LA RESISTENCIA
Crónicas de la última esperanza.
El mundo ya no es cómo debería ser.
Algo se ha cruzado en el camino.
Nuestro destino ha cambiado.
¿En qué consiste la maldad?, ¿el hambre de poder?, ¿la falta
de conciencia?, ¿el deseo de aniquilación? La maldad ha azolado la tierra con
tantos nombres y tantos rostros a lo largo de su historia, y los amplios cielos
han sido testigos del gran caos desatado. Pero a pesar de las constantes
amenazas, llegó un punto en que la humanidad prosperó, o al menos así lo hizo,
hasta que la justicia divina obscureció los cielos.
Prólogo
DESTRUCCIÓN.
Recuerdo aquel día a la
perfección, con un cielo azul, un sol brillante, la gente yendo y viniendo en
sus propios asuntos, viviendo sus vidas con completa calma. La ciudad se
extendía próspera, avante contra las grandes crisis que años anteriores la
habían devastado, pero nada que el poder de la unión humana no pudiera
solucionar a través de la comprensión, un gran amor, y un tanto de fe. Pero en
ese entonces, cuando los sueños de un brillante futuro por fin parecían estar
en su apogeo, desde el horizonte una figura de obscuridad se cernía sobre las
esperanzas del mundo. En aquel silencioso trono, desde las alturas, el
misterioso ser sonreía con arrogancia a las pequeñas figuras en la tierra,
observándolas como hormigas sin propósito alguno, anhelantes de que se les
brinde un certero final a sus vidas.
Primero fue uno, después fue
otro, y después de tan sólo unos segundos, se había conglomerado un tumulto
para presenciar al hombre volador que flotaba sobre ellos. Las opiniones eran
diversas, siendo que la humanidad había avistado en incontables ocasiones cosas
extraordinarias; había quienes le restaban importancia y seguían su trayecto;
había quienes se interesaban por responder sobre el presente enigma; y
finalmente, estaba la gente que al observar entre las nubes creían contemplar
la llegada de un nuevo protector. De una u otra forma, todos fueron
correspondidos para saber lo que sucedería.
Un destello purpureo iluminó los cielos por un instante,
agigantándose en tan sólo un momento. Aquella luz se movió, casi como formando
una torre desde la lejanía, provocando un tremendo temblor en toda la zona.
Instantes después, la ciudad fue completamente devastada. Millones de vidas
apagadas en un instante.
Entonces decidí intervenir.
Mis ojos se abrieron al sentir
el caos. No me tomó mucho prepararme y volar hacia la batalla. Habían pasado
algunos años desde el ataque de los androides, incluso desde la muerte de Cell
en mis manos, cuando pude viajar en el tiempo y obtener el poder para salvar mi
mundo. Ahora estaba frente a un nuevo enemigo, uno posiblemente más poderoso
que todos los anteriores.
Grandes nubarrones y la
asfixiante presencia de fuego por doquier me recibió en el cielo, sobre una
ciudad hecha pedazos, aunque el turbio paisaje no logró distraerme. No me tomó
mucho encontrar a mi oponente, pero cuando éste me observó, sencillamente…no
pude creerlo:
—No…no, tú… ¿cómo puedes estar vivo?
Tan rápido como esa pregunta salió de mis labios, la figura
del guerrero más fuerte me sonrió con maldad. Sus vestimentas indudablemente
eran distintas, pero su rostro, aquel sujeto era el padre de mi maestro Son
Gohan, el mejor luchador, poseedor de un corazón gentil. No, Goku jamás haría
algo semejante a tal genocidio. Sin vacilaciones desenvainé mi espada, y ataqué
con toda mi ira, pero aquel supo responder perfectamente a mis golpes, incluso
expulsó un poder de tal magnitud, que en poco tiempo me vi superado. Cayendo
desde los cielos, logré poner distancia entre nosotros, sintiendo cómo la persecución
se empezó a extender a las zonas circundantes a la ciudad devastada; su ki era
tan descabelladamente grande, que podía sentir su presencia incluso
respirándome en el cuello. Logré ocultarme lo suficiente para hacer que aquel
asesino emprendiera el vuelo en una dirección distinta, lo que me permitió
volver a la Corporación Cápsula. Para esos momentos, mi madre, Bulma Briefs, se
encontraba afuera en el jardín, haciéndome señas con los brazos para que
bajara, cosa que hice rápidamente con un gran alivio sobre los hombros al saber
que se encontraba a salvo. Al aterrizar, ella me abrazó conmocionada:
—¿Qué pasó allá, Trunks? Las
noticias estaban hablando de un hombre volador, pero de pronto dejaron de
transmitir y…oh, hijo, mírate, ¿qué te pasó?
—Mamá, tenemos que irnos de
aquí, no es seguro.
—¿De qué hablas?, ¿qué sucede?
Estaba por responderle cuando
una presencia llamó mi atención. ¡Estúpido, me había seguido! Como pude tomé a
mamá en mis brazos y salí volando a pesar de sus protestas, las cuales se
acallaron toda vez que el suelo que pisábamos hace unos segundos estalló en una
aterradora explosión que consumió toda la zona. Llegué a notar el pesar en su
rostro, pero no había tiempo de llorar, siendo que teníamos que seguir
moviéndonos hacia otro lugar más seguro. ¿Cómo pude ser tan imbécil?, de alguna
forma logró percibir mi energía; sólo pretendió que no me encontraba y tomarme
por sorpresa. Mi madre se abrazó más a mí mientras surcábamos el cielo con
calma, hasta que aquella maligna presencia se perdió en el horizonte.
Horas después regresamos sólo para encontrar la capital
devastada, y las ruinas de la corporación. Con pesar también sentí que toda
presencia humana se había desvanecido en el aire, seguramente de camino al otro
mundo. Contemplé con una indescriptible rabia aquella vista, surgiendo en mí
una terrible impotencia por no haber podido hacer algo, de no haberlo impedido.
Fue entonces que escuché a mi madre, apenas unos gemidos, pero cuando volteé a
verla, noté varias lágrimas surcando un gesto de ira bestial. Comprendía
perfectamente su sentir, siendo que aquel fue nuestro hogar…y no supimos
defenderlo. Lo que más me asqueaba, es que por alguna razón, sabía que aquello
sólo era el principio:
—¿Quién…?
Sentí la penetrante mirada de mamá sobre mí, y por primera
vez en ese día me sentí desorientado. ¿Qué podía decirle? Ni siquiera yo mismo
lo sabía. En tan sólo unos minutos, una ciudad voló por los aires a causa de
una persona, alguien cuyo rostro nos era familiar:
—¡¿Quién lo hizo, Trunks?! —me
preguntó rabiosa—. Tú sabes… ¡tú luchaste con él!, ¡¿quién era el desgraciado
que hizo esto?!
—Mamá, yo… —no podía mentirle,
por lo que me desvié la pregunta—. No sé su nombre.
—¡¿Entonces cómo era?! ¡Dímelo!
¡Te lo ordeno!
—Su aspecto…era idéntico al de Goku.
Su rabia pareció haberse esfumado con esas palabras,
cambiando a un gesto de sorpresa. Ella se quedó así por varios segundos, hasta
que su rostro expresó seriedad:
—No juegues conmigo, Trunks.
Su tono era más frío, casi ácido
cuando lo mencionó, pero lo ignoré. Sé lo que vi en ese momento. Negué con la
cabeza lentamente, mientras le explicaba lo que aconteció antes de que aquel
individuo siguiera atacando la ciudad.
Mi madre ha sido una aventurera de nacimiento, siempre ha
sido caracterizada como una de las mujeres más fuertes del mundo, capaz de las
hazañas más extraordinarias de todas. En contadas ocasiones la he visto
afligida o con un semblante derrotado ante la adversidad, pero lo que vi en esa
ocasión cuando le describí al enemigo, ni siquiera cuando enfrentamos la
amenaza de los androides u otras cosas, la había visto con un gesto tan
desolado. No era para menos, porque según lo que me ha dicho, conoció a Goku
cuando apenas era un pequeño, y vivieron su primera aventura al buscar las
esferas del dragón:
—No puede ser él… —la escuché,
interrumpiendo mis pensamientos—. ¡No puede ser Goku! Él murió años atrás antes
del ataque de los androides…yo le vi morir, maldición. No puede ser…
—Mamá, no dije que…
—¡Kami!, ¿qué sucede? —me
preguntó, mirándome, con los ojos llenos de lágrimas aún—. Trunks, ¿estás
seguro de lo que viste?
—Si, mamá, pero…
—Sin Piccolo…es imposible que
resucitara, pero de hacerlo, ¿qué lo llevaría a…?, ¿qué le sucedió?
—Mamá, escúchame… —le dije
lentamente—. Dije que tenía su aspecto, pero nunca dije que fuera él. Es
posible que se trate de un impostor.
—Si… ¡Si!, ¿verdad? —dijo
incorporándose llena de esperanza—. Es decir, conozco a Goku, ¡llegué a bañarlo
cuando era un niño, por amor de Kami! Él jamás haría algo como esto.
—Lo sé, mamá. Por eso debo irme.
—¿Irte?, ¿a dónde?
—Debo encontrarlo. Debo
detenerlo —dije blandiendo mi espada.
—Pero Trunks…no puedes —me dijo
preocupada—. Tal vez no se trate de Goku, pero a leguas se ve que tiene su
fuerza. No hay comparación.
—¿Y qué se supone que haga? ¡No
puedo quedarme aquí de brazos cruzados! ¡Sólo estoy yo para detenerlo!
—…Tal vez no, hijo…tal vez no —dijo pensativa.
. . .
Trunks miró nuevamente al grupo de individuos frente a él.
El silencio y algunas miradas eran la única respuesta que quería para poner en
marcha el gran plan que tenían contemplado para ese momento:
—…En resumen, eso es lo que pasó el primer día. Sé que cada
uno de ustedes tiene experiencias propias, y por ello mismo, los he reunido
aquí con un único propósito.
En aquella base subterránea, el grupo de diversos individuos
lo miraron con ferviente decisión:
—Debemos detener a Goku Black.
1
DESTELLOS DE JUSTICIA.
Era un hermoso amanecer en villa
pingüino, y antes del canto de cualquier avecilla alrededor, se podía escuchar
el inconfundible correteo de la alcaldesa por todo el poblado, aquella conocida
por su gran fuerza e impredecible forma de ser con los demás, pero no menos
querida por el prójimo. Su nombre era Arale, quien se mostraba tan enérgica
como de costumbre, brincando de un lado a otro, luciendo un simpático vestido
de color verde, el cual estrenaba por primera vez en una ocasión muy especial.
La androide se detuvo en la barbería del pueblo para visitar
a su amigo Taro, quien era todo un oficial de policía para ese entonces, pero
se encontró con la sorpresa de que Akane se encontraba en la entrada, bebiendo
una cerveza. Su mirada proyectaba que esperaba algo, pero Arale nunca fue tan
despierta cómo para preguntarle:
—¡Hola!
—¿Qué hay, Arale? Vaya, lindo
vestido, ¿cuál es la ocasión?
—Voy a tener otra cita con
Obocaman —mencionó Arale alegremente.
—Ah ya, ¿cuánto llevan
saliendo?, ¿tres meses?
—¡No lo recuerdo! —mencionó la
androide alegremente.
—Claro, ¿pero a quién le
pregunto?
—¿Y tú qué haces en casa de
Taro? Pensé que estarías con Tsukutsun.
—¿Ese idiota? ¡Ni me lo
menciones!
—¿Por qué?, ¿Volvieron a pelear?
—Terminamos, Arale.
—¡Ah!, ¿entonces por qué vienes
con Taro?
—Haces muchas preguntas, ¿no
crees?
—Midori dice que debo cuestionar
más lo que me rodea.
—Ya, entiendo —dijo Akane algo
incómoda—. Oye, ¿puedes guardarme un secreto?
—¡Claro! —dijo Arale emocionada.
—La verdad es que Taro y yo
hemos…
—¡Hola preciosa!
A la pequeña le impactó mucho ver a su amiga Akane en brazos
de su amigo Taro, ya que ellos nunca habían mostrado indicios de que se
gustaran el uno al otro. Aunque como se ha dicho antes, Arale nunca fue muy
avispada en esos temas:
—¡Ah! ¡Taro!, ¿estás saliendo
con Akane?
—¡Hey!, ¡baja la voz!, ¿qué ya
lo sabe? —le replicó a la rubia.
—¡Iba a decírselo!
—¡Hey Taro! —volvió a llamar
Arale—. ¿Y qué pasa con Tsururin?
—¿Ella? Terminamos hace mucho.
—¿En serio? Se veían muy felices
juntos.
—Las cosas cambian, Arale —dijo
Akane dando otro trago a su cerveza, y luego se quedó mirando a la chica—.
Bueno, casi todas.
—¿Ho yo yo?
—A propósito Arale, ¿a qué
venías?
—¡A enseñarte esto! ¡Mira! —acto
seguido le extiende un excremento rosado.
—¡Puaghh!, ¿no te cansas de
jugar con eso? ¡Aléjalo de mí!
—¡Oye Taro!
—¡¿Qué?! —dijo este algo
irritado.
—¡Córtame el pelo!
—¿El pelo?, ¿por qué?
—¡Las cosas cambian!
Los dos jóvenes rieron ante la ingenuidad de su amiga, ya
que a pesar del tiempo, aquella actitud alegre, graciosa e impulsiva no había
mermado ni un poco. Era común que sacara de quicio a todos en villa pingüino,
pero la realidad era que todos disfrutaban que la alcaldesa mantuviera un
carácter tan alegre y bromista. Taro accedió a la petición, siendo que a pesar
de ser un policía, también cuidaba en veces el negocio de la barbería, y sabía
manejar espléndidamente las tijeras. Le hizo a Arale un peinado sencillo, en
dos coletas, el cual quedaba hermoso junto a su vestido verde:
—¡Estás muy guapa, Arale!
—elogió Akane a su amiga.
—¡Si! ¡Kiiiiiiiiin!
Y antes de que los nuevos novios del pueblo se dieran
cuenta, la barbería tenía un enorme agujero donde antes estuvo la puerta
principal, debido a la embestida que la androide dio al pegar la carrera hacia
otro punto de la villa. Sin embargo, justo a medio camino para llegar a su
cita, un enorme sismo captó su atención, y es que desde lejos pudo captarse la
potente onda de energía que produjo la explosión de la capital del oeste. Aún a
esa distancia pudo ver cómo una sombra salía disparada de entre el humo de la
devastación, volando a una gran velocidad. En pocos segundos el ser había
aterrizado en una gran extensión de campo cercano a Arale, y ésta,
impresionada, se dirigió al desconocido para saludarlo:
—¡Hola! —saludó la androide con una sonrisa.
