jueves, 24 de noviembre de 2016

La resistencia.




LA RESISTENCIA
Crónicas de la última esperanza.

El mundo ya no es cómo debería ser.

Algo se ha cruzado en el camino.

Nuestro destino ha cambiado.

¿En qué consiste la maldad?, ¿el hambre de poder?, ¿la falta de conciencia?, ¿el deseo de aniquilación? La maldad ha azolado la tierra con tantos nombres y tantos rostros a lo largo de su historia, y los amplios cielos han sido testigos del gran caos desatado. Pero a pesar de las constantes amenazas, llegó un punto en que la humanidad prosperó, o al menos así lo hizo, hasta que la justicia divina obscureció los cielos.

Prólogo
DESTRUCCIÓN.

Recuerdo aquel día a la perfección, con un cielo azul, un sol brillante, la gente yendo y viniendo en sus propios asuntos, viviendo sus vidas con completa calma. La ciudad se extendía próspera, avante contra las grandes crisis que años anteriores la habían devastado, pero nada que el poder de la unión humana no pudiera solucionar a través de la comprensión, un gran amor, y un tanto de fe. Pero en ese entonces, cuando los sueños de un brillante futuro por fin parecían estar en su apogeo, desde el horizonte una figura de obscuridad se cernía sobre las esperanzas del mundo. En aquel silencioso trono, desde las alturas, el misterioso ser sonreía con arrogancia a las pequeñas figuras en la tierra, observándolas como hormigas sin propósito alguno, anhelantes de que se les brinde un certero final a sus vidas.
Primero fue uno, después fue otro, y después de tan sólo unos segundos, se había conglomerado un tumulto para presenciar al hombre volador que flotaba sobre ellos. Las opiniones eran diversas, siendo que la humanidad había avistado en incontables ocasiones cosas extraordinarias; había quienes le restaban importancia y seguían su trayecto; había quienes se interesaban por responder sobre el presente enigma; y finalmente, estaba la gente que al observar entre las nubes creían contemplar la llegada de un nuevo protector. De una u otra forma, todos fueron correspondidos para saber lo que sucedería.
Un destello purpureo iluminó los cielos por un instante, agigantándose en tan sólo un momento. Aquella luz se movió, casi como formando una torre desde la lejanía, provocando un tremendo temblor en toda la zona. Instantes después, la ciudad fue completamente devastada. Millones de vidas apagadas en un instante.

Entonces decidí intervenir.

Mis ojos se abrieron al sentir el caos. No me tomó mucho prepararme y volar hacia la batalla. Habían pasado algunos años desde el ataque de los androides, incluso desde la muerte de Cell en mis manos, cuando pude viajar en el tiempo y obtener el poder para salvar mi mundo. Ahora estaba frente a un nuevo enemigo, uno posiblemente más poderoso que todos los anteriores.
Grandes nubarrones y la asfixiante presencia de fuego por doquier me recibió en el cielo, sobre una ciudad hecha pedazos, aunque el turbio paisaje no logró distraerme. No me tomó mucho encontrar a mi oponente, pero cuando éste me observó, sencillamente…no pude creerlo:

—No…no, tú… ¿cómo puedes estar vivo?

Tan rápido como esa pregunta salió de mis labios, la figura del guerrero más fuerte me sonrió con maldad. Sus vestimentas indudablemente eran distintas, pero su rostro, aquel sujeto era el padre de mi maestro Son Gohan, el mejor luchador, poseedor de un corazón gentil. No, Goku jamás haría algo semejante a tal genocidio. Sin vacilaciones desenvainé mi espada, y ataqué con toda mi ira, pero aquel supo responder perfectamente a mis golpes, incluso expulsó un poder de tal magnitud, que en poco tiempo me vi superado. Cayendo desde los cielos, logré poner distancia entre nosotros, sintiendo cómo la persecución se empezó a extender a las zonas circundantes a la ciudad devastada; su ki era tan descabelladamente grande, que podía sentir su presencia incluso respirándome en el cuello. Logré ocultarme lo suficiente para hacer que aquel asesino emprendiera el vuelo en una dirección distinta, lo que me permitió volver a la Corporación Cápsula. Para esos momentos, mi madre, Bulma Briefs, se encontraba afuera en el jardín, haciéndome señas con los brazos para que bajara, cosa que hice rápidamente con un gran alivio sobre los hombros al saber que se encontraba a salvo. Al aterrizar, ella me abrazó conmocionada:

—¿Qué pasó allá, Trunks? Las noticias estaban hablando de un hombre volador, pero de pronto dejaron de transmitir y…oh, hijo, mírate, ¿qué te pasó?
—Mamá, tenemos que irnos de aquí, no es seguro.
—¿De qué hablas?, ¿qué sucede?

Estaba por responderle cuando una presencia llamó mi atención. ¡Estúpido, me había seguido! Como pude tomé a mamá en mis brazos y salí volando a pesar de sus protestas, las cuales se acallaron toda vez que el suelo que pisábamos hace unos segundos estalló en una aterradora explosión que consumió toda la zona. Llegué a notar el pesar en su rostro, pero no había tiempo de llorar, siendo que teníamos que seguir moviéndonos hacia otro lugar más seguro. ¿Cómo pude ser tan imbécil?, de alguna forma logró percibir mi energía; sólo pretendió que no me encontraba y tomarme por sorpresa. Mi madre se abrazó más a mí mientras surcábamos el cielo con calma, hasta que aquella maligna presencia se perdió en el horizonte.
Horas después regresamos sólo para encontrar la capital devastada, y las ruinas de la corporación. Con pesar también sentí que toda presencia humana se había desvanecido en el aire, seguramente de camino al otro mundo. Contemplé con una indescriptible rabia aquella vista, surgiendo en mí una terrible impotencia por no haber podido hacer algo, de no haberlo impedido. Fue entonces que escuché a mi madre, apenas unos gemidos, pero cuando volteé a verla, noté varias lágrimas surcando un gesto de ira bestial. Comprendía perfectamente su sentir, siendo que aquel fue nuestro hogar…y no supimos defenderlo. Lo que más me asqueaba, es que por alguna razón, sabía que aquello sólo era el principio:

—¿Quién…?

Sentí la penetrante mirada de mamá sobre mí, y por primera vez en ese día me sentí desorientado. ¿Qué podía decirle? Ni siquiera yo mismo lo sabía. En tan sólo unos minutos, una ciudad voló por los aires a causa de una persona, alguien cuyo rostro nos era familiar:

—¡¿Quién lo hizo, Trunks?! —me preguntó rabiosa—. Tú sabes… ¡tú luchaste con él!, ¡¿quién era el desgraciado que hizo esto?!
—Mamá, yo… —no podía mentirle, por lo que me desvié la pregunta—. No sé su nombre.
—¡¿Entonces cómo era?! ¡Dímelo! ¡Te lo ordeno!
—Su aspecto…era idéntico al de Goku.

Su rabia pareció haberse esfumado con esas palabras, cambiando a un gesto de sorpresa. Ella se quedó así por varios segundos, hasta que su rostro expresó seriedad:

—No juegues conmigo, Trunks.

Su tono era más frío, casi ácido cuando lo mencionó, pero lo ignoré. Sé lo que vi en ese momento. Negué con la cabeza lentamente, mientras le explicaba lo que aconteció antes de que aquel individuo siguiera atacando la ciudad.
Mi madre ha sido una aventurera de nacimiento, siempre ha sido caracterizada como una de las mujeres más fuertes del mundo, capaz de las hazañas más extraordinarias de todas. En contadas ocasiones la he visto afligida o con un semblante derrotado ante la adversidad, pero lo que vi en esa ocasión cuando le describí al enemigo, ni siquiera cuando enfrentamos la amenaza de los androides u otras cosas, la había visto con un gesto tan desolado. No era para menos, porque según lo que me ha dicho, conoció a Goku cuando apenas era un pequeño, y vivieron su primera aventura al buscar las esferas del dragón:

—No puede ser él… —la escuché, interrumpiendo mis pensamientos—. ¡No puede ser Goku! Él murió años atrás antes del ataque de los androides…yo le vi morir, maldición. No puede ser…
—Mamá, no dije que…
—¡Kami!, ¿qué sucede? —me preguntó, mirándome, con los ojos llenos de lágrimas aún—. Trunks, ¿estás seguro de lo que viste?
—Si, mamá, pero…
—Sin Piccolo…es imposible que resucitara, pero de hacerlo, ¿qué lo llevaría a…?, ¿qué le sucedió?
—Mamá, escúchame… —le dije lentamente—. Dije que tenía su aspecto, pero nunca dije que fuera él. Es posible que se trate de un impostor.
—Si… ¡Si!, ¿verdad? —dijo incorporándose llena de esperanza—. Es decir, conozco a Goku, ¡llegué a bañarlo cuando era un niño, por amor de Kami! Él jamás haría algo como esto.
—Lo sé, mamá. Por eso debo irme.
—¿Irte?, ¿a dónde?
—Debo encontrarlo. Debo detenerlo —dije blandiendo mi espada.
—Pero Trunks…no puedes —me dijo preocupada—. Tal vez no se trate de Goku, pero a leguas se ve que tiene su fuerza. No hay comparación.
—¿Y qué se supone que haga? ¡No puedo quedarme aquí de brazos cruzados! ¡Sólo estoy yo para detenerlo!
—…Tal vez no, hijo…tal vez no —dijo pensativa.

.  .  .

Trunks miró nuevamente al grupo de individuos frente a él. El silencio y algunas miradas eran la única respuesta que quería para poner en marcha el gran plan que tenían contemplado para ese momento:

—…En resumen, eso es lo que pasó el primer día. Sé que cada uno de ustedes tiene experiencias propias, y por ello mismo, los he reunido aquí con un único propósito.

En aquella base subterránea, el grupo de diversos individuos lo miraron con ferviente decisión:

—Debemos detener a Goku Black.
1
DESTELLOS DE JUSTICIA.

Era un hermoso amanecer en villa pingüino, y antes del canto de cualquier avecilla alrededor, se podía escuchar el inconfundible correteo de la alcaldesa por todo el poblado, aquella conocida por su gran fuerza e impredecible forma de ser con los demás, pero no menos querida por el prójimo. Su nombre era Arale, quien se mostraba tan enérgica como de costumbre, brincando de un lado a otro, luciendo un simpático vestido de color verde, el cual estrenaba por primera vez en una ocasión muy especial.
La androide se detuvo en la barbería del pueblo para visitar a su amigo Taro, quien era todo un oficial de policía para ese entonces, pero se encontró con la sorpresa de que Akane se encontraba en la entrada, bebiendo una cerveza. Su mirada proyectaba que esperaba algo, pero Arale nunca fue tan despierta cómo para preguntarle:

—¡Hola!
—¿Qué hay, Arale? Vaya, lindo vestido, ¿cuál es la ocasión?
—Voy a tener otra cita con Obocaman —mencionó Arale alegremente.
—Ah ya, ¿cuánto llevan saliendo?, ¿tres meses?
—¡No lo recuerdo! —mencionó la androide alegremente.
—Claro, ¿pero a quién le pregunto?
—¿Y tú qué haces en casa de Taro? Pensé que estarías con Tsukutsun.
—¿Ese idiota? ¡Ni me lo menciones!
—¿Por qué?, ¿Volvieron a pelear?
—Terminamos, Arale.
—¡Ah!, ¿entonces por qué vienes con Taro?
—Haces muchas preguntas, ¿no crees?
—Midori dice que debo cuestionar más lo que me rodea.
—Ya, entiendo —dijo Akane algo incómoda—. Oye, ¿puedes guardarme un secreto?
—¡Claro! —dijo Arale emocionada.
—La verdad es que Taro y yo hemos…
—¡Hola preciosa!

A la pequeña le impactó mucho ver a su amiga Akane en brazos de su amigo Taro, ya que ellos nunca habían mostrado indicios de que se gustaran el uno al otro. Aunque como se ha dicho antes, Arale nunca fue muy avispada en esos temas:

—¡Ah! ¡Taro!, ¿estás saliendo con Akane?
—¡Hey!, ¡baja la voz!, ¿qué ya lo sabe? —le replicó a la rubia.
—¡Iba a decírselo!
—¡Hey Taro! —volvió a llamar Arale—. ¿Y qué pasa con Tsururin?
—¿Ella? Terminamos hace mucho.
—¿En serio? Se veían muy felices juntos.
—Las cosas cambian, Arale —dijo Akane dando otro trago a su cerveza, y luego se quedó mirando a la chica—. Bueno, casi todas.
—¿Ho yo yo?
—A propósito Arale, ¿a qué venías?
—¡A enseñarte esto! ¡Mira! —acto seguido le extiende un excremento rosado.
—¡Puaghh!, ¿no te cansas de jugar con eso? ¡Aléjalo de mí!
—¡Oye Taro!
—¡¿Qué?! —dijo este algo irritado.
—¡Córtame el pelo!
—¿El pelo?, ¿por qué?
—¡Las cosas cambian!

Los dos jóvenes rieron ante la ingenuidad de su amiga, ya que a pesar del tiempo, aquella actitud alegre, graciosa e impulsiva no había mermado ni un poco. Era común que sacara de quicio a todos en villa pingüino, pero la realidad era que todos disfrutaban que la alcaldesa mantuviera un carácter tan alegre y bromista. Taro accedió a la petición, siendo que a pesar de ser un policía, también cuidaba en veces el negocio de la barbería, y sabía manejar espléndidamente las tijeras. Le hizo a Arale un peinado sencillo, en dos coletas, el cual quedaba hermoso junto a su vestido verde:

—¡Estás muy guapa, Arale! —elogió Akane a su amiga.
—¡Si! ¡Kiiiiiiiiin!

Y antes de que los nuevos novios del pueblo se dieran cuenta, la barbería tenía un enorme agujero donde antes estuvo la puerta principal, debido a la embestida que la androide dio al pegar la carrera hacia otro punto de la villa. Sin embargo, justo a medio camino para llegar a su cita, un enorme sismo captó su atención, y es que desde lejos pudo captarse la potente onda de energía que produjo la explosión de la capital del oeste. Aún a esa distancia pudo ver cómo una sombra salía disparada de entre el humo de la devastación, volando a una gran velocidad. En pocos segundos el ser había aterrizado en una gran extensión de campo cercano a Arale, y ésta, impresionada, se dirigió al desconocido para saludarlo:

—¡Hola! —saludó la androide con una sonrisa.

