viernes, 25 de agosto de 2017

La comunicación verdadera.

LA COMUNICACIÓN VERDADERA
Origen y búsqueda del significado.

Antes fue el arte de la creación que el de la destrucción
Maximilian de Zalce

A lo largo de la historia, los seres humanos hemos demostrado nuestra capacidad de creación extraordinariamente, cuyo impacto ha permanecido de forma significativa en nuestro avance. Sin embargo, tal lucidez nos ha conducido a un estado de acérrima quietud, donde hemos dado por hecho nuestros pasados logros, olvidando terriblemente su importancia esencial. Mi premisa abarca dos sencillos conceptos, que de una u otra forma, nos acompañarán en el desarrollo de esta idea: construcción y proyección.
El modelo más básico de comunicación sabemos que consta de un emisor y un receptor, los cuales codifican y decodifican mensajes a través de un canal específico, aunque este proceder ha evolucionado de muchas formas haciendo de la comunicación una disciplina compleja específicamente por su accionar social. La comunicación ha sido definida ampliamente por sus sabedores como “el estudio del mal entendido”, “el arte de poner en común”, incluso se ha tratado la temática de su nula existencia, debido a que adoptamos los mensajes de nuestro entorno como nos permitimos entenderlos, incapacitando así una auténtica unión, también llamada comunicación efectiva. Pero mi intención no es la de rememorar viejos modelos y definiciones, al menos no en ese sentido, puesto que mi ideal va más encaminado a lo que la comunicación debería ser en estos tiempos y en futuras generaciones.
Comenzaré este discurso con un ejemplo un tanto delicado, una novela que despertó mi humilde curiosidad con el título, ¿Absolución para Hitler?, realizada por Gerd Honsik y Herbert Scheweiger, donde presentan no menos que 37 testimonios que declaran que en el Nacional Socialismo, no hubo muertes por medio de cámaras de gas, pues éstas nunca existieron. Aquella fue para mí una afirmación bastante descabellada, pues era poner en duda varios años de historia universal meticulosamente reunida con el paso del tiempo, aunque cabe mencionar que el libro arrojó varios datos que me parecieron muy interesantes. Con esto no quiero decir que me encuentro a favor de la ideología de Hitler, así como tampoco creo que existe absolución posible, debido a que en una guerra los únicos inocentes son los muertos en el fuego cruzado. No obstante, sabiendo que no soy ningún experto en el tema de la Segunda Guerra Mundial, y sin importar cuantos años de estudio tengas en el tema, aún hay muchas cosas que jamás sabremos de la misma, pues una guerra de esa índole no sólo se refleja en el ámbito bélico, sino en el político, religioso, económico, incluso en la industria del entretenimiento social, que es donde nacieron muchos de los primeros superhéroes que permanecen hasta nuestros días. Ante esta interrogante, obviando evidentemente las complicaciones ideológicas que conlleva un tema así, cabe la pregunta, ¿podemos afirmar que conocemos, a ciencia cierta, nuestra historia?, ¿por qué aún hoy en día persiste esta confrontación con lo conocido?, ¿qué promueve este constante cuestionamiento?... ¿dónde culminó la creación y comenzó la destrucción?
Hace mucho tiempo, un sabio poeta rezó la palabra es poder. Dicha enseñanza me hizo reflexionar que el dominio de la comunicación, el proceso del comus vivendi, se ha estancado en una etapa de nula certeza, un periodo trágico donde el ahora se ha mantenido irreconciliable con sus auténticas raíces, lo que ha acarreado la poca comprensión de su herencia próxima, siendo ésta, ni más ni menos, que el lenguaje.
Aún hoy en día, con los amplios saberes en el campo lingüístico, es difícil incluso insinuar un común acuerdo sobre la interacción social, en cuanto a significados se refiere. Pero en mi muy humilde opinión puedo afirmar que el arte ha sido la espada invencible contra el ímpetu de la ignorancia y la inmediatez. Desde su construcción, y misma proyección, el arte conlleva tres elementos fundamentales: esencia, creación, y propósito. El arte es acción, es algo que nace, que vive, y que permanece a lo largo de la historia, algo que surge de tu interior, y que a partir de diversas enseñanzas lo construyes como un mensaje, el cual es lanzado al mundo con la intención de provocar determinadas emociones. Siendo algo con lo que puedes identificarte, de tal acto comunicativo surge un proceso de reflexión, y de ahí, el surgimiento de un cambio no solamente individual sino colectivo. De todas formas, debe entenderse que el arte conlleva dos cosas: realidad y verdad. ¿Cuál es la diferencia? Pues que la realidad es todo aquello que captamos con nuestros sentidos, todo aquello que conocemos y creemos conocer, todo aquello existente a nuestro alrededor; la verdad es aquello que alcanzamos o decidimos comprender de toda esa realidad, porque si bien no existe una verdad absoluta, si existe la verdad propia, por el simple hecho de ser individuos y tener una visión única del mundo.
Aunque la intención del autor en determinada obra esté bien definida, siempre existirá una libre interpretación de la misma, varias de ellas, y aquello es lo rico del arte pues engrandece su verdad esencial y las posibilidades que ofrece. Podría parecer que dicha libertad provoca la misma destrucción del significado, pero eso es totalmente absurdo por el simple hecho de que el arte implica un proceso de reflexión, y a su vez, un cambio en el individuo. La destrucción del significado está más encaminada a la inmediatez, el ímpetu, y la ignorancia con la que, en ocasiones, nos atrevemos a definir determinados conceptos de la vida, y esto proviene desde nuestra sociedad, nuestra educación, nuestra familia, y sin irnos muy lejos, de nuestros allegados más entrañables. Dicha imposición nos hace omitir este lado reflexivo de nuestra vida, así como este continuo cuestionamiento de nuestro entorno.
Cada palabra guarda su historia, cada palabra es un momento vivo que permanece a través del tiempo… ¿cuántas historias habrán caído en el olvido?, ¿cuánta riqueza ancestral se habrá esfumado? Obviamente existe un registro meticulosamente cuidado sobre la significación de tal o cual palabra, pero desgraciadamente no podemos reconocer con exactitud dichas pruebas por el simple hecho de que no estuvimos ahí realmente, siendo que la construcción y proyección de una palabra obedece a las circunstancias vívidas de un contexto determinado. Pero toda palabra conlleva un propósito, y así como el arte, puede tener en consecuencia muchas interpretaciones con el pasar de los años. ¿Qué puede enlazar tan diversas significaciones?, ¿debe existir tal enlace?, ¿no será la comprensión de todos esos significados lo que permitirá la comprensión con el prójimo?, ¿o acaso debemos permanecer ajenos a dicha posibilidad? Muchas son las interrogantes que aparecen ante este misterio, así como muchas pueden ser las respuestas ante tal enigma. La comunicación debería ser un acto de comprensión de lo desconocido, de lo otro, del misterioso mundo que representa el convivir con alguien más. Pero los procesos son tan variados, y el poder de la palabra tan volátil, que así como provocan la creación, también provocan la destrucción. Así una constante búsqueda, así el comienzo del viaje hacia la comunicación verdadera.