El visitante observó a la pequeña con una mezcla de
irritación y desconcierto, pero ella sin lugar a dudas ignoraba el sentir de su
acompañante. Entonces al observarlo, inmediatamente la forma de su cabello
llamó su atención, pero no tuvo tiempo de preguntarle ya que de un golpe, Arale
fue arrojada por los aires, afortunadamente cerca de donde se encontraba
Obocaman, siendo que ante la tardanza había decidido esperarla en las afueras
de su hogar. El robot al ver en tan terribles condiciones a su novia, corrió a
socorrerla:
—¡Señorita Arale!, ¿pero qué le
ocurrió?
—¡Hurra! ¡Hurra! ¡Se ha vuelto
fuerte! —vitoreaba la androide con entusiasmo.
—¿Alguien fuerte?, ¿quién le
hizo esto?
—¡Un viejo amigo! —le mencionó
Arale antes de salir corriendo.
—¿Un viejo amigo?
Aquel individuo, quien se había revelado como Goku Black,
comenzó a impartir justicia sobre los aldeanos de villa pingüino, lanzando
energías por doquier, aunque no pudo seguir su labor ante una tremenda
embestida de la androide; él no esperaba verse sorprendido en una situación
así, menos con una defensora con tal apariencia, pero inmediatamente adoptó una
pose de combate:
—¡Hace mucho que no te veía!
Estás más alto.
—¿Quién eres tú? —preguntó Black
seriamente.
—¡Arale!, ¿no me recuerdas?,
¡juguemos!
—¿Jugar? —susurró Goku ante la
pregunta—. Yo no juego.
—¿Ho yo yo?
—No esperaba encontrar más de un protector en este día, pero
eso puede remediarse.
Aprovechando la ingenuidad de Arale ante esas últimas
palabras, con su rapidez divina, de un certero golpe le cortó la cabeza a la
robot, dejándola silenciosa en el suelo. Los pocos sobrevivientes a la
devastación no esperaban que su más fuerte heroína fuera derrotada con tal
facilidad, por lo que el miedo volvió a apoderarse de sus corazones, tratando
de huir. Aquello no pasó desapercibido para Goku Black, viendo con repugnancia
a los habitantes de la aldea:
—¡Señorita Arale! —vociferó
Obocaman llegando al lugar—. ¿Qué le hiciste, desgraciado?
—Lo que tenía que hacerse.
—¿Lo que tenía que hacerse? ¡Miserable! —dijo el robot fuera
de sí—. ¡Eres un asesino!
Con la furia brotando de cada uno de sus circuitos, él se
lanzó a la batalla contra Black, pero sin importar cuantos golpes daba a su
oponente, ninguno le hacía retroceder ni siquiera un poco. A cada puñetazo, la
ira del destructor se incrementaba, su resentimiento hacia una especie que no
supo apreciar el regalo del conocimiento, aquellos seres que fungían como un
cáncer en la galaxia. “Bacterias” pensó
Black, y con esa idea, firmemente alzó una mano, liberando gran cantidad de
energía, dejando caer su decisivo castigo sobre el mundo.
Villa Pingüino dejó de existir.
. . .
En un destartalado pueblo alejado de la civilización mundana,
un hombre entraba a un polvoriento bar, atrayendo inmediatamente duras miradas
sobre su persona. Con semblante serio se acercó a la barra, sentándose con
total tranquilidad. Luego de unos segundos, pidió una bebida, pero el sujeto
que limpiaba los vasos no le prestó atención. Aquello enfureció al tipo, pero
decidió guardar la calma, y volver a pedir algo de beber, pero siguió
recibiendo la misma respuesta:
—¡Oye!, ¿acaso no me oíste?,
dije que quiero una bebida.
—Márchate, por favor —le dijo el
dueño.
—¿Qué?, ¿por qué?
—Aquí no servimos a seres como
tú.
—¿A seres cómo yo?, ¿pero de qué
habla?
—¡Hey, idiota! —le gritó uno de los que estaban sentados a
la mesa—. Ya escuchaste, ¡lárgate de aquí!
Regresó la vista para observar a
todos los hombres y mujeres del bar que lo observaban con recelo, como si se
tratara de un monstruo. Miró al dueño del bar, encontrando sólo desdén en su
mirada. El mismo sujeto de la mesa volvió a gritarle, a lo que él se levantó
para volver a encararlo, encontrándose inmediatamente con varios cañones de
armas apuntándole sólo a él. Una gran pelea estaba por comenzar, pero por
suerte, no se encontraba solo.
De improviso, una shuriken voló por los aires hasta chocar
con la pistola del primer hombre que le había amenazado, haciendo que el arma
cayera al suelo. Las miradas cayeron sobre un nuevo visitante al bar, un joven
de aspecto tranquilo, cuyas ropas y peinados dejaban a la vista que se trataba
de un samurái:
—Buenas tardes a todos —saludó
sonriente el recién llegado—. Sin afanes de ofender, me pregunto, ¿por qué
tantas armas dispuestas? Tengo entendido que a un bar se va para divertirse y
relajarse, pero por el contrario, ustedes dirigen su temor sin motivo.
—¿Miedo? ¡No tenemos miedo!
—dijo uno.
—Entonces, ¿por qué tanta
tensión? Un buen viajero ha pedido algo de beber, ¿y no sabemos corresponderle?
—Pero él… —trató de decir otro,
mirando al hombre en la barra.
—¿Él qué?
—¿Saben qué? Olvídenlo —dijo el hombre caminando hacia la
salida—. No necesito esta mierda.
De esa forma el viajero pasó de largo al samurái saliendo
del establecimiento. Evidentemente le siguió desde una distancia segura, pero
luego de un rato fue acercándose más y más hasta encontrarse cerca en los
límites del pueblo:
—¿Por qué me sigues?
—No tengo nada mejor que hacer.
—Y no se te ocurrió una mejor
respuesta, ¿verdad?
—El tener todas las respuestas
puede resultar aburrido.
—Lo que digas —dijo el hombre,
girándose para encarar al samurái—. ¿Por qué no te largas?
—Imaginé que querrías compañía.
—¿Compañía?, ¿no sabes quién
demonios soy? —preguntó el viajero algo irritado.
—Disculparás mi ignorancia
—¡Soy un monstruo!
Con rapidez el hombre brincó dirigiendo un golpe hacia el
extraño que le había seguido, deteniendo el puño a centímetros de su rostro. La
fuerza de aquel hombre había levantado leves oleadas de polvo alrededor:
—¿Por qué no te defendiste?
—Porque no querías atacarme.
—¿Pero cómo lo sabías?
—Cuando un corazón no alberga
temores vanos, le es más fácil ver ese tipo de cosas —respondió el samurái—.
Por cierto, me llamo Karamaru.
—…Soy Tanton.
Al terminar de pronunciar aquellas palabras, y sellar sus
manos en un solemne apretón, el pueblo sufrió una sacudida terrible, acompañada
por una oleada de púrpura destrucción que devastó varias hectáreas de tierra a
la redonda. El sorpresivo ataque provocó que tanto Karamaru como Tanton cayeran
al suelo, cubriéndose lo mejor posible para evitar dañarse. Una vez que pasó el
terrible temblor, ambos contemplaron los restos del pueblo, y una figura que
descendía con total tranquilidad, seguramente, a inspeccionar su labor. Pero
toda vez que avistó al par de sobrevivientes, cierto desconcierto se reflejó en
sus ojos:
—¿Siguen con vida? Debo haber
lanzado aquel ataque con mucha suavidad.
—¿Suavidad? ¡Mataste a todos en el
pueblo, mal nacido! —exclamó Tanton tomando pose de combate.
—Ten cuidado, amigo mío —mencionó Karamaru sacando su
espada—. Este es un enemigo peligroso.
Black sólo atinó a sonreír en respuesta, antes de lanzar un
despiadado ataque contra ambos guerreros, pero la energía fue bloqueada por la
aparición de un nuevo personaje a la escena. Una vez disipada la confusión, un
ser se irguió orgulloso, con los puños en alto en contra del enemigo. Poseía
una apariencia extraña, bastante alienígena, poseedor de una resistente
armadura blanca con algunos tintes morados, sin mencionar un par de antenas
sobre una cabeza circular, que contenía un rostro serio hacia el enemigo. Black
bajó la mano ante la aparición de aquel individuo:
—¿Quién eres tú?
—¡Yo soy…! —dijo, dando algunas abruptas poses—. ¡Cashman!
¡El guerrero de la justicia!
Luego de tales palabras, un viento frío sopló en los
alrededores, compensando con su silbido al incómodo silencio que prosiguió.
Goku Black sencillamente le miró con asco:
—¿Justicia?, ¿qué sabes tú de la justicia?
Sin mediar más palabras, molesto
por la presencia de tantos seres inferiores, invocó en sus manos dos esferas de
energía dorada, las cuales arrojó sin ninguna contemplación. Tanton y Karamaru
no esperaban un ataque de tal magnitud, a lo que sólo pudieron cubrirse,
mientras que Cashman, con ambas manos, haciendo un esfuerzo enorme, logró
repeler ambos ataques, mandándolos hacia el cielo. Pero aquello lo distrajo lo
suficiente como para tener a Goku Black enfrente de él, propinándole un
puñetazo en el estómago que lo arrojó lejos. El samurái sacó su sable tratando
de atinar al enemigo, pero el guerrero sencillamente lo esquivó, dándole otro
golpe al chico que lo lanzó a la distancia.
Tanton, desesperado, se olvidó de Black, decidido a ayudar a
quien por primera vez no lo vio con temor. Quitándose la camisa sin ningún
escrúpulo, reveló un par de gigantescas alas de dragón, las cuales utilizó para
impulsarse a gran velocidad, y tomar a Karamaru entre sus brazos antes de que
azotara con el suelo. Lejos de ahí, Cashman utilizó sus habilidades para caer
de pie, al mismo tiempo que invocaba una espada propia para atacar al enemigo,
pero Black se había dejado de juegos, por lo que lanzó una onda de energía
tratando de alcanzar al trío de un solo golpe. Afortunadamente, con gran
esfuerzo igual, pudieron esquivar dicho ataque, aprovechando para reunirse:
—Tenemos que salir de aquí
—expresó Cashman con seriedad.
—¿De qué demonios hablas?
—vociferó Tanton dejando a Karamaru en el suelo—. Ese malnacido aniquiló todo
un pueblo, ¡no podemos dejarlo huir!, ¡entre los tres…!
—No podremos hacer nada —le
respondió el justiciero—. Este es un enemigo diferente. Si aniquiló un pueblo
entero con suma facilidad, ¿qué más podría hacer?
—A mí tampoco me agrada la idea de huir, Tanton —le dijo
Karamaru—. Pero una retirada a tiempo puede augurar futuras victorias.
No pudieron discutirlo más ante más ataques que les enviaba
Goku desde lo alto, pero en unos instantes notó cómo sus inferiores enemigos
volaban de ahí con rapidez. Él pensó si perseguirlos, pero se dijo que no
tendría importancia, a fin de cuentas, pronto el mundo entero ardería con su
justicia. Siguió lanzando ataques devastando la tierra a su alrededor durante
un rato, hasta que decidió avanzar por el resto del mundo.
. . .
El sistema de la nave estimaba
que en tan sólo unas horas llegaría al planeta tierra, que es donde parecía
estar el criminal más buscado del universo. Con algunas indicaciones a la
consola, abrió los archivos que daban la imagen del destructor, sin mencionar
una descripción de sus habilidades. Jaco se quedó observando la imagen, y como
todo un élite de la patrulla galáctica, había realizado investigaciones acerca
del enemigo, aunque la información no era mucha en realidad.
Sus visitas a la raza de Namek,
como otros planetas circundantes, le revelaron la historia del guerrero
legendario, aquel que logró derrotar al tirano Freezer y poner fin a su
opresión en toda la galaxia. Al indagar en los archivos clasificados almacenados
en las naves y planetas conquistados por el demonio del frío, supo que hace
mucho tiempo, los Saiyajin, la raza de guerreros más poderosos en el universo,
se pusieron al servicio del tirano, hasta que estos comenzaron a mostrar
indicios de una creciente evolución, lo cual significaba que pronto alguno de
aquella raza superaría a Freezer. Por lo que entendió, él tenía un temor
especial al Súper-Saiyajin, un guerrero entre miles, con un poder tan grande
como para devastar sistemas espaciales enteros. Cuando el tirano destruyó aquel
planeta, la leyenda pareció perderse, siendo que no existían más Saiyajins,
exceptuando a algunos, y entre ellos, uno que crecería para derrotar al
demonio.
El patrullero contempló la
inconfundible figura de la tierra a través de la ventana de su nave. Desde
afuera, en las alturas, se veía tan hermosa y tan tranquila. ¿Qué hace la
tierra tan especial para el universo?, ¿qué es ese algo que vuelve a los seres
que la visitan tan libres?, ¿sus paisajes?, ¿su especie? Jaco desconocía la
respuesta, pero cual sea, la tierra debía ser protegida. Volvió a concentrarse
en la imagen del criminal que había asolado otras civilizaciones en el
universo, y le costaba creer que se tratara del mismo guerrero que alguna vez
fue la esperanza para muchos, librando a los inocentes de males tan grandes
como Freezer.
Y pensar que hace años se le había asignado la misión de
detener la llegada del guerrero a la tierra, pero que por un descuido, creyó
que la nave en la que viajaba se perdió de algún modo. La situación tenía
cierta ironía, siendo que la razón por la que Goku había sido enviado a la
tierra en primer lugar fue para destruirla por completo:
—Parece que decidiste cumplir con tu trabajo —murmuró Jaco—.
Lo que me da otra oportunidad para redimirme.
Sin más esperó en silencio a que la nave cruzara la órbita
del planeta. Por mucha admiración que le haya tenido al guerrero en el pasado,
ahora las cosas eran distintas, y él cumpliría con su deber a toda costa. Al
atravesar algunas nubes, efectivamente, se encontró con ciudades devastadas a
su paso, sin mencionar que incluso a esa distancia podía observar montones de
cadáveres carcomidos por los fuegos de la destrucción. No pasó mucho para que
el miedo comenzara a invadirle, haciendo consciente su propia debilidad ante un
enemigo tan poderoso. Toda esa confianza y valentía que había demostrado
minutos antes se había esfumado cuando sus pies tocaron la fría tierra, sacando
temblorosamente su confiable pistola:
—¿Qué hago aquí en primer lugar? Debí haber perdido la
razón. “¡Si, mi rey, yo me encargaré de todo!”, ¡ah, maldición! ¿Ahora qué…?
Sin previo aviso, una potente explosión le hizo tropezar
mientras su pistola caía a algunos metros lejos de él. Con precisión Goku Black
aterrizó a pocos metros de Jaco, quien lo observó con gran temor. Quedándose
pasmado ante su presencia, no atinó a decir mucho frente a aquella macabra
sonrisa que le dedicaba a toda víctima inocente:
—Al parecer he dejado muchas rarezas con vida. No puedo
permitirme eso en mi nuevo mundo.
