jueves, 8 de septiembre de 2016

Un cuento de resurrección.

SUPERHÉROE
Renacimiento de la luz en la era de las posibilidades.

A través de las penumbras, aún me permito contemplar mi rostro, y observo en él las mismas cicatrices, el baile de mis lágrimas que me han seguido una y otra vez, cada una en un compás diferente. Cada gota de agua guarda un momento, gritos en la calle, fantasías incumplidas, pensares de devoción y locura, todas reveladas en una vorágine que se desata pasada la media noche, la hora donde la mayoría de las almas permanecen dormidas.
Una habitación obscura y solitaria, ese es mi legado, mi mensaje a la humanidad. El mundo está conformado por sentidos, y éstos, de figuras, y éstas, de personas. La pérdida de una flor, el nacimiento de una estrella, la contemplación de un atardecer, la apreciación de la lluvia, la armonía del silencio, el canto de los colores, tanta significación tan sublime, tan diversa y tan sencilla, como el propio dolor que puede tener un individuo ante sus recuerdos.
Aquellos instantes me devoran, cada mañana, cada tarde, y cada noche, lo cual refleja una actitud al mundo, el mismo mundo que se pierde en un devenir superfluo y agotado. Me siento cansado, sólo deseo dormir, y no despertar…

Olvido. Horror. Tristeza.

Aquellos días de juego han terminado.

Las sombras cubrieron todo atardecer.

La quietud ha impuesto sus dominios.

El prisma de la vida se ha corrompido, resquebrajado refracta destellos a través de una ilusoria pantalla de humo, enviando una luz rota, unidimensional y absurda a un mundo que se extingue como la arena que surca un tiempo que no conduce a ninguna parte.
Aquél contempla en su quietud, una humanidad dividida, devastada, de luceros inconstantes. Las mismas venas de la realidad se han abierto, bañando en sangre la tierra fértil de aquel mundo, haciendo nacer abominaciones que proclaman venganza a las estrellas por su perfección, escupiendo caos al universo entero sin explorar la poesía infinita de nuestros aspectos interiores. Se siente abatido, suspira ante una tierra que lo ha olvidado, que no ha sabido compartir sus logros, que no ha correspondido sus creaciones.

Aquellos días han terminado…

El viejo héroe no responde, manteniendo las lágrimas en su lugar, el gesto puesto en la lejanía, aun vislumbrando posibilidades frente a los vientos obscuros.

El mundo se acaba, creador…

El guerrero mantiene su postura, aún trazando de la nada figuras nacientes, creando luces, apreciando los pocos destellos en el caos del bosque y las ciudades.

¡El mundo no corresponde tus logros!

¡El ser no responde tus caricias!

¡La soledad te asfixia!

El héroe se vio invadido por recuerdos de mil mundos, tardes de juego y risa, guardianes de universos lejanos, seres del inframundo en busca de redención, atardeceres, lluvias, artistas y soñadores. Sus manos se detuvieron en la realidad, sintiendo frío, clamando sus anhelos, llorando sus pérdidas, sufriendo en carne viva los errores de su pasado. Las risas del vacío eran como truenos en su alma, alfileres de justicia y verdad que remarcaban miles de caminos distintos, dejando de lado a uno, siempre dejando solamente uno.
Contempló sus alrededores, apreciando la altura de aquella montaña, escuchando el susurro de las estrellas del cielo, la gracia de las piedras, la canción de los árboles. Tantas figuras distintas que lo embriagaban.

Te has segado por promesas inexistentes…

Es el problema de los soñadores,
siempre observando al mundo como debería ser, en lugar de enfrentarlo como es.

Un fiasco.

¡Carroña!

La soledad te abruma, te consume, te envuelve.

Olvido. Horror. Tristeza.

¿Un amor por otro?

En el vacío no puede decidirse.

El héroe dibujó una flor, la cual dejó ir en el viento. En sus pétalos se escondían demonios, los cuales volaron hacia el espacio sideral, colisionando en un cataclismo. El silencio se tradujo en recuerdos alegres, en sonrisas de otro tiempo, un dolor que se desvanecía, dando al placer de una lágrima, un pasado que flotaba hasta el universo, perdiéndose en el interior de la totalidad. Sintió su corazón latir, sabiéndose parte de ese misma existencia.

¡NO! ¡NO! ¡NO!

¡CARROÑA! ¡DOLOR! ¡OLVIDO!

¡SOLEDAD!

El mundo enfrenta su perdición.

Los dones se extinguen.

Esta era ha llegado a su fin.

Sonríe, explorando sus primeros recuerdos, sus primeros caminos, encontrándose con la primera estirpe, la primera legión de mil mundos. Se siente feliz de que aquellos recuerdos jamás morirán, ¡sino todo lo contrario!, se transformarán en caos y equilibrio, en terrores y bendiciones, en milagros y destrucción, todas posibilidades de la nueva era.

. . .

Aquellos días han culminado.

El mundo es como es.

Olvido. Horror. Tristeza.

La humanidad no sólo te ha ignorado.

Sino que se ha olvidado de sí misma.

Todos están condenados.

Compréndelo…

Comprendo al mundo… susurró a las sombras—. Ahora debo salvarlo.

Abro los ojos, encontrándome en la misma habitación, en la misma cama, con las mismas cicatrices, y las mismas penumbras de mi pasado. Pero en un nuevo día.
El cansancio me ha abandonado, y me encuentro ante un camino interminable de ideas que me invitan a crear más posibilidades para el mundo, el universo entero. Me siento feliz. Me tomo unos minutos para comprender la armonía del silencio, encontrando en él respuestas que siempre habían yacido en mí. Encuentro en mi elocuencia, la sonrisa de una bella dama que siempre ha mirado en mi dirección. Le regreso el gesto, con cordialidad, a lo que ella sonríe como madre, amiga, creadora y testigo de mi trabajo…la vida puede ser muy coqueta cuando uno se fija.
Los destellos atraviesan mi mente, las palabras brotan, primeros momentos reviven, permitiéndome formar caminos novedosos, auténticos para este mundo. Las historias que escribo son únicas, por el simple hecho de que son escritas por mano propia. Así, cuando la soledad quiere abrumarme con dolor, mis personajes lanzan bofetadas, poderes y gritos heroicos, formando un círculo alrededor de mí, sabiéndose vivos, sintiéndose reales, no sólo por formar parte de mi existencia, sino por conformar una gran y loca familia, en donde todos conviven ya sea a través de risas o de madrazos, pero siempre con un sentido especial para cada instante. ¿Cómo no sentirlos partes de mi hogar? Sólo de esa forma he aprendido que la soledad puede presentarse como una ilusión, siendo que realmente, nunca se está solo.
Agradezco su intervención, poniéndome a trabajar al instante, dejando fluir mis poderes, mis dones, plasmando los mundos imposibles que conforman la nueva era, aquella que inicia y termina en mí, viviendo por siempre.

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