LA ERA DE
LAS POSIBILIDADES
PRESENTA:
FUERZA GUARDIANA
QUINTO
PRELUDIO
¿QUIÉN SOY?
¿QUÉ SOY?
VIVIR…
ELEGIR…
MORIR…
SOY
Veinticinco…veinticuatro…veintitrés…
—¿Recuerdas algo de lo
sucedido?...
Quince…catorce…trece…
—No puedo ayudarte si no me
dices cómo te sientes…
Tres…dos…uno…fin de la
consulta.
—Lo volveremos a intentar
mañana a la misma hora, ¿te parece? —me dijo el desconocido dedicándome una
sonrisa jovial—. Debo irme ahora mismo, ¡la puntualidad ante todo!, ¿me
entiendes? Que pases una buena noche.
El
sujeto salió de la sala, y un par de hombres se me acercaron para custodiarme
en mi camino hacia la habitación que ocupaba para descansar. Aunque yo no lo
necesitaba. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero hasta donde sé, desde que me
encuentro en este lugar, no he dormido ni comido de ninguna forma, y aunque eso
podría llevarme a las últimas de mi vida…verdaderamente, me encuentro bien. Sé
de antemano, que “bien” no describe para nada mi situación. “Desde que me
encuentro en este lugar…”, es un pensamiento interesante, y me dispongo a
desentrañarlo, siendo que implicaría un punto de quiebre entre una cosa y otra,
entre un tiempo y el siguiente, por lo que en conclusión, quizá, hubo algo
antes que todo esto. No sé si llamarlo tecnicismo, pero es una diferencia, lo
que me lleva a preguntarme… ¿tengo alguna noción de algo más, sin realmente
saberlo? Realmente no es una inquietud tan grande, por lo que decido quedarme
callado. No tengo la necesidad de hablar con estas personas.
La puerta de mi habitación
se abre, y aparece Mariana, una enfermera que se ha comportado de una manera,
un tanto cariñosa, aunque no le he correspondido. Se acercó a donde estaba,
notando la gran pila de platos con alimentos endurecidos en ellos:
—Supongo que aún no has
tenido hambre —dijo sonriéndome, un tanto nerviosa. Se sentó al borde de mi
cama, observándome, y tomando mi mano. Yo sólo la observé—. ¿Cómo te has
sentido, campeón?, ¿todo bien?, ¿tienes todo lo que necesitas?
“No”,
es la respuesta automática que formuló mi mente, pero mis labios no se movieron
en lo más mínimo, como tampoco mi expresión. Después de un rato, resignada, se
alejó para recoger la pila de platos. A veces me pregunto porque me visita
seguido, incluso en mis incontables consultas me preguntan sobre ella, aunque
yo como siempre no les digo nada. Siempre me preguntan acerca de “lo sucedido”,
“cómo me siento”, “de los recuerdos”…pero la verdad, no tengo nada que decir
acerca de ello. Lo sucedido sucedió, me siento como deseo sentirme, y recuerdo
lo que tenga que recordar, como el mover la cabeza hacia alguien que se dirige
a mí para que tenga la sensación de que me interesa lo que me digan, apilar el
plato de comida que dejan en mi cama, y mi favorito hasta el momento: contar
los segundos precisos de cada consulta, y ver si realmente para el doctor es
importante la puntualidad. Hasta ahora, ha sido invicto.
“Favorito”, hablamos de
una preferencia, algo que despierta en mi ser un estado de singular emoción.
“Emoción”… ¿qué es la emoción?, sé identificarlas, como el cariño, la gracia,
el enojo… ¿pero las tengo?, sé que si…a veces siento aburrimiento, o también
curiosidad…pero no son tan fuertes como para obligarme hacer algo. “Hacer”,
realizar una acción…hasta donde recuerdo, no he hecho otra cosa, desde que
llegué aquí…desde que llegué aquí, ahí otra vez, la “inextinguible noción”. Una
vez más, siento esa curiosidad que me lleva a preguntarme… ¿por qué me hacen
esas preguntas?, ¿por qué estoy aquí?, ¿por qué no hay otros pacientes?, ¿qué
quieren conmigo? Quizás estoy loco, y por eso me tratan de la manera más
educada posible, siempre preguntándome pero sin forzarme, siempre custodiándome
pero sin presión. ¡Cosa rara! Eso hace brotar una conclusión inesperada, algo
que sale de mí, algo realmente extraño…porque la verdad…
—No siento estar loco…
—susurré quedamente.
Noté la mirada inmediata
de la mujer antes de salir con una gran bolsa llena de los platos acumulados.
Parpados abiertos en demasía, ojos dilatados, boca semi-abierta, y una
respiración que antecede a unas palabras, a la pregunta de si acaso hablé. No
respondí, porque no sentí la necesidad de hacerlo, por lo que ella, luego de
unos instantes, salió de mi habitación. Me quedé un rato más, observando la
puerta, y todo el entorno, preguntándome, unas tres veces al menos cada tantos
minutos, el cómo esas palabras salieron de mi boca. No las sentí forzadas,
aunque no me había dado cuenta en qué momento mis músculos internos bucales se
habían puesto de acuerdo para hablar. Era algo curioso, a tal punto, que pude
sentir la relajante sensación de respirar. “Disfrute”, otra emoción, más que en
los últimos días, desde…desde lo que sea. Hice como he aprendido: cerré los
ojos, y empecé a contar las veinticuatro horas hasta mi próxima cita.
Uno…dos…tres…cuatro…
Ninguna de las imágenes aquí utilizadas me pertenece en ningún sentido conocido.
Su utilización, y obvia edición, fue con el único motivo de entretener y enseñar.
Cada una de las imágenes es propiedad de sus respectivos creadores.
Sin mayores dudas, quedo a su servicio, y gracias por su atención.
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