Lentamente alzó la mano hacia el
patrullero, quien se quedó petrificado para observar cómo una esfera de energía
se formaba, con el objetivo de borrarlo para siempre. Sin más, cerró los ojos
esperando el terrible instante.
Pero como un relámpago dorado,
Trunks descendió de los cielos con su espada en mano, asestando un ataque
mortal contra su terrible enemigo, el cual bloqueó al interponer la energía que
estaba formando entre ellos. Una explosión creó distancia entre los rivales,
antes de volver a lanzarse al vuelo entre las ruinas, iniciando nuevamente su
lucha diaria. Jaco se sentía alegre ante esa intervención divina que le salvó,
pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, por lo que tomó la pistola
que había tirado momentos atrás, y miró hacia su nave con la intención de irse.
Pero a medio camino una idea cruzó por su mente. Observó desde lejos la batalla
que sostenían el asesino y el salvador, y a su parecer parecían bastante
parejos. ¿Cuántas veces tendría la oportunidad de ver luchar, en iguales
condiciones, a alguien tan fuerte como el criminal que asoló varios planetas en
el espacio exterior? Seguramente, con un poco de suerte, podría inclinar la
balanza, y tomarse el crédito frente a la patrulla. Sin más, sacó su confiable
arma, y se encaminó hacia donde estaba teniendo lugar tan ferviente combate.
Por su lado, Trunks estaba teniendo problemas para sostener
una lucha contra tan formidable enemigo. Su resistencia, habilidad, y poder
superaban con creces la suya, aún transformado en súper-saiyajin. El nivel de
Black era abrumador, pero aún así no podía darse por vencido. Aprovechó el
terreno disponible, por lo que siguió volando por las ruinas de la capital,
utilizando los espacios estrechos para dar con grandes ataques. Por unos
momentos, Goku quedó tendido en la tierra, a lo que Jaco aprovechó para
atacarlo con su láser, pero éste supo responder con una sola mano, mirando al
patrullero con un profundo odio. Invocando más energía, le lanzó un ataque
devastador, y Trunks al verlo, volvió a intervenir, usando el resto de sus
energías para alcanzar a Jaco antes de que este fuera golpeado con el poder de
Black, llevándoselo lejos. Levantándose tranquilamente, Goku observó al
guerrero irse entre las nubes obscuras, por lo que decidió proseguir con su
labor en el resto de la tierra.
2
LA UNIÓN DE LOS HÉROES
Los meses pasaron, y la terrible
justicia de Goku Black fue extendiéndose a todos los confines de la tierra.
Aunque los ejércitos del mundo trataron de oponerse al maligno adversario,
desgraciadamente ninguno fue rival para su absoluto poder. ¿Qué sentimiento
envenenó el alma de aquel destructor, que con tanta alegría ha castigado a toda
la humanidad?, ¿qué pensamientos conformaron el propósito de volver cada día
del inocente un auténtico infierno? Aquellas preguntas, más susurradas que
dichas en voz alta, viajaban en boca de todos los sobrevivientes de tan
horrendo apocalipsis.
Con el tiempo, el disfrute de
Black en la cacería de humanos se volvió tan cínico, tan seguro de su
supremacía, que se instaló en determinada parte de un bosque, tales eran sus aposentos,
su refugio, su trono divino con el que miraba a conciencia los planes que tenía
para rehacer el mundo a su antojo. Ante su fuerza, las personas decidieron
ocultarse, trabajar en secreto en una solución, y luego de tantas horas de
tristeza y amargura, encontraron una luz que les iluminó un nuevo camino.
Al igual que Trunks iluminaba con su luz, otras tantas luces
se unieron a él, guerreros de diversas tierras que querían esgrimir la
auténtica justicia para el mundo entero. Reunidos en una habitación, las
presentaciones se hicieron de manera formal:
Arale
De villa pingüino.
Jaco
De la patrulla galáctica.
Tanton
El joven dragón del país de Sen.
Karamaru
Ninja del cielo claro.
Cashman
Policía del planeta Viletesion
Ackman
Príncipe de los demonios.
Y finalmente,
Trunks
El guerrero Saiyajin.
—…La primera vez que lo vi,
pensé que se trataba de Goku, que había regresado a villa pingüino —explicó
Arale con cierto aire de tristeza—. Fue entonces que me atacó, y todo se volvió
obscuro. Cuando la madre de Trunks me encontró y me reparó, supe que todos
habían…es algo muy difícil de decir.
—Te sucedió algo horrible, es
obvio. Lo siento mucho —dijo Jaco compasivo.
—Yo luché contra Black cuando
este había arrasado un pueblo entero —dijo Cashman seriamente—. Ahí me encontré
con Tanton y Karamaru. Ese bastardo era tan fuerte que tuvimos que huir.
—Sé lo que es eso —dijo Jaco—.
Llegué a la tierra con la misión de perseguir al criminal que había eliminado
varias civilizaciones en el universo. Sencillamente no estaba a la altura. Fue
cuando Trunks me rescató.
—Aún así intentaste ayudarme,
Jaco —concedió Trunks al patrullero.
—Así que todos perdieron algo,
¡gran cosa! —dijo Ackman despectivamente.
—Bravas palabras para alguien
que se la pasa huyendo —dijo Tanton con algo de rabia—. A todo esto, tú siendo
un demonio, ¿qué haces aquí? Con ese monstruo matando a la humanidad, uno
creería que estarías contento.
—Tengo mis razones, niño con
alas —dijo Ackman fríamente—. Recolecto almas, y con Black asesinando a los
humanos ayuda mucho en el negocio. Pero si llega a matar a todos los humanos,
no nacerán más, y entonces me iré a la quiebra.
—¡Sólo lo haces por dinero,
malnacido! —increpó Cashman.
—Lo dice quien quería el dinero
suficiente para construir una nave y volver a casa —dijo el demonio sonriendo
con ironía—. Si, sé quién eres, “guerrero ahorrador”. Y no, no sólo lo hago por
dinero. Todos dependemos del equilibrio.
—De cualquier forma, tus
habilidades nos serán de ayuda —explicó Trunks.
—¿Para qué?, ¿acaso tienes un
plan? —preguntó Karamaru.
—Tenemos un plan.
Todos dirigieron su atención hacia donde había provenido
aquella voz, encontrándose a un par de mujeres en el arco de la puerta. Una de
ellas, de cabello azul, y bata científica, respondía al nombre de Bulma Briefs,
dueña de la destruida corporación capsula, y la mente más brillante en todo el
mundo. La otra mujer, quien había proferido las últimas palabras, de cabello
obscuro largo, luciendo una gabardina grisácea, respondía al nombre de Mai,
excepcional líder de la resistencia contra Goku Black:
—¿Y ese plan es tan bueno para
detener a ese monstruo? —preguntó Cashman.
—Más que suficiente —comenzó
Bulma tomando la palabra—. Desde los primeros días que el enemigo atacó, hemos
estado desarrollando una máquina capaz de viajar en el tiempo.
—¿Una máquina del tiempo? ¡Ah,
como la del doctor Sembei! —exclamó Arale.
—¡Pero qué descaro!, controlar
el tiempo es una violación de las leyes galácticas.
—También lo es matar al prójimo,
y ese Black lo hace sin lamentarse —dijo Ackman—. Yo digo que nos obliga a
jugar igual de sucio.
—La necesidad es la madre de la
invención —dijo Mai tomando la palabra—. El punto aquí es que Trunks viaje en
el tiempo, y pueda conseguir la ayuda necesaria para detener a Black.
—¿La ayuda necesaria? —preguntó
Tanton—. ¿Conoces a alguien lo suficientemente fuerte como para detenerlo?
—Por supuesto que si —respondió
Trunks—. Los mismos que me ayudaron a tener el poder para derrotar a los
androides.
—Si el viaje en el tiempo lo
harás tú, ¿para qué nos necesitan a nosotros? —preguntó Cashman.
—Como he dicho antes, este plan
se ha estado desarrollando desde los inicios de Black en el poder, pero nos
hemos visto con algunas fallas.
—¿Qué clase de fallas? —preguntó
Jaco.
—La máquina del tiempo requiere
combustible, y para ello, se utiliza una máquina especial —dijo Bulma—. Pero
debido a los constantes ataques, se ha estropeado un poco. No poseo los
elementos necesarios para repararla y que continúe con su función.
—Hemos organizado diferentes expediciones
tratando de recuperar las piezas necesarias —explicó Mai—. Pero con Black
atacando a todo lo que se mueve afuera…
—No han avanzado mucho, y
necesitan alguien que si lo haga —completó Ackman—. ¿Y acaso el guerrero dorado
no puede hacerlo solo?
—No es tan sencillo —dijo
Trunks—. Cuando me enfrento a Black puede parecer una batalla pareja, pero él
me supera por mucho, sin mencionar que en cada combate se vuelve más fuerte.
—Me sorprende que tú no —dijo
Ackman sonriendo suspicaz.
—De cualquier forma —interrumpió
Mai—. Los hemos reunido a ustedes para reunir todos los elementos necesarios.
Con la debida organización, podremos hacer frente a las amenazas y tener éxito.
—Suena como un gran plan —dijo
Ackman levantándose—. ¿Y quién va a organizarnos?, ¿Trunks?, ¿la científica
esa?, ¿o quizás tú, chiquilla?
—¿Algún problema con eso?
—respondió Mai sosteniéndole la mirada al demonio.
—Bueno, teniendo en cuenta tu
largo historial de planes fallidos, supongo que tengo una ligera preocupación.
—¿Qué quieres decir con eso?
—preguntó Tanton.
—¿Nadie la ha reconocido?
—preguntó Ackman. Ante el silencio, suspiró—. La banda de Pilaf, ¿les suena?
—¿Pilaf?, ¿el conocido criminal?
—preguntó Karamaru.
—El peor criminal de la historia
—dijo Ackman mirando a Mai—. Y aquí, tenemos a uno de sus sirvientes.
—¡Yo no soy sirviente de nadie!
—respondió la chica furiosa.
—¡Vaya! Tienes algo de carácter,
lo concedo. ¿Y dónde están ellos?, ¿te dejaron solita?
—…No es asunto tuyo, Ackman. Y si algo de esto no te parece,
te puedes ir al demonio, aunque claro, eres conocido por ir allí con las manos
vacías, ¿verdad?
El príncipe demonio y la antigua
criminal se miraron con resentimiento, pero antes de que estallara cualquier
conflicto, Bulma interfirió pidiendo que cada uno se tomara un breve descanso
antes de que las misiones correspondientes fueran asignadas. Mai no dudó ni un
segundo en dar media vuelta y salir de la pequeña habitación, por lo que cierto
guerrero saiyajin decidió seguirla de cerca, hasta detenerse en las afueras de
la base subterránea que habían establecido como la última defensa contra Black.
Pasaron unos minutos en silencio, Mai mirando hacia el horizonte devastado,
dejando que los recuerdos afloraran en su mente, una época donde tuvo que
luchar para sobrevivir, y que ser una criminal buscada le permitía llevarse
comida la boca. Pero las cosas habían cambiado radicalmente. ¿Quién diría que
de ser una ladrona pasaría a ser líder de una formidable resistencia contra un
enemigo capaz de desintegrar planetas enteros?
A pocos metros de ella, se encontraba Trunks, y no
necesitaba percibir su ki para sentir el gran conflicto en su interior, por lo
que decidió acercarse lentamente hasta colocarse a su lado, mirando el paisaje
tratando de formular las palabras más adecuadas:
—¿Cómo te sientes, Mai? —indagó
Trunks. La chica suspiró.
—Estoy bien.
—Mai…
—¿Qué quieres? ¡He dicho que me
encuentro bien!
—Lo sé, discúlpame. ¿Entonces no
te importa que te haga compañía?
—Supongo que no.
Así pasaron los minutos una vez más, y Trunks se encontraba
arrepentido de que su primer acercamiento no tuviera el efecto deseado. Para su
sorpresa, ella inició una nueva conversación:
—Lo siento. No debí hablarte
así.
—No te preocupes. Últimamente
estás bajo mucha presión.
—¿Presión? ¡Por favor!, ¿qué hay
de ti? —le preguntó sonriendo apenas—. Tú has tenido que combatir a ese
monstruo durante todo este tiempo.
—Lo hemos combatido juntos —dijo
Trunks seriamente—. Escucha, Mai…olvida lo que ese estúpido dijo. La
resistencia no sería lo que es ahora de no ser por ti.
—¿Y qué somos, Trunks? —preguntó
ella—. Los suministros se agotan día con día, cada vez hay más heridos, y ese
Black se burla de nuestras estrategias. Y la última misión, ¡joder!, ¡fue un
desastre!, ¡y fue mi culpa!
—¡No digas eso, Mai!
—¡Es la verdad! Su sangre está
en mis manos…
—¡No hay nada que hubieras
podido hacer! El enemigo era simplemente implacable.
—Implacable… —meditó Mai mirando
las negros cielos—. ¿Sabes? A veces me pregunto si tiene razón.
—¿Black? ¿Por qué?
—Se la pasa hablando de que los
humanos somos una amenaza, un peligro, un error en el universo. Y cada que ese
monstruo asesina a un grupo de los nuestros me lleno de una gran rabia,
pero…luego me pongo a pensar en cómo eran las cosas antes, todo el crimen y
asesinato de la ciudad y el mundo entero, y me pregunto… ¿y si esto es un
castigo?
—¡No lo es! —dijo Trunks
firmemente—. Sé que la maldad existe, pero Black está cometiendo el error de
sólo ver en el exterior, y no ver dentro de sí. Todos somos capaces de hacer
cosas terribles, pero eso no es excusa para realizar un genocidio masivo. Él
siempre se llama a si mismo un Dios, pero te puedo asegurar que uno real jamás
permitiría esto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—preguntó Mai.
—Pues…es cuestión de fe,
supongo.
—… ¿Cómo lo haces?
—¿Qué cosa?
—Mantener la esperanza, estar
firme frente a todo.
—Tuve grandes maestros —dijo el
saiyajin recordando a Son Gohan—. Pero también hay personas en las que puedo
apoyarme para seguir, como mi mamá…y tú.
—¿Yo? Trunks, yo no soy tan
fuerte.
—Eres más fuerte de lo que
imaginas.
—…Ella me decía lo mismo.
—¿Quién?
—Mi mamá.
Mai rebuscó en su gabardina, hasta sacar una malgastada foto
que le pasó a Trunks, en donde se veían claramente una mujer mayor de cabello
obscuro y vestido blanco, abrazando a una pequeña niña con el mismo color de
cabello y ojos. El guerrero sonrió ante la imagen, encontrando muchísimas
similitudes con la Mai que estaba a su lado; le devolvió la foto dejándole
continuar:
—Mi padre la abandonó cuando ni
siquiera había nacido, por lo que ella me cuidó lo mejor que pudo —dijo Mai con
algo de nostalgia—. Éramos pobres, pero al estar juntas nos era suficiente para
salir adelante, hasta que en una ocasión ella tuvo una horrible enfermedad…de
la cual no pudo salvarse.