El visitante observó a la pequeña con una mezcla de irritación y desconcierto, pero ella sin lugar a dudas ignoraba el sentir de su acompañante. Entonces al observarlo, inmediatamente la forma de su cabello llamó su atención, pero no tuvo tiempo de preguntarle ya que de un golpe, Arale fue arrojada por los aires, afortunadamente cerca de donde se encontraba Obocaman, siendo que ante la tardanza había decidido esperarla en las afueras de su hogar. El robot al ver en tan terribles condiciones a su novia, corrió a socorrerla:

—¡Señorita Arale!, ¿pero qué le ocurrió?
—¡Hurra! ¡Hurra! ¡Se ha vuelto fuerte! —vitoreaba la androide con entusiasmo.
—¿Alguien fuerte?, ¿quién le hizo esto?
—¡Un viejo amigo! —le mencionó Arale antes de salir corriendo.
—¿Un viejo amigo?

Aquel individuo, quien se había revelado como Goku Black, comenzó a impartir justicia sobre los aldeanos de villa pingüino, lanzando energías por doquier, aunque no pudo seguir su labor ante una tremenda embestida de la androide; él no esperaba verse sorprendido en una situación así, menos con una defensora con tal apariencia, pero inmediatamente adoptó una pose de combate:

—¡Hace mucho que no te veía! Estás más alto.
—¿Quién eres tú? —preguntó Black seriamente.
—¡Arale!, ¿no me recuerdas?, ¡juguemos!
—¿Jugar? —susurró Goku ante la pregunta—. Yo no juego.
—¿Ho yo yo?
—No esperaba encontrar más de un protector en este día, pero eso puede remediarse.

Aprovechando la ingenuidad de Arale ante esas últimas palabras, con su rapidez divina, de un certero golpe le cortó la cabeza a la robot, dejándola silenciosa en el suelo. Los pocos sobrevivientes a la devastación no esperaban que su más fuerte heroína fuera derrotada con tal facilidad, por lo que el miedo volvió a apoderarse de sus corazones, tratando de huir. Aquello no pasó desapercibido para Goku Black, viendo con repugnancia a los habitantes de la aldea:

—¡Señorita Arale! —vociferó Obocaman llegando al lugar—. ¿Qué le hiciste, desgraciado?
—Lo que tenía que hacerse.
—¿Lo que tenía que hacerse? ¡Miserable! —dijo el robot fuera de sí—. ¡Eres un asesino!

Con la furia brotando de cada uno de sus circuitos, él se lanzó a la batalla contra Black, pero sin importar cuantos golpes daba a su oponente, ninguno le hacía retroceder ni siquiera un poco. A cada puñetazo, la ira del destructor se incrementaba, su resentimiento hacia una especie que no supo apreciar el regalo del conocimiento, aquellos seres que fungían como un cáncer en la galaxia. “Bacterias” pensó Black, y con esa idea, firmemente alzó una mano, liberando gran cantidad de energía, dejando caer su decisivo castigo sobre el mundo.

Villa Pingüino dejó de existir.

.  .  .

En un destartalado pueblo alejado de la civilización mundana, un hombre entraba a un polvoriento bar, atrayendo inmediatamente duras miradas sobre su persona. Con semblante serio se acercó a la barra, sentándose con total tranquilidad. Luego de unos segundos, pidió una bebida, pero el sujeto que limpiaba los vasos no le prestó atención. Aquello enfureció al tipo, pero decidió guardar la calma, y volver a pedir algo de beber, pero siguió recibiendo la misma respuesta:

—¡Oye!, ¿acaso no me oíste?, dije que quiero una bebida.
—Márchate, por favor —le dijo el dueño.
—¿Qué?, ¿por qué?
—Aquí no servimos a seres como tú.
—¿A seres cómo yo?, ¿pero de qué habla?
—¡Hey, idiota! —le gritó uno de los que estaban sentados a la mesa—. Ya escuchaste, ¡lárgate de aquí!

Regresó la vista para observar a todos los hombres y mujeres del bar que lo observaban con recelo, como si se tratara de un monstruo. Miró al dueño del bar, encontrando sólo desdén en su mirada. El mismo sujeto de la mesa volvió a gritarle, a lo que él se levantó para volver a encararlo, encontrándose inmediatamente con varios cañones de armas apuntándole sólo a él. Una gran pelea estaba por comenzar, pero por suerte, no se encontraba solo.
De improviso, una shuriken voló por los aires hasta chocar con la pistola del primer hombre que le había amenazado, haciendo que el arma cayera al suelo. Las miradas cayeron sobre un nuevo visitante al bar, un joven de aspecto tranquilo, cuyas ropas y peinados dejaban a la vista que se trataba de un samurái:

—Buenas tardes a todos —saludó sonriente el recién llegado—. Sin afanes de ofender, me pregunto, ¿por qué tantas armas dispuestas? Tengo entendido que a un bar se va para divertirse y relajarse, pero por el contrario, ustedes dirigen su temor sin motivo.
—¿Miedo? ¡No tenemos miedo! —dijo uno.
—Entonces, ¿por qué tanta tensión? Un buen viajero ha pedido algo de beber, ¿y no sabemos corresponderle?
—Pero él… —trató de decir otro, mirando al hombre en la barra.
—¿Él qué?
—¿Saben qué? Olvídenlo —dijo el hombre caminando hacia la salida—. No necesito esta mierda.

De esa forma el viajero pasó de largo al samurái saliendo del establecimiento. Evidentemente le siguió desde una distancia segura, pero luego de un rato fue acercándose más y más hasta encontrarse cerca en los límites del pueblo:

—¿Por qué me sigues?
—No tengo nada mejor que hacer.
—Y no se te ocurrió una mejor respuesta, ¿verdad?
—El tener todas las respuestas puede resultar aburrido.
—Lo que digas —dijo el hombre, girándose para encarar al samurái—. ¿Por qué no te largas?
—Imaginé que querrías compañía.
—¿Compañía?, ¿no sabes quién demonios soy? —preguntó el viajero algo irritado.
—Disculparás mi ignorancia
—¡Soy un monstruo!

Con rapidez el hombre brincó dirigiendo un golpe hacia el extraño que le había seguido, deteniendo el puño a centímetros de su rostro. La fuerza de aquel hombre había levantado leves oleadas de polvo alrededor:

—¿Por qué no te defendiste?
—Porque no querías atacarme.
—¿Pero cómo lo sabías?
—Cuando un corazón no alberga temores vanos, le es más fácil ver ese tipo de cosas —respondió el samurái—. Por cierto, me llamo Karamaru.
—…Soy Tanton.

Al terminar de pronunciar aquellas palabras, y sellar sus manos en un solemne apretón, el pueblo sufrió una sacudida terrible, acompañada por una oleada de púrpura destrucción que devastó varias hectáreas de tierra a la redonda. El sorpresivo ataque provocó que tanto Karamaru como Tanton cayeran al suelo, cubriéndose lo mejor posible para evitar dañarse. Una vez que pasó el terrible temblor, ambos contemplaron los restos del pueblo, y una figura que descendía con total tranquilidad, seguramente, a inspeccionar su labor. Pero toda vez que avistó al par de sobrevivientes, cierto desconcierto se reflejó en sus ojos:

—¿Siguen con vida? Debo haber lanzado aquel ataque con mucha suavidad.
—¿Suavidad? ¡Mataste a todos en el pueblo, mal nacido! —exclamó Tanton tomando pose de combate.
—Ten cuidado, amigo mío —mencionó Karamaru sacando su espada—. Este es un enemigo peligroso.

Black sólo atinó a sonreír en respuesta, antes de lanzar un despiadado ataque contra ambos guerreros, pero la energía fue bloqueada por la aparición de un nuevo personaje a la escena. Una vez disipada la confusión, un ser se irguió orgulloso, con los puños en alto en contra del enemigo. Poseía una apariencia extraña, bastante alienígena, poseedor de una resistente armadura blanca con algunos tintes morados, sin mencionar un par de antenas sobre una cabeza circular, que contenía un rostro serio hacia el enemigo. Black bajó la mano ante la aparición de aquel individuo:

—¿Quién eres tú?
—¡Yo soy…! —dijo, dando algunas abruptas poses—. ¡Cashman! ¡El guerrero de la justicia!

Luego de tales palabras, un viento frío sopló en los alrededores, compensando con su silbido al incómodo silencio que prosiguió. Goku Black sencillamente le miró con asco:

—¿Justicia?, ¿qué sabes tú de la justicia?

Sin mediar más palabras, molesto por la presencia de tantos seres inferiores, invocó en sus manos dos esferas de energía dorada, las cuales arrojó sin ninguna contemplación. Tanton y Karamaru no esperaban un ataque de tal magnitud, a lo que sólo pudieron cubrirse, mientras que Cashman, con ambas manos, haciendo un esfuerzo enorme, logró repeler ambos ataques, mandándolos hacia el cielo. Pero aquello lo distrajo lo suficiente como para tener a Goku Black enfrente de él, propinándole un puñetazo en el estómago que lo arrojó lejos. El samurái sacó su sable tratando de atinar al enemigo, pero el guerrero sencillamente lo esquivó, dándole otro golpe al chico que lo lanzó a la distancia.
Tanton, desesperado, se olvidó de Black, decidido a ayudar a quien por primera vez no lo vio con temor. Quitándose la camisa sin ningún escrúpulo, reveló un par de gigantescas alas de dragón, las cuales utilizó para impulsarse a gran velocidad, y tomar a Karamaru entre sus brazos antes de que azotara con el suelo. Lejos de ahí, Cashman utilizó sus habilidades para caer de pie, al mismo tiempo que invocaba una espada propia para atacar al enemigo, pero Black se había dejado de juegos, por lo que lanzó una onda de energía tratando de alcanzar al trío de un solo golpe. Afortunadamente, con gran esfuerzo igual, pudieron esquivar dicho ataque, aprovechando para reunirse:

—Tenemos que salir de aquí —expresó Cashman con seriedad.
—¿De qué demonios hablas? —vociferó Tanton dejando a Karamaru en el suelo—. Ese malnacido aniquiló todo un pueblo, ¡no podemos dejarlo huir!, ¡entre los tres…!
—No podremos hacer nada —le respondió el justiciero—. Este es un enemigo diferente. Si aniquiló un pueblo entero con suma facilidad, ¿qué más podría hacer?
—A mí tampoco me agrada la idea de huir, Tanton —le dijo Karamaru—. Pero una retirada a tiempo puede augurar futuras victorias.

No pudieron discutirlo más ante más ataques que les enviaba Goku desde lo alto, pero en unos instantes notó cómo sus inferiores enemigos volaban de ahí con rapidez. Él pensó si perseguirlos, pero se dijo que no tendría importancia, a fin de cuentas, pronto el mundo entero ardería con su justicia. Siguió lanzando ataques devastando la tierra a su alrededor durante un rato, hasta que decidió avanzar por el resto del mundo.

.  .  .

El sistema de la nave estimaba que en tan sólo unas horas llegaría al planeta tierra, que es donde parecía estar el criminal más buscado del universo. Con algunas indicaciones a la consola, abrió los archivos que daban la imagen del destructor, sin mencionar una descripción de sus habilidades. Jaco se quedó observando la imagen, y como todo un élite de la patrulla galáctica, había realizado investigaciones acerca del enemigo, aunque la información no era mucha en realidad.
Sus visitas a la raza de Namek, como otros planetas circundantes, le revelaron la historia del guerrero legendario, aquel que logró derrotar al tirano Freezer y poner fin a su opresión en toda la galaxia. Al indagar en los archivos clasificados almacenados en las naves y planetas conquistados por el demonio del frío, supo que hace mucho tiempo, los Saiyajin, la raza de guerreros más poderosos en el universo, se pusieron al servicio del tirano, hasta que estos comenzaron a mostrar indicios de una creciente evolución, lo cual significaba que pronto alguno de aquella raza superaría a Freezer. Por lo que entendió, él tenía un temor especial al Súper-Saiyajin, un guerrero entre miles, con un poder tan grande como para devastar sistemas espaciales enteros. Cuando el tirano destruyó aquel planeta, la leyenda pareció perderse, siendo que no existían más Saiyajins, exceptuando a algunos, y entre ellos, uno que crecería para derrotar al demonio.
El patrullero contempló la inconfundible figura de la tierra a través de la ventana de su nave. Desde afuera, en las alturas, se veía tan hermosa y tan tranquila. ¿Qué hace la tierra tan especial para el universo?, ¿qué es ese algo que vuelve a los seres que la visitan tan libres?, ¿sus paisajes?, ¿su especie? Jaco desconocía la respuesta, pero cual sea, la tierra debía ser protegida. Volvió a concentrarse en la imagen del criminal que había asolado otras civilizaciones en el universo, y le costaba creer que se tratara del mismo guerrero que alguna vez fue la esperanza para muchos, librando a los inocentes de males tan grandes como Freezer.
Y pensar que hace años se le había asignado la misión de detener la llegada del guerrero a la tierra, pero que por un descuido, creyó que la nave en la que viajaba se perdió de algún modo. La situación tenía cierta ironía, siendo que la razón por la que Goku había sido enviado a la tierra en primer lugar fue para destruirla por completo:

—Parece que decidiste cumplir con tu trabajo —murmuró Jaco—. Lo que me da otra oportunidad para redimirme.

Sin más esperó en silencio a que la nave cruzara la órbita del planeta. Por mucha admiración que le haya tenido al guerrero en el pasado, ahora las cosas eran distintas, y él cumpliría con su deber a toda costa. Al atravesar algunas nubes, efectivamente, se encontró con ciudades devastadas a su paso, sin mencionar que incluso a esa distancia podía observar montones de cadáveres carcomidos por los fuegos de la destrucción. No pasó mucho para que el miedo comenzara a invadirle, haciendo consciente su propia debilidad ante un enemigo tan poderoso. Toda esa confianza y valentía que había demostrado minutos antes se había esfumado cuando sus pies tocaron la fría tierra, sacando temblorosamente su confiable pistola:

—¿Qué hago aquí en primer lugar? Debí haber perdido la razón. “¡Si, mi rey, yo me encargaré de todo!”, ¡ah, maldición! ¿Ahora qué…?

