la historia del personaje, por lo que fue un reencuentro bastante curioso, viéndome en poco tiempo fascinado por las andanzas del elegido, abriéndose paso con sierra y escopeta a la vez contra las fuerzas del mal. Pero fue una historia la que me hizo enamorarme perdidamente de este personaje.


Freddy vs Jason vs Ash, junto a su continuación, Los guerreros de pesadilla, fueron los dos cómics que me catapultaron a la creación de un nuevo universo de historias que persisten hasta este preciso momento. Aunque nunca fui un fiel seguidor de las sagas de Viernes 13 y Pesadillas en Elm Street, que son clásicos del género Slasher, no pude evitar ver las últimas que proseguían al enfrentamiento de dos leyendas de la obscuridad. Freddy vs Jason consistió para mí, en ese entonces, algo totalmente fuera de lo común, algo que bien podría encontrar en un cómic, o en un Fanfiction, siendo que no esperaba que dentro del mismo género de terror, hubiera peleas tan emocionantes.


A partir de ese momento, proliferaron en la red millones de propuestas que no sólo imploraban una secuela de esa película, sino muchos otros enfrentamientos entre otros íconos del horror. Aquel hecho me inspiró lo suficiente para crear mis propias historias, y una de ellas fue una titulada Batalla de horrores, una enorme escaramuza entre personajes del horror y del heroísmo, enfrentándose en un duelo final por la supervivencia de la tierra. Por desgracia, aquel escrito pertenece a la edad sombría de mi pasado, lo que quiere decir que no poseo guardada ninguna copia. Pero a pesar de no conservar algo tangible de ello, jamás olvidé el contenido, las placenteras sensaciones que me invadieron al construir tan increíble viaje, el cual ha regresado de entre los muertos con una nueva forma para todos ustedes. Así es, he estado trabajando en una nueva versión, la definitiva, de aquella vieja historia, y he decidido mostrarles un poco de lo que llevo, de manera especial siendo este un día tan singular del año.
Hoy sea la noche de rezos y disfraces, de danzas e invocaciones, de juegos y susurros en las sombras, de pesadillas y miradas a la luna; el poder se ha desatado de la obscuridad, y que la luz del misticismo nos envuelva en la pronta resurrección. Hoy sea la noche de recuerdos y risas, de celebración y lágrimas, donde los mundos se conjuntan en la palma de nuestra mano, y la canción de los elegidos se eleve a través del tiempo. Hoy sea la noche, en que la Batalla de Horrores comience una vez más.

BATALLA DE HORRORES
Presenta:


Ya han pasado tres años…

Hoy se cumplen veintiún años de miserable existencia. Hoy es el gran día…finalmente. A pesar de la constante ebriedad, obligué a mi cuerpo a levantarse, buscando con mi mano una última botella, la que había estado guardando para este momento. Todo lo que sube tiene que bajar, ¿no? Aquí termina el constante miedo a la obscuridad, los gritos a mitad de la noche, el temor a los nefastos recuerdos de mi infancia. Mi nombre es Sally Myers, y como siempre me he dicho desde que tengo memoria, ¡Dios alumbra todas las cosas!…todas excepto a mí.
Una vez que mi conciencia se permitió saber en dónde me encontraba, mis piernas se movieron endebles hacia el corredor más cercano. El lugar donde vivía estaba hecho un desastre…me hubiera gustado decorar un poco más, pero a fin de cuentas, esa no era mi casa, sino la de él.
Abrí puerta tras otra, hasta que di con unas escaleras que bajaban al sótano, por lo que tuve que agarrarme fuertemente de los muros para no caer y tropezar, y hoy no podía permitirlo, no debía hacerlo, siendo que hoy era el tan anhelado día. Llegué a tocar suelo, así que rápidamente tomé una silla arrumbada, y la arrastré hasta un muro transparente, donde al otro lado, él ya me esperaba. Me sorprendió verlo despierto tan temprano, aunque no estaba segura siquiera si aquella cosa dormía, o sentía cansancio, o remordimiento, incluso miedo. Le sonreí, más por el cinismo que por la ebriedad, pidiéndole que brindara a mi lado, aunque como era de esperarse, no hubo reacción por parte de él. En una situación tan simple, hasta me parecía mentira tener capturado al legendario asesino Michael Myers en mi sótano. Bebí lo que quedaba de la pequeña botella de un trago, y la arrojé contra el muro, esperando la más leve reacción, pero claro, no la había. “Oye Michael…”, le llamé luego de unos minutos, “Aún me queda algo de tiempo… ¿no quieres casarte conmigo? Después de todo has logrado ser…el único hombre en mi vida”. Alzó la cabeza, aunque no pude descifrar los pensamientos que yacían al otro lado de tan gélida mirada, aquellos negros ojos que en nuestra primera vez, vi reflejada la figura de una pequeña niña, débil e indefensa, cuyo único deseo era una muerte rápida e indolora. Toda mi vida he convivido con monstruos; Michael, me ha demostrado que es algo de familia. En todos nosotros existe un monstruo…porque todos nosotros somos monstruos.

—Siempre he tenido curiosidad, Michael… —dije tranquilamente, mirándolo con fijeza—. ¿Te molesta que una mujer como yo haya sido la única capaz de saber cómo vencerte?, ¿realmente me odias?... ¿o quizá me amas tanto que no soportas la idea de que jamás amaré a un monstruo como tú?, ¿o simplemente te odias tanto que te matas a ti mismo en cada miembro de tu muerta familia? ¿He?, ¿no respondes? Qué sorpresa…vamos Michael, una vez que me haya ido, tú morirás, así de simple, y si realmente no te importa una mierda… ¿por qué no me dices la verdad?, ¿el por qué eres así?... ¿o ese es tú secreto?, ¿realmente no hay motivo? Uuy, eso lo haría realmente aterrador…

