He aquí una novela de suspenso
por excelencia, prodigiosamente construida hasta el más mínimo detalle, y de la
cual estaba ansioso por expresarme en este espacio. La presente historia nos
relata un viaje entre el mundo cotidiano y la fe sobrenatural, donde un solo
hombre quedará atrapado en la lucha entre la luz y las tinieblas, descubriendo
el auténtico rostro de su opositor.
No soy un especial conocedor de
los relatos policiales, mucho menos de los que involucren los temas de religión
desde varias perspectivas, así como tampoco conozco muchas obras del presente
autor, pero debo decir que me sentí impresionado por una historia tan
alucinante, en los que se ven reflejados tantos aspectos de nuestra propia
humanidad, ya sea la protección o la destrucción de nuestro propio espíritu.
Aviso que hay spoilers a continuación.
Mathieu Durey, inspector de la
Brigada Criminal, se ve envuelto en el caso más desafiante de su vida, pues el
aparente suicidio de su gran camarada, Luc Soubeyras, le hace querer investigar sus
motivaciones, provocando que conozca algunas facetas de su mejor amigo que no
conocía hasta ese momento. Y lo peor, es que sus averiguaciones apuntan a que
su casi hermano se hallaba envuelto en una especie de obsesión por la maldad,
una fascinación casi enfermiza por todas sus formas, lo que le hace dudar si
realmente conocía a su compañero Luc. Aquello le hará investigar más a fondo el
asunto, hasta que al atar algunos cabos sueltos, lo lleven al mismísimo
Vaticano, donde descubre la existencia de unos individuos distintos a los
demás, aquellos que han contemplado las tinieblas luego de haber atisbado a la misma
muerte, una serie de casos a los que se les denomina como Los Sin Luz.
El asunto se torna más agobiante
cuando una serie de asesinatos se da a conocer, y el modus operandi
desconcierta incluso a los más experimentados, siendo que las víctimas son
torturadas induciéndoles el proceso de la muerte, pudriendo sus cuerpos hasta
la locura. Todo en nombre del maligno, una declaración de guerra contra la
hueste celestial.
Los peones del diablo se mueven
entre las sombras, mientras los fieles justicieros de la iglesia tratan de
llegar al fondo del asunto, pues aparentemente cada uno de esos siervos
diabólicos fue inducido a ser un Sin Luz, vivir la muerte para encontrarse con
Satanás en el infierno, y volver al mundo de los vivos para esparcir su
palabra. Alguien estaba creando asesinos que pronto se extenderían por la
nación, a menos que Mathieu llegara al fondo del asunto.
A través de la decadencia, el
apocalipsis se desata en formas inimaginables, y los rostros del pasado se
tornan más esquivos a la hora de ejercer la justicia divina. Luc Soubeyras
despierta, aparentemente realizado por haber visto algo en el velo de la
muerte. Menciona que ha visto al diablo.
Luc se proclama como el autor de
la obscuridad, quien ha estado jalando de los hilos todo el tiempo para
esparcir la palabra del opositor. Con destreza, el representante del demonio
construye la prueba final para su enemigo, el último escenario donde se vería
el desenlace entre estas grandes fuerzas de la naturaleza. Las memorias traen a
la mente del Inspector los momentos que compartió al lado de quien creía su
gran amigo, aquel con quien decidió luchar por la justicia y enfrentarse a
todas las formas del mal. ¿Cómo nunca notó que él ya estaba corrompido?, ¿cómo
nunca se percató de las incesantes tinieblas en su mirada?
Hasta este punto el libro maneja excelentemente todos los
detalles de una investigación policiaca, sumada a la descripción del lugar
haciendo de ésta una narración bastante disfrutable. El personaje de Luc
Soubeyras pasó a ser uno de mis favoritos, pues su ingenio y completa
indiferencia por la vida humana, lo hacen simbólicamente el antagonista idóneo
de esta obra del suspenso, sin mencionar que nos regala el enigma de si la
novela realmente tuvo algún indicio sobrenatural.
“Si ha habido un verdadero Sin Luz en este caso,
ha sido Luc. No ha inventado nada. Sus actos correspondían a órdenes de una
entidad superior. No hemos encontrado al diablo pero sí su sombra proyectada, a
través de Luc”.
De cualquier
forma, la novela no sólo nos regala la analogía de un conflicto milenario, sino
que explora el potencial que existe en todos nosotros por cometer los actos más
terribles, así como la proclamación de una fe auténtica en los momentos más
sombríos. Mathieu Durey, el héroe de esta historia, se comprende en un mundo
bastante complicado, donde tiene que lidiar día a día con lo peor de la
humanidad, volviéndose cada vez más insensible y perdiendo total esperanza en
lo que antes creía. Pero esos conocimientos lo vuelven fuerte, es la esencia
que lo transforma en un protector, y aunque se debate constantemente entre la
salvación absoluta y un abismo sin fondo, este madero con coraje es la parte
decisiva en todos nosotros de seguir a través del valle de la muerte, y
construir la luz que guiaría al mundo a un nuevo mañana.
Maximilian de Zalce.
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