Sin previo aviso, una potente explosión le hizo tropezar mientras su pistola caía a algunos metros lejos de él. Con precisión Goku Black aterrizó a pocos metros de Jaco, quien lo observó con gran temor. Quedándose pasmado ante su presencia, no atinó a decir mucho frente a aquella macabra sonrisa que le dedicaba a toda víctima inocente:

—Al parecer he dejado muchas rarezas con vida. No puedo permitirme eso en mi nuevo mundo.

Lentamente alzó la mano hacia el patrullero, quien se quedó petrificado para observar cómo una esfera de energía se formaba, con el objetivo de borrarlo para siempre. Sin más, cerró los ojos esperando el terrible instante.
Pero como un relámpago dorado, Trunks descendió de los cielos con su espada en mano, asestando un ataque mortal contra su terrible enemigo, el cual bloqueó al interponer la energía que estaba formando entre ellos. Una explosión creó distancia entre los rivales, antes de volver a lanzarse al vuelo entre las ruinas, iniciando nuevamente su lucha diaria. Jaco se sentía alegre ante esa intervención divina que le salvó, pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, por lo que tomó la pistola que había tirado momentos atrás, y miró hacia su nave con la intención de irse. Pero a medio camino una idea cruzó por su mente. Observó desde lejos la batalla que sostenían el asesino y el salvador, y a su parecer parecían bastante parejos. ¿Cuántas veces tendría la oportunidad de ver luchar, en iguales condiciones, a alguien tan fuerte como el criminal que asoló varios planetas en el espacio exterior? Seguramente, con un poco de suerte, podría inclinar la balanza, y tomarse el crédito frente a la patrulla. Sin más, sacó su confiable arma, y se encaminó hacia donde estaba teniendo lugar tan ferviente combate.
Por su lado, Trunks estaba teniendo problemas para sostener una lucha contra tan formidable enemigo. Su resistencia, habilidad, y poder superaban con creces la suya, aún transformado en súper-saiyajin. El nivel de Black era abrumador, pero aún así no podía darse por vencido. Aprovechó el terreno disponible, por lo que siguió volando por las ruinas de la capital, utilizando los espacios estrechos para dar con grandes ataques. Por unos momentos, Goku quedó tendido en la tierra, a lo que Jaco aprovechó para atacarlo con su láser, pero éste supo responder con una sola mano, mirando al patrullero con un profundo odio. Invocando más energía, le lanzó un ataque devastador, y Trunks al verlo, volvió a intervenir, usando el resto de sus energías para alcanzar a Jaco antes de que este fuera golpeado con el poder de Black, llevándoselo lejos. Levantándose tranquilamente, Goku observó al guerrero irse entre las nubes obscuras, por lo que decidió proseguir con su labor en el resto de la tierra.

2
LA UNIÓN DE LOS HÉROES

Los meses pasaron, y la terrible justicia de Goku Black fue extendiéndose a todos los confines de la tierra. Aunque los ejércitos del mundo trataron de oponerse al maligno adversario, desgraciadamente ninguno fue rival para su absoluto poder. ¿Qué sentimiento envenenó el alma de aquel destructor, que con tanta alegría ha castigado a toda la humanidad?, ¿qué pensamientos conformaron el propósito de volver cada día del inocente un auténtico infierno? Aquellas preguntas, más susurradas que dichas en voz alta, viajaban en boca de todos los sobrevivientes de tan horrendo apocalipsis.
Con el tiempo, el disfrute de Black en la cacería de humanos se volvió tan cínico, tan seguro de su supremacía, que se instaló en determinada parte de un bosque, tales eran sus aposentos, su refugio, su trono divino con el que miraba a conciencia los planes que tenía para rehacer el mundo a su antojo. Ante su fuerza, las personas decidieron ocultarse, trabajar en secreto en una solución, y luego de tantas horas de tristeza y amargura, encontraron una luz que les iluminó un nuevo camino.
Al igual que Trunks iluminaba con su luz, otras tantas luces se unieron a él, guerreros de diversas tierras que querían esgrimir la auténtica justicia para el mundo entero. Reunidos en una habitación, las presentaciones se hicieron de manera formal:

Arale
De villa pingüino.

Jaco
De la patrulla galáctica.

Tanton
El joven dragón del país de Sen.

Karamaru
Ninja del cielo claro.

Cashman
Policía del planeta Viletesion

Ackman
Príncipe de los demonios.

Y finalmente,
Trunks
El guerrero Saiyajin.

—…La primera vez que lo vi, pensé que se trataba de Goku, que había regresado a villa pingüino —explicó Arale con cierto aire de tristeza—. Fue entonces que me atacó, y todo se volvió obscuro. Cuando la madre de Trunks me encontró y me reparó, supe que todos habían…es algo muy difícil de decir.
—Te sucedió algo horrible, es obvio. Lo siento mucho —dijo Jaco compasivo.
—Yo luché contra Black cuando este había arrasado un pueblo entero —dijo Cashman seriamente—. Ahí me encontré con Tanton y Karamaru. Ese bastardo era tan fuerte que tuvimos que huir.
—Sé lo que es eso —dijo Jaco—. Llegué a la tierra con la misión de perseguir al criminal que había eliminado varias civilizaciones en el universo. Sencillamente no estaba a la altura. Fue cuando Trunks me rescató.
—Aún así intentaste ayudarme, Jaco —concedió Trunks al patrullero.
—Así que todos perdieron algo, ¡gran cosa! —dijo Ackman despectivamente.
—Bravas palabras para alguien que se la pasa huyendo —dijo Tanton con algo de rabia—. A todo esto, tú siendo un demonio, ¿qué haces aquí? Con ese monstruo matando a la humanidad, uno creería que estarías contento.
—Tengo mis razones, niño con alas —dijo Ackman fríamente—. Recolecto almas, y con Black asesinando a los humanos ayuda mucho en el negocio. Pero si llega a matar a todos los humanos, no nacerán más, y entonces me iré a la quiebra.
—¡Sólo lo haces por dinero, malnacido! —increpó Cashman.
—Lo dice quien quería el dinero suficiente para construir una nave y volver a casa —dijo el demonio sonriendo con ironía—. Si, sé quién eres, “guerrero ahorrador”. Y no, no sólo lo hago por dinero. Todos dependemos del equilibrio.
—De cualquier forma, tus habilidades nos serán de ayuda —explicó Trunks.
—¿Para qué?, ¿acaso tienes un plan? —preguntó Karamaru.
—Tenemos un plan.

Todos dirigieron su atención hacia donde había provenido aquella voz, encontrándose a un par de mujeres en el arco de la puerta. Una de ellas, de cabello azul, y bata científica, respondía al nombre de Bulma Briefs, dueña de la destruida corporación capsula, y la mente más brillante en todo el mundo. La otra mujer, quien había proferido las últimas palabras, de cabello obscuro largo, luciendo una gabardina grisácea, respondía al nombre de Mai, excepcional líder de la resistencia contra Goku Black:

—¿Y ese plan es tan bueno para detener a ese monstruo? —preguntó Cashman.
—Más que suficiente —comenzó Bulma tomando la palabra—. Desde los primeros días que el enemigo atacó, hemos estado desarrollando una máquina capaz de viajar en el tiempo.
—¿Una máquina del tiempo? ¡Ah, como la del doctor Sembei! —exclamó Arale.
—¡Pero qué descaro!, controlar el tiempo es una violación de las leyes galácticas.
—También lo es matar al prójimo, y ese Black lo hace sin lamentarse —dijo Ackman—. Yo digo que nos obliga a jugar igual de sucio.
—La necesidad es la madre de la invención —dijo Mai tomando la palabra—. El punto aquí es que Trunks viaje en el tiempo, y pueda conseguir la ayuda necesaria para detener a Black.
—¿La ayuda necesaria? —preguntó Tanton—. ¿Conoces a alguien lo suficientemente fuerte como para detenerlo?
—Por supuesto que si —respondió Trunks—. Los mismos que me ayudaron a tener el poder para derrotar a los androides.
—Si el viaje en el tiempo lo harás tú, ¿para qué nos necesitan a nosotros? —preguntó Cashman.
—Como he dicho antes, este plan se ha estado desarrollando desde los inicios de Black en el poder, pero nos hemos visto con algunas fallas.
—¿Qué clase de fallas? —preguntó Jaco.
—La máquina del tiempo requiere combustible, y para ello, se utiliza una máquina especial —dijo Bulma—. Pero debido a los constantes ataques, se ha estropeado un poco. No poseo los elementos necesarios para repararla y que continúe con su función.
—Hemos organizado diferentes expediciones tratando de recuperar las piezas necesarias —explicó Mai—. Pero con Black atacando a todo lo que se mueve afuera…
—No han avanzado mucho, y necesitan alguien que si lo haga —completó Ackman—. ¿Y acaso el guerrero dorado no puede hacerlo solo?
—No es tan sencillo —dijo Trunks—. Cuando me enfrento a Black puede parecer una batalla pareja, pero él me supera por mucho, sin mencionar que en cada combate se vuelve más fuerte.
—Me sorprende que tú no —dijo Ackman sonriendo suspicaz.
—De cualquier forma —interrumpió Mai—. Los hemos reunido a ustedes para reunir todos los elementos necesarios. Con la debida organización, podremos hacer frente a las amenazas y tener éxito.
—Suena como un gran plan —dijo Ackman levantándose—. ¿Y quién va a organizarnos?, ¿Trunks?, ¿la científica esa?, ¿o quizás tú, chiquilla?
—¿Algún problema con eso? —respondió Mai sosteniéndole la mirada al demonio.
—Bueno, teniendo en cuenta tu largo historial de planes fallidos, supongo que tengo una ligera preocupación.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Tanton.
—¿Nadie la ha reconocido? —preguntó Ackman. Ante el silencio, suspiró—. La banda de Pilaf, ¿les suena?
—¿Pilaf?, ¿el conocido criminal? —preguntó Karamaru.
—El peor criminal de la historia —dijo Ackman mirando a Mai—. Y aquí, tenemos a uno de sus sirvientes.
—¡Yo no soy sirviente de nadie! —respondió la chica furiosa.
—¡Vaya! Tienes algo de carácter, lo concedo. ¿Y dónde están ellos?, ¿te dejaron solita?
—…No es asunto tuyo, Ackman. Y si algo de esto no te parece, te puedes ir al demonio, aunque claro, eres conocido por ir allí con las manos vacías, ¿verdad?

El príncipe demonio y la antigua criminal se miraron con resentimiento, pero antes de que estallara cualquier conflicto, Bulma interfirió pidiendo que cada uno se tomara un breve descanso antes de que las misiones correspondientes fueran asignadas. Mai no dudó ni un segundo en dar media vuelta y salir de la pequeña habitación, por lo que cierto guerrero saiyajin decidió seguirla de cerca, hasta detenerse en las afueras de la base subterránea que habían establecido como la última defensa contra Black. Pasaron unos minutos en silencio, Mai mirando hacia el horizonte devastado, dejando que los recuerdos afloraran en su mente, una época donde tuvo que luchar para sobrevivir, y que ser una criminal buscada le permitía llevarse comida la boca. Pero las cosas habían cambiado radicalmente. ¿Quién diría que de ser una ladrona pasaría a ser líder de una formidable resistencia contra un enemigo capaz de desintegrar planetas enteros?
A pocos metros de ella, se encontraba Trunks, y no necesitaba percibir su ki para sentir el gran conflicto en su interior, por lo que decidió acercarse lentamente hasta colocarse a su lado, mirando el paisaje tratando de formular las palabras más adecuadas:

—¿Cómo te sientes, Mai? —indagó Trunks. La chica suspiró.
—Estoy bien.
—Mai…
—¿Qué quieres? ¡He dicho que me encuentro bien!
—Lo sé, discúlpame. ¿Entonces no te importa que te haga compañía?
—Supongo que no.
Así pasaron los minutos una vez más, y Trunks se encontraba arrepentido de que su primer acercamiento no tuviera el efecto deseado. Para su sorpresa, ella inició una nueva conversación:

—Lo siento. No debí hablarte así.
—No te preocupes. Últimamente estás bajo mucha presión.
—¿Presión? ¡Por favor!, ¿qué hay de ti? —le preguntó sonriendo apenas—. Tú has tenido que combatir a ese monstruo durante todo este tiempo.
—Lo hemos combatido juntos —dijo Trunks seriamente—. Escucha, Mai…olvida lo que ese estúpido dijo. La resistencia no sería lo que es ahora de no ser por ti.
—¿Y qué somos, Trunks? —preguntó ella—. Los suministros se agotan día con día, cada vez hay más heridos, y ese Black se burla de nuestras estrategias. Y la última misión, ¡joder!, ¡fue un desastre!, ¡y fue mi culpa!
—¡No digas eso, Mai!
—¡Es la verdad! Su sangre está en mis manos…
—¡No hay nada que hubieras podido hacer! El enemigo era simplemente implacable.
—Implacable… —meditó Mai mirando las negros cielos—. ¿Sabes? A veces me pregunto si tiene razón.
—¿Black? ¿Por qué?
—Se la pasa hablando de que los humanos somos una amenaza, un peligro, un error en el universo. Y cada que ese monstruo asesina a un grupo de los nuestros me lleno de una gran rabia, pero…luego me pongo a pensar en cómo eran las cosas antes, todo el crimen y asesinato de la ciudad y el mundo entero, y me pregunto… ¿y si esto es un castigo?
—¡No lo es! —dijo Trunks firmemente—. Sé que la maldad existe, pero Black está cometiendo el error de sólo ver en el exterior, y no ver dentro de sí. Todos somos capaces de hacer cosas terribles, pero eso no es excusa para realizar un genocidio masivo. Él siempre se llama a si mismo un Dios, pero te puedo asegurar que uno real jamás permitiría esto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Mai.
—Pues…es cuestión de fe, supongo.
—… ¿Cómo lo haces?
—¿Qué cosa?
—Mantener la esperanza, estar firme frente a todo.
—Tuve grandes maestros —dijo el saiyajin recordando a Son Gohan—. Pero también hay personas en las que puedo apoyarme para seguir, como mi mamá…y tú.
—¿Yo? Trunks, yo no soy tan fuerte.
—Eres más fuerte de lo que imaginas.
—…Ella me decía lo mismo.
—¿Quién?
—Mi mamá.