Me reí vacíamente, sabiendo que no había ya nada por lo que reírse, o por lo que vivir, ¡pero lo hice!, me mantuve riendo por varios minutos, en su cara, en el rostro de aquel monstruoso personaje del horror mítico, cuya leyenda llegó a su fin cuando nos vimos las caras, por segunda vez, hace tres años.
¿Mi historia? ¡Qué va! No hay mucho que decir…bueno, en realidad, si tengo mucho que decir a este podrido mundo de mierda, a mi podrida familia, al pedófilo de mi padre y a la drogadicta de mi madre…pero prefiero no entrar en muchos detalles con respecto a mí, ya que sin duda me censurarían, pero de todas formas, no es mi propósito. Si, mis primeros años fueron horribles, espantosos, que si tuviera que contarlos, a lo mejor llegaría a mis oídos el decir de una vida no tan espantosa, y hasta cierto punto podrían tener razón, pero tengamos en cuenta que estamos hablando de mi pasado, no de mi presente, así que es difícil hablar de ellos con el mismo sentir cuando lo vivimos en carne propia. Crecí en Haddonfiel, obviamente, un pueblito olvidado de dios, cuyas horribles tragedias servían para mantener el morboso turismo, y atraer más imbéciles perturbados que querían hacerse un nombre. ¿Yo? Era una niña inocente y débil, bastante fea a mi parecer, o “poco agraciada”, como decían algunos adultos de la zona. La rebeldía adolescente no despertó en mí a edad temprana, como a varios de mis compañeros de clase, que buscaban una inútil libertad en las drogas, en el sexo, o en el alcohol, y por ello fui objeto de constantes burlas, sumado al infierno silencioso que vivía en casa. ¿Mi único alivio? Mi profesora favorita, la única persona a la que yo le importaba en este desgraciado mundo, una mujer llamada Jessica. Cuando entró al salón de clases ese lunes por la mañana, conocí, por vez primera, lo que significaba estar enamorada, por muy ridículo que suene. Hicimos clic desde un inicio, cuando mis compañeros se burlaban de mí, y ella los regañaba para callarlos; por vez única, me sentí aceptaba, incluso reconocida, pero ella siendo quien era, y yo siendo quien era por igual, era motivo suficiente para mantener mi distancia, además de que mi amor por esa mujer era tan grande como para mantenerla a salvo de mis asuntos. Pero en fin, no quiero desviarme tanto.
¿Qué fue lo que me mandó a un mundo de desgracias? La noche de brujas, el 31 de Octubre, la noche de diversión al límite, y de supuesto gran poder, donde el hombre del saco salía para castigar a los niños traviesos. Mi padre, por muy imbécil que fuera, tampoco era tonto, ya que conocía la supuesta “maldición” familiar, para todos aquellos con el singular apellido. Se mostraba inquieto, más distante que nunca, pero sobre todo, muy asustado; a mí me sorprendió en su momento, que existiera una sola persona peor que mi padre.
¿Cuál fue la gran estratagema de mi viejo? Simple: huir con el rabo entre las patas. Aquella noche de brujas, bien lo recuerdo, tomamos un tren sin destino fijado, donde mi padre se creyó por unos segundos invencible, capaz de romper con la sangrienta tradición. Pero claro, el encontrarse con una matanza en el siguiente vagón, no nos inspiró un buen augurio. Fue en ese momento, cuando lo vi por primera vez.
Casi dos metros de estatura, un sucio overol negro, un afilado cuchillo de cocina, sin mencionar aquella máscara, tan apacible, tan vacía, y unos ojos más negros que los de un tiburón…los ojos del diablo.
¿Qué hizo mi padre cuando confrontó al asesino? En realidad, no pudo hacer mucho, ni siquiera decir algo con la hoja del cuchillo incrustada en su cuello. ¿Cómo me sentí cuando presencié la muerte de mi padre? Pues…era una niña, y reconozco que me sentí, extrañamente mal. Sé que suena estúpido, en especial porque él me…bueno, ya saben. Supongo que una de las razones para sentir aquello, es que en ese instante era su único objetivo. Corrí asustada, no pensando en otra cosa más que alejarme de él. Me moví entre los cadáveres, de vagón en vagón, cerrando las puertas tras de mí. ¿Qué más podía hacer?, ¿cómo podría salvarme siquiera? Estaba más que perdida, en especial porque en aquel momento, se apagaron las luces por algún motivo. Me sentí desolada, derrotada, acurrucándome en un rincón deseando que aquel fuera otra de mis locas pesadillas. A parte del sonido del tren en movimiento, todo estaba en paz. Por una fracción de segundo, tuve la esperanza de haberme salvado, pero nunca olvidaré como mis ilusiones se vieron rotas ante el brusco sonido de una puerta quebrándose. Rápidamente me escondí entre los asientos, justo donde podía ver una de las ventanas que me mostraban una noche sin nubes. Hubo más golpes, y rogué a las estrellas por una salvación. De pronto, otros golpes se escucharon, provenientes de la puerta de la que había venido, percatándome por primera vez, que de ambas puertas, la del vagón anterior y del siguiente, provenían duros puñetazos. ¿Pero qué sucedía?, me pregunté, pero obtuve mis respuestas cuando una de las entradas cedió. En el otro extremo, una sombra se imponía en medio de aquella nefasta obscuridad. Entre las repetidas luces que se asomaban por las ventanillas, pude vislumbrar a alguien distinto, un ser diferente a Myers. El brillo de un metal alargado captó mi atención, como también unas manchas escarlatas, las cuales se extendían por el filo hasta culminar en un mango, sostenido por unos dedos gruesos. Muy grande, demasiado grande para ser el que me perseguía, pero pude distinguir toda diferencia al visualizar una máscara de hockey sobre su rostro. En eso, la otra puerta había cedido. ¿Qué iba a hacer? Me tenían acorralada, y bien lo decía ya que ninguno de los dos me inspiraba confianza. Pude sentir la gélida mirada asesina de Michael recorrer mi frágil cuerpo, para luego concentrarse en el otro individuo. Noté cómo el otro inclinaba la cabeza, y el asesino de mi padre imitaba tal acto.
Los aterradores personajes blandieron sus afiladas armas, acortando la distancia entre ellos hasta un brutal choque que me hizo tropezar, golpeándome la cabeza con la ventana que tenía detrás de mí. Observé aterrorizada cómo el machete volaba hasta aterrizar poderosamente en el hombro de Myers y el cuchillo de este se incrustaba en el cuello del otro tipo. Grité fuera mí, rogando que se detuvieran, que me dejaran salir de aquel infierno. Entre los diversos golpes que se intercambiaban, el aire silbó, y sentí una dolorosa calidez en la parte izquierda de mi cabeza. Llevé mi mano hasta mi rostro, donde pude sentir una pegajosa humedad. Ante la visión horrenda de mi sangre, quedé en shock por unos segundos, pero el dolor me regresó a la realidad para más gritos. El sonido de un cristal roto apagó mi voz, más otro golpe que me empujó una vez más contra la ventana. Observé hacia afuera, y una vez que mi mente pudo centrarse, vi cómo el tren iba a pasar por un puente, el cual estaba colocado sobre un extenso canal. Miré al frente, como desconectada, importándome una mierda que una batalla entre monstruos tuviera lugar justo a mi lado. Todo se volvió pequeño ante la visión de la ventana que había visto antes frente a mí, completamente quebrada. El viento inundó mi rostro, por lo que no lo pensé dos veces. Corrí hasta ella, y salté. Sentí el choque del aire contra mí, más el ruido penetrante de la fuerza de mi cuerpo cayendo al vacío, antes de sentir las heladas aguas reclamándome en su totalidad. Cerré los ojos, esperando a la muerte en sueños. Cosa que, obviamente, jamás llegó a mí.
No paraba de temblar, y podía ver mi aliento debido a la fría noche que me rodeaba. Pero sobre todo, estaba sola. Me tambaleé hasta caer a la entrada de un bosque, y empecé a arrastrarme hasta sentir la cercanía de un tronco intentando darme calor. Los recuerdos se revolvían dentro de mí, aún sin poder creer lo que me sucedía. Mi padre, el cabrón de mierda que me había criado, que me había hecho sufrir tantas noches, había muerto ante mis propios ojos. Pero sin saber el porqué, no me sentía a salvo. Aquellos monstruos seguía con vida. No podía explicarlo con precisión, más bien, parecía ser una simple corazonada. Pero en realidad, lo sabía con certeza, sin duda. Michael Myers seguía vivo…y me encontraría. Con ese último pensamiento, intenté ponerme de pie, sosteniéndome casi por las ramas que encontraba, para seguir caminando. Sabía que quedarme en un solo sitio, era un grave error. Pero la propia experiencia en películas de terror provenientes de la sala de estar mientras me mantenían encerrada en armario luego de hacerme sufrir, me dictaba que no podía ir a cualquier lugar. Recorrí el bosque, rogando al cielo y todos sus santos por no encontrarme con nada horrible. Cuál fue mi sorpresa, al toparme con una especie de castillo abandonado. Sabía que era una mala señal, por lo que planeaba largarme, pero el frío me agotó a tal punto de caer rendida.
¿Qué me hizo volver en sí? Pues la desgraciada sensación de ser arrastrada por la dura tierra. Débilmente pude alzarme para notar como alguien, o más bien algo, me jalaba por una pierna. ¿Qué hice? Intenté liberarme, pero al caer completamente, mi captor giró completamente hacia mí, dejándome helada. ¿Qué era? Sólo el diablo lo sabe, pero en realidad, no había palabras precisas, sólo impresiones. Efectivamente, era algo vivo, con forma humanoide, unos ojos tan blancos carentes de toda emoción, una piel blanquecina, desgastada y seca, pero sobre todo, de la boca de aquel ser sobresalían una especie de cabellos grasientos que provocarían un asco, de no ser por sus perturbadores movimientos retorcidos. No hablaba, sólo volvió a tomar una de mis piernas, y jalarme, llevándome al castillo. Ahí, grité al notar otras creaturas parecidas, lastimadas, dirigiendo sus sucios ojos hacia mí, hacia su nueva presa. Con temor miré para todas direcciones, viendo más de esas cosas, pero también pude notar una serie de cubículos, en donde gruesas cuerdas ataban a personas que gemían sin cesar. Las cuerdas los jalaban, los ahorcaban, los soltaban para dejarlos azotar en el suelo, o mantenerlos colgados. Era digno de un infierno en la tierra. Me revolví nuevamente, y escuché a la creatura gemir, por lo que otras se le unieron, tocándome, mirándome, y gimiéndome. Sus voces eran guturales, como de ultratumba o una mierda así, pero lo que más me asustaba, es que podía entenderlas:

SOMETIDOS…SOMETIDOS…CARNE…CARNE…

Intenté por todos los medios zafarme de aquellas bestias, incluso llegué a patear y golpear a algunas, pero éstas me devolvieron cada golpe, hasta el punto de dejarme como ellos lo susurraban: sometida. Me amarraron, me despojaron de mi ropa a girones, y yo sólo podía chillar y suplicar. El asco y el miedo me dejaban fuera de si. ¿Pero qué era ese endemoniado lugar? No lo supe en ese momento, pero iba a volverse muy familiar en pocos minutos, de no ser por la intervención de una voz:

¡DETÉNGANSE! ¡DETÉNGANSE! ¡ELLA NO! ¡ELLA NO!

Entre el frío y el miedo, mi mirada se desvanecía, pero pude notar como uno de entre aquellas cosas, totalmente erguida, se acercaba para liberarme. Me asusté al sentir una viscosidad entre sus frías manos, y aún más al ver que tal sensación provenía de la sangre. Muchos de aquellos monstruos gimieron, pero éste rugió hundiendo a los suyos en el silencio total. Estaba libre, y me abracé a mí misma, mientras aquella creatura me tomaba por los cabellos, conduciéndome a otra zona del castillo en ruinas. Subimos por unas escaleras de caracol bastante oxidadas, pero capaces de resistir nuestro peso, y al final, pude ver otra de esas rarezas. Parecía otra de esas cosas, pero permanecía sentada, adherida por algún tipo de raíz. El ser que me llevaba se arrodilló, y aún en la incertidumbre, escuché unos silbidos provenientes de la creatura:

¡LA NIÑA ES MÍA! ES UNA ELEGIDA…ME CORRESPONDE POR DERECHO…

¿Una elegida? Recuerdo que me lo pregunté, pero no sabía lo que eso significaba. Unos silbidos más hicieron gruñir al monstruo que me sostenía. Éste me llevó en otra dirección, dentro de otra cámara, tumbándome en el suelo. Me arrinconó, y pude observar su rostro. Putrefacto, igualmente blanquecino, labios negros, del cual sobresalía una dentadura afilada. Sus ojos eran blancos, pero con un punto negro en ello que hacía de su mirada más aterradora. Me gruñó, y se fue, dejándome ahí. Ni siquiera me atreví a moverme de mi lugar, creyendo que me matarían…pero aquel momento jamás llegó. Luego de un rato, caí dormida.
No sé cuántas horas dormí, pero si supe que aún era de noche, y por desgracia, lo primero que me sobresaltó fue la mirada penetrante de aquel ser, entre las sombras, vigilándome en todo momento. Podía ver su dentadura abierta, pensando que en cualquier momento se arrojaría sobre mí. Pero de igual forma, nunca sucedió. Me abracé a mí misma, mientras observaba como aquel se levantaba, dirigiéndose escaleras abajo. Hasta ese instante fui consciente de los gritos horrorizados de las demás victimas que tenía atrapadas entre cuerdas. Pasaron los minutos, y las voces adoloridas empezaron a volverse poco a poco más débiles, hasta el punto de perderse entre sonidos que no pude reconocer. Otro rato pasó, donde comencé a sentir las consecuencias del hambre y el frío, pensando que si aquellas creaturas no acababan conmigo, otras cosas me llevarían a mi final. El otro apareció en las escaleras, y pude notar que masticaba con sus fauces los dedos de una mano carcomida, probablemente de algún prisionero. De súbito, me lanzó una pierna, y no pude evitar taparme la boca con temor. En el silencio formado, el ser me gruñó con impaciencia, pero yo no comprendía qué estaba pasando:

Come…
—¿Perdón?
¡QUE COMAS HE DICHO! NECESITARÁS TU ENERGÍA PARA TUS LABORES.
—¿Labores?, ¿de qué habla?, ¿qué me van a hacer? Por favor, no me haga daño, yo sólo…
¡CALLA! ERES MOLESTA. COME, AHORA.
—Es que…yo…

¿Qué podía haber hecho en ese instante?, ¿decirle que no me gustaba? No estaba precisamente en la mejor situación para decir aquello. Miré la pierna, destrozada, carcomida, quitándome hasta el último vestigio de hambre en mi interior. Le dije que lo comería, por lo que la creatura se dio media vuelta, yéndose lejos de mi vista. Con un pie moví la pierna a una esquina, de forma que su olor penetrante no llegara a mí. En eso, noté varias arañas y cucarachas rodeándome, por lo que me levanté, quitándome algunas de encima, y me moví a otra parte del sitio donde me tenían confinada, esperando que ningún insecto llegara a mí. Estaba asustada, con frío, totalmente sola, por lo que, sin más, me desmayé.
Algo volvió a despertarme en medio de la noche, unas manos que recorrían mi cuerpo semi-desnudo, por lo que abrí los ojos, pegando el grito al cielo ante la presencia de más creaturas tratando de ultrajarme. Los rugidos de quien se consideraba mi dueño no se hicieron a esperar, alejando al resto de monstruos de mi presencia. Rugió y rugió hasta dejarme completamente libre, y sin más, pude distinguir su figura erguida entre todos aquellos. Era otro día, y el susto casi me había hecho omitir el hambre y el frío en mi ser. Aquél me lanzó una gran bola de trapos, de entre los cuales se encontraba mi ropa:

¡VÍSTETE! Y EMPIEZA A LIMPIAR EL LUGAR —dijo con aquella voz tan horrible. Miró a una esquina—. DE MODO QUE NO COMISTE.
—Yo… ¡lo siento mucho! Es que…no estoy acostumbrada a ese…tipo de alimentos.

Esperé que aquella creatura me volviera a gritar, pero en lugar de eso, se me quedó mirando fijamente. Yo me llevé los trapos al cuerpo, ante la pena de estar casi desnuda frente a un ser masculino:

VEN CONMIGO.

