La travesía
Los pilares del mundo.
El atardecer se despedía.
Su luz, tenue y silenciosa,
aún besaba con amorosa calidez los destartalados restos de humanidad que me
ahogaban con fiereza, y que aún así, me contemplaban con fervoroso interés.
Hacía años que no visitaba aquel sitio, mi pueblo natal, mis corredores, mis
caminos, aquellos que denominé durante una prolongada época como mi patria sin nombre.
Un lugar, donde conocí los pilares del mundo.
Observándolo mejor,
cualquier ignorante vería un terreno baldío sin valor ni esperanza, pero ante
mí, volaban los recuerdos de experiencias inolvidables, donde fui testigo de
las narraciones más fantásticas y desgarradoras que he escuchado en mi vida.
Ese era, y seguirá siendo, mi umbral de las historias.
Caminé un rato por el
lugar, y a mí llegaron las visiones de viejos conocidos, como el tuerto Ramones
y la loca Mireles, así como a la pequeña Judith y al amargado Lucas. Había
muchos otros, cuyos nombres se me han desvanecido, pero era lo que contaban la
razón de mi presencia en ese lugar. Y debo decir, que me siento extraño. Mucho
ha sucedido desde que me aparté de esos senderos, pues ya nada era igual en mi
persona, ni física ni mentalmente. Nunca creí que al volver a aquella miseria
me percataría de lo mucho que he cambiado. En un primer momento, estás
escuchando historias de fantasía, y al siguiente, vives la fantasía para que el
resto sea historia.
Cualquiera que me
observe, lo sé bien, contemplaría a un hombre acabado, un don nadie, un
vagabundo sin expectativas en la vida, un completo fracasado que lo perdió todo
con el pasar del tiempo. Nunca imaginarían, que ante ellos, se presenta la
figura un verdadero héroe, un protector, un salvador…un guardián. Pero eso,
como todo, es historia para un futuro incierto.
En ese instante, lo que
importaba no era yo, sino el lugar a mis pies. Pues como buen vagabundo, llegué
a conocer a más de un alma perdida en los tortuosos rumbos por la sociedad,
aquellos que eran ignorados o sencillamente no queridos, hombres y mujeres que
habían sido rechazados por diversas circunstancias. Toda esa inmundicia, todo
ese dolor y podredumbre, se reunió en un solo punto, un templo erigido al
hambre y la distancia, al cual todas aquellas almas podrían llamar hogar.
Nuestra rutina realmente no era diferente a la de cualquier otro individuo,
exceptuando que nuestro tiempo de vida era mucho menor, debido a las
enfermedades, las adicciones, y una que otra rabieta con las personas
equivocadas. Afortunadamente, puedo decirlo, no sufrí ninguna de las antes
mencionadas (exceptuando, quizá, uno que otro puñetazo), aunque varios
compatriotas, a los cuales tuve el honor de llamarlos amigos, yacen en otros reinos, donde sus existencias son decididas
por la verdad impresa en sus almas.
¿Qué hago en ese sitio?,
¿por qué me sentí obligado a regresar? Quizá porque sentía…nostalgia. El mundo
parece ser el mismo, pero éste se ha mostrado a mí de formas inimaginables,
donde he conocido divinidades y enfrentado abominaciones, donde he vivido la
delgada línea entre la vida y la muerte, y donde he sabido que una decisión es
el punto central de un universo infinito de posibilidades. Volví para
recordarme por qué decido seguir esta travesía, y por quienes he decidido luchar
solo en la próxima gran guerra que nos envuelve. Je, es curioso, pero…aquello
me recuerda una historia que el renombrado, Jul el demente, solía contarme a mí
y al resto de almas perdidas de la tierra.
La historia trataba
sobre un hombre, alguien que poseía grandes aspiraciones y un gran corazón
dentro del pecho. Al buscar trabajo en la enorme ciudad, conoció a una bella
camarera de un restaurante, con quien inició una pequeña relación que duró
sorprendentemente algunos años. Conforme el tiempo pasaba, y su posición
económica se volvía más estable, la mujer quedó encinta, trayendo al mundo a su
primer hijo. De esa forma, con dedicación y esperanza, aquel hombre concretó
una hermosa familia con la que vivió un año entero en una lujosa mansión. Pero
un día, cuando la familia salió a celebrar su primer aniversario, murieron
todos por un accidente automovilístico…
Si, tampoco me esperaba ese desenlace. De hecho,
en aquel entonces, no comprendía el chiste de la historia, pero siempre había
algo que me ponía mal de la misma. El viejo Jul la contaba a menudo, hasta que
falleció una noche por un ataque de tos que no le dejó respirar, pero el
recuerdo de su historia me atormentaba sin saberlo, día tras día, hasta que
hace poco, comprendí el porqué. Aunque parecía no tener sentido, la historia
reflejaba mi propia vida. Aquel anciano, sin saberlo, predicó una de las más
grandes verdades de todo el mundo.
La vida es frágil.
A veces, sólo a veces, no importa cuánto luches,
no importa cuántas esperanzas tengas, no importa que tan buenas intenciones
puedas ofrecer, sencillamente todo puede terminar de un momento a otro, sin
aviso, sin razón alguna. Evidentemente, habrá quienes quieran encontrarle
forzosamente una razón a sus tragedias, un motivo al sufrimiento, y no creo que
tales razones no existan, pero a veces, sólo a veces…las cosas simplemente
suceden. La vida, no es que sea injusta o poco agradaba, sino que es
sencillamente lo que siempre ha sido…
Historias.
Y éstas pueden tener un final feliz, o un final
terrible, ¿quién lo sabe?, ¿quién lo decide? Supongo que sólo podemos decidir
avanzar. O decidir hacer algo al respecto. Y es lo que pienso hacer, por ello
volví a aquel lugar. Existe algo haya afuera, algo silencioso, invisible, algo
que muchos ignoramos, pero que podemos sentir con cada fibra de nuestro ser.
Existe lo extraordinario, aunque no todo es luz en el país de las maravillas.
También existe el caos, el horror, el vacío. Y como tales, poseen acólitos.
A ellos son a los que debo enfrentarme.
Si, la vida es frágil, y cuando llega el
momento, no se puede hacer nada. Pero eso no significa que no pueda intentarlo
con todas mis fuerzas. Por eso decido luchar, por esas historias, por
compañeros caídos, por demostrar que en este mundo no sólo existe la desesperación.
También existe la luz.
Sonriente,
avanzo hacia esa obscuridad.
Los
recuerdos de mis camaradas me bendicen.
Y
dejo que sus historias, tracen mi travesía.
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