miércoles, 31 de mayo de 2017

El Ocho.


“El ajedrez es la vida”

Así inicia una apasionante anécdota de suspenso, donde los pasajes de la historia nos cuentan entrelíneas, la existencia de un objeto con un poder milenario, cuyo intrincado diseño conserva la clave de la infinidad y la gracia divina. De entre muchas novelas que he tenido la oportunidad de leer, ésta es una donde su sola construcción me parece excelentemente llevada, y todos los personajes que se incluyen están justificados de principio a fin. Como todo buen juego de ajedrez (y quiero aclarar que no soy ningún experto) todo se deriva de una estrategia sólida, y la voluntad de llevarla a cabo en cada singular movimiento. Sin embargo, aquello no nos rescata del azar y lo desconocido, aquel terreno de inventiva que nos puede sorprender con pasadizos inesperados, y creo que no hay mejor manera de describir a este libro.
Todo comienza en la abadía de Montglane, ubicada en la Francia de 1790, durante la “la primavera sangrienta”, denominada así por los cerezos que habían florecido temprano, mucho antes de que se derritieran las nieves de las altas cumbres. Aquí conocemos a Valentine y Mireille, dos hermanas cuya inocencia las hace ignorantes del destino que pronto se les encomendará, pues las monjas de la abadía se congregan para dar un aviso urgente. El discurso poco a poco se vuelve una historia que transcurre en los tiempos de Carlomagno, en donde se describe con especial atención un tablero de ajedrez, el cual se dice que es de un valor incalculable, no por su calidad artesanal o la sustancia de sus piezas, sino por el enorme misterio que posee en su interior.
La abadesa concluye esa historia afirmando que el tablero existe, y que yace escondido en la abadía. Siendo que distintos personajes buscan hacerse con él, a las monjas les pareció que lo mejor sería llevarlo a otro sitio para que no cayera en manos equivocadas. De esa forma, el enorme tablero, así como sus piezas, son distribuidos entre diversas encargadas cuya misión será permanecer en el anonimato hasta que todo esto termine. Valentine y Mireille no tienen más opción que abandonar la abadía, a sus hermanas, a la mujer que fue como una madre para ellas, y embarcarse en una terrible aventura de codicia y asesinato.
La novela nos transporta a un tiempo más conocido, la nochevieja de 1972 en Nueva York, donde conocemos a nuestra querida Catherine, experta en ordenadores, cuyo espíritu tenaz le impide cometer una corrupción dentro de la empresa donde trabajaba, lo que le acarrea un problema serio con sus superiores, quienes deciden enviarla fuera del país. Tratando de distraerse del tema, decide acudir a una breve celebración organizada por unos cuantos de sus amigos, en donde no sólo conocerá la leyenda del ajedrez milenario, sino a una pitonisa que adivinará su posible futuro con respecto a ese artefacto.
La novela comienza a manifestar lo que sucedió en el pasado y lo que sucede en el presente, siguiendo las peripecias de las hermanas Valentine y Mireille durante la revolución francesa, el cómo algunos personajes históricos como Napoleón o Catalina la Grande buscan hacerse con el ajedrez de Montglane; y en cuanto a Catherine, poco a poco se dará cuenta que la búsqueda de aquel objeto aún persiste, y diversos jugadores fungen en los bandos de las piezas blancas y las piezas negras, eliminándose con lentitud hasta alcanzar su objetivo.
Como un juego de ajedrez, cada personaje va cumpliendo el objetivo de su travesía, siendo la precisión matemática y el ingenio las únicas herramientas con las que cuenta cada peón para encarar el peligro. Y como el presente juego ya lo ha sugerido, siempre existen dos lados que se debaten constantemente por la victoria y la sumisión de sus oponentes, pero lo que realmente impresiona es quienes resultan ser los soldados de la luz y los caballeros de la obscuridad.

Maximilian de Zalce.

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