Mai rebuscó en su gabardina, hasta sacar una malgastada foto que le pasó a Trunks, en donde se veían claramente una mujer mayor de cabello obscuro y vestido blanco, abrazando a una pequeña niña con el mismo color de cabello y ojos. El guerrero sonrió ante la imagen, encontrando muchísimas similitudes con la Mai que estaba a su lado; le devolvió la foto dejándole continuar:

—Mi padre la abandonó cuando ni siquiera había nacido, por lo que ella me cuidó lo mejor que pudo —dijo Mai con algo de nostalgia—. Éramos pobres, pero al estar juntas nos era suficiente para salir adelante, hasta que en una ocasión ella tuvo una horrible enfermedad…de la cual no pudo salvarse.
—Lo siento mucho, Mai.
—Eres el primero al que se lo cuento, Trunks. En esos tiempos difíciles, cuando no podía más, ella me decía exactamente lo mismo, “eres más fuerte de lo que imaginas”, y aquello me motivó a continuar. Pero cuando murió, las cosas cambiaron. Vagué por mucho tiempo entre la inmundicia, aceptando trabajos sencillos para sobrevivir, hasta que en una ocasión…
—¿Si?
—Comencé a robar. Me metí en problemas con una pandilla, y fue entonces que decidí pedir ayuda.
—¿Pilaf?
—Así es. No era muy exigente, y estaba buscando ayudantes. Con la tecnología a su disposición logró sacarme a aquella pandilla de encima, y desde entonces estuve en deuda. Luego supimos lo de las esferas del dragón, y el resto es historia.
—Vaya Mai, no tenía idea —dijo él conmovido.
—Durante gran parte de mi vida he vivido del crimen. Ahora tengo un propósito, pero…tengo miedo.
—¿De qué?  
—¿Qué pasará cuando esto termine?, ¿qué es lo que voy a hacer?
—Mai, yo…

Pero antes de que pudiera terminar su frase, ambos fueron testigos de una poderosa explosión a la distancia. El guerrero sintió la presencia de Black, como también de muchos sobrevivientes que estaban siendo atacados en ese preciso momento. Se miraron por unos segundos, hasta que ella asintió en su dirección, a lo que Trunks expulsó su aura de energía, elevándose con rapidez en dirección a una batalla próxima. Mai sabía que ya tendrían tiempo de hablar, pero por ahora, debían poner su plan en marcha.

.  .  .

Pasado el peligro, cada uno de los héroes se puso al tanto de su respectiva misión. El objetivo era reunir tres piezas fundamentales para el mecanismo que proveería el combustible necesario de la máquina del tiempo, partes que se encontraban en distintas zonas de la devastada ciudad, lo que hacía más difícil su localización.
El engranaje plateado, que permitía el movimiento de un sector específico de la maquinaría, se encontraba en la parte oeste de la ciudad; la válvula carmesí, que permitía la contención y conducción de determinada corriente, se encontraba en la parte este de la ciudad; y finalmente, la tarjeta núcleo, que conectaba el programa especial para su completa operación, se hallaba en un solo sitio, más allá de la región sur, cercano a las áreas montañosas, donde residía la fortaleza divina de Black.
Presionados por el tiempo, optaron por una división general para asegurar el triunfo sobre el villano; Arale y Cashman irían por el engranaje a la zona oeste; Jaco y Ackman irían por la válvula a la zona este; y finalmente, Tanton y Karamaru se desplazarían hacia el sur, en busca de la tarjeta núcleo. La tarea del resto resultaba simple: Trunks se enfrentaría a Black en una batalla decisiva, siendo apoyado de cerca por la resistencia humana, sirviendo como distracción para que los demás lleven a cabo sus misiones.
Toda la operación parecía sencilla hasta cierto punto, pero Bulma instó a los presentes en no confiarse demasiado aunque los objetivos parezcan tan fáciles de manejar. Aquellas piezas de ingeniería eran muy raras de conseguir, y si recibían el menor daño, se volvían totalmente inservibles:
—Sé que hemos tenido batallas difíciles en el pasado, pero debemos afrontar la gravedad del asunto —dijo Bulma al batallón reunido—. Sin estas piezas, el combustible para la máquina del tiempo nunca estará listo, y de esa forma, nos veremos solos frente a la absoluta extinción. La futura supervivencia de toda la raza humana depende de nuestro éxito.
—Sin presiones, ¿he? —mencionó Ackman.
—No les mentiré —expresó Bulma—. Aunque Trunks y Mai luchen contra Black…puede que esto resulte una misión sin retorno. ¿Lo comprenden?

El silencio se hizo presente en la habitación. Algunos se miraban entre sí con el temor incrustado en la mirada, mientras que otros hacían las paces con sus ancestros al creer que ese sería su último día en la tierra. Para sorpresa de todos, de entre el tumulto se adelantó Arale, con un semblante tan serio, que contrastaba inmediatamente con las facciones aniñadas de su rostro. Miró directamente a Bulma:

—No tengo un hogar al cual regresar.

La mujer no supo qué decir ante esas sencillas palabras, impresionada por el gesto de decisión que le dedicaba la androide. En un momento de lucidez, Jaco se adelantó junto a la pequeña, con la mano en el pecho:

—Black se equivoca en cuanto a los humanos —comenzó solemnemente—. La primera vez que llegué a la tierra, conocí la bondad de los terrícolas, y aunque su miedo a lo desconocido era visible, eso no les impedía obrar con inteligencia y valor. De haber estado antes, quizá, tu hermana… —agachó la vista, sin poder seguir—. Haré lo que esté a mi alcance para cumplir esta misión.
—En mi planeta también fui un oficial —dijo Cashman juntándose—. No pienso darle la espalda a la verdadera justicia.
—Ni yo tampoco —dijo Tanton.
—Tengo una visión clara de lo que quiero para este mundo —dijo Karamaru—. Me comprometo a triunfar.
—¿Qué dices tú, Ackman? —preguntó Mai.
—¿Y dejar que todos los perdedores se queden con la diversión? Ni lo sueñen.
—Está decidido —dijo Bulma—. Hemos mantenido viva la esperanza. Demostrémosle a ese falso dios el auténtico poder de los mortales.

Toda vez que el salón se llenó de vítores, Trunks se permitió sonreír como no lo había hecho desde hace mucho, al saberse que no estaba solo en tan terrible cruzada. Con las conciencias dispuestas y las voluntades unidas, se preparó todo para poner en marcha a la gran misión de la Resistencia.

.  .  .

—¿Cómo te sientes, Mai? —preguntó Trunks.
—Últimamente me preguntas mucho eso, ¿sabes? —respondió ella calibrando su arma.
—Supongo que estoy algo nervioso.
—…Todos lo estamos.
—Lo sé —dijo este mirando al cielo—. Mai, necesito decirte algo.
—¿Ahora? —preguntó extrañada.
—Si, justo ahora.
—Bien, ¿de qué se trata?
—Bueno, estuve pensando lo que dijiste, acerca de lo que sucedería si logramos salir de esto.
—Cuando salgamos de esto —corrigió ella decidida.
—Si, cuando salgamos de esto, yo pensaba que…bueno, quizá…te gustaría que…tú y yo…

Antes de que pudiera proferir más palabras, unos labios silenciaron los suyos en un breve beso. En sus miradas hubo una conexión mística de apenas unos segundos que parecieron durar años para ellos. Trunks sonrió con alegría, al igual que Mai:

—Vete a salvar el mundo —le dijo ella—. Asegúrate que tengamos toda una vida por delante para hablar sobre este momento.
—…Lo haré.

Un segundo beso volvió a inundarlos de una extensa paz, aunque estuvieran a escasos centímetros de la extinción definitiva. Se correspondieron una última mirada llena de amor antes de que el guerrero dorado volara para enfrentarse a su destino.
Con los lugares dispuestos, la operación inició, desperdigándose cada uno a la asignación encomendada. Arale y Cashman fueron los primeros en salir corriendo de la base hacia el sector que les tocó, utilizando su gran velocidad para llegar en poco tiempo; Jaco y Ackman salieron presurosamente como los segundos en la gran misión, siendo seguidos por Tanton y Karamaru, quienes se separaron en determinado punto en direcciones contrarias, cada uno decidido a encontrar lo que se les había pedido. Mientras tanto, Trunks inspeccionaba los cielos, elevando y disminuyendo continuamente su ki, atento a cualquier señal a su alrededor. No tuvo que esperar mucho al tener que esquivar una gigantesca bola de energía la cual partió en dos al sacar su confiable espada para el combate.
Con lentitud, la figura de Goku Black descendió del cielo negro hasta estar a su nivel, observándolo detenidamente con una sonrisa engreída:

—Así que finalmente dejaste de esconderte, Saiyajin —dijo Black.
—Tenemos un asunto pendiente —respondió Trunks—. A no ser que tengas otros planes.
—Je, je, je. La arrogancia en tu especie parece no tener límites. Aquello te llevará a tu destrucción.
—No es arrogancia. Sólo tengo fe.
—¿Fe? ¡Ja, ja, ja! Qué iluso humano. ¿Y a qué supuesta deidad le dedicas tus rezos?
—…A la esperanza.

El gesto de incomprensión que mostró Black fue suficiente para iniciar el ataque. Desde tierra, unos cohetes volaron en dirección al enemigo, quien con un simple gesto los mandó a volar, pero aquello le dio oportunidad a Trunks de sorprender al villano con un tremendo golpe al estómago, cuyo impacto lo arrojó varias millas de distancia, hasta chocar contra el suelo. La resistencia humana se desplegó en dirección al caído, y el guerrero de la luz no se quedó atrás, siguiendo de cerca la presencia del enemigo para saber dónde atacaría. De entre el polvo alzado, la figura de Black emergió hacia el saiyajin, propinando un fuerte golpe que Trunks apenas y pudo bloquear; de esa forma la pelea entre ellos dio inicio.

.  .  .

Arale y Cashman buscaban entre los escombros de un viejo laboratorio la pieza faltante que les había tocado, pero mientras más ruinas removían, un nuevo tiradero de piezas aparecía:

—¡Esto no tiene fin!, ¿cómo es la pieza que buscamos? —preguntó Arale.
—Pequeña, plateada y redonda —dijo Cashman.
—Pero muchas de estas piezas están rotas. ¿No crees que se haya destruido entre los escombros?
—Si la señorita Bulma estaba en lo cierto de que era una pieza rara e importante, entonces debe estar en algún lugar secreto, quizá… ¡lo sé!

Y el justiciero del espacio, invocando su poderosa espada, le pidió a la androide que saliera de su camino. Con algunos cortes al aire, apareció una poderosa ráfaga que quitó los escombros alrededor, revelando así una puerta en el suelo del lugar. La abrieron, y se dieron cuenta que había una escaleras subterráneas. Sin pensarlo dos veces, se adentraron por el pasadizo, empezando a caminar velozmente por aquel extenso túnel que parecía no tener fin; en determinado momento, Cashman activó una modalidad en su armadura que permitía alumbrar el trayecto, encontrándose efectivamente en una especie de catacumba, la cual comenzaba a hacerse más estrecha a cada minuto:

—A juzgar por el grosor de las paredes, debieron esconder algo muy importante por aquí.
—Ho yo.
—¿Siempre eres tan conversadora? —preguntó el héroe, dejando a la androide en silencio—. Disculpa, no quise incomodarte.
—No es eso, es sólo que…
—¿Si?
—No sé, todo es demasiado complicado…no lo entiendo.
—Tal vez pueda ayudarte.
—…Una vez, conocí a un oso en cautiverio, así que decidí ponerlo en libertad en el bosque. Pero en ese preciso instante, unos cazadores le habían disparado. Entonces me sentí…extraña.
—¿Enojada, quizá?
—¿Enojada? No lo sé, tal vez. Sólo sé que me he sentido de la misma forma desde que mi villa fue destruida.
—No eres la única —dijo Cashman con una sonrisa—. Pero no te preocupes, porque cuando acabemos con esta misión, te ayudaré a reconstruir tu pueblo.
—Pero…todos están muertos.
—Eso no importa. Está el dicho humano de que nuestros seres queridos jamás nos abandonan, incluso en la muerte.
—Yo soy un robot.

Cashman miró a la pequeña androide, quien había agachado la vista ante esas últimas palabras. En el corto tiempo que se unió a la resistencia, escuchó divertidas historias que protagonizaban a una Arale enamorada de la vida, causando risas y estragos por su ingenuidad; aquella no era la chica que le habían descrito. Con solemnidad, Cashman se detuvo a su lado, arrodillándose para igualar sus miradas al mismo nivel:

—¿Extrañas a tus seres queridos, Arale?
—Si.
—¿Por qué? —preguntó él seriamente.
—¿Por qué…? Pues, porque los quiero mucho.
—Por supuesto que los quieres —dijo Cashman dedicándole otra sonrisa—. He visto muchos robots a lo largo de mi vida, todos con una programación específica sobre qué hacer y qué decir. Si le hubiera preguntado lo mismo a cualquier robot, seguramente me hubiera respondido cualquier estupidez técnica, mientras que tú, respondes con sentimientos vivos y reales. Tu creador, el doctor Sembei, supo lo que hacía, porque tú no fuiste creada para seguir patrones. Fuiste creada para amar la vida.

Arale se quedó mirando fijamente a Cashman, quien sonrió internamente por las elocuentes palabras que le había expresado a la androide. “Seguramente la he dejado impactada”, pensó el héroe con orgullo. Pero de un momento a otro, la pequeña alzó la mano, dándole un fuerte golpe a su nariz, derribándolo completamente:

—¿Y eso porqué fue? —preguntó él irritado.
—¡Tenías un insecto! —respondió Arale sonriente.
—¡Yo abriendo mi corazón en esta catacumba, y tú sólo piensas en aplastar insectos!
—No lo aplasté, sólo lo asusté.
—¿Y eso?
—Pues porque toda vida es valiosa, Cashman.