Apenas logrando levantarme, lo seguí, y lo primero que noté fue el aroma a podredumbre alrededor de los restos roídos por las demás creaturas. Me llevó al lugar del día anterior, con la creatura sentada. Como aquella vez, mi captor se arrodilló ante ella, silbando guturalmente mientras murmuraba algunas cosas. Si lo que decía realmente lo proclamaba en voz alta, nunca me enteré debido al cansancio. Unos momentos después la creatura volvió a erguirse, ordenándome que me mantuviera en ese lugar, cerca del trono, quien era el ser sentado. Así lo hice, sin fuerzas para poder discutir. De esa forma, la creatura se largó, y me dejó sola con el silencioso ser. Me quedé mucho rato, con el estómago rugiéndome, llevando una lucha encarnizada en mi interior sobre si realmente comerme aquella pierna. Me dispuse a distraerme con observar al ser atrapado entre las raíces, pero sorpresivamente, éste pudo girar la cabeza hacia mí, asustándome:

—Oh, no temas niña, no era mi intención sorprenderte…

Su voz, a pesar de su aspecto, era suave, bastante suave. No supe si realmente responderle o quedarme callada, por lo que sólo asentí, pero me abracé a mí misma:

—Comprendo que tengas miedo, pero de mí puedes evaporar toda duda. Ven, acércate, por favor…

Me mantuve en mi lugar, desconfiada, incluso negando con mi cabeza. Escuché que aquél suspiraba un poco, pero soltaba una suave risa al viento:

—Está bien, no pasa nada, comprendo que por mi aspecto me juzgues. No sabes si endulzar mi lenguaje obedece a la razón de un engaño trágico, pero me temo que sin confianza, nunca podrías saber la verdad, ¿o si?

Poco a poco me sorprendía más su lenguaje, el cómo se expresaba conmigo, totalmente contrario a los demás seres que por ahí rondaban. Me aclaré la garganta:

—¿Quién es usted?
—Alguna vez, fui conocido por el nombre de Sebastián…pero ahora, fungo como ente intocable en el bosque de los sometidos.
—¿Bosque de los sometidos?
—Así es, pequeña —me dijo suavemente—. Aquí yacen las almas de seres que fueron abominables en vida, sometidos a tomar forma de acuerdo a sus actos atroces, revelando la realidad monstruosa de su ser.
—Qué horrible… —dije, entre asustada y sorprendida—. Pero… ¿por qué usted es diferente? Usted no parece alguien malo.

El ser guardó silencio, durante tanto rato, que creí que no volvería hablar. Sin embargo, escuché una especie de tosido proveniente de él, como si intentara gritar, cosa que nunca logró:

—¡Es maravillosa la mente de un niño! Capaces de ignorar la maldad en los seres más lastimados. Mi querida niña, debo confesar que cuando caminaba entre los vivos…si realicé actos abominables, cosas de las que ahora, no me enorgullezco en lo más mínimo.
—Pero si es así… ¿por qué se encuentra atrapado?
—Cuando yacemos en el bosque de los sometidos, nuestra naturaleza monstruosa nos vuelve una creatura más de estos alrededores, obligados a sucumbir a nuestro instinto básico de asesinar, violar, y destruir. Pero yo…me he rebelado a esos instintos, y por eso, estas raíces me aprisionan.
—¡Eso no es justo! Tal vez pueda soltarlo…
—¡No te acerques! —me dijo apremiante, por lo que volví a permanecer en el suelo—. Agradezco tu gesto de bondad, pero me temo que no cambiaría nada. Merezco estar aquí, pequeña. Confía en mis palabras.
—Vale… —dije volviendo a abrazarme a mi misma—. A todo esto, ¿qué hay del sujeto erguido?, del que se fue. Él habla y no actúa como el resto.

Aquél volvió a quedarse en silencio, pero no fue tan prolongado esta vez, aunque no hubo mayores ruidos como la vez pasada:

—Él se llama Garuth, y era un gran guerrero…un elegido.
—¿Un elegido? ¿De qué?
—No me sorprende mucho que no lo sepas, aún sabiendo que tú también eres una.
—¿Yo? No entiendo nada.
—Te lo explicaré, pequeña —me dijo con suavidad, como un padre a punto de contarle una historia a un niño—. Desde el mismo origen de los tiempos, ha existido el mal, en múltiples formas, en todo tipo de lugares. Una vez, el mal amenazó con consumirlo todo, de no ser por la luz que, concibiendo a una estirpe de campeones, lograron mantener a raya las fuerzas de la maldad. Aquella generación de guardianes, son conocidos como los elegidos. Hasta nuestros días, la lucha sigue constante, adoptando nuevas formas, nuevos escenarios, pero el linaje del elegido se ha mantenido a través de las épocas, hasta llegar a ti.
—No provengo de un linaje muy digno que digamos… —le dije seriamente—. Pero a todo esto, ¿qué pasa con Garuth? Si era un elegido, ¿por qué terminó aquí?
—Pues, no deberías escucharlo de mí, pero ya que deseas saber… —dijo tomando aire por un momento—. Garuth, en vida, según entiendo, era un poderoso elegido, temido y respetado por varias fuerzas, pero cuando un ser querido fue asesinado por las filas de la maldad, sucumbió a la rabia, al odio, y sobre todo, a la soberbia, asesinando a todo aquel que lo desafiara. Cayó muerto en estos lugares, y terminó siendo uno más, pero debido a su linaje, conserva ciertas características humanas.
—Él no me parece humano —dije tajantemente.
—Pequeña niña, sé que has sufrido mucho, pero no debes juzgar al pobre Garuth, en especial desde que él decidió aventurarse en los exteriores para traerte comida.
—¿Qué? —pregunté sorprendida—. Garuth… ¿me quiere traer comida?
—Si. De hecho, yo se lo sugerí debido a que no creía que tu pequeño sistema pudiera digerir partes de la anatomía humana.
—Ya, claro —dije más cansada que interesada—. No sabía que un lugar así existiera. Y yo creía que tenía una vida mala.
—Hay cosas peores, y puedo entenderlo. Percibo tu sufrimiento, por lo que has pasado, a tu edad…tan joven. Presiento que Garuth no tarda, así que no desesperes.

Me quedé en el mismo sitio, sentada, abrazando mis piernas, sintiendo los temblores de mi estómago pidiendo por algo de comer. Cerré mis ojos, víctima del cansancio, pero no estuve así mucho tiempo al escuchar los rugidos de las creaturas en todo el lugar. Garuth había regresado, y casi arrastrándome a la habitación donde me tenía confinada a limpiar, me dejó en el mismo rincón que había ocupado para dormir la anterior noche. Me arrojó algunas cosas frente a mí, y pude notar con asombro cinco cajas de Burger King, y el aroma a papas y carne cocida llegó a mis fosas nasales, despertando un desesperado impulso que me hizo arrebatar las cajas casi en el acto, abriéndolas, y sacando lo que tenían. Me devoré la primera hamburguesa, junto con sus papas y el refresco que contenía, por lo que proseguí con la segunda, y la tercera, calmándome un poco al sentir cómo mi cuerpo recuperaba fuerzas al consumir el anhelado alimento. Apenas y noté que Garuth no me observaba, sino que su rostro daba a la parte de abajo del castillo, por lo que aun con una bolsa de papas en mis manos, me levanté un poco para ver qué observaba; dejé de comer ante la visión de cinco cuerpos roídos por las fauces de las creaturas. ¿Pero de dónde había sacado la comida mi carcelero?, ¿se la había robado a esos chicos?, ¿yo provoqué todo ello? Empecé a sentirme mal, y no necesariamente por comer tan rápido:

NIÑA.
—¡He! ¿Si?
¿TE SIENTES MEJOR?
—Yo… ¡si! ¡claro! —le respondí nerviosa. Miré las cajas en el suelo. ¿Qué había provocado?
BIEN —Garuth estaba por marcharse, pero lo detuve.
—¡Espera! —me miró ferozmente, por lo que me asusté, pero mi voz fue firme—. Gracias.