—Lo siento mucho, Mai.
—Eres el primero al que se lo
cuento, Trunks. En esos tiempos difíciles, cuando no podía más, ella me decía
exactamente lo mismo, “eres más fuerte de lo que imaginas”, y aquello me motivó
a continuar. Pero cuando murió, las cosas cambiaron. Vagué por mucho tiempo
entre la inmundicia, aceptando trabajos sencillos para sobrevivir, hasta que en
una ocasión…
—¿Si?
—Comencé a robar. Me metí en
problemas con una pandilla, y fue entonces que decidí pedir ayuda.
—¿Pilaf?
—Así es. No era muy exigente, y
estaba buscando ayudantes. Con la tecnología a su disposición logró sacarme a
aquella pandilla de encima, y desde entonces estuve en deuda. Luego supimos lo
de las esferas del dragón, y el resto es historia.
—Vaya Mai, no tenía idea —dijo
él conmovido.
—Durante gran parte de mi vida
he vivido del crimen. Ahora tengo un propósito, pero…tengo miedo.
—¿De qué?
—¿Qué pasará cuando esto
termine?, ¿qué es lo que voy a hacer?
—Mai, yo…
Pero antes de que pudiera terminar su frase, ambos fueron
testigos de una poderosa explosión a la distancia. El guerrero sintió la
presencia de Black, como también de muchos sobrevivientes que estaban siendo
atacados en ese preciso momento. Se miraron por unos segundos, hasta que ella
asintió en su dirección, a lo que Trunks expulsó su aura de energía, elevándose
con rapidez en dirección a una batalla próxima. Mai sabía que ya tendrían
tiempo de hablar, pero por ahora, debían poner su plan en marcha.
. . .
Pasado el peligro, cada uno de
los héroes se puso al tanto de su respectiva misión. El objetivo era reunir
tres piezas fundamentales para el mecanismo que proveería el combustible
necesario de la máquina del tiempo, partes que se encontraban en distintas zonas
de la devastada ciudad, lo que hacía más difícil su localización.
El engranaje plateado, que
permitía el movimiento de un sector específico de la maquinaría, se encontraba
en la parte oeste de la ciudad; la válvula carmesí, que permitía la contención
y conducción de determinada corriente, se encontraba en la parte este de la
ciudad; y finalmente, la tarjeta núcleo, que conectaba el programa especial
para su completa operación, se hallaba en un solo sitio, más allá de la región
sur, cercano a las áreas montañosas, donde residía la fortaleza divina de
Black.
Presionados por el tiempo,
optaron por una división general para asegurar el triunfo sobre el villano;
Arale y Cashman irían por el engranaje a la zona oeste; Jaco y Ackman irían por
la válvula a la zona este; y finalmente, Tanton y Karamaru se desplazarían
hacia el sur, en busca de la tarjeta núcleo. La tarea del resto resultaba
simple: Trunks se enfrentaría a Black en una batalla decisiva, siendo apoyado
de cerca por la resistencia humana, sirviendo como distracción para que los
demás lleven a cabo sus misiones.
Toda la operación parecía
sencilla hasta cierto punto, pero Bulma instó a los presentes en no confiarse
demasiado aunque los objetivos parezcan tan fáciles de manejar. Aquellas piezas
de ingeniería eran muy raras de conseguir, y si recibían el menor daño, se volvían
totalmente inservibles:
—Sé que hemos tenido batallas
difíciles en el pasado, pero debemos afrontar la gravedad del asunto —dijo
Bulma al batallón reunido—. Sin estas piezas, el combustible para la máquina
del tiempo nunca estará listo, y de esa forma, nos veremos solos frente a la
absoluta extinción. La futura supervivencia de toda la raza humana depende de
nuestro éxito.
—Sin presiones, ¿he? —mencionó
Ackman.
—No les mentiré —expresó Bulma—. Aunque Trunks y Mai luchen
contra Black…puede que esto resulte una misión sin retorno. ¿Lo comprenden?
El silencio se hizo presente en la habitación. Algunos se
miraban entre sí con el temor incrustado en la mirada, mientras que otros hacían
las paces con sus ancestros al creer que ese sería su último día en la tierra.
Para sorpresa de todos, de entre el tumulto se adelantó Arale, con un semblante
tan serio, que contrastaba inmediatamente con las facciones aniñadas de su
rostro. Miró directamente a Bulma:
—No tengo un hogar al cual regresar.
La mujer no supo qué decir ante esas sencillas palabras,
impresionada por el gesto de decisión que le dedicaba la androide. En un
momento de lucidez, Jaco se adelantó junto a la pequeña, con la mano en el
pecho:
—Black se equivoca en cuanto a
los humanos —comenzó solemnemente—. La primera vez que llegué a la tierra,
conocí la bondad de los terrícolas, y aunque su miedo a lo desconocido era
visible, eso no les impedía obrar con inteligencia y valor. De haber estado
antes, quizá, tu hermana… —agachó la vista, sin poder seguir—. Haré lo que esté
a mi alcance para cumplir esta misión.
—En mi planeta también fui un
oficial —dijo Cashman juntándose—. No pienso darle la espalda a la verdadera
justicia.
—Ni yo tampoco —dijo Tanton.
—Tengo una visión clara de lo
que quiero para este mundo —dijo Karamaru—. Me comprometo a triunfar.
—¿Qué dices tú, Ackman?
—preguntó Mai.
—¿Y dejar que todos los
perdedores se queden con la diversión? Ni lo sueñen.
—Está decidido —dijo Bulma—. Hemos mantenido viva la
esperanza. Demostrémosle a ese falso dios el auténtico poder de los mortales.
Toda vez que el salón se llenó de vítores, Trunks se
permitió sonreír como no lo había hecho desde hace mucho, al saberse que no
estaba solo en tan terrible cruzada. Con las conciencias dispuestas y las
voluntades unidas, se preparó todo para poner en marcha a la gran misión de la
Resistencia.
. . .
—¿Cómo te sientes, Mai?
—preguntó Trunks.
—Últimamente me preguntas mucho
eso, ¿sabes? —respondió ella calibrando su arma.
—Supongo que estoy algo
nervioso.
—…Todos lo estamos.
—Lo sé —dijo este mirando al
cielo—. Mai, necesito decirte algo.
—¿Ahora? —preguntó extrañada.
—Si, justo ahora.
—Bien, ¿de qué se trata?
—Bueno, estuve pensando lo que dijiste,
acerca de lo que sucedería si logramos salir de esto.
—Cuando salgamos de esto
—corrigió ella decidida.
—Si, cuando salgamos de esto, yo pensaba que…bueno, quizá…te
gustaría que…tú y yo…
Antes de que pudiera proferir más palabras, unos labios silenciaron
los suyos en un breve beso. En sus miradas hubo una conexión mística de apenas
unos segundos que parecieron durar años para ellos. Trunks sonrió con alegría,
al igual que Mai:
—Vete a salvar el mundo —le dijo
ella—. Asegúrate que tengamos toda una vida por delante para hablar sobre este
momento.
—…Lo haré.
Un segundo beso volvió a
inundarlos de una extensa paz, aunque estuvieran a escasos centímetros de la
extinción definitiva. Se correspondieron una última mirada llena de amor antes
de que el guerrero dorado volara para enfrentarse a su destino.
Con los lugares dispuestos, la
operación inició, desperdigándose cada uno a la asignación encomendada. Arale y
Cashman fueron los primeros en salir corriendo de la base hacia el sector que
les tocó, utilizando su gran velocidad para llegar en poco tiempo; Jaco y
Ackman salieron presurosamente como los segundos en la gran misión, siendo
seguidos por Tanton y Karamaru, quienes se separaron en determinado punto en
direcciones contrarias, cada uno decidido a encontrar lo que se les había
pedido. Mientras tanto, Trunks inspeccionaba los cielos, elevando y
disminuyendo continuamente su ki, atento a cualquier señal a su alrededor. No
tuvo que esperar mucho al tener que esquivar una gigantesca bola de energía la cual
partió en dos al sacar su confiable espada para el combate.
Con lentitud, la figura de Goku Black descendió del cielo
negro hasta estar a su nivel, observándolo detenidamente con una sonrisa
engreída:
—Así que finalmente dejaste de
esconderte, Saiyajin —dijo Black.
—Tenemos un asunto pendiente
—respondió Trunks—. A no ser que tengas otros planes.
—Je, je, je. La arrogancia en tu
especie parece no tener límites. Aquello te llevará a tu destrucción.
—No es arrogancia. Sólo tengo
fe.
—¿Fe? ¡Ja, ja, ja! Qué iluso
humano. ¿Y a qué supuesta deidad le dedicas tus rezos?
—…A la esperanza.
El gesto de incomprensión que mostró Black fue suficiente
para iniciar el ataque. Desde tierra, unos cohetes volaron en dirección al
enemigo, quien con un simple gesto los mandó a volar, pero aquello le dio
oportunidad a Trunks de sorprender al villano con un tremendo golpe al
estómago, cuyo impacto lo arrojó varias millas de distancia, hasta chocar
contra el suelo. La resistencia humana se desplegó en dirección al caído, y el guerrero
de la luz no se quedó atrás, siguiendo de cerca la presencia del enemigo para
saber dónde atacaría. De entre el polvo alzado, la figura de Black emergió
hacia el saiyajin, propinando un fuerte golpe que Trunks apenas y pudo
bloquear; de esa forma la pelea entre ellos dio inicio.
. . .
Arale y Cashman buscaban entre los escombros de un viejo
laboratorio la pieza faltante que les había tocado, pero mientras más ruinas
removían, un nuevo tiradero de piezas aparecía:
—¡Esto no tiene fin!, ¿cómo es
la pieza que buscamos? —preguntó Arale.
—Pequeña, plateada y redonda
—dijo Cashman.
—Pero muchas de estas piezas
están rotas. ¿No crees que se haya destruido entre los escombros?
—Si la señorita Bulma estaba en lo cierto de que era una
pieza rara e importante, entonces debe estar en algún lugar secreto, quizá… ¡lo
sé!
Y el justiciero del espacio, invocando su poderosa espada,
le pidió a la androide que saliera de su camino. Con algunos cortes al aire,
apareció una poderosa ráfaga que quitó los escombros alrededor, revelando así
una puerta en el suelo del lugar. La abrieron, y se dieron cuenta que había una
escaleras subterráneas. Sin pensarlo dos veces, se adentraron por el pasadizo,
empezando a caminar velozmente por aquel extenso túnel que parecía no tener
fin; en determinado momento, Cashman activó una modalidad en su armadura que
permitía alumbrar el trayecto, encontrándose efectivamente en una especie de
catacumba, la cual comenzaba a hacerse más estrecha a cada minuto:
—A juzgar por el grosor de las
paredes, debieron esconder algo muy importante por aquí.
—Ho yo.
—¿Siempre eres tan conversadora?
—preguntó el héroe, dejando a la androide en silencio—. Disculpa, no quise
incomodarte.
—No es eso, es sólo que…
—¿Si?
—No sé, todo es demasiado
complicado…no lo entiendo.
—Tal vez pueda ayudarte.
—…Una vez, conocí a un oso en
cautiverio, así que decidí ponerlo en libertad en el bosque. Pero en ese
preciso instante, unos cazadores le habían disparado. Entonces me
sentí…extraña.
—¿Enojada, quizá?
—¿Enojada? No lo sé, tal vez. Sólo
sé que me he sentido de la misma forma desde que mi villa fue destruida.
—No eres la única —dijo Cashman
con una sonrisa—. Pero no te preocupes, porque cuando acabemos con esta misión,
te ayudaré a reconstruir tu pueblo.
—Pero…todos están muertos.
—Eso no importa. Está el dicho
humano de que nuestros seres queridos jamás nos abandonan, incluso en la
muerte.
—Yo soy un robot.
Cashman miró a la pequeña androide, quien había agachado la
vista ante esas últimas palabras. En el corto tiempo que se unió a la
resistencia, escuchó divertidas historias que protagonizaban a una Arale
enamorada de la vida, causando risas y estragos por su ingenuidad; aquella no
era la chica que le habían descrito. Con solemnidad, Cashman se detuvo a su
lado, arrodillándose para igualar sus miradas al mismo nivel:
—¿Extrañas a tus seres queridos,
Arale?
—Si.
—¿Por qué? —preguntó él
seriamente.
—¿Por qué…? Pues, porque los
quiero mucho.
—Por supuesto que los quieres —dijo Cashman dedicándole otra
sonrisa—. He visto muchos robots a lo largo de mi vida, todos con una
programación específica sobre qué hacer y qué decir. Si le hubiera preguntado
lo mismo a cualquier robot, seguramente me hubiera respondido cualquier
estupidez técnica, mientras que tú, respondes con sentimientos vivos y reales.
Tu creador, el doctor Sembei, supo lo que hacía, porque tú no fuiste creada
para seguir patrones. Fuiste creada para amar la vida.
Arale se quedó mirando fijamente a Cashman, quien sonrió
internamente por las elocuentes palabras que le había expresado a la androide.
“Seguramente la he dejado impactada”, pensó el héroe con orgullo. Pero de un
momento a otro, la pequeña alzó la mano, dándole un fuerte golpe a su nariz,
derribándolo completamente:
—¿Y eso porqué fue? —preguntó él
irritado.
—¡Tenías un insecto! —respondió
Arale sonriente.
—¡Yo abriendo mi corazón en esta
catacumba, y tú sólo piensas en aplastar insectos!
—No lo aplasté, sólo lo asusté.
—¿Y eso?
—Pues porque toda vida es valiosa, Cashman.
Aquellas palabras enmudecieron al
héroe, observando impactado cómo la pequeña androide seguía por el estrecho
camino, perdiéndose entre las sombras. Sonriente lanzó un último suspiro antes
de seguirla. Juntos e iluminados se empezaron a dar cuenta que aquel túnel
comenzaba a hacerse más pequeño, pero aquel detalle quedó en segundo plano
cuando una luz al final llamó su atención; de esa forma, corrieron hasta
encontrarse con un pequeño pedestal, en el cual permanecía una pequeña caja
cristalizada, y dentro yacía el engranaje plateado. Con suma delicadeza,
Cashman logró abrir el contenedor y tomar entre sus manos la brillante pieza.
Se miraron complacidos ante su triunfo, pero un pequeño estremecimiento captó
su atención.