Los Amantes.

LA ERA DE LAS POSIBILIDADES
Presenta:

LOS AMANTES
Melodías de un eterno encuentro.

Dedicado a
Alicia Reyes Bernal

Mi Amada y Única Rosa.

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1
El viaje del amor.

Nace el primer acorde de la realidad, delicado, apenas como un suspiro, en el más absoluto de los silencios. Más vibraciones le acompañan con solemnidad, alcanzando una explosión de sonidos tan diferentes los unos de los otros, mezclándose en una danza oculta y hermosa. Entonces surge la melodía del eterno encuentro.
Abrí mis ojos a un infinito de posibilidades, donde millones de universos acaban y comienzan en un vaivén magnífico y único. Me supe entonces sentado en la estrella de mis recuerdos perdidos, un conjunto de resplandores ya tenues por la adversidad y la amargura, pero vivos por una innata esperanza. Visualicé mis manos, sabiendo que no eran mis manos; sentí mi rostro, sin realmente sentirlo; y reconocí mis lágrimas, sin reconocer la razón de su presencia.
Al contemplar aquel espacio fértil, la melodía me pudo guiar hasta un imponente lucero, donde descansaba un ángel de sonrisa nostálgica. Su melodiosa voz no podía ocultar un dejo de tristeza, y la alusión de viajes perdidos por la constante búsqueda de una respuesta a sus silenciosas plegarias. Su hermosura parecía ser indescriptible en momentos, pero poseía rasgos que mi mortalidad podía comprender, tales como sus cabellos de oro, sus ojos de cielo y mar, su piel de suave marfil y unos labios de sonrosada inocencia; la figura de su cuerpo era una llamarada poderosa, desde la sensual punta de sus delicados pies hasta el brillo distinguible de su precioso cuello. Bendecida con todas las cualidades de una diosa viviente, quien miraba al vacío sin detener sus melodías. Esa visión me hizo estremecer a tal punto, que mis lágrimas se derramaron por la infinidad del cosmos, haciendo que la mirada del ángel se posara sobre mí con sencillez, y sentí con delicia cómo sus ojos veían con ternura la desnudez de mi alma, así como el ferviente amor que empezaba a sentir por ella. Sus mejillas parecieron iluminarse de un momento a otro ante este sentimiento, y una sonrisa se asomó en sus exquisitos labios, dándome a entender que correspondía mi sentir. ¿Cómo podría ser posible que un simple humano pudiera ganarse la atención y el afecto de ser tan divino?, ¿cómo dos almas podían amarse sin emitir palabra alguna entre ellas?... ¿era acaso este amor, algo capaz de trascender todas las realidades? Aquel primer encuentro surgió a través de una melodía, misma que siguió sonando hasta su inevitable fin.

Abrí los ojos una vez más.

Las primeras sensaciones que me invadieron fueron el cansancio y el dolor, debido a la mala postura que adopté al haberme quedado dormido sobre el escritorio. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa al sentir rastros de lágrimas por mis mejillas, y un corazón que no paraba de latir con desenfreno. Pero definitivamente lo que me pareció más inusual fue el ver mi mano sosteniendo un lápiz, y descubrir que con él había escrito varios párrafos sobre una hoja de papel. Decidí leer aquello, y poco me bastó para comprender que esas palabras describían perfectamente el sueño que había acabado de tener. Recordé al ángel que me había mirado, y por muy ridículo que fuera, me hizo sentir una enorme felicidad. Rememoré la melodía dentro de mi cabeza varias veces, hasta el punto de volver a sentir la caricia del sueño. Me dispuse a cerrar los ojos y dar un último viaje a aquel reino fantástico, con la esperanza de sentir otra vez aquel maravilloso encuentro. Pero algo muy dentro de mí me decía que el auténtico viaje apenas comenzaba.

Maximilian de Zalce.