Su monstruoso rostro se me quedó observando, y tal era su deformidad que no supe descifrar lo que pasaba por su mente. Desvió la vista, finalmente yéndose de la habitación. Con rapidez tomé los harapos de la mañana, y los deshice para comprobar que podía usar, pero por desgracia estaban destruidos. La mucosidad en mi nariz me estaba indicando que el frio no me sentaba bien, ya que dentro de poco comenzaría a estornudar. Me volví a mi esquina, como un perro derrotado, terminándome las papitas de forma automática. Más tarde, el frio empezó a ser más intenso, y varios temblores me suplicaban por algo con lo que cubrirme, pero sabía que no tenía nada al alcance para cubrir tal necesidad. En eso, sentí el golpe de algunas cosas que me arrojaron sin previo aviso, lo que me hizo percatarme de la presencia de Garuth, quien impidiendo cualquier contacto visual, se sentó en el pequeño catre de aquella habitación. Examiné lo que me había lanzado, y comprobé que era ropa, y unos cobertores, cosa que me alegró demasiado, poniéndome al instante los pantalones color caqui y una playera blanca, para luego cubrirme con lo demás que se me había dado. Garuth me daba la espalda, pero yo formé hacia él algo parecido a una sonrisa, sabiendo que viviría un día más después de todo:

DIME UNA COSA, NIÑA —dijo inesperadamente—. SI TUVIERAS LA OPORTUNIDAD DE LARGARTE, ¿LO HARÍAS?

Me le quedé viendo entre las sombras, sorprendida ante tal cuestión. Nunca imaginé que aquel ser, tan salvaje la primera vez que lo conocí, tuviera la mentalidad para expresarse de una forma más civilizada, aunque su lenguaje no fuera nada amistoso. Carraspeé, pensando en su pregunta, sin dejar de observarlo cubierta de cobertores, y de pronto, una profunda tristeza se había apoderado de mí, recordando los sucesos de días pasados. Muerte, sangre, entrañas, brutalidad, todo en un corto periodo de tiempo:

—No —respondí sinceramente.
¿POR QUÉ?
—Porque… —algunas lágrimas salían de mis ojos en forma silenciosa—. Porque no tengo a donde ir.

La silueta espeluznante de Garuth se había movido, percatándome que ahora él me observaba. Quise secar algunas lágrimas de mi rostro, ¿pero qué importancia tenía?, ¿para qué hacerse la valiente?, ya no tenía hambre, ni frío, incluso podría decirse que no tenía miedo. Pero si me sentía triste. Él volvió a darme la espalda, aunque yo ya lloraba abiertamente:

AQUELLA QUE CON VOLUNTAD ENTRE AL BOSQUE… —susurró Garuth, aunque no lo comprendí—. ¿ÉL TE DIJO MI NOMBRE?, ¿QUIÉN ERA…?
—Si.
¿TE DIJO ALGO MÁS?
—Que yo era como tú —le respondí, finalmente secando algunas de mis lágrimas—. Una elegida.
¿Y SABES LO QUE SIGNIFICA SER…ELEGIDO?
—…No.
¿QUIERES SABERLO?

Me sentí extraña, por la situación, por aquellas preguntas, por lo vivido anteriormente, pero cuando trato de mirar más allá de toda aquella situación, no logro vislumbrar nada más, apenas vestigios de un pasado doloroso. Si, ya no sentía aquel dolor, aquella angustia, aquel terrible miedo que no me dejaba dormir por las noches, siempre a la espera de un monstruo para probar mi carne. Pero todo ya era diferente. ¿Qué daño me haría saber más de aquel mundo, donde los monstruos también sufrían? Asentí con seguridad, esperando cualquier reacción, una que jamás sucedió, sólo hubo una pregunta: ¿cuál era mi nombre?

—Sally… —le dije dedicándole una sonrisa—. Sally Myers.

. . .

No me costó mucho el adaptarme a mi nueva vida, quizá porque, inconscientemente, yo deseaba alejarme del constante infierno de mi antiguo hogar. En los meses siguientes, Garuth me explicaba muchas cosas con respecto al linaje de los elegidos, aunque no era algo diferente a lo que me dijo el ser sentado, además de que sólo sabía decirme para qué sucedía, pero nunca la causa primordial, ¿por qué existían fuerzas sobrenaturales malignas que se dedicaban a la matanza y la locura de la humanidad? Él nunca supo explicármelo, por lo que dejé de insistir en esas cuestiones. Pero el cómo Garuth podía ver en mí lo de ser elegida, eso si era interesante. Por lo que entendí, como elegidos, tenemos ciertos dones, ciertos poderes, y esas energías nos conectan sin importar nuestra condición o el lugar donde estemos. Mientras exista el mundo, los elegidos existirán, y mientras éstos permanecen, la maldad también lo hace, en todas sus formas.
Sin embargo, había cuestiones que detestaba, y era la execrable condición de los otros sometidos, motivados por su hambre de violencia y carne humana. Muchas veces he visto cómo viajeros curiosos rondan por las noches el castillo que sirve de guarida a estos condenados, y los he visto perecer en medio de terribles gritos que no dejan mi conciencia tranquila durante largas noches. ¿Qué podía hacer?, ¿decirles que no lo hagan? Bueno, lo he hecho, pero ninguno hace caso, ¡no por maldad!, sino porque no pueden evitarlo, no pueden ser libres, no pueden aspirar a otra cosa. Garuth me escucha a veces, pero el igual sucumbe a la necesidad de matar, por lo que tengo que quedarme con el sentado, quien es el único que realmente comprende mi pesar. Por ello, un día me dispuse a hacer algo diferente: vigilancia. Me permitían salir fuera del castillo, sabiendo que siempre volvería, y mientras rondaba las afueras del bosque, me permití improvisar letreros que indicaban una zona peligrosa, o que se mantuvieran alejados de aquellos caminos. Igualmente, algunas personas perdidas se dirigían al lugar, y yo lograba que tomaran otra senda. Eran esas pequeñas acciones las que me hacían sentir mejor conmigo misma, y me permitían dormir plácidamente por las noches. Pero claro, no siempre lo lograba. Lo peor era cuando tenía contacto con las víctimas, cuando habíamos establecido un contacto cercano, e ignoraban mis advertencias sobre el castillo. Al borde de la muerte, me suplicaban por ayuda, que los dejara libres, y yo…siempre tenía que mirar hacia otro lado, con lágrimas en los ojos. Era un juego enfermizo, donde a veces ganaba, a veces perdía, ¿pero porque me mantenía en aquel lugar? Era muy sencillo: deseaba ayudarlos, quería liberarlos, y no descansaría hasta tratar de idear una forma práctica de hacerlo. Pero eso me tenía en la encrucijada de querer abandonar, porque si dejaba aquel sitio, ¿cuántas víctimas morirían?, ¿cuántos incautos terminarían en las fauces del bosque de los sometidos? Igual había muertes, pero como dije, eran los pequeños actos de valentía los que hacían la diferencia. Pero ni todo el valor me preparó para lo ocurrido en la última vigilancia.
Me recuerdo de rodillas, temblando, ante la visión de un autobús instalándose cerca de aquel lugar. El logo en los costados de los vehículos era inconfundible, perteneciente a una institución escolar llamada Preparatoria Haghdien…mi antigua escuela. “No podía ser…no podía ser”, me repetía a mí misma con desesperación, maldiciendo tal casualidad, quiero decir, ¿cuáles eran los probabilidades…de que ella viniera? Y efectivamente, la vi, mi antigua profesora de inglés, la señorita Jessica Stresser.
No era miedo lo que tenía, sino un tremendo pavor por lo que podría suceder. Aparentemente, ellos estaban en una especie de viaje escolar, y se instalaron aquí en una especie de campamento, ¿pero a qué idiota se le pudo haber ocurrido acampar por estos lugares? Inconscientes del peligro que corrían, empecé a formular un plan para alejarlos de ahí. Podría decir que sólo quería salvarla a ella, pero no podía permitirme eso, ¿cómo iba a poder vivir conmigo misma? Apenas y podía hacerlo en ese entonces. Respiré profundo, y los observé detenidamente formulando el mejor curso de acción. Jessica sin duda era la que estaba a cargo, así que si lograba acercarme a ella, y le explicaba de cierta forma la situación, salvaría más de un alma en ese día. Era un buen plan, y rezaba por llevarlo a cabo. Afortunadamente, mi antigua profesora se había alejado del grupo, explorando una zona apartada del bosque, por lo que aproveché para acercarme un poco, pero en mi descuido pisé algunas ramas, y ella se puso alerta, gritando si había alguien ahí. Suspiré nuevamente, y salí de mi escondite con las manos en alto. ¿Su primera reacción? Silencio, pero ante la sorpresa de volver a verme, por lo que se acercó para verme con mayor claridad, cerciorándose de que no se equivocaba:

—¿Sally? —preguntó sorprendida—. ¿Eres tú?
—Hola señorita Stresser. No quería asustarla —le dije, apenada por mi mugroso aspecto.
—Por dios…mírate, tú… ¿dónde has estado, niña? Yo…

Me le quedé mirando con curiosidad, siendo que no era normal que titubeara tanto al expresarse. Llevaba sus manos a la boca, luego a su frente, mirándome sin poder creerlo. Por un momento me sentí incómoda, pero no pude evitar sonreír ante sus gestos tan chistosos. Sin más, corrió hacia mí, abrazándome, y aunque me vi sorprendida, por unos momentos olvidé lo que tenía que hacer, dejándome llevar por el calor de su cuerpo. La extrañaba mucho, a mi maestra, mi Jessica, aquella mujer que por un par de clases, fungió como la madre que nunca tuve, y también como…

Dejé de abrazarla, adoptando un semblante serio.

Ella notó mi abrupto cambio, preguntándome qué me pasaba. Desvié la vista de su rostro, ¿cómo pude pensar que ella y yo…? Era algo imposible, ¡ni siquiera por la edad!, sino por…no saber nada la una de la otra. Pero mi amor por ella seguía intacto como la primera vez, por lo que retomando mi valor, contemplé sus hermosos ojos, casi con súplica:

—Profesora, tiene que escucharme, y le pido por favor que confíe en mí.
—¿De qué hablas? ¿Qué ocurre?
—Tienen que irse —le dije firmemente—. Usted, y los demás que hayan venido. Deben irse, ¡ya!
—¿Pero por qué? ¿Qué sucede? —me dijo, acercándose a mí—. Sally, si sucede algo, te puedo ayudar.
—¡Entienda, por favor! No tenemos mucho tiempo, sino ellos…
—¿Ellos? ¿quiénes? —preguntó preocupada—. ¿Alguien quiere hacerte daño? N-no pasa nada, Sally. Llamaremos a la policía y…
—¿Qué no me está prestando atención? Dije que deben irse —le dije, aguantando mi necesidad de llorar—. Por favor, se lo pido…
—Pero Sally, acabamos de llegar y… —dijo tratando de llegar a mí, pero yo retrocedía con cada intento—. Y no me pidas que te deje aquí.
—Tiene que hacerlo —le dije, recuperando firmeza—. Sé que suena extraño, pero debo pedirle que confíe en mí.
—Sally…

Ella intentó alcanzar mi rostro con su mano, pero yo volví a alejarme, esta vez, dándole la espalda. Me dolía dejarla, siendo que una parte de mí quería quedarse con ella, irse con ella a cualquier otro sitio, pero…mi lugar era aquel. Le dije que se fuera una última vez, indicándole que de lo contrario, todos morirían. Su silencio fue lo último que me llevé antes de arrojarme al bosque. Corrí entre arbustos y troncos quemados, dirigiéndome al castillo, rogando que mi antigua profesora atendiera mi aviso, permitiendo que los demás vivieran. De pronto, escuché un ruido cercano, y me dirigí rápidamente al lugar donde provenía, encontrándome a algunos sometidos rodeando de forma peligrosa a un par de chicas; al parecer, las habían dejado explorar un poco. Con la adrenalina a tope, utilicé uno de los troncos frente a mí como impulso para brincar, embistiendo a uno de los condenados con tremenda fuerza. Les grité a las niñas que se largaran, y que les dijeran a los demás que abandonaran aquellos caminos, y mientras ellas se alejaban, me sorprendí al verme protegiendo a personas que seguramente antaño hubiera dejado morir, aunque creo que eso provoca la soledad, siendo que a veces, te permite apreciar la vida y su belleza. Pateé al otro condenado, tumbándolo al suelo, y con una rama, seguí atacándolos lo suficiente para que me siguieran al castillo, donde muchos otros condenados estaban por salir dispuestos a cazar lo que encontraran. ¿Qué podía hacer una pequeña niña como yo ante una jauría de bestias humanas? Muy poca cosa, debo decir, siendo que era yo contra todos, blandiendo un pedazo de madera y mis patadas para hacerme frente, aunque un rugido que alejó a todos los sometidos de mí, era lo que realmente me preocupaba. Nos miramos, él con su acostumbrado y feroz semblante, mientras que yo lo observaba decidida en mi cruzada:

SALLY… —me nombró seriamente—. ¿QUÉ PRETENDES?

Sus palabras no eran del todo firmes, pero fueron suficientes como para hacerme temblar. Si antes creía que no tendría ninguna oportunidad contra todos los condenados, mucho menos con Garuth, quien no sólo conservaba algunas características de su antiguo ser, sino también su fuerza y destreza. Una niña contra un guerrero. Lo miré nuevamente, teniendo el rostro de Jessica siempre en mis pensamientos:

—Perdóname, Garuth…pero no puedo dejarte tenerlos…no a éstos.

Un silencio inundó el lugar, y su mirada nunca se despegó de mí. El resto de los sometidos nos rodearon, como esperando a ver quién tiraba el primer golpe. Yo no deseaba luchar con Garuth, pero no tenía opción:

MUÉVETE.

Por unos momentos volví a contemplar a aquella creatura feroz y salvaje que vi la primera vez que llegué a este sitio, y un miedo terrible se apoderó de mis piernas. Con discreción, observé hacia las partes altas del lugar, notando cómo de alguna forma, el sentado nos observaba sin intervenir ni decir. Sonreí en su dirección, para luego volver a mirar a Garuth. Si era una elegida, era momento de comprobarlo:

—No lo haré.
ENTONCES NO ME DEJAS OPCIÓN.
—Ni a mí tampoco.

Se movió hacia mí, por lo que intenté embestirlo, pero él con suma facilidad me apartó de un golpe, lanzándome por los aires, hasta chocar con el duro suelo de concreto. Sin importarme, le lancé el madero que tenía en mis manos, impactándolo contra su nuca, haciendo que éste se regresara hacia mí. No podía ganarle, era obvio, pero podía asegurarme de que él perdiera, distrayéndolo lo suficiente. Me levanté, y con todas las fuerzas que mi pequeño cuerpo me permitían, lo abracé tratando de derribarlo, cosa que me resultó imposible, y más cuando él me levantó por la cintura, tumbándome de nuevo contra el piso. Sentí la tensión en mi abdomen, pero aún así me puse de pie, lanzando un manotazo contra su pecho, cosa que me dolió más a mí finalmente. Sin previo aviso, sentí una fuerza demoledora impactar contra mi mejilla, la cual sacudió todo mi cuerpo hasta derribarme nuevamente; sentí uno de mis dientes crujir y el sabor metálico manifestarse en mi lengua. Escupí al suelo, tratando de levantarme:

ES INÚTIL.
—¡Cállate! —dije lanzándome con un puño cerrado a su pecho.
¡DIJE QUE ES INUTIL, SALLY! —gritó, tomándome de las manos, mirándome al rostro—. ¡NO PUEDES GANARME! PUEDO MATARTE FÁCILMENTE, SIN ESFUERZO ALGUNO… ¿POR QUÉ TE LEVANTAS? ¿POR QUÉ INSISTES? ¿QUIERES QUE TE MATE? ¿ES ESO?
—¡NO! —le grité, intentando liberarme.
¡ENTONCES CONOCE TU LUGAR! —dijo arrojándome al suelo—. AHORA QUÉDATE AHÍ.
—No puedo dejar… —dije, levantándome por última vez—. No puedo dejar que les hagas daño.
¿Y A TI QUÉ TE IMPORTA LO QUE LES SUCEDA? ¿POR QUÉ TE PREOCUPAN UN MONTÓN DE DESCONOCIDOS QUE NUNCA SABRÁN QUIÉN ERES? ¿ACASO ALGUIEN SE PREOCUPÓ POR TI EN TU PATÉTICA VIDA?, ¿ALGUIEN SE INTERESÓ EN AYUDARTE? ¡DÍMELO! ¿ALGUIEN SE PREOCUPÓ POR TI?
—¡SI, ALGUIEN LO HIZO! —le grité desesperada—. Alguien se preocupó por mí, ¡alguien como yo!, alguien que me dijo que era más de lo que muchos creían, ¡una elegida! Y aunque aquel que me ayudó perdió la esperanza hace siglos, yo creo firmemente que puedo hacer mucho más. ¡Golpéame todo lo que quieras! Yo me seguiré levantando, ¿pero por qué lo hago?, ¿por qué me preocupa? ¡Porque no quiero que nadie más pase por lo que yo pasé! Y por ello seguiré luchando contigo, seguiré deteniéndote, hasta que encuentre una forma de salvarte a ti también, ¡salvarlos a todos de este lugar! Así que, ¿qué va a hacer? ¡Adelante! Dame todo lo que tengas…

La fuerza de mis palabras retumbó por las formas del castillo durante algunos segundos, hasta sumergir el lugar en otro profundo silencio. Alzaba decidida mis puños hacia Garuth, mientras éste me observaba con un semblante de ferocidad, pero también, con algo de sorpresa. Luego de un minuto así, gruñó hacia los demás, y estos gruñeron también, dispersándose por toda la construcción:

ELEGIDA A FIN DE CUENTAS —susurró Garuth antes de subir las escaleras hacia sus aposentos.

Me quedé ahí completamente pasmada, ¿qué estaba ocurriendo? Miré hacia el sentado que observaba la situación, y me era imposible desde donde estaba leer su expresión, pero me pareció por un momento ver una sonrisa en su deforme rostro. Me volví hacia el bosque, y sonreí al pensar en lo que había hecho: los había salvado. Me senté al pie de la construcción para descansar mi adolorido cuerpo, pero eso no evitó que me sintiera orgullosa conmigo misma por lo que había hecho. Elegida a fin de cuentas, repetí mentalmente, antes de cerrar los ojos y tomar una pequeña siesta, sin temor de que las creaturas me rodearan durante mi sueño. De alguna forma, me sabía invencible.

. . .

Respiré profundamente antes de subir las escaleras. Sabía que él se encontraba allí, siendo que había permanecido en ese lugar desde hace un día y medio, pero nadie se atrevía a molestarlo. Quise pedir consejo al regente del lugar, pero supe que era una situación que debía enfrentar por mí misma, por muy violentas que se pusieran las cosas. Así, trepé un escalón tras otro, hasta llegar a la habitación donde antiguamente me habían confinado. Ahora me hacía gracia eso. Y efectivamente, ahí estaba Garuth, sentado, de espaldas a mí, mortalmente quieto. Cualquiera se hubiera amedrentado con la visión de sus deformidades en mi perspectiva, pero debajo de tal apariencia, yacía el espíritu de un hombre que ha sufrido mucho, un elegido que lo perdió todo. Hasta ese entonces, recordando su historia, sentí lástima de su condición, como también del resto que yacían ahí como creaturas salvajes. ¿Qué clase de Dios permitía la existencia de un castigo tan horrible en el mundo?, ¿qué demonio es tan desalmado como para fabricar tal tortura?
Le llamé una vez, pero como era de esperar, no me respondió. Me acerqué, y él se giró hacia mí, mostrándome un aspecto aterrador, pero yo pude interpretar certeramente la fatiga en sus ojos, por lo que me detuve, y le sonreí discretamente. Como él no estaba dispuesto a echarme, me moví nuevamente hacia él, hasta sentarme a su lado, cosa que sin duda no se esperaba, pero tampoco hizo ademán de apartar mi presencia. Nos quedamos así, en silencio, durante mucho rato, prestando atención a sus respiraciones intercaladas con gruñidos:

MERECEMOS ESTAR AQUÍ, SALLY.

Lo miré de reojo, y aquella fatiga en su mirada se había convertido en una gran tristeza, la misma que me había invadido mis primeros días en ese lugar. Me sentí tentada a tomar una de sus manos, pero me abstuve. Pensé cuidadosamente qué palabras utilizar:

—Tú no eres alguien malo, Garuth.
NO SABES CÓMO FUI…
—¡Pero sé cómo eres ahora! —dije apremiante—. ¿De qué sirve que te lamentes por la eternidad por lo que hiciste, o no hiciste, o lo que pudiste hacer?
—Lo que hice… —susurró pensativo—. Está más allá del perdón.
—Todos podemos ser perdonados.
—¿Tú perdonarías a tu padre por lo que te hizo?

No esperaba esa pregunta, así que sólo me quedé en silencio, sin mirarlo. Sabía que aquel no era el mejor instante para llegar a una respuesta, por lo que decidí irme por la tangente:

—No lo sé —dije en respuesta a su pregunta—. Soy de la creencia de que nuestras acciones definen gran parte de lo que somos, y siendo así, ¿de qué sirve un castigo eterno, cuando son pequeñas acciones las que hacen toda la diferencia?
LAS COSAS NO SON TAN SIMPLES.
—Sé que no —concedí tranquilamente—. Pero es algo muy cierto, porque lo he visto, en mí…y en ti. Y no importa cómo luzcas o que tan feroz quieras parecer ante las demás personas…sé que debajo de todo eso aún existe aquel hombre que luchó por un mundo mejor.
ERES…TERRIBLEMENTE CURSI.
—Es que apenas tengo catorce…

Nos miramos, y en él, pude distinguir una leve sonrisa, no la de un monstruo despiadado o un alma condenada, sino la de un hombre que vive un buen momento al lado de un amigo. Si, creo que era correcto decir que éramos amigos. Más confiada acerqué una de mis manos a una de las suyas, tomándola con delicadeza, cosa que inmediatamente captó toda su atención, pero justo cuando creí que me apartaría, correspondió el gesto con gran calma. Volvió a mirarme a punto de decir algo, pero de pronto, desvió la vista nuevamente hacia otra dirección, cosa que despertó extrañeza en mí. Se levantó, apartándose, y yo lo seguí con la vista, preocupada ante su reacción. Los primeros chillidos de las creaturas me hicieron levantarme a mí también, sólo para contemplar que en las afueras del castillo donde estábamos, había un tumulto de creaturas rodeando algo. Con atención, pude ver cómo una sombra se hacía paso entre los sometidos lazándolos, incluso quebrando sus cabezas con certera brutalidad. Cuando el desconocido se quitó de encima a dos condenados, inmediatamente pude reconocerlo, a través de sus inconfundibles ojos obscuros, los ojos del mismísimo diablo. Era Michael Myers.
El escalofrío de un pasado sin retorno sacudió mi columna, manteniéndome petrificada mientras aquellos ojos, carentes de cualquier emoción, me observaban bajo el hule de una máscara de engañosa blancura. El rugido de Garuth me sacó de mi transe, viendo cómo +este planeaba saltar a la batalla, pero intenté detenerlo de cualquier forma, sabiendo que era causa perdida. Me miró, feroz, pero más que nada, desesperado, ya que mientras lo detenía, aquel monstruo masacraba con dureza al resto de condenados; si, sabía que todos ellos habían hecho actos horribles cuando eran humanos, y permanecían en aquel bosque por el mismo motivo… ¿pero y esto?, ¿aquel paisaje brutal ante mí era lo que debía hacerse?, ¿acaso merecían tal trato? Garuth nuevamente me devolvió a la realidad, arrastrándome hacia otra sección del castillo, cerca de donde residía el sentado. Sacando algunas telas del camino, descubrí unas escaleras que bajaban de la parte trasera de la construcción, encaminándome al bosque una vez más:

¡VETE AHORA!
—¡No!
¡HE DICHO QUE TE VAYAS!
—¿Qué pretendes? ¿Qué te abandone? Es ridículo, entre todos…
NO PODREMOS FRENARLO A ÉL —dijo súbitamente serio.
—¿De qué hablas? ¡Es tan sólo un…!