Aquellas palabras enmudecieron al héroe, observando impactado cómo la pequeña androide seguía por el estrecho camino, perdiéndose entre las sombras. Sonriente lanzó un último suspiro antes de seguirla. Juntos e iluminados se empezaron a dar cuenta que aquel túnel comenzaba a hacerse más pequeño, pero aquel detalle quedó en segundo plano cuando una luz al final llamó su atención; de esa forma, corrieron hasta encontrarse con un pequeño pedestal, en el cual permanecía una pequeña caja cristalizada, y dentro yacía el engranaje plateado. Con suma delicadeza, Cashman logró abrir el contenedor y tomar entre sus manos la brillante pieza. Se miraron complacidos ante su triunfo, pero un pequeño estremecimiento captó su atención.
La batalla entre Trunks y Black se había vuelto demasiado intensa, haciendo temblar el mundo incluso hasta esas profundidades. De esa forma, un ligero paso de destrucción provocó una reacción en cadena que empezó a despedazar el camino recorrido por nuestros héroes en aquel túnel. Cashman, reaccionando a la adversidad, le entregó rápidamente la pieza a Arale, mientras el túnel comenzaba a colapsar a su alrededor. Utilizando todas sus fuerzas disponibles, el guerrero interpuso con su cuerpo la inminente destrucción, dándole un poco de espacio a la androide para mantenerla segura:

—¡Ho yo yo!, ¿pero qué sucede?
—Arale, quiero me escuches con mucho cuidado. ¿Puedes colocar la pieza en tu interior?
—Si, claro —dijo ella siguiendo sus instrucciones—. ¿Y ahora?
—¿Puedes hacerte paso hacia la superficie?
—¡Seguro que si! ¡Así saldremos juntos!
—No, tendrás que salir tú —dijo Cashman—. ¡Debes darte prisa!
—¿Pero de qué hablas? ¡Puedo mover estos escombros y llevarte!
—¿Olvidas lo que dijo Bulma sobre la pieza? Al menor daño, nada de esto serviría de nada —dijo Cashman, haciendo esfuerzo para aguantar los escombros—. Ahora no p-puedo moverme ni un c-centímetro, y si lo hago, inmediatamente quedaremos bajo montones de tierra. Si haces uso de tu tremenda fuerza, de una forma u otra, la pieza se rompería.
—Pero…pero…
—¡Haz lo que te digo, maldición! ¡Debes llevar la pieza!
—¡No! ¡No! ¡No puedo dejarte aquí! ¡No quiero!
—¡Arale!

Se miraron, y ella tenía una expresión de profunda tristeza. Una vez más comenzaba a experimentar aquella sensación cuando su villa fue destruida. ¿Qué importaba si podía partir la luna de un golpe, si no podía proteger a las personas que amaba? Porque si, ella amaba a todos, y por eso no podía…

—¡No puedo! Cashman, no puedo…
—¿La g-gran Arale Norimaki tiene miedo? —preguntó Cashman—. R-recuerda lo q-que te dije: siempre estaré contigo.

Un temblor provocó que los escombros se juntaran más, haciendo que su peso se volviera casi insoportable. A pesar de todo, del dolor y el miedo, Cashman sonreía a la androide, transmitiéndole la confianza que necesitaba para seguir con la misión. Apretando los puños, la pequeña miró hacia el muro más cercano, y con gran concentración, utilizó su fuerza para crear un túnel; poco a poco se adentró en este, dejando a su amigo atrás, hasta que un último sismo a su alrededor provocó el entierro total de la cámara subterránea, y el silencio le invadió. Sin más que hacer, siguió su camino, cada vez con mayor velocidad, quitando la tierra en su camino, hasta que en pocos minutos alcanzó la superficie. El cielo obscuro y la devastación le dieron la bienvenida, aunque ella ya ignoraba su entorno, caminando mecánicamente en una sola dirección; tanta muerte había roto algo en ella, no un circuito, no un fusible, ni nada por el estilo, sencillamente, su sonrisa se esfumó. Por desgracia, la fuerza que usó para salir de aquel lugar bajo tierra gastó con creces su energía, por lo que comenzó a sentir su cuerpo entumido. Sus pies se fueron deteniendo, mientras el recuerdo de Cashman, y todos sus viejos amigos, permanecía en su mente; de esa forma, aquella androide se detuvo a medio camino, con las manos fuertemente aferradas a su estómago, casi como si estas significaran su última voluntad: proteger la esperanza del futuro, en memoria de sus seres queridos.

.  .  .

Jaco y Ackman habían llegado a una especie de templo completamente en ruinas, donde en algunas de sus habitaciones de equipo se encontraba la pieza que estaban buscando. El patrullero se dedicó a buscar seriamente por el lugar, mientras que el príncipe de los infiernos se mantenía indiferente ante el paisaje que le rodeaba. Caminando entre varios pasillos e inspeccionando varios cuartos, terminaron en un estudio completamente destruido:

—Podrías ayudarme un poco, ¿sabes?
—Te estoy supervisando.
—¿Acaso esto es una broma para ti? ¡El universo entero depende de nosotros!
—Relájate, patrullero. Mientras tú buscas innecesariamente, yo me mantuve pensando dónde podría estar la pieza, y es que por obvias razones, no es algo que estuviera a la vista, aún sin todo este desorden.
—¿Escondido?, ¿pero en qué parte?
—El mejor escondite está a la vista de todos.

Ackman se mantuvo mirando un punto fijo en la habitación, por lo que Jaco imitó el gesto dirigiendo su vista hacia una pintura de un hermoso paisaje. El demonio se acercó al cuadro, pareciéndole mucha coincidencia que tal pieza artística sobreviviera más allá que el resto del cuarto, por lo que la quitó revelando un muro liso; tanteó la pared un momento, hasta que de súbito lanzó un puñetazo, descubriendo un material flexible como el cartón. Con la ayuda de Jaco removieron el resto del muro, dejando a la vista una caja fuerte de combinación. Entonces el patrullero utilizó su pistola para forzar la puertecilla, y así destapar su contenido. Efectivamente en el interior, sostenido por una base metálica, yacía a la espera la válvula carmesí. El demonio la tomó abruptamente entre sus manos, inspeccionándola con algo de desdén:
—¿Por una piececita así debemos dar nuestras vidas?
—¡Ten cuidado! Recuerda que Bulma dijo…
—¡Como sea! —expresó Ackman lanzándole la pieza—. Salgamos de aquí.

Al no poseer un compartimiento especial, Jaco sostuvo con cuidado la válvula, cuya ligereza daba la sensación de una gran fragilidad. Caminando lentamente por los pasillos del templo, Ackman aprovechó la oportunidad para burlarse de Jaco por su tardanza:

—¡Vamos súper élite!, ¿esa cosita es demasiado para ti?
—Esta cosita nos permitirá salvar el mundo, Ackman —respondió el patrullero con seriedad—. Y como súper-élite, me tomo mi trabajo muy en serio. Pero tú seguramente lo sabes.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando mencioné que viajar en el tiempo es una violación de las leyes galácticas, me respondiste que matar también lo era. Supuse entonces que las conocías, aunque me sorprendió un poco que un demonio como tú perdiera su tiempo en ello…
—¿Lo mencionas por algo en particular?
—No, sólo intento hacer una conversación.
—Como demonio estoy al tanto de cosas más allá de tu mortal comprensión —respondió Ackman seriamente—. Hay fuerzas que obran más allá de tu supuesta ley.
—Si tú lo dices. Pero aún así, nos ayudas para restablecer el equilibrio.
—Las cosas cambian, Jaco.

El patrullero no comprendió bien aquellas últimas palabras, por lo que miró al príncipe de los infiernos, sorprendiéndose al ver que éste le apuntaba con su propia pistola de rayos:

—¡Ackman!, ¿pero qué demonios haces?
—Lo que es necesario.
—¿Qué?, ¿me estás jodiendo?, ¿tienes alguna idea de lo que pasará si accionas el gatillo?
—¿Y tú si la tienes, Jaco? Respóndeme con honestidad, ¿sabes realmente a lo que te enfrentas?
—¡Estoy aquí para salvar el universo!
—¿Qué universo? —preguntó Ackman con enfado—. ¡Mira a tu alrededor, Jaco!, ¿esto es lo que quieres salvar?, luchas una causa perdida. Todos los planetas que Black ha destruido, toda la gente que ha asesinado, ¿algo cambiará si realmente lo derrotan? ¡Respóndeme!

El silencio pareció tangible entre ambos. Ackman sostenía firmemente el láser hacia el patrullero, mientras que éste no podía dejar de notar algo en la mirada del demonio, más allá del miedo y el apuro:

—¿Por qué, Ackman? —preguntó Jaco—. ¿Por qué esperar hasta este momento?
—¡Dame la maldita pieza, Jaco!
—¿La pieza? Pero…no te entiendo.
—¡Necesito las malditas piezas! ¡Debo traerlos de regreso!

Por primera vez, unas cuantas lágrimas se asomaron por los ojos del príncipe de las tinieblas. Aquello desconcertó al patrullero, pero en ningún momento decidió moverse del lugar mientras le apuntara con el arma. Hizo unos cuantos cálculos, y decidió indagar en el asunto:

—¿De qué hablas, Ackman?, ¿a quién te refieres?
—¡A ellos! ¡A…! Mi familia… —susurró para la sorpresa del patrullero—. Aquel monstruo, ese Black…no sólo atacó otros planetas, y la humanidad no fue su primer blanco. Ese monstruo destruyó las regiones infernales, y las regiones celestiales del otro mundo…
—¿Qué dices? Pero eso…no puede ser.
—¡Él lo hizo! —exclamó irritado Ackman—. Ángeles y demonios se interpusieron en su camino, y entre ellos…mi familia.
—Ackman… ¿por qué no nos dijiste nada?
—¡Porque no es su asunto! —expresó el demonio—. Dame la pieza, ahora.
—Tú…quieres regresar en el tiempo, cuando ellos fueron destruidos —reflexionó Jaco—. Ackman, eso no cambiará nada. De cualquier forma, por mucho que intenten huir, Black podría matarlos a todos, en cualquier línea temporal.
—¡Malditas excusas! —dijo el príncipe—. Es porque son demonios, ¿verdad? Ellos no valen lo que tu preciosa humanidad, ¿no es cierto? ¡He, responde!
—¡Sabes que no es eso! —exclamó Jaco con preocupación—. Siempre hay consecuencias por alterar el tiempo.
—¡La misión de Trunks es inútil! Tú mismo lo dijiste, ese Black es muy poderoso. Aunque se traiga un ejército del pasado, jamás lo derrotaría. ¡Yo sólo quiero salvar a mi familia!
—…No voy a entregarte la pieza, Ackman —dijo el patrullero seriamente—. Lo lamento en serio, pero la única opción es derrotar a Black.
—…Eres un maldito incrédulo.
—Todavía hay esperanza.
—¡Soy un demonio, Jaco! —respondió con furia—. Si alguien sabe de la maldad humana, ese soy yo. Dios o no, ya era hora de que los mortales tuvieran un castigo justo a sus pecados.
—¡Esto es una locura, Ackman! ¡Él destruirá todo! ¡A ti también!
—Eso ya no importa —dijo el demonio—. Si no cambiará nada, entonces no hay salvación. Destruiré esas piezas.
—…Está bien, pero la próxima vez que quieras matar a alguien, asegúrate de quitarle el seguro primero.

Esas palabras provocaron que el demonio mirara la pistola, cosa que el patrullero aprovechó para propinar una patada que le hizo soltar el láser, y una segunda que lo derribó completamente. Jaco no tuvo tiempo de retroceder cuando Ackman desenvainó su sable, abalanzándose contra el alienígena, tratando de poner fin a su existencia. El patrullero esquivaba cada ataque lo mejor que podía, pero con las manos ocupadas protegiendo el artefacto le era mucho más difícil. La pelea había llegado al exterior, donde en un momento, Ackman al fallar una embestida, clavó su espada en unos escombros, haciendo que Jaco tomara la oportunidad para lanzar otra patada al demonio, pero este la bloqueó con ambas manos, además de lanzar al alienígena por los aires.
Aferrando con fuerza la válvula a su estómago, cayó pesadamente en el duro suelo del lugar, observando con preocupación como Ackman se acercaba con espada en mano. Ni tiempo le dio para levantarse, siendo que lo atacó sin piedad, provocándole varias cortadas en el cuerpo; de una patada, hizo que Jaco soltara la válvula a varios centímetros de él, sin sufrir milagrosamente ningún tipo de daño. Con absoluta crueldad, para detener a su molesto enemigo, el demonio hundió su espada, exactamente sobre la mano derecha del patrullero, sacándole un terrible alarido de dolor. Habiendo detenido a su oponente, se dirigió con calma hasta la pieza para destruirla, dejando a Jaco en un terrible dilema. Intentó mover la espada por todos los medios, pero al haberla incrustado casi en su totalidad, desde su posición le era imposible removerla.
Reuniendo toda la fuerza de voluntad que tenía, de un tirón jaló su mano del filo de la espada, gritando con gran fuerza, corriendo hacia su enemigo. Antes de que Ackman tocara la pieza, el patrullero lo embistió, enzarzándose en una nueva lucha. Aunque el demonio era resistente, no poseía la fuerza sobre-humana de Jaco, por lo que cada golpe propinado por éste en su rostro le debilitaba cada vez más. Con un último codazo, dejó a Ackman en el suelo escupiendo sangre, por lo que se levantó por la pieza, tratando de poner distancia entre ambos. El príncipe de las tinieblas al ver esto, rápidamente llamó a su espada, y la lanzó contra Jaco, quien supo esquivar ese ataque, y el arma fue a dar contra unos escombros.
Sabía que no le alcanzaría, de modo que escupiendo una poderosa llamarada, quemó un tanto las piernas del patrullero, alentando su carrera. La persecución terminó cuando el demonio embistió nuevamente a Jaco haciendo que éste volviera a soltar la válvula, dejándola caer cerca de los mismos escombros donde había aterrizado la espada infernal, la cual provocó que la estructura se debilitara, haciendo que esas pequeñas ruinas se balancearan peligrosamente sobre la pieza. Luchando entre sí, alienígena y demonio se disputaban por llegar primero al objetivo, uno para destruirla y otro para protegerla, hasta que notando que en poco la estructura caería, Jaco sacó más fuerzas para correr hacia el lugar, tratando de sacar la pieza en un primer instante, pero la sorpresiva interferencia de Ackman al empujarlo, provocó que este apenas pudiera detener la destrozada muralla que amenazaba con caer sobre la válvula, haciendo que un fierro lacerara un costado del súper-élite. Con gesto triunfal, limpiándose un poco la sangre de su rostro, Ackman tomó la pieza delante de las narices de Jaco:

—Me gustaría decir que al haberme hecho caso desde un inicio podrías haber alargado tu vida —le espetó el demonio con crueldad—. Pero te estaría mintiendo, ¡Ja, ja, ja, ja!