La batalla entre Trunks y Black se había vuelto demasiado
intensa, haciendo temblar el mundo incluso hasta esas profundidades. De esa
forma, un ligero paso de destrucción provocó una reacción en cadena que empezó
a despedazar el camino recorrido por nuestros héroes en aquel túnel. Cashman,
reaccionando a la adversidad, le entregó rápidamente la pieza a Arale, mientras
el túnel comenzaba a colapsar a su alrededor. Utilizando todas sus fuerzas
disponibles, el guerrero interpuso con su cuerpo la inminente destrucción,
dándole un poco de espacio a la androide para mantenerla segura:
—¡Ho yo yo!, ¿pero qué sucede?
—Arale, quiero me escuches con
mucho cuidado. ¿Puedes colocar la pieza en tu interior?
—Si, claro —dijo ella siguiendo
sus instrucciones—. ¿Y ahora?
—¿Puedes hacerte paso hacia la
superficie?
—¡Seguro que si! ¡Así saldremos
juntos!
—No, tendrás que salir tú —dijo
Cashman—. ¡Debes darte prisa!
—¿Pero de qué hablas? ¡Puedo
mover estos escombros y llevarte!
—¿Olvidas lo que dijo Bulma
sobre la pieza? Al menor daño, nada de esto serviría de nada —dijo Cashman,
haciendo esfuerzo para aguantar los escombros—. Ahora no p-puedo moverme ni un
c-centímetro, y si lo hago, inmediatamente quedaremos bajo montones de tierra.
Si haces uso de tu tremenda fuerza, de una forma u otra, la pieza se rompería.
—Pero…pero…
—¡Haz lo que te digo, maldición!
¡Debes llevar la pieza!
—¡No! ¡No! ¡No puedo dejarte
aquí! ¡No quiero!
—¡Arale!
Se miraron, y ella tenía una expresión de profunda tristeza.
Una vez más comenzaba a experimentar aquella sensación cuando su villa fue
destruida. ¿Qué importaba si podía partir la luna de un golpe, si no podía
proteger a las personas que amaba? Porque si, ella amaba a todos, y por eso no
podía…
—¡No puedo! Cashman, no puedo…
—¿La g-gran Arale Norimaki tiene miedo? —preguntó Cashman—.
R-recuerda lo q-que te dije: siempre estaré contigo.
Un temblor provocó que los escombros se juntaran más,
haciendo que su peso se volviera casi insoportable. A pesar de todo, del dolor
y el miedo, Cashman sonreía a la androide, transmitiéndole la confianza que
necesitaba para seguir con la misión. Apretando los puños, la pequeña miró
hacia el muro más cercano, y con gran concentración, utilizó su fuerza para
crear un túnel; poco a poco se adentró en este, dejando a su amigo atrás, hasta
que un último sismo a su alrededor provocó el entierro total de la cámara
subterránea, y el silencio le invadió. Sin más que hacer, siguió su camino,
cada vez con mayor velocidad, quitando la tierra en su camino, hasta que en
pocos minutos alcanzó la superficie. El cielo obscuro y la devastación le
dieron la bienvenida, aunque ella ya ignoraba su entorno, caminando
mecánicamente en una sola dirección; tanta muerte había roto algo en ella, no
un circuito, no un fusible, ni nada por el estilo, sencillamente, su sonrisa se
esfumó. Por desgracia, la fuerza que usó para salir de aquel lugar bajo tierra
gastó con creces su energía, por lo que comenzó a sentir su cuerpo entumido.
Sus pies se fueron deteniendo, mientras el recuerdo de Cashman, y todos sus
viejos amigos, permanecía en su mente; de esa forma, aquella androide se detuvo
a medio camino, con las manos fuertemente aferradas a su estómago, casi como si
estas significaran su última voluntad: proteger la esperanza del futuro, en
memoria de sus seres queridos.
. . .
Jaco y Ackman habían llegado a una especie de templo
completamente en ruinas, donde en algunas de sus habitaciones de equipo se
encontraba la pieza que estaban buscando. El patrullero se dedicó a buscar
seriamente por el lugar, mientras que el príncipe de los infiernos se mantenía
indiferente ante el paisaje que le rodeaba. Caminando entre varios pasillos e
inspeccionando varios cuartos, terminaron en un estudio completamente
destruido:
—Podrías ayudarme un poco,
¿sabes?
—Te estoy supervisando.
—¿Acaso esto es una broma para
ti? ¡El universo entero depende de nosotros!
—Relájate, patrullero. Mientras
tú buscas innecesariamente, yo me mantuve pensando dónde podría estar la pieza,
y es que por obvias razones, no es algo que estuviera a la vista, aún sin todo
este desorden.
—¿Escondido?, ¿pero en qué
parte?
—El mejor escondite está a la vista de todos.
Ackman se mantuvo mirando un punto fijo en la habitación,
por lo que Jaco imitó el gesto dirigiendo su vista hacia una pintura de un
hermoso paisaje. El demonio se acercó al cuadro, pareciéndole mucha
coincidencia que tal pieza artística sobreviviera más allá que el resto del
cuarto, por lo que la quitó revelando un muro liso; tanteó la pared un momento,
hasta que de súbito lanzó un puñetazo, descubriendo un material flexible como
el cartón. Con la ayuda de Jaco removieron el resto del muro, dejando a la
vista una caja fuerte de combinación. Entonces el patrullero utilizó su pistola
para forzar la puertecilla, y así destapar su contenido. Efectivamente en el
interior, sostenido por una base metálica, yacía a la espera la válvula
carmesí. El demonio la tomó abruptamente entre sus manos, inspeccionándola con
algo de desdén:
—¿Por una piececita así debemos
dar nuestras vidas?
—¡Ten cuidado! Recuerda que
Bulma dijo…
—¡Como sea! —expresó Ackman lanzándole la pieza—. Salgamos
de aquí.
Al no poseer un compartimiento especial, Jaco sostuvo con
cuidado la válvula, cuya ligereza daba la sensación de una gran fragilidad.
Caminando lentamente por los pasillos del templo, Ackman aprovechó la
oportunidad para burlarse de Jaco por su tardanza:
—¡Vamos súper élite!, ¿esa
cosita es demasiado para ti?
—Esta cosita nos permitirá
salvar el mundo, Ackman —respondió el patrullero con seriedad—. Y como
súper-élite, me tomo mi trabajo muy en serio. Pero tú seguramente lo sabes.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando mencioné que viajar en
el tiempo es una violación de las leyes galácticas, me respondiste que matar
también lo era. Supuse entonces que las conocías, aunque me sorprendió un poco
que un demonio como tú perdiera su tiempo en ello…
—¿Lo mencionas por algo en
particular?
—No, sólo intento hacer una
conversación.
—Como demonio estoy al tanto de
cosas más allá de tu mortal comprensión —respondió Ackman seriamente—. Hay
fuerzas que obran más allá de tu supuesta ley.
—Si tú lo dices. Pero aún así,
nos ayudas para restablecer el equilibrio.
—Las cosas cambian, Jaco.
El patrullero no comprendió bien aquellas últimas palabras,
por lo que miró al príncipe de los infiernos, sorprendiéndose al ver que éste
le apuntaba con su propia pistola de rayos:
—¡Ackman!, ¿pero qué demonios
haces?
—Lo que es necesario.
—¿Qué?, ¿me estás jodiendo?,
¿tienes alguna idea de lo que pasará si accionas el gatillo?
—¿Y tú si la tienes, Jaco?
Respóndeme con honestidad, ¿sabes realmente a lo que te enfrentas?
—¡Estoy aquí para salvar el
universo!
—¿Qué universo? —preguntó Ackman con enfado—. ¡Mira a tu
alrededor, Jaco!, ¿esto es lo que quieres salvar?, luchas una causa perdida.
Todos los planetas que Black ha destruido, toda la gente que ha asesinado,
¿algo cambiará si realmente lo derrotan? ¡Respóndeme!
El silencio pareció tangible entre ambos. Ackman sostenía
firmemente el láser hacia el patrullero, mientras que éste no podía dejar de
notar algo en la mirada del demonio, más allá del miedo y el apuro:
—¿Por qué, Ackman? —preguntó
Jaco—. ¿Por qué esperar hasta este momento?
—¡Dame la maldita pieza, Jaco!
—¿La pieza? Pero…no te entiendo.
—¡Necesito las malditas piezas! ¡Debo traerlos de regreso!
Por primera vez, unas cuantas lágrimas se asomaron por los
ojos del príncipe de las tinieblas. Aquello desconcertó al patrullero, pero en
ningún momento decidió moverse del lugar mientras le apuntara con el arma. Hizo
unos cuantos cálculos, y decidió indagar en el asunto:
—¿De qué hablas, Ackman?, ¿a
quién te refieres?
—¡A ellos! ¡A…! Mi familia…
—susurró para la sorpresa del patrullero—. Aquel monstruo, ese Black…no sólo
atacó otros planetas, y la humanidad no fue su primer blanco. Ese monstruo
destruyó las regiones infernales, y las regiones celestiales del otro mundo…
—¿Qué dices? Pero eso…no puede
ser.
—¡Él lo hizo! —exclamó irritado
Ackman—. Ángeles y demonios se interpusieron en su camino, y entre ellos…mi
familia.
—Ackman… ¿por qué no nos dijiste
nada?
—¡Porque no es su asunto!
—expresó el demonio—. Dame la pieza, ahora.
—Tú…quieres regresar en el
tiempo, cuando ellos fueron destruidos —reflexionó Jaco—. Ackman, eso no
cambiará nada. De cualquier forma, por mucho que intenten huir, Black podría
matarlos a todos, en cualquier línea temporal.
—¡Malditas excusas! —dijo el
príncipe—. Es porque son demonios, ¿verdad? Ellos no valen lo que tu preciosa
humanidad, ¿no es cierto? ¡He, responde!
—¡Sabes que no es eso! —exclamó
Jaco con preocupación—. Siempre hay consecuencias por alterar el tiempo.
—¡La misión de Trunks es inútil!
Tú mismo lo dijiste, ese Black es muy poderoso. Aunque se traiga un ejército
del pasado, jamás lo derrotaría. ¡Yo sólo quiero salvar a mi familia!
—…No voy a entregarte la pieza,
Ackman —dijo el patrullero seriamente—. Lo lamento en serio, pero la única
opción es derrotar a Black.
—…Eres un maldito incrédulo.
—Todavía hay esperanza.
—¡Soy un demonio, Jaco!
—respondió con furia—. Si alguien sabe de la maldad humana, ese soy yo. Dios o
no, ya era hora de que los mortales tuvieran un castigo justo a sus pecados.
—¡Esto es una locura, Ackman!
¡Él destruirá todo! ¡A ti también!
—Eso ya no importa —dijo el
demonio—. Si no cambiará nada, entonces no hay salvación. Destruiré esas
piezas.
—…Está bien, pero la próxima vez que quieras matar a
alguien, asegúrate de quitarle el seguro primero.
Esas palabras provocaron que el
demonio mirara la pistola, cosa que el patrullero aprovechó para propinar una
patada que le hizo soltar el láser, y una segunda que lo derribó completamente.
Jaco no tuvo tiempo de retroceder cuando Ackman desenvainó su sable,
abalanzándose contra el alienígena, tratando de poner fin a su existencia. El
patrullero esquivaba cada ataque lo mejor que podía, pero con las manos
ocupadas protegiendo el artefacto le era mucho más difícil. La pelea había
llegado al exterior, donde en un momento, Ackman al fallar una embestida, clavó
su espada en unos escombros, haciendo que Jaco tomara la oportunidad para
lanzar otra patada al demonio, pero este la bloqueó con ambas manos, además de
lanzar al alienígena por los aires.
Aferrando con fuerza la válvula
a su estómago, cayó pesadamente en el duro suelo del lugar, observando con
preocupación como Ackman se acercaba con espada en mano. Ni tiempo le dio para
levantarse, siendo que lo atacó sin piedad, provocándole varias cortadas en el
cuerpo; de una patada, hizo que Jaco soltara la válvula a varios centímetros de
él, sin sufrir milagrosamente ningún tipo de daño. Con absoluta crueldad, para
detener a su molesto enemigo, el demonio hundió su espada, exactamente sobre la
mano derecha del patrullero, sacándole un terrible alarido de dolor. Habiendo
detenido a su oponente, se dirigió con calma hasta la pieza para destruirla,
dejando a Jaco en un terrible dilema. Intentó mover la espada por todos los
medios, pero al haberla incrustado casi en su totalidad, desde su posición le
era imposible removerla.
Reuniendo toda la fuerza de voluntad
que tenía, de un tirón jaló su mano del filo de la espada, gritando con gran
fuerza, corriendo hacia su enemigo. Antes de que Ackman tocara la pieza, el
patrullero lo embistió, enzarzándose en una nueva lucha. Aunque el demonio era
resistente, no poseía la fuerza sobre-humana de Jaco, por lo que cada golpe
propinado por éste en su rostro le debilitaba cada vez más. Con un último
codazo, dejó a Ackman en el suelo escupiendo sangre, por lo que se levantó por
la pieza, tratando de poner distancia entre ambos. El príncipe de las tinieblas
al ver esto, rápidamente llamó a su espada, y la lanzó contra Jaco, quien supo
esquivar ese ataque, y el arma fue a dar contra unos escombros.
Sabía que no le alcanzaría, de modo que escupiendo una
poderosa llamarada, quemó un tanto las piernas del patrullero, alentando su
carrera. La persecución terminó cuando el demonio embistió nuevamente a Jaco
haciendo que éste volviera a soltar la válvula, dejándola caer cerca de los
mismos escombros donde había aterrizado la espada infernal, la cual provocó que
la estructura se debilitara, haciendo que esas pequeñas ruinas se balancearan
peligrosamente sobre la pieza. Luchando entre sí, alienígena y demonio se
disputaban por llegar primero al objetivo, uno para destruirla y otro para
protegerla, hasta que notando que en poco la estructura caería, Jaco sacó más
fuerzas para correr hacia el lugar, tratando de sacar la pieza en un primer
instante, pero la sorpresiva interferencia de Ackman al empujarlo, provocó que
este apenas pudiera detener la destrozada muralla que amenazaba con caer sobre
la válvula, haciendo que un fierro lacerara un costado del súper-élite. Con
gesto triunfal, limpiándose un poco la sangre de su rostro, Ackman tomó la
pieza delante de las narices de Jaco:
—Me gustaría decir que al haberme hecho caso desde un inicio
podrías haber alargado tu vida —le espetó el demonio con crueldad—. Pero te
estaría mintiendo, ¡Ja, ja, ja, ja!
Aquello parecía ser el fin, pero un súper-élite jamás se
rendiría de esa forma. Aprovechando la gran carcajada del demonio, tomó la
oportunidad de lanzar un pequeño frasco a su garganta, con el que se atragantó
inmediatamente. Rompiéndose, un líquido se vertió en su interior, con lo que
empezó a sufrir terribles espasmos. Jaco utilizó sus últimas fuerzas para mover
el escombro sobre él, y tomar la válvula de la mano de Ackman antes de que este
cayera de rodillas:
—¡¿Qué me hiciste, desgraciado?!
