[…] Hace un siglo aproximadamente, allá por los años en que vivió
Robert L. Stevenson, la fantasía, el afán por la aventura, por ir un poco más
allá de lo desconocido, aún podía saciarse a ras de tierra, aún no apuntaba,
como hoy, hacia las estrellas […]
[…] Cuando el arte, y
en él la novela, es sobre todo un desafío al lector y muchas veces un oscuro
jeroglífico a descifrar o interpretar, y las historias para jóvenes relatos
interminables de violencia, La isla del Tesoro puede llevar a unos y otros hasta
un mundo distinto de aventura, aquí abajo en la Tierra, más no por ello menos
generoso, porque la mejor fantasía del hombre, adondequiera que vaya,
cualquiera que sea su edad, está dentro de sí, en su capacidad de imaginar a
través de su arte, su corazón y su inteligencia […]
Antes de abordar propiamente los
simbolismos encontrados dentro de esta historia, debo aclarar que mi interés
por la presente novela nació a partir de mi infancia con la película del año
2002, El planeta del tesoro, la cual
es mi favorita dentro de todos los largometrajes animados producidos por
Disney. Es por ello que mi curiosidad me trajo como un navegante primerizo a
estas aguas literarias, introduciéndome en una modesta pero apasionante
aventura sobre un grupo de intrépidos navegantes, quienes se enfrentan con
heroísmo a una horda de sádicos piratas, en la búsqueda de un gran tesoro.
La travesía comienza con Jim
Hawkins, un muchacho que junto a sus padres trabaja en la posada del Almirante Benbow, donde reciben a un
misterioso personaje conocido como Billy Bones, cuya única pertenencia, un
viejo y oxidado cofre, despierta cierta inquietud hacia lo desconocido. Sin
pasar mucho tiempo, otro visitante surge de las tinieblas, un pirata ciego que
buscaba la única pertenencia de Billy Bones, siendo emisario de una gran horda
de rufianes que destruirían el lugar si no se les era entregado el cofre. Sin
embargo, cuando el viejo navegante muere en la posada, Jim junto a su madre
deciden inspeccionar sus últimas posesiones, encontrando así un mapa y un
diario de navegación, lo que directamente lanzaría a Jim a los mares de la
aventura, con el objetivo de encontrar la mencionada isla.
A partir de este punto hay tres
elementos muy importantes que van definiendo al personaje de Jim como el destinado
para esta gran empresa. El primero, el más obvio de todos, es la llegada de
Billy Bones, llevando su misterioso cofre, siendo éste el objeto catalizador
que altera el mundo normal de nuestros protagonistas; el segundo es la muerte
del padre de Jim, donde el joven sufre la pérdida de la figura paternal, siendo
esto un tránsito hacia su propia madurez; y finalmente, la decisión que lo
lleva a tomar el mapa entre sus manos y embarcarse en la cruzada por el tesoro
del capitán Flint.
Es entonces donde se nos
presenta a uno de los personajes más memorables de toda esta aventura,
desgraciadamente sin partes mecánicas en su cuerpo, el legendario John Silver,
el bribón más intrépido de todos los mares. Cuando Jim Hawkins, junto con el
doctor Livesey, hacen los preparativos del viaje, la tripulación viene siendo
un grupo de piratas con la intención de apoderarse del tesoro.
Jim descubre con buen tiempo la
conspiración de los piratas, haciendo que las cosas se salieran de control una
vez llegados a la isla, separándose en bandos dispuestos a matarse entre sí. Aquello
me hace pensar en cómo la historia funge como un ente vivo, en representación
al ser humano, debido a que los personajes que se batieron en esos fragmentos
de la novela, simbolizan nuestras diversas pulsiones, aquellas que nos permiten
aferrarnos a nuestros principios o las que nos hacen sucumbir a la codicia y al
salvajismo.
Pero incluso la novela nos regala la complejidad potencial
de los personajes, tal es el caso de John Silver, quien decide pactar con Jim
para salvar ambos bandos y terminar con la matanza. Podemos resaltar
ampliamente su cobardía en varios momentos de la historia, pero igual hay
ciertos dejos de bondad en el personaje que nos enseñan que incluso el más
terrible rufián puede tener cierto sentido del honor cuando se ve
correspondido.
“Escúchame, James
Hawkins. Tienes la fuerza de tu grandeza, pero tienes que tomar el timón y
decidir tu propio curso. Síguelo, no importa que duela. Y cuando el tiempo
venga a decirte que tienes que izar las velas y ser todo un hombre, yo…espero
estar ahí, recibiendo algo de la luz que emitas ese día”.
John Silver.
El planeta del tesoro.
La novela, en últimas
instancias, aunque en ocasiones podría parecerme pesada la constante
descripción que hace de los personajes involucrados, es rica en contenido, lo
que da realce a toda la travesía página tras página. El ofrecimiento de tantos
datos provoca una narrativa más fluida y que otorga más atención a todos los
detalles durante el transcurso de la historia.
Puedo igual resaltar al personaje de Jim Hawkins como la
figura del héroe soñador, un aventurero que se enfrenta a la adversidad sin
desearlo, cuyo ingenio y habilidad le permiten salir avante en cada prueba. Un
tema a resaltar es igualmente la valentía de este muchacho ante situaciones tan
difíciles, pero que toma la iniciativa de encontrar una solución, desafiando
abiertamente el peligro. Esta esencia es el núcleo del personaje, y aunque en
un principio sólo parecía un muchacho de posada, poco a poco se ve cómo se
adapta a la situación, haciendo brillar toda la fuerza de su grandeza.
Maximilian de Zalce.
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