Aquello parecía ser el fin, pero un súper-élite jamás se rendiría de esa forma. Aprovechando la gran carcajada del demonio, tomó la oportunidad de lanzar un pequeño frasco a su garganta, con el que se atragantó inmediatamente. Rompiéndose, un líquido se vertió en su interior, con lo que empezó a sufrir terribles espasmos. Jaco utilizó sus últimas fuerzas para mover el escombro sobre él, y tomar la válvula de la mano de Ackman antes de que este cayera de rodillas:

—¡¿Qué me hiciste, desgraciado?! —increpó Ackman escupiendo sangre.
—Mi última invención —dijo el patrullero con una débil sonrisa—. Originalmente, lo que te di estaba destinado para matar a toda la especie humana, pero dada la situación, me permití hacerle unas cuantas modificaciones químicas, haciendo una dosis concentrada para una sola persona. Pensaba usarlo en Black, pero debo decir que te ganaste la oportunidad de ser el primero.
—¡Malnacido! ¡No puedes ganar! —dijo Ackman escupiendo más sangre—. ¡Tarde o temprano, todos morirán! ¡El destino de los mortales es su destrucción! ¡Todos morirán!
—Eso lo sé —dijo Jaco seriamente—. Lo siento tanto, Ackman.

Con unos espasmos finales, Ackman cayó al suelo inmóvil. Él de igual forma se dejó caer, sintiendo el asfixiante dolor de sus heridas ardiendo hasta la inconciencia. El patrullero sólo podía ver la obscuridad de las alturas, clamando por algún dios misericordioso más allá de las sombras, que atendiera a sus plegarias. Creyendo su fin cercano, movió su cabeza, y como su vista aún no estaba borrosa, divisó cercano a él un destrozado botiquín de primeros auxilios, y por fortuna, era su mano buena la que estaba próxima a su salvación.
Minutos después, con su costado tratado, y una de sus manos completamente sedada, cosida y vendada, llevando en el mismo botiquín la pieza faltante, caminó durante unos minutos hasta encontrarse en una calle abandonada. Un vistazo le permitió encontrar un automóvil a medio uso, con el combustible y la energía suficiente para un solo viaje, el que necesitaba para completar su misión. Subiendo al vehículo, arrancó, dejando tras de sí una sangrienta lucha, y disfrutando una gran victoria.
Pasaron varios minutos en silencio, rogando que ningún ataque asesino le sorprendiera, hasta que a la distancia divisó algo familiar. O mejor dicho, un alguien. Llevando el automóvil en aquella dirección, reconoció la figura de Arale completamente inmóvil en medio de la carretera. Le llamó una, dos, tres veces, preguntando qué ocurría, y el paradero de Cashman, pero no obtuvo respuesta alguna. Entonces recordó que al ser un androide, debió quedarse sin energía, por lo que bajó del coche para socorrer a su aliada. Inspeccionándola superficialmente, notó como sus manos estaban dirigidas a su vientre, cosa que le llamó la atención; decidió mover sus brazos y así descubrir un pequeño compartimiento, donde se encontraba inalterable el engranaje plateado. Al colocarla como estaba, y con algo de dificultad, la subió al coche, encendiendo el motor dispuesto a seguir. Sabía que aquel vehículo era más lento, pero era la única probabilidad de llegar seguros. Sin más preguntas, el coche avanzó perdiéndose en el camino.

.  .  .

Atravesando a gran velocidad un extenso bosque, Tanton y Karamaru se detuvieron ante una rocosa ladera, donde encontrarían un pasadizo hacia el lugar indicado por Bulma. Era sabido que el Dr. Maki Gero, el infame científico de la extinta patrulla roja, había estado desarrollando experimentos ilegales en búsqueda del poder que le permitiría doblegar al mundo; de ahí el surgimiento de los androides. Sin embargo, recientes investigaciones revelaron que ese sujeto no tenía solo un laboratorio, sino diversos escondites donde residían todos sus hallazgos. Y era precisamente lo que ambos guerreros buscaban. A la distancia podía observarse la casa en la que Black residía luego de sus asaltos contra la humanidad, y Tanton sintió un inmediato desprecio por ese lugar:

—Si tan sólo hubiera traído unas cuantas granadas…
—Eso pondría en riesgo toda la misión —le respondió Karamaru—. Mejor ven, y ayúdame a encontrar una entrada.
—¿Seguro que es por aquí? Esto parece un callejón sin salida.
—He escuchado de la patrulla roja en mi juventud; no me sorprende que los hallazgos de ese tal Gero estén ocultos. ¡Espera! ¡Lo encontré!

Un conjunto irregular de piedras reveló una corriente de aire; uniendo fuerzas removieron los escombros abriendo ante sí un camino descendente, en el que se adentraron sin temor. Luego de un rato apareció ante ellos una cámara subterránea de grandes dimensiones, la cual contenía toda clase de aparatos y computadoras con la emblemática cintilla de la patrulla. Inspeccionaron el lugar durante varios minutos, removiendo planos de proyectos fallidos y consolas destrozadas, hasta que dieron con el pequeño artefacto. Según las descripciones que se le dieron, la tarjeta núcleo es una pieza cuadrangular de color verde con algunas líneas negras, la cual se encontraba en alguna parte de los controles de la máquina principal; con sumo cuidado, Tanton removió la pieza del gran ordenador para observarla atentamente:

—Misión cumplida, compañero.
—Así parece —respondió Karamaru sosteniendo la pieza—. Ahora debemos irnos lo antes posible.

Sin embargo, aquello no resultó tan fácil como creían. Súbitamente unos sonidos los sorprendieron, impactados al ver cómo algunas pantallas se encendían a su alrededor, iniciando una cuenta regresiva de tan sólo diez segundos, lo cual sólo significaba una cosa. Utilizando su prodigiosa velocidad, no les tomó mucho tiempo salir a la superficie, siguiendo su camino por el extenso bosque, pero nada impidió que a sus espaldas sintieran el estremecimiento de la explosión que se produjo en el antiguo laboratorio de la patrulla roja.
En ese instante, a millas de distancia, Black apartó su atención de la lucha que sostenía con el saiyajin, observando a lo lejos la enorme columna de humo cercana a su fortaleza. No le costó ningún esfuerzo leer las energías cercanas, encontrando dos que se desplazaban a gran velocidad por el bosque circundante. Trunks se percató de ese hecho, volviendo a atacar a su enemigo, pero éste, con un solo destello de energía logró empujarlo a una considerable distancia por el aire, aprovechando el momento para volar hacia donde estaban los invasores.
Mientras los guerreros se movían, el impecable oído de Karamaru escuchó un zumbido que se hacía más grande a cada segundo. Apenas tuvo tiempo de apartar a su amigo del camino de una tremenda esfera de energía que se llevó varias hectáreas de bosque. A pesar de verse desorientado, Tanton se dejó guiar por su compañero, escondiéndose entre los arbustos; bien sabían que Black podía sentir la presencia de sus adversarios, por lo que el samurái optó una pose neutral y lenta, para evitar ser detectados.
El guerrero oscuro aterrizó con fuerza en el bosque, y con calma observó a su alrededor, tratando de presentir el más leve rastro de energía, incluso el más leve movimiento entre el follaje:

—Sé que están aquí, humanos.

Black caminó entre los arbustos, siempre con la energía latiendo en la palma de sus manos, preparándose para extinguir las fugaces vidas de ambos guerreros. Karamaru seguía retrocediendo al lado de Tanton, pero sabía que sólo era cuestión de tiempo antes de que un ataque asesino los alcanzara. El samurái se detuvo súbitamente, haciendo tambalear por unos segundos al joven dragón, quien observó a su compañero, apreciando en este una sincera sonrisa y un breve asentimiento. Colocando en sus manos la tarjeta núcleo, Karamaru utilizó su velocidad llamando con grandes voces al enemigo desde otra dirección. Inmediatamente Black lanzó poderosas energías contra él, desintegrando más partes del bosque a su paso. Tanton aún temblaba ante la acción de su amigo, dudando si irse o unirse a la batalla.
Karamaru finalmente se plantó frente a Goku con su espada en alto, y éste le dedicó una sonrisa desdeñosa mientras sus manos emanaban más energía:

—Así que uno de ustedes decidió morir.
—No le temo a la muerte, y no te temo a ti —respondió el samurái decidido.
—Pues deberías hacerlo. Has de sentirte honrado al ser uno de los pocos que experimentará en carne propia el peso de la justicia.
—Te equivocas, Black —dijo Karamaru, sorprendiendo a su enemigo—. Puedo verlo claramente en ti, como un estanque de aguas turbias. La destrucción que provocas no es más que el reflejo de tu interior. Puedo percibir tu conflicto, tu ira, como también tu sufrimiento.
—¡Silencio, humano! ¡Tú no conoces nada de mí! —contestó Black con enfado.
—Sólo escúchame, por favor. Esto puede terminar ahora, si decides hacerlo.
—Jamás dejaré de luchar contra el mal.
—¡Entonces demuéstralo! —exclamó el guerrero con la espada en alto—. Posees dudas, lo sé. Este es tu momento, y tu elección. Decide ahora…y que se haga justicia.

Un silencio rodeó a ambos, mientras que Tanton no podía creer que su amigo le estuviera concediendo esas palabras al enemigo que ha asesinado a millones. Las miradas del samurái y el destructor se conectaron en unos segundos que parecieron ser siglos, hasta que cada uno decidió hacer su última jugada. Black alzó los brazos, y como Karamaru sabía que no tendría oportunidad con uno solo de sus ataques, lanzó hábilmente su espada hacia el enemigo con la esperanza de detenerlo finalmente, pero por desgracia, este con el mismo movimiento que inició, hizo volar la espada por los aires; con horror el samurái se dio cuenta que su movimiento había sido previsto, y ese fue su último pensamiento cuando una ráfaga salvaje de energía obscura desvaneció su vida sobre la faz de la tierra.
La espada del samurái aún giraba en el aire cuando el joven dragón profirió un grito de furia, queriendo lanzarse contra el enemigo, y en escasos segundos, captó su atención. Una nueva energía mortal se formaba en sus manos, destinada a eliminar a aquel humano en su camino, a lo que Tanton sólo pudo rezar una disculpa en memoria de su compañero fallecido antes de recibir el ataque. Pero entonces, cuando la espada del guerrero caído estaba por llegar a la tierra, el aire silbó, seguido de una tremenda energía, y antes de que Black se diera cuenta, una afilada hoja metálica atravesaba su pecho, teniendo a sus espaldas al guerrero dorado en persona, el saiyajin Trunks:

—¡Maldito Saiyajin! ¡No me subestimes! —vociferó Goku con rabia.

Haciendo uso de su prominente fuerza, rompió la hoja, zafándose del agarre de Trunks, contraatacándolo con un ataque de energía, el cual el saiyajin pudo evitar, elevándose por los aires, atacando nuevamente con su espada propia, haciendo retroceder al temido adversario. Retrocediendo una considerable distancia, adoptó una pose peculiar, concentrando una gran cantidad de poder en sus manos:

¡GALICK HO!

En un enorme esfuerzo, embistió a Black con una cantidad considerable de poder, enviándolo a los cielos, por lo que aprovechó para mirar a Tanton, instándole a que siguiera su camino. Reaccionando al fin, el joven dragón asintió apenas, observando a Trunks volando para continuar su interminable batalla.
Solo al fin, se tomó un momento para ver la espada de su amigo, rota en el suelo, haciendo que cerrara los puños con tremenda rabia. Él sabía el precio, ¡todos lo sabían!, pero nunca creyó que el más compasivo de ellos tendría que morir en aquella cruzada. Tomó los restos destrozados del sable, y sin más se quitó la camisa, revelando dos poderosas alas que utilizó para despegarse del suelo, desplazándose entre los árboles de aquel bosque dirigido a la base de la resistencia.
Luego de un rato, siguiendo sobre la destruida ciudad, captó un vehículo a la distancia, lo que se le hizo raro sabiendo que no había sobrevivientes en esa zona. Pero al acercarse pudo darse cuenta que se trataba del patrullero, por lo que aterrizó a una moderada distancia en su camino para llamar su atención:

—¡Tanton! ¡No hagas eso! Me diste un susto de muerte.
—Lo siento, yo estaba… joder, ¿pero qué te pasó?
—¡Ackman, eso pasó! —dijo Jaco con rabia—. El muy bastardo intentó matarme.
—¿Qué?, ¿pero por qué?
—Se volvió loco, ¿a qué decir más? Pero no te preocupes, me encargué de él.
—Entiendo… ¿y qué le pasa a Arale?
—No lo sé, la encontré así. Al parecer se le acabó la energía, pero la revisé y encontró su pieza.
—¿Y Cashman? —preguntó Tanton preocupado.
—…No lo sé.
—Al parecer hoy todos perdimos a un compañero.
—Habla por ti, niño dragón —dijo Jaco refiriéndose al demonio—. ¡Espera! ¿Eso quiere decir que Karamaru…?
—¡No es momento para eso!, ¿vale? —interrumpió Tanton—. Encontré mi pieza, ¿tú?
—La coloqué dentro de Arale, deberías hacer lo mismo —dijo Jaco recargándose en el asiento—. Este ha sido un día terrible, y aun no termina. Entra al coche, es mejor permanecer unidos.

De esa forma, los tres avanzaron por la carretera sin cruzar palabra alguna, ¿qué más había que decir? Tantas pérdidas sólo aumentaban la rabia ante la impotencia de no poder hacer más contra el terrible enemigo que los acechaba a cada minuto, pero aquello iba a cambiar.
Luego de un rato en el camino hacia la base, una fuerza demoledora embistió el auto, haciendo que los tres personajes que iban en él se movieran a la deriva hasta chocar contra un establecimiento abandonado. Tanton, quien era ahora el más orientado de todos ellos, sacó con rapidez al patrullero y a la androide del vehículo, sólo para encontrarse con un antiguo adversario quien sonreía de manera diabólica:

—¿Ackman? No puede ser —dijo apenas Jaco—. ¡Te vi morir, maldito!
—Tu supuesto germen no tuvo en consideración mi fisiología demoniaca —dijo el príncipe del mal, revelándose con algunas venas obscurecidas adornando su rostro—. Aunque debo decir que duele como el infierno.
—¡Para de una vez, maldición! —dijo Tanton con rabia—. Muchas vidas importantes se han sacrificado en esta cruzada, ¿acaso no te importa que el universo sea destruido?
—Mira, te respondería, pero no quiero repetirme al explicarme como lo hice con el marciano aquel —dijo el demonio con fastidio—. De todas maneras, ¿a ti que te importa lo que le pase al mundo, o a los humanos? Si tan solo eres un monstruo.
—¡Yo no soy un monstruo!
—¿No? Por favor, niño dragón, ¡sólo mírate! Abandonado, repudiado, perseguido, tú más que cualquier otro debería comprender porque hago esto, porque deberíamos dejar que la humanidad se extinga.
—¡No lo escuches, Tanton! —dijo Jaco.
—¡Cállate, imbécil! —vociferó Ackman al patrullero—. Tanton, tú bien lo sabes, los humanos son inútiles, temerosos, y no se puede confiar en ellos.
—No todos son así.
—¿No? Oh, claro, tu amigo el samurái. No dejes que una sola experiencia te impresione. Detente por un instante y observa el cuadro completo, así descubrirás el sentido de mis palabras. Si derrotan a Black, hoy te llamarán héroe. Mañana te volverán a llamar monstruo, siempre pasa.