—increpó Ackman escupiendo sangre.
—Mi última invención —dijo el
patrullero con una débil sonrisa—. Originalmente, lo que te di estaba destinado
para matar a toda la especie humana, pero dada la situación, me permití hacerle
unas cuantas modificaciones químicas, haciendo una dosis concentrada para una
sola persona. Pensaba usarlo en Black, pero debo decir que te ganaste la
oportunidad de ser el primero.
—¡Malnacido! ¡No puedes ganar!
—dijo Ackman escupiendo más sangre—. ¡Tarde o temprano, todos morirán! ¡El
destino de los mortales es su destrucción! ¡Todos morirán!
—Eso lo sé —dijo Jaco seriamente—. Lo siento tanto, Ackman.
Con unos espasmos finales,
Ackman cayó al suelo inmóvil. Él de igual forma se dejó caer, sintiendo el
asfixiante dolor de sus heridas ardiendo hasta la inconciencia. El patrullero
sólo podía ver la obscuridad de las alturas, clamando por algún dios
misericordioso más allá de las sombras, que atendiera a sus plegarias. Creyendo
su fin cercano, movió su cabeza, y como su vista aún no estaba borrosa, divisó
cercano a él un destrozado botiquín de primeros auxilios, y por fortuna, era su
mano buena la que estaba próxima a su salvación.
Minutos después, con su costado
tratado, y una de sus manos completamente sedada, cosida y vendada, llevando en
el mismo botiquín la pieza faltante, caminó durante unos minutos hasta
encontrarse en una calle abandonada. Un vistazo le permitió encontrar un
automóvil a medio uso, con el combustible y la energía suficiente para un solo
viaje, el que necesitaba para completar su misión. Subiendo al vehículo,
arrancó, dejando tras de sí una sangrienta lucha, y disfrutando una gran
victoria.
Pasaron varios minutos en silencio, rogando que ningún
ataque asesino le sorprendiera, hasta que a la distancia divisó algo familiar.
O mejor dicho, un alguien. Llevando el automóvil en aquella dirección,
reconoció la figura de Arale completamente inmóvil en medio de la carretera. Le
llamó una, dos, tres veces, preguntando qué ocurría, y el paradero de Cashman,
pero no obtuvo respuesta alguna. Entonces recordó que al ser un androide, debió
quedarse sin energía, por lo que bajó del coche para socorrer a su aliada.
Inspeccionándola superficialmente, notó como sus manos estaban dirigidas a su
vientre, cosa que le llamó la atención; decidió mover sus brazos y así
descubrir un pequeño compartimiento, donde se encontraba inalterable el
engranaje plateado. Al colocarla como estaba, y con algo de dificultad, la
subió al coche, encendiendo el motor dispuesto a seguir. Sabía que aquel
vehículo era más lento, pero era la única probabilidad de llegar seguros. Sin
más preguntas, el coche avanzó perdiéndose en el camino.
. . .
Atravesando a gran velocidad un extenso bosque, Tanton y
Karamaru se detuvieron ante una rocosa ladera, donde encontrarían un pasadizo
hacia el lugar indicado por Bulma. Era sabido que el Dr. Maki Gero, el infame
científico de la extinta patrulla roja, había estado desarrollando experimentos
ilegales en búsqueda del poder que le permitiría doblegar al mundo; de ahí el
surgimiento de los androides. Sin embargo, recientes investigaciones revelaron que
ese sujeto no tenía solo un laboratorio, sino diversos escondites donde
residían todos sus hallazgos. Y era precisamente lo que ambos guerreros
buscaban. A la distancia podía observarse la casa en la que Black residía luego
de sus asaltos contra la humanidad, y Tanton sintió un inmediato desprecio por
ese lugar:
—Si tan sólo hubiera traído unas
cuantas granadas…
—Eso pondría en riesgo toda la
misión —le respondió Karamaru—. Mejor ven, y ayúdame a encontrar una entrada.
—¿Seguro que es por aquí? Esto
parece un callejón sin salida.
—He escuchado de la patrulla roja en mi juventud; no me
sorprende que los hallazgos de ese tal Gero estén ocultos. ¡Espera! ¡Lo
encontré!
Un conjunto irregular de piedras reveló una corriente de
aire; uniendo fuerzas removieron los escombros abriendo ante sí un camino
descendente, en el que se adentraron sin temor. Luego de un rato apareció ante
ellos una cámara subterránea de grandes dimensiones, la cual contenía toda
clase de aparatos y computadoras con la emblemática cintilla de la patrulla.
Inspeccionaron el lugar durante varios minutos, removiendo planos de proyectos
fallidos y consolas destrozadas, hasta que dieron con el pequeño artefacto.
Según las descripciones que se le dieron, la tarjeta núcleo es una pieza
cuadrangular de color verde con algunas líneas negras, la cual se encontraba en
alguna parte de los controles de la máquina principal; con sumo cuidado, Tanton
removió la pieza del gran ordenador para observarla atentamente:
—Misión cumplida, compañero.
—Así parece —respondió Karamaru sosteniendo la pieza—. Ahora
debemos irnos lo antes posible.
Sin embargo, aquello no resultó
tan fácil como creían. Súbitamente unos sonidos los sorprendieron, impactados
al ver cómo algunas pantallas se encendían a su alrededor, iniciando una cuenta
regresiva de tan sólo diez segundos, lo cual sólo significaba una cosa.
Utilizando su prodigiosa velocidad, no les tomó mucho tiempo salir a la
superficie, siguiendo su camino por el extenso bosque, pero nada impidió que a
sus espaldas sintieran el estremecimiento de la explosión que se produjo en el
antiguo laboratorio de la patrulla roja.
En ese instante, a millas de
distancia, Black apartó su atención de la lucha que sostenía con el saiyajin,
observando a lo lejos la enorme columna de humo cercana a su fortaleza. No le
costó ningún esfuerzo leer las energías cercanas, encontrando dos que se
desplazaban a gran velocidad por el bosque circundante. Trunks se percató de
ese hecho, volviendo a atacar a su enemigo, pero éste, con un solo destello de
energía logró empujarlo a una considerable distancia por el aire, aprovechando
el momento para volar hacia donde estaban los invasores.
Mientras los guerreros se
movían, el impecable oído de Karamaru escuchó un zumbido que se hacía más
grande a cada segundo. Apenas tuvo tiempo de apartar a su amigo del camino de
una tremenda esfera de energía que se llevó varias hectáreas de bosque. A pesar
de verse desorientado, Tanton se dejó guiar por su compañero, escondiéndose
entre los arbustos; bien sabían que Black podía sentir la presencia de sus
adversarios, por lo que el samurái optó una pose neutral y lenta, para evitar
ser detectados.
El guerrero oscuro aterrizó con fuerza en el bosque, y con
calma observó a su alrededor, tratando de presentir el más leve rastro de
energía, incluso el más leve movimiento entre el follaje:
—Sé que están aquí, humanos.
Black caminó entre los arbustos,
siempre con la energía latiendo en la palma de sus manos, preparándose para
extinguir las fugaces vidas de ambos guerreros. Karamaru seguía retrocediendo
al lado de Tanton, pero sabía que sólo era cuestión de tiempo antes de que un
ataque asesino los alcanzara. El samurái se detuvo súbitamente, haciendo
tambalear por unos segundos al joven dragón, quien observó a su compañero,
apreciando en este una sincera sonrisa y un breve asentimiento. Colocando en
sus manos la tarjeta núcleo, Karamaru utilizó su velocidad llamando con grandes
voces al enemigo desde otra dirección. Inmediatamente Black lanzó poderosas
energías contra él, desintegrando más partes del bosque a su paso. Tanton aún
temblaba ante la acción de su amigo, dudando si irse o unirse a la batalla.
Karamaru finalmente se plantó frente a Goku con su espada en
alto, y éste le dedicó una sonrisa desdeñosa mientras sus manos emanaban más
energía:
—Así que uno de ustedes decidió
morir.
—No le temo a la muerte, y no te
temo a ti —respondió el samurái decidido.
—Pues deberías hacerlo. Has de
sentirte honrado al ser uno de los pocos que experimentará en carne propia el
peso de la justicia.
—Te equivocas, Black —dijo
Karamaru, sorprendiendo a su enemigo—. Puedo verlo claramente en ti, como un
estanque de aguas turbias. La destrucción que provocas no es más que el reflejo
de tu interior. Puedo percibir tu conflicto, tu ira, como también tu
sufrimiento.
—¡Silencio, humano! ¡Tú no
conoces nada de mí! —contestó Black con enfado.
—Sólo escúchame, por favor. Esto
puede terminar ahora, si decides hacerlo.
—Jamás dejaré de luchar contra
el mal.
—¡Entonces demuéstralo! —exclamó el guerrero con la espada
en alto—. Posees dudas, lo sé. Este es tu momento, y tu elección. Decide
ahora…y que se haga justicia.
Un silencio rodeó a ambos,
mientras que Tanton no podía creer que su amigo le estuviera concediendo esas
palabras al enemigo que ha asesinado a millones. Las miradas del samurái y el
destructor se conectaron en unos segundos que parecieron ser siglos, hasta que
cada uno decidió hacer su última jugada. Black alzó los brazos, y como Karamaru
sabía que no tendría oportunidad con uno solo de sus ataques, lanzó hábilmente
su espada hacia el enemigo con la esperanza de detenerlo finalmente, pero por
desgracia, este con el mismo movimiento que inició, hizo volar la espada por
los aires; con horror el samurái se dio cuenta que su movimiento había sido
previsto, y ese fue su último pensamiento cuando una ráfaga salvaje de energía
obscura desvaneció su vida sobre la faz de la tierra.
La espada del samurái aún giraba en el aire cuando el joven
dragón profirió un grito de furia, queriendo lanzarse contra el enemigo, y en
escasos segundos, captó su atención. Una nueva energía mortal se formaba en sus
manos, destinada a eliminar a aquel humano en su camino, a lo que Tanton sólo
pudo rezar una disculpa en memoria de su compañero fallecido antes de recibir
el ataque. Pero entonces, cuando la espada del guerrero caído estaba por llegar
a la tierra, el aire silbó, seguido de una tremenda energía, y antes de que
Black se diera cuenta, una afilada hoja metálica atravesaba su pecho, teniendo
a sus espaldas al guerrero dorado en persona, el saiyajin Trunks:
—¡Maldito Saiyajin! ¡No me subestimes! —vociferó Goku con
rabia.
Haciendo uso de su prominente fuerza, rompió la hoja,
zafándose del agarre de Trunks, contraatacándolo con un ataque de energía, el
cual el saiyajin pudo evitar, elevándose por los aires, atacando nuevamente con
su espada propia, haciendo retroceder al temido adversario. Retrocediendo una
considerable distancia, adoptó una pose peculiar, concentrando una gran
cantidad de poder en sus manos:
—¡GALICK HO!
En un enorme esfuerzo, embistió
a Black con una cantidad considerable de poder, enviándolo a los cielos, por lo
que aprovechó para mirar a Tanton, instándole a que siguiera su camino.
Reaccionando al fin, el joven dragón asintió apenas, observando a Trunks
volando para continuar su interminable batalla.
Solo al fin, se tomó un momento
para ver la espada de su amigo, rota en el suelo, haciendo que cerrara los
puños con tremenda rabia. Él sabía el precio, ¡todos lo sabían!, pero nunca
creyó que el más compasivo de ellos tendría que morir en aquella cruzada. Tomó
los restos destrozados del sable, y sin más se quitó la camisa, revelando dos
poderosas alas que utilizó para despegarse del suelo, desplazándose entre los
árboles de aquel bosque dirigido a la base de la resistencia.
Luego de un rato, siguiendo sobre la destruida ciudad, captó
un vehículo a la distancia, lo que se le hizo raro sabiendo que no había
sobrevivientes en esa zona. Pero al acercarse pudo darse cuenta que se trataba
del patrullero, por lo que aterrizó a una moderada distancia en su camino para
llamar su atención:
—¡Tanton! ¡No hagas eso! Me
diste un susto de muerte.
—Lo siento, yo estaba… joder,
¿pero qué te pasó?
—¡Ackman, eso pasó! —dijo Jaco
con rabia—. El muy bastardo intentó matarme.
—¿Qué?, ¿pero por qué?
—Se volvió loco, ¿a qué decir
más? Pero no te preocupes, me encargué de él.
—Entiendo… ¿y qué le pasa a
Arale?
—No lo sé, la encontré así. Al
parecer se le acabó la energía, pero la revisé y encontró su pieza.
—¿Y Cashman? —preguntó Tanton
preocupado.
—…No lo sé.
—Al parecer hoy todos perdimos a
un compañero.
—Habla por ti, niño dragón —dijo
Jaco refiriéndose al demonio—. ¡Espera! ¿Eso quiere decir que Karamaru…?
—¡No es momento para eso!,
¿vale? —interrumpió Tanton—. Encontré mi pieza, ¿tú?
—La coloqué dentro de Arale, deberías hacer lo mismo —dijo
Jaco recargándose en el asiento—. Este ha sido un día terrible, y aun no
termina. Entra al coche, es mejor permanecer unidos.
De esa forma, los tres avanzaron
por la carretera sin cruzar palabra alguna, ¿qué más había que decir? Tantas pérdidas
sólo aumentaban la rabia ante la impotencia de no poder hacer más contra el
terrible enemigo que los acechaba a cada minuto, pero aquello iba a cambiar.
Luego de un rato en el camino hacia la base, una fuerza
demoledora embistió el auto, haciendo que los tres personajes que iban en él se
movieran a la deriva hasta chocar contra un establecimiento abandonado. Tanton,
quien era ahora el más orientado de todos ellos, sacó con rapidez al patrullero
y a la androide del vehículo, sólo para encontrarse con un antiguo adversario
quien sonreía de manera diabólica:
—¿Ackman? No puede ser —dijo
apenas Jaco—. ¡Te vi morir, maldito!
—Tu supuesto germen no tuvo en
consideración mi fisiología demoniaca —dijo el príncipe del mal, revelándose
con algunas venas obscurecidas adornando su rostro—. Aunque debo decir que
duele como el infierno.
—¡Para de una vez, maldición!
—dijo Tanton con rabia—. Muchas vidas importantes se han sacrificado en esta
cruzada, ¿acaso no te importa que el universo sea destruido?
—Mira, te respondería, pero no
quiero repetirme al explicarme como lo hice con el marciano aquel —dijo el
demonio con fastidio—. De todas maneras, ¿a ti que te importa lo que le pase al
mundo, o a los humanos? Si tan solo eres un monstruo.
—¡Yo no soy un monstruo!
—¿No? Por favor, niño dragón,
¡sólo mírate! Abandonado, repudiado, perseguido, tú más que cualquier otro
debería comprender porque hago esto, porque deberíamos dejar que la humanidad
se extinga.