Pero me callé al no saber qué decir. ¿Michael era un humano? He escuchado suficientes rumores acerca de él como para llegar a la conclusión de que él ha cometido actos dignos de un demonio, sobreviviendo a los ataques más brutales, siempre volviendo de la tumba de alguna forma para volver a asesinar sin la más mínima tregua.
Los chillidos del resto de condenados se habían vuelto más fuertes, como si fueran llantos de sufrimiento. ¿Un solo individuo estaba matando a millones de bestias? Sonaba imposible…pero no para él. Michael no era humano, ¡era un monstruo! No…algo mucho peor. Garuth quería decirme algo más, pero ante los ruidos que peligrosamente se acercaban, me dejó ahí, ante el umbral del escape o la perdición. Escuché sus rugidos feroces, más potentes que los de cualquier creatura, ¿pero por cuánto tiempo?
De pronto, movimientos en una esquina captaron mi atención, asustándome al ver cómo un bulto de lianas y raíces se movía por el suelo. Pero cuando observé mejor, me percaté que había una persona entre las enredaderas. “¡El sentado!”, me dije, y rápidamente corrí hacia él para prestarle ayuda:

¡NO TE ACERQUES!

Mis recuerdos me llevaron al instante donde, por primera vez, al verlo tan abatido en un montón de raíces, intenté liberarlo de su encierro, y él me dijo las mismas palabras. Su voz era distinta, más gutural, profunda, casi distorsionada, por lo que me detuve en el acto. El sentado, quien no lo estaba más, me observó entre sus enredaderas, reflejando un profundo dolor en una sola mirada. Quise acercarme, por desesperación, pero sabía que él me diría lo mismo:

—Debes irte…
—¡No!
—Eso no está a discusión, niña —dijo, gruñendo al ponerse de rodillas—. No queda tiempo, no esperábamos la llegada de algo así.
—¿Pero por qué? —pregunté desesperada—. ¡Sólo es uno! A pesar de todo, él es sólo un loco con máscara.
—Ay mi niña, aún hay cosas que no comprendes —dijo tratando de incorporarse—. Este mundo guarda muchos misterios, cada uno más aterrador que el anterior, y por lo que veo, este mundo, ¡maldito mundo!, sigue atacando a sus creaturas más inocentes… ¿por qué? Dios mío…perdóname.

Entre toda la conmoción de la lucha, podía escuchar sus lamentos claramente, las consecuencias de un pasado misterioso del cual no estaba segura si quería conocer. “Es maravillosa la mente de un niño”, me dijo aquella ocasión, “Capaces de ignorar la maldad en los seres más lastimados”. Recordó cómo le dijo que al rebelarse a su naturaleza maligna, el bosque lo había confinado al suelo, por lo que al ir liberándose de sus ataduras significaba…

Retrocedí. Él lanzó unas leves risas.

AHORA COMPRENDES… —dijo con aquella extraña voz una vez más—. PEQUEÑA SALLY, TÚ DEBES VIVIR, TE CORRESPONDE CAMINAR POR LA TIERRA QUE NOS ES NEGADA A NOSOTROS. DESDE LA PRIMERA VEZ QUE TE VI, TUVE LA CERTEZA DE QUE ERAS UNA ELEGIDA, AQUELLA DESTINADA A LIBRARNOS DEL MAL, Y AÚN ASÍ, A PESAR DE NUESTRO ASPECTO, A PESAR DE LO QUE HACIAMOS…QUISISTE SALVARNOS. TE AGRADEZCO SALLY, QUE EN TUS OJOS, ME PERMITIERAS SENTIR ESPERANZA UNA ÚLTIMA VEZ.
Sentí cómo algunas lágrimas rodaban por mis mejillas. ¡Carajo, si era una chillona! ¿Qué más podía hacer?, ¿sólo decir gracias a irme? ¡Si, quería salvarlos! A todos ellos, sin importar qué. Noté que los rugidos del combate eran más débiles, y escuché con claridad unos pasos acercarse por las escaleras:

NECESITO HACER ESTO, SALLY —dijo, levantándose completamente—. SI HE DE PERECER, LO HARÉ NO COMO UN MONSTRUO, SINO HONRANDO LO QUE VISTE EN MÍ. CORRE SALLY…Y VIVE.

Me dedicó una última mirada, una sonrisa tenue, pero sólo fue como un segundo antes de que sus ojos se consumieran ante un sucio resplandor amarillo, y unas horrendas fauces se asomaran por boca. Se giró corriendo hacia las escaleras, y duros golpes se escucharon. Sequé mis lágrimas, y sin más, di unos pasos por las escaleras, volviendo a ocultar el camino con las telas de antaño. Seguí bajando los escalones, desesperada, asustada, y completamente furiosa con Garuth, con el sentado, con el resto de los sometidos, que en su eterna condena, tuvieron que redimir su salvajismo para proteger a una niña tonta y débil. Llegué a tocar nuevamente el suelo del bosque, y seguí corriendo con el corazón saliéndome por la garganta. Sólo recuerdo que corrí, corrí y así me mantuve hasta que…

Sequé una lágrima de mi rostro.

Miré al esperpento a través del cristal reforzado que nos dividía, para luego lanzar un rabioso golpe a su aprisionamiento, pero como había esperado, él no reaccionó en lo más mínimo. Volví a sentarme, y de forma inesperada, Michael giró su cabeza para contemplarme con sus ojos muertos, permitiéndome avistar por última vez a una chica cuya esperanza yace muerta como todos los recuerdos que prometían un futuro mejor. De igual forma, pude darme cuenta que el asesino no me miraba a mí exactamente, pero tampoco me inquieté, sabiendo a quién tenía a mis espaldas. Me giré hacia el extraño, quien se mantenía oculto entre las penumbras del sótano, pero al hablar, su voz fue clara, pero misteriosa:

—Sally Myers… —dijo tranquilamente—. He venido por ti.
—…Gracias.

Cuando cerré los ojos, fui consciente de las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas, mismas lágrimas que he derramado día tras día durante tres años de interminable dolor. Respiré profundo, esperando el anhelado final, el cierre del telón, el camino que terminaba sin pesares ni rencores. Si, no les guardaba rencor a los chicos, vivimos buenos momentos juntos de todas maneras, además de que siempre supe que este trayecto lo terminaría por mí misma. Y ahora, la obscuridad me llamaba, susurrándome que nací sola, crecí sola, viví sola, y después de todo…moriré sola. Como siempre he dicho: ¡Dios alumbra todas las cosas!…todas excepto a mí.

Adiós a todos.

Fui lindo mientras duró.

Ninguna imagen aquí utilizada me pertenece bajo ningún motivo.
Su uso es sólo con fines de enseñanza y entretenimiento.
Cada una pertenece a su respectivo creador.
Entendido eso, agradezco la atención.

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