Un silencio se formó entre los presentes. Jaco observaba con preocupación al chico dragón, quien parecía dudar ante las palabras del demonio, mientras que éste esperaba una sola resolución de aquel que podía impedir su único propósito. El patrullero contempló con algo de pesar al nuevo Ackman, enloquecido y siniestro, dispuesto a destruir todo a su paso con la misma crueldad con la que le arrebataron todo a él. Tanton bajó la mirada por unos segundos, meditando seriamente las palabras de Ackman hasta que volvió a alzar la vista hacia él:

—…Tienes razón.
—¡Tanton, no! —dijo el patrullero una vez más.
—Lo que sucede, lo que ha sucedido, es un castigo que la raza humana se ha buscado.

Ackman sonrió con satisfacción ante esas palabras, avanzando hacia él dispuesto a tomar las piezas y matar a los otros supervivientes, pero en ese momento, Tanton desplegó sus alas de forma imponente, cuyo viento bastó para detener al demonio en su camino:

—Y por eso mismo debo detenerte, Ackman —dijo Tanton—. Porque un amigo, mi único amigo, sacrificó su vida porque creía en algo, un futuro donde la claridad impere sobre el miedo, y estoy dispuesto a mantener ese ideal con todas mis fuerzas. Si quieres destruirlo, tendrás que pasar por encima de mí.
—…Como quieras, dragón.
—Jaco —llamó Tanton al alienígena—. Cuida de Arale.

Y sin más palabras, el dragón se lanzó al viento, dirigiéndose a gran velocidad contra el demonio, propinando varios puñetazos haciéndolo retroceder. Entonces Ackman, tomó por los hombros al guerrero, lanzándolo contra la tierra, propinándole así tremendos golpes que lo dejaron debilitado. De esa forma, con absoluta crueldad, desenvainó su espada, cortando así sin miramientos una de las alas de Tanton, quien lanzó poderosos gritos de agonía ante aquella sensación. Pero a pesar de lo adolorido que se encontraba ante ese hecho, el guerrero saltó lejos del demonio, tratando de idear otro tipo de estrategia.
Jaco al ver los apuros en los que estaba su amigo, decidió utilizar su láser para emparejar la batalla, pero se maldijo al comprobar que su cinturón estaba vacío, siendo que olvidó su arma en aquel apartado lugar. Sin mayores opciones buscó a su alrededor, tratando de encontrar algo de utilidad, y su vista se detuvo en una pistola abandonada. Aún adolorido, se arrastró hasta ella, comprobando efectivamente que estaba a tope de municiones. Durante los primeros ataques de Black al mundo, éste no había dado ni siquiera oportunidad a los humanos de jalar el gatillo; ahora pagaría las consecuencias.
Recibiendo un par de golpes más, Tanton cayó al suelo, tratando de alejarse del demonio, quien volvió a blandir su espada, dispuesto a propinar un último golpe. Pero justo cuando tenía su arma en el punto más alto, la gran puntería del patrullero salvó al chico dragón de una muerte segura, haciendo que el arma mortífera cayera al suelo. Ackman sorprendido, recibió un par de disparos más, distrayéndolo suficiente para que Tanton descargara un tremendo golpe contra él, expulsándolo hasta chocar contra un edificio en ruinas. Rápidamente el joven alado se juntó con el patrullero, ambos con sus últimas fuerzas:

—¡Lo vencimos! —exclamó el chico dragón.
—No lo creo, Tanton —dijo Jaco con pesar—. Si mi germen alterado no lo mató, difícilmente unos golpes y disparos lo harán.
—¡Rayos! Necesitamos golpearlo con algo más fuerte, ¿pero qué?

Entonces ambos miraron hacia el vehículo, donde a un lado descansaba el cuerpo de Arale. Ambos sabían que sin el combustible adecuado, ella jamás se movería, pero entonces Tanton tratando de idear una forma de hacerlo, miró a la distancia, ubicando especialmente una tienda automotriz, obviamente ya abandonada. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y entonces le explicó al patrullero su plan.
Con una gran furia, Ackman se liberó de los escombros, burlando una vez más a la muerte, encaminándose hacía donde estaban el dragón y el alienígena, topándose solamente con Jaco como única línea defensora, mientras Tanton corría velozmente hacia el lugar propuesto. Finalmente sus constantes viajes a la ciudad rendirán frutos, siendo que una vez vio cómo era el funcionamiento de motores y la electricidad en si, un trabajo que realizó por poco tiempo antes de desplazarse a otra ciudad al ser perseguido y marginado. Por ello, adentrándose al lugar, buscó desesperadamente algunas sustancias, hasta que finalmente tenía todo a su disposición para salvar el día.
Jaco siguió disparando al demonio, pero aquellos ataques eran como mosquitos contra el acero, siendo que las armas humanas jamás afectarían a alguien nacido en el infierno. De esa forma, el patrullero bajó su pistola, a lo que Ackman aprovechó para llegar a él, hundiendo uno de sus puños en el estómago de su adversario. El alienígena escupió sangre, proyectando odio en su mirada:

—¿De verdad creías que las armas humanas me harían daño?
—No lo sabía. Por eso esperé a que te acercaras.

Y al terminar esa frase, encañonó la cien del demonio, jalando el gatillo, generando una explosión de sangre abrumadora. Ackman gritó rabioso ante el dolor, enfureciéndose al captar la sonrisa del patrullero, ya resignado al saber que ese fue su último ataque. Abriendo la boca, el demonio descargó una potente llamarada sobre Jaco, quien gritó de dolor terriblemente. Tanton al salir de la tienda abandonada, se encontró con su compañero hecho cenizas, cruzando miradas con el propio asesino. Esperando que su enemigo se acercara lo suficiente, lo evadió con facilidad utilizando su única ala para impulsarse por encima de él, cayendo directamente donde estaba el cuerpo de Arale, soltando los elementos necesarios para su resurrección. Con rapidez suministró un combustible recién hecho dentro de la androide, como también cargó la enorme batería aplicándole una poderosa descarga. Milagrosamente, la última sobreviviente de villa pingüino abrió los ojos:

—¿Ho yo yo?, ¿qué sucedió?, ¡Cashman!, ¡¿dónde estamos?!
—¡Arale, escucha! No hay tiempo de explicar, debes detener a Ackman, por favor.
—¿Ackman? ¿Por qué?
—¡Este es su fin, gusanos!

Una tremenda llamarada llegó a ellos, por lo que Tanton tomó en brazos a la androide, saltando lejos del terrible ataque. De esa forma, Arale alcanzó a observar el cuerpo calcinado del patrullero, como también recordó lo que le sucedió a su compañero Cashman. Al aterrizar sintió las piezas moviéndose en su interior, y de pronto, todo tuvo sentido para ella, como si todo se hubiera iluminado; “creada para amar la vida”, si, por eso ella debía proteger la vida, y contra quienes intentaran ponerle fin. Estando agotado de cargar a Arale, contempló cómo esta se abría el estómago sacándose las tres piezas de su interior, extendiéndoselas suavemente a su compañero:

—Cuídalas, por favor.

Luego de esas sencillas palabras, Arale se lanzó contra el demonio con un decidido “kiiiin”, y éste al no haberse esperado tal velocidad, recibió rápidamente un puñetazo en el estómago que lo lanzó nuevamente hacia el muro de un edificio. Ackman atacó nuevamente con su fuego infernal, pero este tuvo poco efecto en la androide, quien siguió persiguiendo al demonio, siendo que éste intentaba ganar terreno ante un enemigo de tan brutal fuerza. Pero finalmente la chica Norimaki le alcanzó, propinándole una serie de golpes que debilitaron seriamente a Ackman, dejándolo en el suelo. Estaba por dar el tiro de gracia, cuando Arale sintió sus miembros entumecerse de forma abrupta. Tanton se maldijo internamente, aunque sabía que eso sucedería de una forma u otra, siendo que la androide fue reanimada por un método improvisado.
El demonio, notando ese lapso de debilidad, aprovechó para soltar un golpe con todas sus fuerzas a su rostro, desprendiéndolo del resto de su cuerpo. Empezando a destrozar los circuitos interiores, lanzó una última bocanada de fuego haciendo de su mecanismo algo inservible. El joven dragón intentó incorporarse, pero los estragos de la última batalla se hacían presentes en su organismo, haciéndole muy difícil el ponerse de pie. Sosteniéndose de unos escombros, contempló con horror como Ackman tenía en sus manos la cabeza de Arale:

—¡No te atrevas, Ackman! Déjala ir.
—Es fascinante como los humanos juegan con la vida, ¿verdad? —pronunció el demonio ignorando las palabras de Tanton—. Es decir, ¡mírate!, te diseñaron de cierta forma para hacerte creer que estás viva. De todos sus crímenes, el jugar a ser dioses, creando abominaciones como tú.
—Eres alguien muy malo, Ackman —respondió Arale sacándole la lengua.
—Oh, sólo lo perdí todo, pequeña —respondió el demonio—. Pero claro, alguien que es sólo una parodia de la vida, ¿qué puede saber del bien y el mal?
—¡Ackman! ¡Déjala ir y enfréntame! —exclamó Tanton una vez más.
—¿Tanto la quieres? Entonces te propongo un trato —dijo Ackman señalando hacia el joven—. Destruye las piezas o la destruyo a ella.
—¿Qué? ¡Estás loco! ¡No puedes…!
—Puedo y lo haré —dijo Ackman acariciando la mejilla de la androide—. Pero antes de que tomes tu decisión, o intentes hacer algo estúpido, permíteme agregar algo más.
—¡No lo hagas, Tanton! —exclamó Arale de pronto.
—Pero Arale… —dijo él dudoso.
—¡Pero nada! ¡Sin importar lo que diga! ¡No debes destruir las piezas!
—Oh, pero qué enérgica —comentó Ackman—. Curioso que lo digas, porque lo que voy a mencionar es sobre ti precisamente. Ambos bien saben, que cuando alguien muere, su alma se va al otro mundo, ¿cierto?
—¡Ackman, cállate!
—¿Qué quieres decir? —preguntó Arale.
—¡No lo escuches, Arale!
—Todos tus seres queridos murieron, y sé que ante todo, los extrañas —siguió Ackman con malicia—. ¿Crees que al morir los volverás a ver? Lo dudo, porque la última vez que me fijé…los robots no tienen alma.

Un tenso silencio volvió a formarse entre los presentes. Tanton bajó la vista con pesar, mientras que Arale se quedó en silencio, procesando la idea con lentitud, una y otra vez, hasta que en su rostro, por primera vez desde que abrió sus ojos al mundo real, conoció el temor:

—Ah, eso te dejó muda, ¿verdad? —mencionó Ackman—. ¿Entonces qué dices, Tanton?, ¿el inservible futuro de la humanidad vale lo suficiente como para que condenes a una inocente a la nada misma?

Tanton se quedó mirando al demonio con seriedad, ocultando su desesperación al no saber qué hacer. La expresión en el rostro de la androide hacía más confusos sus pensamientos, incapaz de no sentirse identificado ante la decisión de quién vive y quién muere, como lo hicieron con él hace mucho tiempo:

—El tiempo corre —dijo Ackman—. Si no destruyes las piezas, ella desaparecerá para siempre. Destruye las piezas, y lo dejaré que vivan un tiempo más, antes de que la ira de Black caiga sobre ustedes.

Miró a Arale profundamente, y ella supo corresponder aquella mirada, comprendiendo la decisión que había tomado en ese momento. Con firmeza tomó las piezas en sus manos, observando su brillantez, sintiendo su fragilidad, la última esperanza de la raza humana. Un suspiro salió de sus labios, y entonces la androide habló:

—Tanton… —dijo Arale, y él alzó la vista hacia ella—. Siempre estaré contigo.

Las manos del joven dragón temblaron ante esas últimas palabras, provocando que algunas lágrimas salieran de sus ojos lentamente. Ante esa resolución, Ackman decidió terminar con las dudas, y sin ningún escrúpulo, aplastó la cabeza de Arale frente a sus ojos. El impacto en el rostro de Tanton fue evidente, cayendo de rodillas, dejando las piezas regadas a su alrededor, sin nada más en mente que la última cálida sonrisa que le había dedicado la androide antes de desaparecer.
El demonio estaba decidido a terminar el trabajo, dispuesto a aprovechar el shock del guerrero para destruir la última esperanza del futuro. A cada uno de sus pasos, Tanton escuchaba sus propios latidos, hasta que de un momento a otro estos aceleraron al extremo debido a la imponente rabia que inundó su interior. Con un bramido de furia, ignorando todos los dolores que le aquejaban, el dragón se lanzó contra el demonio, propinándole un poderoso puñetazo en la quijada, dejándolo desorientado. Sin dejarlo descansar, prosiguió con una gran lluvia de puñetazos que sacudieron a Ackman hasta dejarlo totalmente tendido en el suelo, pero para Tanton no era suficiente. Cada golpe, uno tras otro, querían arrancarle la vida a su enemigo gramo por gramo, hasta que todo recuerdo, todo grito, toda lágrima de aquellos que murieron en ese día fueran pagadas.
Pero a pesar del terrible daño recibido, Ackman aún tenía un elemento sorpresa dispuesto en el campo de batalla, y decidió jugarlo en ese momento. Justo cuando Tanton creía propinar el último golpe, una presión se manifestó en su pecho, por lo que su mirada bajó encontrándose con el filo de una espada. De esa manera, el demonio propinó a su vez un tremendo golpe, sacándose al dragón de encima, haciendo que se estrellara contra el muro más cercano.
Retorciéndose en el suelo, Tanton miró sus alrededores borrosos, mientras Ackman se ponía de pie, llamando a su confiable espada una vez más, sacándola del cuerpo lacerado de su enemigo para que llegara a sus manos. Ignorando completamente al dragón, su mirada se detuvo en las piezas perdidas, de modo que con su potente arma, caminó hasta llegar frente a los tres artefactos. El chico dragón intentó incorporarse, pero aquello era inútil, su cuerpo sencillamente ya no le respondía. Sonriente, Ackman alzó su espada, dispuesto a descargar su furia contra los objetos.