—¡No lo escuches, Tanton! —dijo
Jaco.
—¡Cállate, imbécil! —vociferó
Ackman al patrullero—. Tanton, tú bien lo sabes, los humanos son inútiles,
temerosos, y no se puede confiar en ellos.
—No todos son así.
—¿No? Oh, claro, tu amigo el samurái. No dejes que una sola
experiencia te impresione. Detente por un instante y observa el cuadro
completo, así descubrirás el sentido de mis palabras. Si derrotan a Black, hoy
te llamarán héroe. Mañana te volverán a llamar monstruo, siempre pasa.
Un silencio se formó entre los presentes. Jaco observaba con
preocupación al chico dragón, quien parecía dudar ante las palabras del
demonio, mientras que éste esperaba una sola resolución de aquel que podía
impedir su único propósito. El patrullero contempló con algo de pesar al nuevo
Ackman, enloquecido y siniestro, dispuesto a destruir todo a su paso con la
misma crueldad con la que le arrebataron todo a él. Tanton bajó la mirada por
unos segundos, meditando seriamente las palabras de Ackman hasta que volvió a
alzar la vista hacia él:
—…Tienes razón.
—¡Tanton, no! —dijo el
patrullero una vez más.
—Lo que sucede, lo que ha sucedido, es un castigo que la
raza humana se ha buscado.
Ackman sonrió con satisfacción ante esas palabras, avanzando
hacia él dispuesto a tomar las piezas y matar a los otros supervivientes, pero
en ese momento, Tanton desplegó sus alas de forma imponente, cuyo viento bastó
para detener al demonio en su camino:
—Y por eso mismo debo detenerte,
Ackman —dijo Tanton—. Porque un amigo, mi único amigo, sacrificó su vida porque
creía en algo, un futuro donde la claridad impere sobre el miedo, y estoy
dispuesto a mantener ese ideal con todas mis fuerzas. Si quieres destruirlo,
tendrás que pasar por encima de mí.
—…Como quieras, dragón.
—Jaco —llamó Tanton al alienígena—. Cuida de Arale.
Y sin más palabras, el dragón se
lanzó al viento, dirigiéndose a gran velocidad contra el demonio, propinando
varios puñetazos haciéndolo retroceder. Entonces Ackman, tomó por los hombros
al guerrero, lanzándolo contra la tierra, propinándole así tremendos golpes que
lo dejaron debilitado. De esa forma, con absoluta crueldad, desenvainó su
espada, cortando así sin miramientos una de las alas de Tanton, quien lanzó
poderosos gritos de agonía ante aquella sensación. Pero a pesar de lo adolorido
que se encontraba ante ese hecho, el guerrero saltó lejos del demonio, tratando
de idear otro tipo de estrategia.
Jaco al ver los apuros en los
que estaba su amigo, decidió utilizar su láser para emparejar la batalla, pero
se maldijo al comprobar que su cinturón estaba vacío, siendo que olvidó su arma
en aquel apartado lugar. Sin mayores opciones buscó a su alrededor, tratando de
encontrar algo de utilidad, y su vista se detuvo en una pistola abandonada. Aún
adolorido, se arrastró hasta ella, comprobando efectivamente que estaba a tope
de municiones. Durante los primeros ataques de Black al mundo, éste no había
dado ni siquiera oportunidad a los humanos de jalar el gatillo; ahora pagaría
las consecuencias.
Recibiendo un par de golpes más, Tanton cayó al suelo,
tratando de alejarse del demonio, quien volvió a blandir su espada, dispuesto a
propinar un último golpe. Pero justo cuando tenía su arma en el punto más alto,
la gran puntería del patrullero salvó al chico dragón de una muerte segura,
haciendo que el arma mortífera cayera al suelo. Ackman sorprendido, recibió un
par de disparos más, distrayéndolo suficiente para que Tanton descargara un
tremendo golpe contra él, expulsándolo hasta chocar contra un edificio en
ruinas. Rápidamente el joven alado se juntó con el patrullero, ambos con sus
últimas fuerzas:
—¡Lo vencimos! —exclamó el chico
dragón.
—No lo creo, Tanton —dijo Jaco
con pesar—. Si mi germen alterado no lo mató, difícilmente unos golpes y
disparos lo harán.
—¡Rayos! Necesitamos golpearlo con algo más fuerte, ¿pero
qué?
Entonces ambos miraron hacia el
vehículo, donde a un lado descansaba el cuerpo de Arale. Ambos sabían que sin
el combustible adecuado, ella jamás se movería, pero entonces Tanton tratando
de idear una forma de hacerlo, miró a la distancia, ubicando especialmente una
tienda automotriz, obviamente ya abandonada. Una sonrisa se dibujó en su
rostro, y entonces le explicó al patrullero su plan.
Con una gran furia, Ackman se
liberó de los escombros, burlando una vez más a la muerte, encaminándose hacía
donde estaban el dragón y el alienígena, topándose solamente con Jaco como
única línea defensora, mientras Tanton corría velozmente hacia el lugar
propuesto. Finalmente sus constantes viajes a la ciudad rendirán frutos, siendo
que una vez vio cómo era el funcionamiento de motores y la electricidad en si,
un trabajo que realizó por poco tiempo antes de desplazarse a otra ciudad al
ser perseguido y marginado. Por ello, adentrándose al lugar, buscó
desesperadamente algunas sustancias, hasta que finalmente tenía todo a su
disposición para salvar el día.
Jaco siguió disparando al demonio, pero aquellos ataques
eran como mosquitos contra el acero, siendo que las armas humanas jamás
afectarían a alguien nacido en el infierno. De esa forma, el patrullero bajó su
pistola, a lo que Ackman aprovechó para llegar a él, hundiendo uno de sus puños
en el estómago de su adversario. El alienígena escupió sangre, proyectando odio
en su mirada:
—¿De verdad creías que las armas
humanas me harían daño?
—No lo sabía. Por eso esperé a que te acercaras.
Y al terminar esa frase, encañonó la cien del demonio,
jalando el gatillo, generando una explosión de sangre abrumadora. Ackman gritó
rabioso ante el dolor, enfureciéndose al captar la sonrisa del patrullero, ya
resignado al saber que ese fue su último ataque. Abriendo la boca, el demonio
descargó una potente llamarada sobre Jaco, quien gritó de dolor terriblemente.
Tanton al salir de la tienda abandonada, se encontró con su compañero hecho
cenizas, cruzando miradas con el propio asesino. Esperando que su enemigo se
acercara lo suficiente, lo evadió con facilidad utilizando su única ala para
impulsarse por encima de él, cayendo directamente donde estaba el cuerpo de
Arale, soltando los elementos necesarios para su resurrección. Con rapidez
suministró un combustible recién hecho dentro de la androide, como también
cargó la enorme batería aplicándole una poderosa descarga. Milagrosamente, la
última sobreviviente de villa pingüino abrió los ojos:
—¿Ho yo yo?, ¿qué sucedió?,
¡Cashman!, ¡¿dónde estamos?!
—¡Arale, escucha! No hay tiempo
de explicar, debes detener a Ackman, por favor.
—¿Ackman? ¿Por qué?
—¡Este es su fin, gusanos!
Una tremenda llamarada llegó a ellos, por lo que Tanton tomó
en brazos a la androide, saltando lejos del terrible ataque. De esa forma,
Arale alcanzó a observar el cuerpo calcinado del patrullero, como también
recordó lo que le sucedió a su compañero Cashman. Al aterrizar sintió las
piezas moviéndose en su interior, y de pronto, todo tuvo sentido para ella,
como si todo se hubiera iluminado; “creada para amar la vida”, si, por eso ella
debía proteger la vida, y contra quienes intentaran ponerle fin. Estando
agotado de cargar a Arale, contempló cómo esta se abría el estómago sacándose
las tres piezas de su interior, extendiéndoselas suavemente a su compañero:
—Cuídalas, por favor.
Luego de esas sencillas
palabras, Arale se lanzó contra el demonio con un decidido “kiiiin”, y éste al
no haberse esperado tal velocidad, recibió rápidamente un puñetazo en el
estómago que lo lanzó nuevamente hacia el muro de un edificio. Ackman atacó
nuevamente con su fuego infernal, pero este tuvo poco efecto en la androide, quien
siguió persiguiendo al demonio, siendo que éste intentaba ganar terreno ante un
enemigo de tan brutal fuerza. Pero finalmente la chica Norimaki le alcanzó,
propinándole una serie de golpes que debilitaron seriamente a Ackman, dejándolo
en el suelo. Estaba por dar el tiro de gracia, cuando Arale sintió sus miembros
entumecerse de forma abrupta. Tanton se maldijo internamente, aunque sabía que
eso sucedería de una forma u otra, siendo que la androide fue reanimada por un
método improvisado.
El demonio, notando ese lapso de debilidad, aprovechó para
soltar un golpe con todas sus fuerzas a su rostro, desprendiéndolo del resto de
su cuerpo. Empezando a destrozar los circuitos interiores, lanzó una última
bocanada de fuego haciendo de su mecanismo algo inservible. El joven dragón
intentó incorporarse, pero los estragos de la última batalla se hacían
presentes en su organismo, haciéndole muy difícil el ponerse de pie.
Sosteniéndose de unos escombros, contempló con horror como Ackman tenía en sus
manos la cabeza de Arale:
—¡No te atrevas, Ackman! Déjala
ir.
—Es fascinante como los humanos
juegan con la vida, ¿verdad? —pronunció el demonio ignorando las palabras de
Tanton—. Es decir, ¡mírate!, te diseñaron de cierta forma para hacerte creer
que estás viva. De todos sus crímenes, el jugar a ser dioses, creando
abominaciones como tú.
—Eres alguien muy malo, Ackman
—respondió Arale sacándole la lengua.
—Oh, sólo lo perdí todo, pequeña
—respondió el demonio—. Pero claro, alguien que es sólo una parodia de la vida,
¿qué puede saber del bien y el mal?
—¡Ackman! ¡Déjala ir y
enfréntame! —exclamó Tanton una vez más.
—¿Tanto la quieres? Entonces te
propongo un trato —dijo Ackman señalando hacia el joven—. Destruye las piezas o
la destruyo a ella.
—¿Qué? ¡Estás loco! ¡No puedes…!
—Puedo y lo haré —dijo Ackman
acariciando la mejilla de la androide—. Pero antes de que tomes tu decisión, o
intentes hacer algo estúpido, permíteme agregar algo más.
—¡No lo hagas, Tanton! —exclamó
Arale de pronto.
—Pero Arale… —dijo él dudoso.
—¡Pero nada! ¡Sin importar lo
que diga! ¡No debes destruir las piezas!
—Oh, pero qué enérgica —comentó
Ackman—. Curioso que lo digas, porque lo que voy a mencionar es sobre ti
precisamente. Ambos bien saben, que cuando alguien muere, su alma se va al otro
mundo, ¿cierto?
—¡Ackman, cállate!
—¿Qué quieres decir? —preguntó
Arale.
—¡No lo escuches, Arale!
—Todos tus seres queridos murieron, y sé que ante todo, los
extrañas —siguió Ackman con malicia—. ¿Crees que al morir los volverás a ver?
Lo dudo, porque la última vez que me fijé…los robots no tienen alma.
Un tenso silencio volvió a formarse entre los presentes.
Tanton bajó la vista con pesar, mientras que Arale se quedó en silencio,
procesando la idea con lentitud, una y otra vez, hasta que en su rostro, por
primera vez desde que abrió sus ojos al mundo real, conoció el temor:
—Ah, eso te dejó muda, ¿verdad? —mencionó Ackman—. ¿Entonces
qué dices, Tanton?, ¿el inservible futuro de la humanidad vale lo suficiente
como para que condenes a una inocente a la nada misma?
Tanton se quedó mirando al demonio con seriedad, ocultando
su desesperación al no saber qué hacer. La expresión en el rostro de la
androide hacía más confusos sus pensamientos, incapaz de no sentirse
identificado ante la decisión de quién vive y quién muere, como lo hicieron con
él hace mucho tiempo:
—El tiempo corre —dijo Ackman—. Si no destruyes las piezas,
ella desaparecerá para siempre. Destruye las piezas, y lo dejaré que vivan un
tiempo más, antes de que la ira de Black caiga sobre ustedes.
Miró a Arale profundamente, y ella supo corresponder aquella
mirada, comprendiendo la decisión que había tomado en ese momento. Con firmeza
tomó las piezas en sus manos, observando su brillantez, sintiendo su
fragilidad, la última esperanza de la raza humana. Un suspiro salió de sus
labios, y entonces la androide habló:
—Tanton… —dijo Arale, y él alzó la vista hacia ella—. Siempre
estaré contigo.
Las manos del joven dragón
temblaron ante esas últimas palabras, provocando que algunas lágrimas salieran
de sus ojos lentamente. Ante esa resolución, Ackman decidió terminar con las
dudas, y sin ningún escrúpulo, aplastó la cabeza de Arale frente a sus ojos. El
impacto en el rostro de Tanton fue evidente, cayendo de rodillas, dejando las
piezas regadas a su alrededor, sin nada más en mente que la última cálida
sonrisa que le había dedicado la androide antes de desaparecer.
El demonio estaba decidido a
terminar el trabajo, dispuesto a aprovechar el shock del guerrero para destruir
la última esperanza del futuro. A cada uno de sus pasos, Tanton escuchaba sus
propios latidos, hasta que de un momento a otro estos aceleraron al extremo
debido a la imponente rabia que inundó su interior. Con un bramido de furia,
ignorando todos los dolores que le aquejaban, el dragón se lanzó contra el
demonio, propinándole un poderoso puñetazo en la quijada, dejándolo
desorientado. Sin dejarlo descansar, prosiguió con una gran lluvia de puñetazos
que sacudieron a Ackman hasta dejarlo totalmente tendido en el suelo, pero para
Tanton no era suficiente. Cada golpe, uno tras otro, querían arrancarle la vida
a su enemigo gramo por gramo, hasta que todo recuerdo, todo grito, toda lágrima
de aquellos que murieron en ese día fueran pagadas.
Pero a pesar del terrible daño
recibido, Ackman aún tenía un elemento sorpresa dispuesto en el campo de
batalla, y decidió jugarlo en ese momento. Justo cuando Tanton creía propinar
el último golpe, una presión se manifestó en su pecho, por lo que su mirada
bajó encontrándose con el filo de una espada. De esa manera, el demonio propinó
a su vez un tremendo golpe, sacándose al dragón de encima, haciendo que se
estrellara contra el muro más cercano.
