LA
COMUNICACIÓN VERDADERA
Origen y búsqueda del significado.
Antes
fue el arte de la creación que el de la destrucción
Maximilian de Zalce
A lo
largo de la historia, los seres humanos hemos demostrado nuestra capacidad de
creación extraordinariamente, cuyo impacto ha permanecido de forma
significativa en nuestro avance. Sin embargo, tal lucidez nos ha conducido a un
estado de acérrima quietud, donde hemos dado por hecho nuestros pasados logros,
olvidando terriblemente su importancia esencial. Mi premisa abarca dos
sencillos conceptos, que de una u otra forma, nos acompañarán en el desarrollo
de esta idea: construcción y proyección.
El
modelo más básico de comunicación sabemos que consta de un emisor y un
receptor, los cuales codifican y decodifican mensajes a través de un canal
específico, aunque este proceder ha evolucionado de muchas formas haciendo de
la comunicación una disciplina compleja específicamente por su accionar social.
La comunicación ha sido definida ampliamente por sus sabedores como “el estudio
del mal entendido”, “el arte de poner en común”, incluso se ha tratado la temática de su nula existencia, debido a que adoptamos los mensajes de nuestro
entorno como nos permitimos entenderlos, incapacitando así una auténtica unión,
también llamada comunicación efectiva. Pero
mi intención no es la de rememorar viejos modelos y definiciones, al menos no
en ese sentido, puesto que mi ideal va más encaminado a lo que la comunicación
debería ser en estos tiempos y en futuras generaciones.
Comenzaré
este discurso con un ejemplo un tanto delicado, una novela que despertó mi
humilde curiosidad con el título, ¿Absolución
para Hitler?, realizada por Gerd Honsik y Herbert Scheweiger, donde
presentan no menos que 37 testimonios que declaran que en el Nacional
Socialismo, no hubo muertes por medio de cámaras de gas, pues éstas nunca
existieron. Aquella fue para mí una afirmación bastante descabellada, pues era
poner en duda varios años de historia universal meticulosamente reunida con el
paso del tiempo, aunque cabe mencionar que el libro arrojó varios datos que me
parecieron muy interesantes. Con esto no quiero decir que me encuentro a favor de
la ideología de Hitler, así como tampoco creo que existe absolución posible,
debido a que en una guerra los únicos inocentes son los muertos en el fuego
cruzado. No obstante, sabiendo que no soy ningún experto en el tema de la
Segunda Guerra Mundial, y sin importar cuantos años de estudio tengas en el
tema, aún hay muchas cosas que jamás sabremos de la misma, pues una guerra de
esa índole no sólo se refleja en el ámbito bélico, sino en el político,
religioso, económico, incluso en la industria del entretenimiento social, que
es donde nacieron muchos de los primeros superhéroes que permanecen hasta
nuestros días. Ante esta interrogante, obviando evidentemente las
complicaciones ideológicas que conlleva un tema así, cabe la pregunta, ¿podemos
afirmar que conocemos, a ciencia cierta, nuestra historia?, ¿por qué aún hoy en
día persiste esta confrontación con lo conocido?, ¿qué promueve este constante
cuestionamiento?... ¿dónde culminó la creación y comenzó la destrucción?
Hace
mucho tiempo, un sabio poeta rezó la
palabra es poder. Dicha enseñanza me hizo reflexionar que el dominio de la
comunicación, el proceso del comus
vivendi, se ha estancado en una etapa de nula certeza, un periodo trágico
donde el ahora se ha mantenido irreconciliable con sus auténticas raíces, lo
que ha acarreado la poca comprensión de su herencia próxima, siendo ésta, ni
más ni menos, que el lenguaje.
Aún
hoy en día, con los amplios saberes en el campo lingüístico, es difícil incluso
insinuar un común acuerdo sobre la interacción social, en cuanto a significados
se refiere. Pero en mi muy humilde opinión puedo afirmar que el arte ha sido la
espada invencible contra el ímpetu de la ignorancia y la inmediatez. Desde su
construcción, y misma proyección, el arte conlleva tres elementos fundamentales:
esencia, creación, y propósito. El
arte es acción, es algo que nace, que vive, y que permanece a lo largo de la
historia, algo que surge de tu interior, y que a partir de diversas enseñanzas
lo construyes como un mensaje, el cual es lanzado al mundo con la intención de
provocar determinadas emociones. Siendo algo con lo que puedes identificarte,
de tal acto comunicativo surge un proceso de reflexión, y de ahí, el
surgimiento de un cambio no solamente individual sino colectivo. De todas
formas, debe entenderse que el arte conlleva dos cosas: realidad y verdad. ¿Cuál es la diferencia? Pues que la realidad es
todo aquello que captamos con nuestros sentidos, todo aquello que conocemos y
creemos conocer, todo aquello existente a nuestro alrededor; la verdad es
aquello que alcanzamos o decidimos comprender de toda esa realidad, porque si
bien no existe una verdad absoluta, si existe la verdad propia, por el simple
hecho de ser individuos y tener una visión única del mundo.
Aunque
la intención del autor en determinada obra esté bien definida, siempre existirá
una libre interpretación de la misma, varias de ellas, y aquello es lo rico del
arte pues engrandece su verdad esencial y las posibilidades que ofrece. Podría
parecer que dicha libertad provoca la misma destrucción del significado, pero
eso es totalmente absurdo por el simple hecho de que el arte implica un proceso
de reflexión, y a su vez, un cambio en el individuo. La destrucción del
significado está más encaminada a la inmediatez, el ímpetu, y la ignorancia con
la que, en ocasiones, nos atrevemos a definir determinados conceptos de la
vida, y esto proviene desde nuestra sociedad, nuestra educación, nuestra
familia, y sin irnos muy lejos, de nuestros allegados más entrañables. Dicha
imposición nos hace omitir este lado reflexivo de nuestra vida, así como este
continuo cuestionamiento de nuestro entorno.
Cada
palabra guarda su historia, cada palabra es un momento vivo que permanece a
través del tiempo… ¿cuántas historias habrán caído en el olvido?, ¿cuánta
riqueza ancestral se habrá esfumado? Obviamente existe un registro
meticulosamente cuidado sobre la significación de tal o cual palabra, pero
desgraciadamente no podemos reconocer con exactitud dichas pruebas por el
simple hecho de que no estuvimos ahí realmente, siendo que la construcción y
proyección de una palabra obedece a las circunstancias vívidas de un contexto
determinado. Pero toda palabra conlleva un propósito, y así como el arte, puede
tener en consecuencia muchas interpretaciones con el pasar de los años. ¿Qué
puede enlazar tan diversas significaciones?, ¿debe existir tal enlace?, ¿no
será la comprensión de todos esos significados lo que permitirá la comprensión
con el prójimo?, ¿o acaso debemos permanecer ajenos a dicha posibilidad? Muchas
son las interrogantes que aparecen ante este misterio, así como muchas pueden
ser las respuestas ante tal enigma. La comunicación debería ser un acto de
comprensión de lo desconocido, de lo otro, del misterioso mundo que representa
el convivir con alguien más. Pero los procesos son tan variados, y el poder de
la palabra tan volátil, que así como provocan la creación, también provocan la
destrucción. Así una constante búsqueda, así el comienzo del viaje hacia la
comunicación verdadera.
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