Entonces un disparo se escuchó.

El demonio se detuvo, dejó caer su espada, y sintiendo claramente cómo la vida abandonaba su cuerpo, Ackman se desplomó derrotado con un enorme agujero en la cabeza. A pocos metros de él, Mai se mantenía con la pistola en alto, preocupada de que el demonio volviera a levantarse para seguir con la pelea. Una rápida mirada al lugar le permitió conocer las bajas de aquel día, hasta que ubicó a un sobreviviente retorciéndose en el suelo, por lo que corrió rápidamente a auxiliarlo:

—¡Tanton! ¡Oh dios mío! —expresó Mai al contemplar la herida—. Tranquilo, toda va a estar bien, ¿de acuerdo? Te conseguiré ayuda.
—Las p-piezas…
—¿Qué dices?
—¡¿Dónde están las piezas?!
—¡Están bien! Ahora, concéntrate, debo llevarte a la base.
—No, déjalo.
—¿Pero de qué demonios estás hablando? Necesitas atención médica.
—Mai…tú y yo sabemos que no hay nada que hacer.
—¡No digas eso! No puedes…por favor…
—Así debía ser… —susurró el dragón—. Llévate las piezas. No dejes que sea en vano. S-salva…el futuro.

Y con esas últimas palabras, el joven dragón del país de Sen exhaló su último aliento, abandonando aquel mundo destruido, con la sola esperanza de que su muerte sirva como el amanecer de un nuevo camino para muchos otros en vidas futuras. Mai se mantuvo en silencio, contemplando como la luz se extinguía en los ojos de aquel valiente, para que al final, en señal de respeto, moviera sus párpados dando la sensación de una profunda paz a su apariencia.
Se levantó a los pocos minutos, justamente a la llegada de Trunks en aquel campo de batalla. Él observó los cuerpos alrededor, para luego contemplar las lágrimas que corrían por las mejillas de Mai, debido a las pérdidas que se sufrieron en la reciente misión. El silencio de la muerte envolvió aquel lugar, hasta que el sonido del viento irrumpió cuando fue el momento de regresar a casa.

3
EL PORTADOR DE LA ESPERANZA.

En un paraje remoto a las afueras de la ciudad, la resistencia estaba reunida ante seis lápidas dispuestas a la memoria de aquellos que eran dignos de ser recordados. El viaje que hacían era bastante riesgoso, en especial porque incluso la científica Bulma se había ofrecido a estar con ellos, pero el simple hecho de estar ahí no era nada comparado a cómo se arriesgaron aquellos valientes por el éxito de la última misión. Ninguno de los presentes se atrevía a decir algo, ni siquiera Trunks o Mai, por lo que la mismísima Bulma se adelantó al resto, ofreciendo unas cuantas palabras:

—…Cada persona que nos deja en estos tiempos de obscuridad, es una pérdida terrible y dolorosa en nuestras vidas. En poco tiempo he visto partir a varios de mis seres queridos, dejándome solo con los recuerdos. Con tantas muertes, llegué al punto de querer morir al igual que los demás…pero no lo hice, ¿porqué? Supongo que es la misma razón por la que muchos de nosotros seguimos luchando: tenemos esperanza. Una esperanza que anidó en los corazones de cada uno de estos guerreros, que ofrecieron sus vidas para preservar el futuro. Cashman, Jaco, Karamaru, Arale y Tanton, les ofrecemos nuestros agradecimientos y nuestras plegarias, para que sus espíritus puedan encontrar la paz que tanto se merecen.

Impactados por las palabras de la científica, cada uno juntó las manos a la altura del pecho, ofreciendo algunos sinceros pensares a aquellos que perecieron en la última pelea. Alabaron la entrega del justiciero Cashman, aplaudieron la valentía del patrullero Jaco, siguiéndose con la compasión del samurái Karamaru, la inocencia de la androide Arale, y la fuerza del dragón Tanton, todos considerados cómo los héroes que lo dieron todo por un mañana más allá de la obscuridad. Recordadas serán las hazañas de aquella pequeña tropa que hizo posible salvar el mundo entero.
Las piezas recobradas se dispusieron en su lugar, y el tiempo pasó permitiendo que una cantidad moderada de combustible se reuniera en el transcurso de un año, lo que permitió que el portador de la esperanza viajara en aquella máquina para encontrarse con los guerreros de una época anterior.
Los acontecimientos próximos ya son conocidos por muchos, tales como el primer enfrentamiento entre Black y Goku, el surgimiento del Súper-Saiyajin Rose, y la aparición del Kaioshin Zamasu. Después de la fallida técnica del maestro Mutaito, el Mafuba, como también la ira desatada de Black sobre los guerreros Goku y Vegeta, surge la temible fusión de ambos dioses, creando así al ser definitivo, poseedor de la divinidad y la inmortalidad en un solo cuerpo, dispuesto a desencadenar la justicia sobre el mundo.
Los Saiyajin lucharon valientemente contra las técnicas del dios enloquecido, hasta que cada uno fue cayendo debido a las terribles heridas. Trunks siguió manteniéndose firme ante el divino poder de su adversario:

—¡Mi gran poder! ¡IRA SAGRADA!
—Poder mío, sé un escudo para este mundo, ¡para los seres humanos! —rezó Trunks dirigiendo toda su energía a sus manos—. Pondré los deseos de todos en este último ataque… ¡GALICK HO!

El choque de ambas fuerzas sacudió al mundo entero, mientras aquel relámpago purpúreo detenía con sumo poder la bestial oleada de Zamasu que amenazaba con consumir todo en su camino. La presión resultaba insoportable, pero el guerrero de la esperanza nunca retrocedió:

—¡No voy a rendirme!
—¡Así, Trunks!
—¡Padre!
—¡Zamasu! —exclamó el príncipe de la raza guerrera—. ¡No subestimes el potencial de los Saiyajins, ni de los mortales! ¡Toma esto! ¡GALICK HO!

El poder combinado de padre e hijo hizo retroceder la ira sagrada de Zamasu, a tal punto de dar un golpe directo a la terrible fusión, provocando un tremendo estallido en el campo de batalla. Ambos guerreros cayeron de rodillas luego del esfuerzo realizado, aunque no pudieron celebrar al revelarse la figura de aquel monstruo entre la neblina de la última explosión. De esa forma, Zamasu atacó con sus relámpagos de justicia, pero Vegeta se interpuso para defender a su hijo; fue entonces que Goku decidió unirse una vez más al combate:

—¡Zamasu! —exclamó Goku con rabia—. ¡Voy a borrar esa luz!
—Saiyajin idiota —dijo el inmortal con desdén—. ¡La luz de los mortales es la que se borrará!
¡KA…ME…HA…ME…!
—¡Perforación maligna! ¡ODIO SAGRADO!
¡HAAAAAAAAAAAAAA!

Un nuevo choque de fuerzas nació de la lucha, la luz de un solo mortal contra el sol naciente de la justicia. La tierra volvía a estremecerse, y la humanidad restante a la destrucción temía por su vida. Pero Goku jamás se dio por vencido en una pelea, a lo que entregando todo su poder en ese último ataque, como un torrente divino, la energía azulada atravesó el odio sagrado de Zamasu, asestando una vez más un golpe directo al dios. Aún así, a pesar de dejar malherido al inmortal, este no se doblegó en el combate, a lo que el Saiyajin atacó dispuesto a finalizar la lucha, obligado a utilizar el Kaio-Ken, dejando a un sorprendido Zamasu al ser testigo de un mortal con la técnica de los dioses. Una poderosa patada arrojó al Kaioshin hasta estrellarse contra el duro suelo, permitiendo a Goku volver a su estado normal, y descender hasta donde estaban sus amigos. Sin embargo, el enemigo se rehusaba a caer:

¡SON GOKU!

Zamasu se irguió en medio de una gran explosión luminosa; su aspecto comenzaba a deformarse mientras sus gritos expulsaban su brutal poder. Con una respiración agitada, el enloquecido Kaioshin alzó una mano a los obscuros cielos:

—¡Yo tengo el poder de la justicia! —profirió con odio—. Los dioses que no acaban con el mal, son innecesarios.

Empezando a sufrir una desagradable transformación, los héroes comenzaron a planear una nueva táctica de combate, la única solución que podría salvarlos ante ese predicamento. Una vez más, la intervención divina otorgó las herramientas de la victoria, permitiendo así el nacimiento del guerrero más poderoso de todos, aquel que poseía toda la fuerza de una raza ya extinta:

—¿Quién eres tú? —preguntó el monstruoso inmortal.
—Tú te volviste uno, así que yo me volví uno también —respondió el nuevo luchador—. Yo soy la fusión de Vegeta y Kakarotto. ¡Vegito!

Una poderosa aura envolvió a aquel campeón cuando liberó su poder en Súper-Saiyajin Blue, pero aquello no intimidó ni un poco a Zamasu, iniciando así una titánica batalla por el destino de la humanidad.
Trunks observaba desde lejos los estragos de la batalla, impresionado ante la magnitud de poder que ejercía la fusión con los pendientes, pero sabía que aquello estaba lejos de terminar. En ese momento llegaron al lugar su madre y Mai sobre la máquina del tiempo, que luego de cerciorarse de cómo se encontraba el guerrero saiyajin, la mujer le hizo entrega de lo que quedaba de su vieja espada.
Al tenerla en sus manos, Trunks contempló en su filo los rostros de las personas que vivían en ese mundo, aquellos que se mantenían firmes en la batalla a pesar de la adversidad, como también a aquellos que ya no se encontraban entre los vivos. Los recordó a todos, la resistencia de la esperanza, la primera formación que hizo posible este enfrentamiento contra Zamasu. Ahí tuvo la certeza, que debía hacerlo por ellos.
Concentrando su energía en la espada, hizo posible su reconstrucción en un sable luminoso, para luego lanzarse nuevamente al combate contra el inmortal. Vegito combatía de forma admirable, y Zamasu era incapaz de leer sus movimientos:

—¡Con esto termina todo! —vociferó la fusión preparando su ataque—. ¡FINAL KAMEHAMEHA!

La onda de energía impactó directamente contra el Kaioshin, pero este de alguna forma logró salir avante en último momento, obligando a Vegito con seguir la pelea, pero por desgracia, el poder de los pendientes había excedido sus límites, por lo que la fusión llegó a su fin. Ambos guerreros se vieron a merced de terribles ataques, estando a punto de perecer bajo el poder de Zamasu, pero por fortuna, Trunks intervino con renovadas fuerzas:

—¡¿Tú de nuevo, Trunks?! —increpó enfurecido el inmortal.

Sin más se desató una nueva pelea, en la que a pesar de la diferencia de poderes, el nuevo guerrero se defendió con habilidad y astucia, contraatacando con una ferocidad nunca antes vista. Sin embargo, aquel arrojo no perduró cuando Zamasu logró sacar de balance al saiyajin, derribándolo con dureza, apenas defendiéndose con el filo de su poder:

—¿A quién le pedirás ayuda ahora? ¿Al pasado? ¿Al futuro? ¡De esa forma sigues yendo contra los designios de un dios! —se burló el monstruo en el rostro del guerrero—. Sigue trayendo a tantos guerreros como quieras, el resultado será el mismo, como lo hice con los inútiles fenómenos de tu patética resistencia.
—¡Maldito desgraciado! —preguntó Trunks con rabia.
—Oh, ¿acaso toqué un nervio, humano? —preguntó Zamasu con crueldad—. Tan simples y tan ilusos, matándose entre ellos por la simple noción de conocer para lo que están diseñados. Su destino es la extinción, así lo dicta la justicia.
—¡Nunca triunfarás, monstruo! —dijo Trunks recobrando fuerzas—. ¡He peleado a para salvar a todos! ¡Y he podido vivir al ser salvado por otros! ¡Ese soy yo! ¡Eso somos nosotros! ¡Ese es el poder de nosotros los humanos!

Ante esas últimas palabras, un nuevo resplandor pareció emerger del espíritu del saiyajin, expandiéndose en toda la ciudad, llegando incluso hasta los sobrevivientes humanos que veían a la distancia todo el caos. Poco a poco, los cuerpos de los ciudadanos comenzaron a iluminarse también, cada uno despidiendo pequeñas chispas que fueron elevándose a través de los cielos en dirección al combate final. De todos los rincones de la tierra, de todos aquellos sobrevivientes de la extinción, la luz se elevó hasta alcanzar su punto de mayor apogeo en el portador de la esperanza. Las luces se juntaron hasta crear una esfera que alejó los vientos ennegrecidos del cielo; aquello era el poder de la unión sobre la justicia obscura de Zamasu.
Trunks podía sentir la presencia de toda la humanidad en la palma de su mano, un poder nacido del amor y la esperanza de cada alma de ese mundo, el cual decidió concentrar en el filo de su espada, lanzándose con todo hacia el destructor:

—¡Zamasu! ¡Te derrotaré! —exclamó Trunks atravesando a su enemigo con su arma luminosa—. ¡Tú que sólo vives bajo tu propia justicia…! ¡Nunca entenderás que significa para nosotros la vida!

Y con esas últimas palabras, el dios enloquecido se vio superado ante el nuevo poder que la humanidad había conseguido a partir de su unión. La última visión de Zamasu no sólo fue la de un Trunks destruyéndole, sino de muchos otros seres que estaban a su lado, aquellos que habían conformado su resistencia, el patrullero, el policía, la androide, el dragón, el samurái, incluso el demonio que había alcanzado redimirse en el vacío, los que había tachado de inútiles, y que ahora le daban a Trunks el suficiente poder como para triunfar. Con un último grito, el Kaioshin se extinguió de la faz de la tierra. Con ello, las sombras de la destrucción poco a poco fueron desvaneciéndose…

Y la paz volvió a reinar en el corazón del mundo.

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Su utilización es con el único propósito de enseñar y entretener.
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