Retorciéndose en el suelo, Tanton miró sus alrededores
borrosos, mientras Ackman se ponía de pie, llamando a su confiable espada una
vez más, sacándola del cuerpo lacerado de su enemigo para que llegara a sus
manos. Ignorando completamente al dragón, su mirada se detuvo en las piezas
perdidas, de modo que con su potente arma, caminó hasta llegar frente a los
tres artefactos. El chico dragón intentó incorporarse, pero aquello era inútil,
su cuerpo sencillamente ya no le respondía. Sonriente, Ackman alzó su espada,
dispuesto a descargar su furia contra los objetos.
Entonces un disparo se escuchó.
El demonio se detuvo, dejó caer su espada, y sintiendo
claramente cómo la vida abandonaba su cuerpo, Ackman se desplomó derrotado con
un enorme agujero en la cabeza. A pocos metros de él, Mai se mantenía con la pistola
en alto, preocupada de que el demonio volviera a levantarse para seguir con la
pelea. Una rápida mirada al lugar le permitió conocer las bajas de aquel día,
hasta que ubicó a un sobreviviente retorciéndose en el suelo, por lo que corrió
rápidamente a auxiliarlo:
—¡Tanton! ¡Oh dios mío! —expresó
Mai al contemplar la herida—. Tranquilo, toda va a estar bien, ¿de acuerdo? Te
conseguiré ayuda.
—Las p-piezas…
—¿Qué dices?
—¡¿Dónde están las piezas?!
—¡Están bien! Ahora,
concéntrate, debo llevarte a la base.
—No, déjalo.
—¿Pero de qué demonios estás
hablando? Necesitas atención médica.
—Mai…tú y yo sabemos que no hay
nada que hacer.
—¡No digas eso! No puedes…por
favor…
—Así debía ser… —susurró el dragón—. Llévate las piezas. No
dejes que sea en vano. S-salva…el futuro.
Y con esas últimas palabras, el
joven dragón del país de Sen exhaló su último aliento, abandonando aquel mundo
destruido, con la sola esperanza de que su muerte sirva como el amanecer de un
nuevo camino para muchos otros en vidas futuras. Mai se mantuvo en silencio,
contemplando como la luz se extinguía en los ojos de aquel valiente, para que
al final, en señal de respeto, moviera sus párpados dando la sensación de una
profunda paz a su apariencia.
Se levantó a los pocos minutos, justamente a la llegada de
Trunks en aquel campo de batalla. Él observó los cuerpos alrededor, para luego
contemplar las lágrimas que corrían por las mejillas de Mai, debido a las
pérdidas que se sufrieron en la reciente misión. El silencio de la muerte
envolvió aquel lugar, hasta que el sonido del viento irrumpió cuando fue el
momento de regresar a casa.
3
EL PORTADOR DE LA ESPERANZA.
En un paraje remoto a las afueras de la ciudad, la resistencia
estaba reunida ante seis lápidas dispuestas a la memoria de aquellos que eran
dignos de ser recordados. El viaje que hacían era bastante riesgoso, en
especial porque incluso la científica Bulma se había ofrecido a estar con
ellos, pero el simple hecho de estar ahí no era nada comparado a cómo se
arriesgaron aquellos valientes por el éxito de la última misión. Ninguno de los
presentes se atrevía a decir algo, ni siquiera Trunks o Mai, por lo que la
mismísima Bulma se adelantó al resto, ofreciendo unas cuantas palabras:
—…Cada persona que nos deja en estos tiempos de obscuridad,
es una pérdida terrible y dolorosa en nuestras vidas. En poco tiempo he visto
partir a varios de mis seres queridos, dejándome solo con los recuerdos. Con
tantas muertes, llegué al punto de querer morir al igual que los demás…pero no
lo hice, ¿porqué? Supongo que es la misma razón por la que muchos de nosotros
seguimos luchando: tenemos esperanza. Una esperanza que anidó en los corazones
de cada uno de estos guerreros, que ofrecieron sus vidas para preservar el futuro.
Cashman, Jaco, Karamaru, Arale y Tanton, les ofrecemos nuestros agradecimientos
y nuestras plegarias, para que sus espíritus puedan encontrar la paz que tanto
se merecen.
Impactados por las palabras de
la científica, cada uno juntó las manos a la altura del pecho, ofreciendo
algunos sinceros pensares a aquellos que perecieron en la última pelea.
Alabaron la entrega del justiciero Cashman, aplaudieron la valentía del
patrullero Jaco, siguiéndose con la compasión del samurái Karamaru, la
inocencia de la androide Arale, y la fuerza del dragón Tanton, todos
considerados cómo los héroes que lo dieron todo por un mañana más allá de la
obscuridad. Recordadas serán las hazañas de aquella pequeña tropa que hizo
posible salvar el mundo entero.
Las piezas recobradas se
dispusieron en su lugar, y el tiempo pasó permitiendo que una cantidad moderada
de combustible se reuniera en el transcurso de un año, lo que permitió que el
portador de la esperanza viajara en aquella máquina para encontrarse con los
guerreros de una época anterior.
Los acontecimientos próximos ya
son conocidos por muchos, tales como el primer enfrentamiento entre Black y
Goku, el surgimiento del Súper-Saiyajin Rose, y la aparición del Kaioshin
Zamasu. Después de la fallida técnica del maestro Mutaito, el Mafuba, como
también la ira desatada de Black sobre los guerreros Goku y Vegeta, surge la
temible fusión de ambos dioses, creando así al ser definitivo, poseedor de la
divinidad y la inmortalidad en un solo cuerpo, dispuesto a desencadenar la
justicia sobre el mundo.
Los Saiyajin lucharon valientemente contra las técnicas del
dios enloquecido, hasta que cada uno fue cayendo debido a las terribles heridas.
Trunks siguió manteniéndose firme ante el divino poder de su adversario:
—¡Mi gran poder! ¡IRA SAGRADA!
—Poder mío, sé un escudo para este mundo, ¡para los seres
humanos! —rezó Trunks dirigiendo toda su energía a sus manos—. Pondré los
deseos de todos en este último ataque… ¡GALICK HO!
El choque de ambas fuerzas sacudió al mundo entero, mientras
aquel relámpago purpúreo detenía con sumo poder la bestial oleada de Zamasu que
amenazaba con consumir todo en su camino. La presión resultaba insoportable,
pero el guerrero de la esperanza nunca retrocedió:
—¡No voy a rendirme!
—¡Así, Trunks!
—¡Padre!
—¡Zamasu! —exclamó el príncipe de la raza guerrera—. ¡No
subestimes el potencial de los Saiyajins, ni de los mortales! ¡Toma esto! ¡GALICK
HO!
El poder combinado de padre e hijo hizo retroceder la ira
sagrada de Zamasu, a tal punto de dar un golpe directo a la terrible fusión,
provocando un tremendo estallido en el campo de batalla. Ambos guerreros
cayeron de rodillas luego del esfuerzo realizado, aunque no pudieron celebrar
al revelarse la figura de aquel monstruo entre la neblina de la última
explosión. De esa forma, Zamasu atacó con sus relámpagos de justicia, pero
Vegeta se interpuso para defender a su hijo; fue entonces que Goku decidió unirse
una vez más al combate:
—¡Zamasu! —exclamó Goku con
rabia—. ¡Voy a borrar esa luz!
—Saiyajin idiota —dijo el
inmortal con desdén—. ¡La luz de los mortales es la que se borrará!
—¡KA…ME…HA…ME…!
—¡Perforación maligna! ¡ODIO
SAGRADO!
—¡HAAAAAAAAAAAAAA!
Un nuevo choque de fuerzas nació de la lucha, la luz de un
solo mortal contra el sol naciente de la justicia. La tierra volvía a
estremecerse, y la humanidad restante a la destrucción temía por su vida. Pero
Goku jamás se dio por vencido en una pelea, a lo que entregando todo su poder
en ese último ataque, como un torrente divino, la energía azulada atravesó el
odio sagrado de Zamasu, asestando una vez más un golpe directo al dios. Aún
así, a pesar de dejar malherido al inmortal, este no se doblegó en el combate,
a lo que el Saiyajin atacó dispuesto a finalizar la lucha, obligado a utilizar
el Kaio-Ken, dejando a un sorprendido Zamasu al ser testigo de un mortal con la
técnica de los dioses. Una poderosa patada arrojó al Kaioshin hasta estrellarse
contra el duro suelo, permitiendo a Goku volver a su estado normal, y descender
hasta donde estaban sus amigos. Sin embargo, el enemigo se rehusaba a caer:
—¡SON GOKU!
Zamasu se irguió en medio de una gran explosión luminosa; su
aspecto comenzaba a deformarse mientras sus gritos expulsaban su brutal poder.
Con una respiración agitada, el enloquecido Kaioshin alzó una mano a los
obscuros cielos:
—¡Yo tengo el poder de la justicia! —profirió con odio—. Los
dioses que no acaban con el mal, son innecesarios.
Empezando a sufrir una desagradable transformación, los
héroes comenzaron a planear una nueva táctica de combate, la única solución que
podría salvarlos ante ese predicamento. Una vez más, la intervención divina
otorgó las herramientas de la victoria, permitiendo así el nacimiento del
guerrero más poderoso de todos, aquel que poseía toda la fuerza de una raza ya
extinta:
—¿Quién eres tú? —preguntó el
monstruoso inmortal.
—Tú te volviste uno, así que yo me volví uno también
—respondió el nuevo luchador—. Yo soy la fusión de Vegeta y Kakarotto. ¡Vegito!
Una poderosa aura envolvió a
aquel campeón cuando liberó su poder en Súper-Saiyajin Blue, pero aquello no
intimidó ni un poco a Zamasu, iniciando así una titánica batalla por el destino
de la humanidad.
Trunks observaba desde lejos los
estragos de la batalla, impresionado ante la magnitud de poder que ejercía la
fusión con los pendientes, pero sabía que aquello estaba lejos de terminar. En
ese momento llegaron al lugar su madre y Mai sobre la máquina del tiempo, que
luego de cerciorarse de cómo se encontraba el guerrero saiyajin, la mujer le
hizo entrega de lo que quedaba de su vieja espada.
Al tenerla en sus manos, Trunks
contempló en su filo los rostros de las personas que vivían en ese mundo,
aquellos que se mantenían firmes en la batalla a pesar de la adversidad, como
también a aquellos que ya no se encontraban entre los vivos. Los recordó a
todos, la resistencia de la esperanza, la primera formación que hizo posible
este enfrentamiento contra Zamasu. Ahí tuvo la certeza, que debía hacerlo por
ellos.
Concentrando su energía en la espada, hizo posible su
reconstrucción en un sable luminoso, para luego lanzarse nuevamente al combate
contra el inmortal. Vegito combatía de forma admirable, y Zamasu era incapaz de
leer sus movimientos:
—¡Con esto termina todo! —vociferó la fusión preparando su
ataque—. ¡FINAL KAMEHAMEHA!
La onda de energía impactó directamente contra el Kaioshin,
pero este de alguna forma logró salir avante en último momento, obligando a
Vegito con seguir la pelea, pero por desgracia, el poder de los pendientes
había excedido sus límites, por lo que la fusión llegó a su fin. Ambos
guerreros se vieron a merced de terribles ataques, estando a punto de perecer
bajo el poder de Zamasu, pero por fortuna, Trunks intervino con renovadas
fuerzas:
—¡¿Tú de nuevo, Trunks?! —increpó enfurecido el inmortal.
Sin más se desató una nueva pelea, en la que a pesar de la
diferencia de poderes, el nuevo guerrero se defendió con habilidad y astucia,
contraatacando con una ferocidad nunca antes vista. Sin embargo, aquel arrojo
no perduró cuando Zamasu logró sacar de balance al saiyajin, derribándolo con
dureza, apenas defendiéndose con el filo de su poder:
—¿A quién le pedirás ayuda
ahora? ¿Al pasado? ¿Al futuro? ¡De esa forma sigues yendo contra los designios
de un dios! —se burló el monstruo en el rostro del guerrero—. Sigue trayendo a
tantos guerreros como quieras, el resultado será el mismo, como lo hice con los
inútiles fenómenos de tu patética resistencia.
—¡Maldito desgraciado! —preguntó
Trunks con rabia.
—Oh, ¿acaso toqué un nervio,
humano? —preguntó Zamasu con crueldad—. Tan simples y tan ilusos, matándose
entre ellos por la simple noción de conocer para lo que están diseñados. Su
destino es la extinción, así lo dicta la justicia.
—¡Nunca triunfarás, monstruo! —dijo Trunks recobrando
fuerzas—. ¡He peleado a para salvar a todos! ¡Y he podido vivir al ser salvado
por otros! ¡Ese soy yo! ¡Eso somos nosotros! ¡Ese es el poder de nosotros los
humanos!
Ante esas últimas palabras, un
nuevo resplandor pareció emerger del espíritu del saiyajin, expandiéndose en
toda la ciudad, llegando incluso hasta los sobrevivientes humanos que veían a
la distancia todo el caos. Poco a poco, los cuerpos de los ciudadanos
comenzaron a iluminarse también, cada uno despidiendo pequeñas chispas que
fueron elevándose a través de los cielos en dirección al combate final. De
todos los rincones de la tierra, de todos aquellos sobrevivientes de la
extinción, la luz se elevó hasta alcanzar su punto de mayor apogeo en el
portador de la esperanza. Las luces se juntaron hasta crear una esfera que
alejó los vientos ennegrecidos del cielo; aquello era el poder de la unión
sobre la justicia obscura de Zamasu.
Trunks podía sentir la presencia de toda la humanidad en la
palma de su mano, un poder nacido del amor y la esperanza de cada alma de ese
mundo, el cual decidió concentrar en el filo de su espada, lanzándose con todo
hacia el destructor:
—¡Zamasu! ¡Te derrotaré! —exclamó Trunks atravesando a su
enemigo con su arma luminosa—. ¡Tú que sólo vives bajo tu propia justicia…!
¡Nunca entenderás que significa para nosotros la vida!
Y con esas últimas palabras, el dios enloquecido se vio
superado ante el nuevo poder que la humanidad había conseguido a partir de su
unión. La última visión de Zamasu no sólo fue la de un Trunks destruyéndole,
sino de muchos otros seres que estaban a su lado, aquellos que habían
conformado su resistencia, el patrullero, el policía, la androide, el dragón,
el samurái, incluso el demonio que había alcanzado redimirse en el vacío, los
que había tachado de inútiles, y que ahora le daban a Trunks el suficiente
poder como para triunfar. Con un último grito, el Kaioshin se extinguió de la
faz de la tierra. Con ello, las sombras de la destrucción poco a poco fueron
desvaneciéndose…
Y la paz volvió a reinar en el corazón del mundo.
Todas las imágenes aquí utilizadas no me pertenecen de
ningún modo.
Su utilización es con el único propósito de enseñar y
entretener.
Todas son propiedad de sus respectivos y únicos
creadores.
Sin más que afirmar ahora, gracias por su comprensión.
Sin más que afirmar ahora, gracias por su comprensión.