sábado, 18 de noviembre de 2017

El último capítulo.

Todo principio, tiene un final.

Esa ha sido, por ley, la creencia de mi vida.

“Al terminar un camino se empieza otro”

Sin embargo, esta es la primera vez, que soy capaz de comprender el significado extraordinario de tales palabras.

Ahora veo su porqué, su función, su motivo.

Nunca hubiera imaginado que algo, que en su momento creí tan simple, cobrara tanta importancia en años futuros.

Porque esas palabras, producto de mi primera historia, son algo más que palabras…

Son mi vida.

Mi momento.

Yo mismo.

He llegado al límite de un viaje,

Mi búsqueda ha concluido,

Pues tengo ante mí,
El umbral de las posibilidades.

.  .  .

EL ÚLTIMO CAPÍTULO
La ascensión del sufrimiento.

Una habitación obscura.

Una habitación luminosa.

Y el atardecer.

Desde niño, siempre me sentí fascinado por los atardeceres, debido tanto a su majestuosa sencillez, como a su inherente atmósfera de fantasía. Mi arte, o mi camino en el arte, nació de un atardecer. ¿Existe, acaso, instante más curioso? Aquellos prolongados minutos donde el fulgor es más resplandeciente y las sombras más marcadas. Un momento, donde la luz y la obscuridad, coexisten en total armonía. Es triste notar, como muchos ignoran la suprema magia de ese tiempo, y el fenómeno tan humano del cual somos testigos en tantas ocasiones.

¿Qué significado tiene un atardecer?

Unión.

Instante.

Cambio.

Es el momento único, en el que toda posibilidad se reúne, en una acción.

Un beso,

Una caricia,

Una promesa.

Y dicha acción, viaja, trasciende toda ley de la existencia, abarcando la realidad misma.

Esa es la razón, por la que los momentos duran poco, casi nada.

Un cruel instante y una divina eternidad.

Y tantos atardeceres nos recuerdan, en nuestra mortal condición, como al terminar un camino se empieza otro.

Nos guían, cálidamente, hacia otro momento.

Otras posibilidades.

Lo que hace a la vida seguir y ascender.

Al igual que el sufrimiento.

Porque si bien, este último es infinito, el atardecer…es eterno.

Para mí siempre lo es.

Un sueño, un despertar, y un inescapable recuerdo.

Y ya sea en la luz, o en la obscuridad, todos nosotros somos como aquel atardecer, porque todos realizamos ese singular viaje entre varios mundos. Es por eso que las aventuras nunca terminan, pues siempre hay nuevas historias que contar, nuevos horizontes por explorar, y nuevas posibilidades por alcanzar. Eso es el atardecer, el símbolo del máximo viaje…la gran travesía del ser humano en búsqueda de ser humano.

Pongo fin, entonces, a mis palabras.

Decido terminar este camino, para así, iniciar otro.

Una historia muere para que otra nazca.

Porque si bien, este es el último capítulo, también es el primero.

El primero de una nueva era.

Y el siguiente de una gran travesía.

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