“El ajedrez es la vida”
Así inicia una apasionante
anécdota de suspenso, donde los pasajes de la historia nos cuentan entrelíneas,
la existencia de un objeto con un poder milenario, cuyo intrincado diseño
conserva la clave de la infinidad y la gracia divina. De entre muchas novelas
que he tenido la oportunidad de leer, ésta es una donde su sola construcción me
parece excelentemente llevada, y todos los personajes que se incluyen están
justificados de principio a fin. Como todo buen juego de ajedrez (y quiero
aclarar que no soy ningún experto) todo se deriva de una estrategia sólida, y
la voluntad de llevarla a cabo en cada singular movimiento. Sin embargo,
aquello no nos rescata del azar y lo desconocido, aquel terreno de inventiva
que nos puede sorprender con pasadizos inesperados, y creo que no hay mejor
manera de describir a este libro.
Todo comienza en la abadía de
Montglane, ubicada en la Francia de 1790, durante la “la primavera sangrienta”, denominada así por los cerezos que
habían florecido temprano, mucho antes de que se derritieran las nieves de las
altas cumbres. Aquí conocemos a Valentine y Mireille, dos hermanas cuya
inocencia las hace ignorantes del destino que pronto se les encomendará, pues
las monjas de la abadía se congregan para dar un aviso urgente. El discurso
poco a poco se vuelve una historia que transcurre en los tiempos de Carlomagno,
en donde se describe con especial atención un tablero de ajedrez, el cual se
dice que es de un valor incalculable, no por su calidad artesanal o la sustancia
de sus piezas, sino por el enorme misterio que posee en su interior.
La abadesa concluye esa historia
afirmando que el tablero existe, y que yace escondido en la abadía. Siendo que
distintos personajes buscan hacerse con él, a las monjas les pareció que lo
mejor sería llevarlo a otro sitio para que no cayera en manos equivocadas. De
esa forma, el enorme tablero, así como sus piezas, son distribuidos entre
diversas encargadas cuya misión será permanecer en el anonimato hasta que todo
esto termine. Valentine y Mireille no tienen más opción que abandonar la
abadía, a sus hermanas, a la mujer que fue como una madre para ellas, y
embarcarse en una terrible aventura de codicia y asesinato.
La novela nos transporta a un
tiempo más conocido, la nochevieja de 1972 en Nueva York, donde conocemos a
nuestra querida Catherine, experta en ordenadores, cuyo espíritu tenaz le impide
cometer una corrupción dentro de la empresa donde trabajaba, lo que le acarrea
un problema serio con sus superiores, quienes deciden enviarla fuera del país.
Tratando de distraerse del tema, decide acudir a una breve celebración
organizada por unos cuantos de sus amigos, en donde no sólo conocerá la leyenda
del ajedrez milenario, sino a una pitonisa que adivinará su posible futuro con
respecto a ese artefacto.
La novela comienza a manifestar
lo que sucedió en el pasado y lo que sucede en el presente, siguiendo las
peripecias de las hermanas Valentine y Mireille durante la revolución francesa,
el cómo algunos personajes históricos como Napoleón o Catalina la Grande buscan
hacerse con el ajedrez de Montglane; y en cuanto a Catherine, poco a poco se
dará cuenta que la búsqueda de aquel objeto aún persiste, y diversos jugadores
fungen en los bandos de las piezas blancas y las piezas negras, eliminándose
con lentitud hasta alcanzar su objetivo.
Como un juego de ajedrez, cada personaje va cumpliendo el
objetivo de su travesía, siendo la precisión matemática y el ingenio las únicas
herramientas con las que cuenta cada peón para encarar el peligro. Y como el
presente juego ya lo ha sugerido, siempre existen dos lados que se debaten
constantemente por la victoria y la sumisión de sus oponentes, pero lo que
realmente impresiona es quienes resultan ser los soldados de la luz y los
caballeros de la obscuridad.
Maximilian de Zalce.
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